Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El Dr. Gus Abu-Sitta es director del Departamento de cirugía reconstructiva del Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut, en Líbano. Está especializado en cirugía reconstructiva. En esta parte del mundo está claro lo que eso significa: te traen personas de las zonas de guerra destrozadas, sin cara, quemadas hasta ser irreconocibles y tienes que tratar de devolverles su vida.
El Dr. Abu-Sitta también es un pensador. Palestino nacido en Kuwait, estudió y vivió en Reino Unido, y trabajó en diferentes zonas de guerra tanto en Oriente Próximo como en Asia antes de aceptar su actual trabajo en el Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut en Líbano
Nos conocimos en unas circunstancias peculiares. Hace unos meses me quemé el pie en una arena abrasadora en el sudeste de Asia. Se estaba curando, aunque despacio. Hasta que fui a Afganistán donde en uno de los controles de carretera de Herat me tuve que descalzar y la herida se infectó gravemente. De paso en Londres acudí al hospital y me trató uno de los ex profesores de Abu-Sitta Cuando vio que entre otros lugares trabajo en Líbano me recomendó que visitara a uno de sus «mejores alumnos que ahora vive en Beirut».
Lo hice. Entonces un canal de televisión panárabe, Al-Mayadeen, estaba emitiendo en inglés con subtítulos en árabe una larga entrevista que me habían hecho en dos partes acerca de mi última novela político-revolucionaria, Aurora, acerca de la situación del Sur global y acerca del importante aumento del imperialismo occidental. Para mi sorpresa, el Dr. Abu-Sitta y sus colegas estaban siguiendo mi trabajo y discursos políticos. Para estos cirujanos curtidos el «problema» de mi pie no era sino un insignificante y diminuto rasguño. Lo que importaba era el ataque de Estados Unidos a Siria, Palestina y las provocaciones contra Corea del Norte.
Mi «herida» se curó bien y el Dr. Abu-Sitta y yo nos hicimos buenos amigos. Por desgracia, tengo que dejar Beirut para ir al sudeste de Asia antes de un importante congreso que sus colegas y él inician el 15 de mayo de 2017 con el nombre de «Ecología de la guerra».
Creo que el tema es absolutamente fascinante y esencial para nuestra humanidad, incluso para su supervivencia. Combina filosofía, medicina y ciencia.
¿Qué les ocurre a las personas en las zonas de guerra? Y, ¿qué es, en realidad, una zona de guerra? Llegamos a algunas conclusiones comunes ya que ambos trabajamos el mismo tema aunque desde ángulos diferentes: «La miseria es guerra. La destrucción del Estado fuerte lleva al conflicto. Muchas personas en nuestro planeta viven en realidad en algún conflicto o guerra sin darse cuenta siquiera: en barrios de chabolas, campos de refugiados, en Estados totalmente destruidos o en campos de refugiados (SIC)«.
Hablamos mucho: sobre el miedo, en el que están sumidos países como Reino Unido; sobre la nueva ola de individualismo y egoísmo, cuyas raíces están en la frustración. En un momento dado afirmó:»En la mayor parte del mundo la palabra «libertad» es sinónimo de la lucha de independencia por nuestros países. En lugares como Reino Unido significa sobre todo más individualismo, egoísmo y libertades personales».
Hablamos de imperialismo, de medicina y del sufrimiento en Oriente Próximo.
Entonces decidimos publicar este diálogo que arroja algo que luz sobre la «ecología de la guerra», esa nueva disciplina esencial tanto de la filosofía como de la medicina.
Ecología de la guerra
(La conversación tuvo lugar en Beirut, Líbano, en el Café Younes, el 25 de abril de 2017)
El contrato social roto en el mundo árabe, incluso en Europa
G.A-S: La medicina y la provisión de salud en el Sur eran partes fundamentales del Estado postcolonial. Y el Estado postcolonial construyó sistemas médicos como los que teníamos en Iraq, Egipto y Siria como parte del contrato social. Se convirtieron en una parte intrínseca de la creación de aquellos Estados. Y aquello supuso comprender que el Estado tiene que ejercer su poder tanto coercitivamente (lo cual sabemos que el Estado es capaz de ejercer, encarcelándote e incluso ejerciendo la violencia), como, sobre todo, no coercitivamente: el Estado tiene que proporcionarte una vivienda, educarte y darte salud, todo eso. Y ese poder no coercitivo que ejerce el Estado es una parte fundamental del proceso de legitimación del Estado. Lo vimos evolucionar en la décadas de 1950, 1960 y 1970. Una digresión si se quiere ver cómo se desmanteló el Estado: el objetivo de las sanciones contra Iraq no fue desmantelar el Makhabarat [los servicios de inteligencia] o el ejército, sino que el objetivo de las sanciones fue robar al Estado iraquí su poder no coercitivo, su capacidad para proporcionar vida, para proporcionar educación y esa es la razón por la que al cabo de 12 años el Estado se ha derrumbado por completo internamente, no porque sus poderes coercitivos se hayan debilitado, sino porque se le robaron todos su poderes no coercitivos, toda su capacidad para garantizar la vida a sus ciudadanos.
AV: Entonces, en cierto modo se rompió el contrato entre el Estado y el pueblo.
G.A-S: ¡Exactamente! Y en la mayoría de los Estados postcoloniales existe ese contrato. Con la introducción de las políticas dirigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) que consideraban la salud y la provisión de la salud una oportunidad para hacer negocios que tienen las élites gobernantes y las corporaciones, y consideraban la atención sanitaria gratuita una carga para el Estado, los poderes no coercitivos del Estado se empezaron a erosionar en algunos países como Egipto y Jordania, lo que llevó a debilitar progresivamente su legitimidad. De nuevo, el objetivo del FMI y del BM era convertir la salud en una mercancía que se podía revender a la gente como un servicio, revender a quines podían pagarlo.
AV: Es decir, el modelo estadounidense, pero en una forma mucho más brutal ya que los salarios en la mayoría de esos países eran incomparablemente más bajos.
G.A-S: ¡Sin lugar a dudas! Y la forma como se hace en esos países: se crea un sistema de dos niveles en el que el nivel del gobierno tiene tan poca financiación que la gente elige ir al sector privado. Y en el sector privado se tienen todos los aspectos de la asistencia sanitaria privada: desde seguros médicos hasta la provisión de asistencia sanitaria y fármacos.
AV: Paradójicamente este escenario también está teniendo lugar en Reino Unido en estos momentos.
G.A-S: Lo vemos en Reino Unido y lo veremos en muchos otros países europeos. Pero eso ya ha ocurrido en esta zona, en el mundo árabe. Aquí la provisión de salud era fundamental en la creación de los Estados. Era fundamental para la legitimidad del Estado.
AV: El escenario ha sido extremadamente cínico: mientras que en la zona árabe y en muchas otras partes del mundo se impuso el sistema sanitario privado, en el propio Occidente, excepto en Estados Unidos, la atención sanitaria sigue siendo pública y básicamente gratuita. Hablamos de atención sanitaria estatal en Europa, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
G.A-S: Sí. En Europa la provisión de atención sanitaria como parte del estado de bienestar tras la Segunda Guerra Mundial era parte del contrato social. A medida que el estado de bienestar se fue desmantelando con la llegada del Teacherismo y del Reaganismo se hizo importante experimentar un proceso similar a otros lugares. La diferencia es que en Reino Unido y también en países como Alemania era muy peligroso desde el punto de vista político. Podía llevar a perder elecciones. Así que el plan B fue erosionar el sistema sanitario, matarlo gradualmente a base de mil golpes. El resultado en Reino Unido es una privatización por partes del sector sanitario. Y la gente no lo sabe, no se da cuenta de que el sistema se está privatizando. O en Alemania, donde en realidad el gobierno no paga la atención sanitaria sino que subvenciona a las compañías de seguros que se benefician de la provisión privada de atención sanitaria.
AV: Antes de que empezáramos a grabar la conversación estuvimos hablando de los dilemas filosóficos que asaltan o deberían asaltar a la profesión médica. Incluso la atención sanitaria social en Europa ¿no es en cierta medida un acuerdo cínico? Ahora todos los países europeos forman parte del bloque imperialista, junto con Estados Unidos, están saqueando el resto del mundo (Oriente Próximo, África y partes de Asia) y en realidad están subvencionando su sistema social con ese saqueo. Eso por una parte. Pero, además, a menudo los médicos y las enfermeras que trabajan en Reino Unido o Alemania, por ejemplo, se «importan» de países mucho más pobres, donde con frecuencia han recibido educación gratuita. En lugar de ayudar a su propia gente, que está necesitada, sirven a la envejecida y, según todas las comparaciones internacionales, irracionalmente mimada y exigente población de Europa, que a menudo utiliza las instalaciones médicas como si fueran un «club social».
G.A-S: Creo que lo que ha sucedido, en particular en Europa, es que se han erosionado gradualmente todos los aspectos del estado de bienestar. Políticamente todavía no era posible deshacerse de la asistencia sanitaria gratuita. El problema que sin duda se puede ver en Reino Unido es que la salud es la consecuencia final de los factores sociales y económicos en los que vive la gente, de manera que si se sufre desempleo crónico, un problema de desempleo de segunda y tercera generación, eso tiene consecuencias para la salud. Si se destruyen tanto las pensiones como la protección de un paraguas social para los desempleados, eso tiene consecuencias… Una vivienda en malas condiciones tiene consecuencias para la salud. El desempleo masivo tiene consecuencias para la salud. Políticamente fue fácil librarse de todos los demás aspectos del estado de bienestar, pero tuvieron que cargar con el problema de la atención sanitaria. Y así, la batalla perdida que luchan los sistemas de salud en Occidente es que se espera que se hagan cargo de las nefastas consecuencias del brutal sistema capitalista como un empeño sin ánimo de lucro. Pero sabemos que una vez que esos cambios de la forma de vida afectan a la salud de la gente, es demasiado tarde en términos de cura o de prevención. Así que lo que hacen los sistemas sanitarios europeos es tratar de hacer un arreglo provisional a la gente, sacarla del sistema y devolverla a la calle. De modo que si se tienen hijos que padecen asma crónica, se trata el asma pero no la casa de mala muerte en la que viven esos niños. Si se tienen ataques violentos y un trauma relacionado con la violencia, se le trata el trauma, la manifestación física, pero no el daño del paro juvenil o del racismo que lo crea. Así que para mantener esta anomalía, como usted dijo, se necesita un sistema de salud exagerado, porque se hace enfermar a la gente y luego se intenta hacer un apaño en vez de impedir que enferme. De ahí la fuga de cerebros que ha habido y provoca que en Nueva York haya más médicos médicos ghaneses que en Ghana.
AV: Y hay todo un ejército de enfermeros y enfermeras filipinas en Reino Unido, mientras que de pronto hay escasez de enfermeros y enfermeras cualificadas en Manila.
G.A-S: ¡Por supuesto! Es el resultado del hecho de que realidad la salud de la gente «suceda» fuera del sistema sanitario. Como no se pueden librar del sistema sanitario, se acaba teniendo un sistema sanitario abotargado y se intentan arreglar las dolencias que llegan a través de la puerta.
El colapso del sistema sanitario en Oriente Próximo
AV: Usted ha trabajado en toda esta zona. Trabajó en Iraq y en Gaza… Tanto usted como yo trabajamos en el Hospital Shifa de Gaza… Trabajó en el sur de Líbano durante la guerra. ¿Hasta qué punto es brutal la situación sanitaria en Oriente Próximo? ¿Hasta qué punto ha sido espantoso el sufrimiento de las y los iraquíes, por ejemplo, en comparación con los pacientes occidentales? ¿Hasta qué punto es cruel la situación en Gaza?
G. A-S: Veamos la situación de lugares como Iraq, que en la década de 1980 tenía lo que probablemente era uno de los sistemas sanitarios más avanzados de la zona. Entonces se produjo la primera guerra contra Iraq seguida de doce años de sanciones en los que se desmanteló totalmente el sistema sanitario, no solo en términos de hospitales y medicación, y del exilio forzado de médicos y profesionales sanitarios sino también en términos de otros aspectos relacionados con la salud, como son la red de alcantarillado y las centrales eléctricas y de tratamiento de aguas, que forman parte de infraestructuras que tienen un impacto directo en al vida de la gente.
AV: Y después llegó en uranio empobrecido…
G.A-S: Y a continuación se añadió la guerra de 2003 y después la destrucción y el desmantelamiento totales del Estado y la emigración de aproximadamente el 50 % de las y los médicos iraquíes.
AV: ¿A dónde emigraron?
G.A-S: A todas partes: al Golfo y a Occidente, a América del Norte, Europa … Así que lo que hay en Iraq es un sistema que no sólo está destrozado, sino que ha perdido los componentes necesarios para reconstruirlo. No se puede formar a una nueva generación de médicos en Iraq porque todos las personas que podrían formalos han abandonado del país. No se puede crear un sistema sanitario en Iraq porque se ha creado una infraestructura de gobierno que es intrínsecamente inestable y se basa en una multipolaridad de los centros de poder que luchan todos sí por controlar del pastel del Estado … Así que los iraquíes subcontratan su salud a nivel hospitalario a India y a Turquía y Líbano, o a Jordania, porque están en este círculo vicioso.
AV: Pero, ¿es un sistema sanitario solo para aquellas personas que pueden pagarlo?
G.A-S: Sí, para quienes pueden pagar, pero incluso en la época en la que el gobierno tenía dinero en efectivo ya no podía reconstruir el sistema. Así que subcontrató fuera la provisión sanitaria porque el sistema estaba tan destrozado que el dinero no podía repararlo.
AV:¿Ocurre lo mismo en otros países de la zona?
G.A-S: Por lo que se refiere a la migración de las y los médicos, está ocurriendo lo mismo en Libia y Siria. Si se destruye el Estado sirio, Siria sufrirá algo parecido a lo que ocurrió en Iraq al final de la guerra.
AV: Pero todavía está en pie.
G.A-S: Continúa en pie y sigue proporcionado atención sanitaria a la inmensa mayoría de la población, incluso a aquellas personas que viven en las zonas controladas por los rebeldes. Viajan a Damasco o a otras ciudades para acudir a sus servicios de cardiología o de oncología.
AV: ¿Así que no se hacen preguntas, si estás enfermo recibes tratamiento?
G.A-S: La gente puede incluso viajar desde las zonas controladas por el ISIS y recibir tratamiento, porque eso es parte de las tareas del Estado.
AV: Lo mismo ocurre con la educación, Siria sigue proporcionando todos los servicios básicos en aquel área.
G.A-S: ¡Por supuesto! Pero en Libia todo esto ya no existe porque el Estado ha desaparecido o se ha desintegrado.
AV: Libia ya no es ni siquiera un país…
G.A-S: No hay un país unificado y, desde luego, no hay un sistema sanitario. En Gaza y Palestina la ocupación y el bloqueo garantizan que el sistema sanitario no funcione con normalidad. En el caso de Gaza, como dicen los israelíes, «cada pocos años vienes y cortas el césped»: se mata a toda la gente que se puede en esas guerras brutales e intensas de manera que se asegura que en los próximos años la gente tratará de sobrevivir a los daños que se han provocado.
AV: ¿Hay alguna ayuda por parte de médicos israelíes?
G.A-S: ¡Oh, sí! Pocas personas, pero hay ayuda. Pero, en realidad, la clase médica israelí forma parte intrínsecamente de la clase dirigente israelí. Y el Colegio de Médicos de Israel se niega a condenar el hecho de que médicos israelíes examinen a las y los presos políticos palestinos para lo que denominan «capacidad para el interrogatorio», que básicamente consiste en que un médico ve a la persona presa y decide cuánta más tortura puede soportar antes de morir.
AV: Esto me recuerda a lo que me contaron en 2015 en Pretoria, Sudáfrica, cuando me invitaron a participar como ponente en el Congreso Internacional de Psicólogos por la Paz. Varios psicólogos estadounidenses informaron de que durante el interrogatorio y tortura de supuestos terroristas había psicólogos profesionales e incluso psiquiatras clínicos que asistían a los interrogatorios y a menudo ayudaban a los interrogadores.
G.A-S: En efecto, hay dos o tres psicólogos estadounidenses muy conocidos que diseñaron el sistema de interrogatorios de la CIA.
AV: Lo que usted describe que está ocurriendo en Palestina aparentemente forma parte de un sistema que lo invade todo. En la Cachemira controlada por India me dijeron que agentes de la inteligencia israelí comparten sus métodos de interrogatorio y tortura con sus homólogos indios. Y Estados Unidos, por supuesto, también está implicado ahí.
Medicina de conflicto
Gus Abu-Sitta: La cirugía de guerra surgió en las guerras napoleónicas, en las que se enfrentaron dos ejércitos, generalmente en la primera línea del frente. Se atacaban mutuamente, se disparaban o apuñalaban mutuamente. La mayoría de los heridos eran combatientes a los que trataban en hospitales militares. La cirugía de guerra ha evolucionado. Lo que creo que tenemos en esta zona es que la intensidad y la naturaleza prolongada de esas guerras o de esos conflictos hace que no sean batallas temporales, no empiezan y acaban. Y son lo suficientemente prolongadas como para cambiar la ecología vital, la ecología en la que vive la gente. Crean la ecología de la guerra. Esta ecología persiste mucho más allá de los tiroteos, porque altera el entorno de vida de la gente. Las heridas son físicas, psicológicas y sociales, y el entorno se altera hasta que se vuelve hostil, tanto para las personas sanas como, más aún, para las heridas. Y como en el caso de esos organismos resistentes a diferentes fármacos que ahora son un gran problema en el mundo, por ejemplo, las bacterias resistentes a diferentes fármacos, el 85% de las personas heridas en la guerra iraquí y el 70% de las personas heridas en la guerra siria tienen bacterias resistentes a diferentes fármacos. Por eso afirmamos que esta ecología, esta bioesfera que crean los conflictos está alterada incluso en el ADN básico de la bacteria. Tenemos varias teorías al respecto: en parte se debe al papel que desempeñan los metales pesados en las municiones modernas, que puede provocar una mutación en estas bacterias y hacerlas resistentes a los antibióticos, de modo que tu bioesfera, tu burbuja, la burbuja ecológica en la que vives, cambia para siempre. Y eso no desaparece el día que desaparecen los bombardeos. Se tiene que desmantelar y para desmantelarlo hay que entender las dinámicas de la ecología de la guerra. Por ese motivo nuestro programa se estableció en la universidad, que había sido el principal centro de enseñanza superior durante la guerra civil y la invasión israelí de 1982. Y después, a medida que avanzaba la guerra en Iraq y Siria, empezamos a tener pacientes de estos países y a tratarlos aquí. Nos dimos cuenta de que teníamos que entender las dinámicas de la medicina de conflicto y entender la ecología de la guerra, cómo ocurren las manifestaciones físicas, biológicas, psicológicas y sociales de las heridas de guerra, y cómo se crea esta ecología de la guerra: todo, desde las bacterias hasta la forma en que cambian el agua y el ciclo del agua, hasta el recuerdo tóxico de la guerra y cómo reacciona el cuerpo de la gente … Muchos de los pacientes iraquíes que trato tienen a varios miembros de su familia heridos.
AV: ¿El Centro Médico de la Universidad Americana de Beirut es ahora pionero en esta investigación, la ecología de la guerra?
G.A.-S: Sí, debido al legado de la guerra civil, de las guerras regionales.
AV: Nada menos que un conflicto regional perpetuo…
G.A-S: Un conflicto perpetuo, efectivamente, primero local y luego regional. Somos el centro de referencia para el Ministerio de Sanidad iraquí y para el Ministerio del Interior iraquí, así que actuamos como centro regional y el objetivo de nuestro programa es dedicar más tiempo, espacio y energía a la comprender cómo se produce esta ecología de la guerra.
AV: En mis escritos y películas a menudo establezco un paralelismo entre la guerra y la pobreza extrema. He trabajado en algunos de los peores barrios de chabolas del mundo, los de África, América Central y el Caribe, el sur de Asia, Filipinas y otros sitios. Llegué a la conclusión de que muchas sociedades que en teoría viven en paz, en realidad viven en guerras prolongadas e incluso perpetuas. La miseria extrema es una forma de guerra, aunque no haya una «declaración de guerra» ni una línea de frente definida. He cubierto incontables guerras y lugares en los que había miseria extrema y es impresionante el paralelismo, especialmente el impacto físico, psicológico y social en los seres humanos. Según lo que usted ha investigado, ¿está de acuerdo? ¿Considera que la miseria extrema es un tipo de guerra?
G.A-S: Desde luego que sí. En el centro de ello está la «deshumanización» de las personas. La pobreza extrema es una forma de violencia. Cuanto más extrema se hace esta pobreza más cerca está de la naturaleza física de la violencia. La guerra es la degradación acelerada de la vida de las personas hasta alcanzar esa pobreza extrema. Pero se puede llegar a esta pobreza extrema de una manera más gradual. Lo único que hace la guerra es que se llegue más rápido ahí.
AV: En cierto modo un estado perpetuo de pobreza extrema es similar a un estado perpetuo de conflicto, de guerra.
G.A-S: Sin lugar a dudas. Y es una guerra sobre todo contra quienes se ven obligados a vivir en estas circunstancias. Es la guerra contra los pobres y contra el Sur. Es la guerra contra los pobres que viven en las zonas deprimidas urbanas de Occidente.
AV: A la hora de definir la ecología de la guerra, ¿también tiene en cuenta lo que estamos hablando? ¿Investiga el impacto de la pobreza extrema en los cuerpos y vidas humanas? En esta región la pobreza extrema a menudo se puede encontrar en los enormes campos de refugiados, mientras que en otras partes del mundo habita en muchos barrios de chabolas.
G.A-S: La pobreza extrema es parte de la ecología sobre la que estamos hablando. Uno de los componentes de la ecología es cuando se toma un cuerpo herido, se coloca en un ambiente físico duro y se ve cómo este cuerpo se vuelve a herir una y otra vez, y este ambiente duro se convierte en una continuación de ese campo de batalla, porque lo que se ve es un proceso de volver a herirse. No porque se continúe en la línea de frente en algún lugar de Siria, sino porque tus hijos ahora viven en una tienda de campaña con otras ocho personas y corren el riesgo de convertirse en víctimas de la epidemia de quemaduras infantiles que tenemos ahora en los campos de refugiados debido a que los alojamientos son pobres e inseguros.
Veámoslo desde un punto de vista diferente: ¿qué constituye una herida de guerra o una herida relacionada con un conflicto? La lesión más básica relacionada con un conflicto es una herida de bala y una lesión de metralla. Pero, ¿qué sucede cuando se toma este cuerpo herido y se arroja en una tienda de campaña? ¿Qué complicaciones tiene este cuerpo herido que vive en un ambiente duro? ¿Constituye eso una lesión relacionada con la guerra? Cuando se empobrece a la población hasta el punto de que hay niños que padecen el tipo de heridas que se sabe que son resultado de una alojamiento pobre e insano, ¿es una lesión relacionada con el conflicto? O bien hay niños que ahora tienen lesiones relacionadas con el trabajo porque se han tenido que convertir en el principal sustento de sus familias trabajando como mecánicos, porteros o lo que sea. O si una persona proviene de un país en el que una enfermedad dada se solía tratar, pero debido a la destrucción de un sistema sanitario esa dolencia ya no es tratable porque han desaparecido los hospitales o porque los médicos se han tenido que marchar, ¿constituye eso una lesión relacionada con el conflicto? Así pues, hay que considerar toda la ecología, más allá de la bala o de la metralla, de cosas que aparecen en los titulares los primeros 20 segundos.
AV: Parece que su investigación es relevante para la mayor parte del mundo.
G.A-S: Desde luego, porque sabemos que estas crisis humanitarias solo existen en la imaginación de los medios de comunicación y de las agencias de la ONU. No son crisis.
AV: Una vez más, es un estado perpetuo.
G.A-S: Exactamente, es perpetuo, no acaba, está ahí todo el tiempo. Por consiguiente, no existe el concepto de «crisis temporales». No hay un árbitro que silbe el final de las crisis. Cuando se apagan las cámaras, los medios de comunicación y luego el mundo deciden que las crisis han terminado. Pero usted sabe que en Laos, por ejemplo, todavía hay una de las tasas de amputación más altas del mundo.
AV: Lo sé. Trabajé ahí en el Plain of Jars, que todavía hoy es un enorme campo de minas.
G.A-S: O Vietnam, donde existe la tasa más alta del mundo de deformaciones faciales infantiles debido al agente naranja.
AV: Usted trabajó en esos países.
G.A-S: Sí.
AV: Yo también. Viví en Vietnam. Toda esa zona sigue padeciendo lo que se denominó la «Guerra secreta». En Laos la pobreza está tan extendida que la gente se ve obligada a vender las bombas estadounidenses sin explotar como chatarra. Periódicamente explotan. En Camboya, incluso entre Seam Reap y la frontera con Tailandia hay pueblos en los que las personas que siguen muriendo y perdiendo miembros.
G.A-S: Ahora muchas cosas dependen de cómo las definamos. A menudo es un jugo de palabras.
AV: India es una zona de guerra, desde Cachemira hasta el noreste, Bihar y los barrios de chabolas de Mumbai.
G.A-S: Según la manera más cruda de medir el conflicto, que es el número de personas muertas por armas, en Guatemala y El Salvador mueren ahora más personas que durante la guerra. Pero no se habla de ello debido a que la naturaleza en la que se exhibe la violencia ha cambiado ya que ahora no tiene ninguna etiqueta política ahora, no se discute. Pero, en realidad, lo hace la misma gente contra la misma gente.
AV: En varias ocasiones escribí y filmé sobre El Salvador, Honduras y Nicaragua. Ahí la violencia extrema es resultado directo del conflicto implantado y fomentado por Occidente, particularmente por Estados Unidos. Se podría decir lo mismo de lugares como Jamaica, la República Dominicana y Haití. Ha llevado prácticamente al colapso social.
G.A-S: Sí, la CIA desempeño un papel muy importante en la década de 1970.
AV: En esa parte del mundo no hablamos solo de pobreza…
G.A-S: No, no, ¡hablamos de [armas] AK-47!
AV: Exactamente. En una ocasión filmé en San Salvador, en una zona del hampa … Un amigo, sacerdote de la teología de la liberación local tuvo la amabilidad de llevarme por los alrededores. Dimos dos vueltas. En la primera todo fue bien, en la segunda abrieron fuego contra nuestro Land Cruiser con armas pesadas. Nuestro coche estaba lleno de agujeros de bala y reventaron dos neumáticos. Nos escapamos por poco. En las aldeas los maras simplemente acuden, saquean y violan. Toman lo que quieren. Es una guerra.
G.A.-S: El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) prepara a cirujanos en estos países, de modo que el CICR introdujo la cirugía de guerra en el currículo de las facultades de medicina de Colombia y Honduras. Dado que, en efecto, estos países están en guerra, hay que preparar a los cirujanos para que sepan qué hacer cuando reciben 4 o 5 pacientes al día con heridas de bala.
AV: Le voy a contar lo que presencié en Haití para ilustrar lo que acaba de decir. Hace años trabajé en Cité Soleil, Port-au-Prince, Haití. Se dice que es el «barrio» o zona de chabolas más peligroso del mundo. Hay un dicho local que dice que «puedes entrar, pero nunca saldrás con vida». Fui allí en un camión con dos guardias armados, pero tenían tanto miedo que me abandonaron ahí, con mis enormes cámaras y todo el equipo en medio de la carretera. Seguí trabajando, no tenía otra alternativa. En un momento dado vi una larga fila frente un recinto amurallado. Me acerqué. Lo que vi de pronto me impactó: varios habitantes del barrio sobre mesas de madera, sangre por todas partes y varios médicos militares estadounidenses operando a cielo abierto. Hacía calor, había moscas y suciedad por todas partes. Un hombre me dijo que su mujer tenía un tumor enorme. Sin comprobar siquiera qué era, los médicos la colocaron sobre la mesa, le aplicaron anestesia local y lo quitaron. Cuando termino la operación el marido y la mujer fueron andando lentamente hasta una parada de autobús y se fueron a casa. A un par de kilómetros de ahí encontré unas instalaciones médicas estadounidenses bien equipadas y limpias, pero eran solo para el personal y los soldados estadounidenses. Pregunté a los médicos qué hacían verdaderamente en Haití y fueron bastante francos. Me dijeron: «Estamos formando para un escenario de combate. Esto es lo más cercano a una guerra que podemos conseguir». Por supuesto, experimentaban con seres humanos, aprendían cómo operar durante un combate …
G.A-S: Así pues, la distinción solo está en las definiciones.
AV: Como cirujano que ha trabajado en todo el Oriente Próximo, pero también en muchas otras partes del mundo, ¿se podría comparar el conflicto aquí con los conflictos en Asia, los Grandes Lagos de África y otros lugares?
G.A-S: En Oriente Próximo todavía hay personas que recuerdan cuando tenían hospitales. Los iraquíes que acudían a mi clínica se acordaban de la década de 1980. Sabían que la vida era diferente y que podía haber sido diferente. Y tienen formación en cuestiones de salud. El otro problema es que solo en 2014 resultaron heridos unos 30.000 iraquíes. Son cifras increíbles. No conocemos las cifras de Libia, las proporciones de la limpieza étnica y de los asesinatos que están teniendo lugar en Libia. En términos de cifras son enormes, pero en términos del efecto que tiene estamos al principio de una fase de desmedicalización. Así pues, no es que estos sistemas médicos no se desarrollaran sino que los están desdesarrollando, están yendo hacia atrás.
AV: ¿Culpa al imperialismo occidental de la situación?
G.A-S: Si se tienen en cuenta las sanciones y lo que hicieron al sistema sanitario, ¡por supuesto! Si vemos lo que pasa en Libia, ¡por supuesto! La idea de que esos Estados se desintegraron es falsa. Sabemos lo que supuso para Iraq la dinámica de las sanciones y lo que ocurrió en Iraq después de [la invasión estadounidense de] 2003. Sabemos qué ocurrió en Libia.
AV: O en Afganistán…
G.A-S: Lo primero que se les ordenó hacer a los muyaidines de Afganistán o a los contras de Nicaragua fue atacar los consultorios médicos. Los estadounidenses siempre han entendido que el Estado se destruye impidiéndole proporcionar estos poderes no coercitivos de los que hablaba antes.
AV: ¿Considera que esta parte del mundo es la más afectada, la más dañada?
G.A-S: En estos momentos, sin lugar a dudas. Y las estadísticas lo muestran. Creo que aproximadamente un 60 % de las personas muertas en guerras han muerto en esta zona…
AV: ¿Y cómo define esta zona geográficamente?
G.A-S: Desde Afganistán a Mauritania, incluidos la frontera de Mali y Argelia, y la Libia… La catástrofe de la partición de Sudán, lo que está ocurriendo en Sudán del Sur, en Somalia, Libia, Egipto, el desierto de Sinaí, Siria, Yemen, Afganistán, incluso Paquistán y las personas asesinadas por drones…
AV: Pero también tenemos unos 10 millones de personas que han muerto en la República Democrática de Congo desde la invasión de Ruanda de 1995 …
G.A-S: Ahora es un poco diferente. Esta es la «fase más avanzada», cuando el Estado se ha eliminado completamente … En el mundo árabe Libia es el país que más cerca está de esta situación. Allí las compañías petroleras se han apoderado del país. Las empresas mineras están ocupando la República Democrática de Congo y dirigen las guerras directamente, en vez de hacerlo a través de los ejércitos occidentales. Se mina totalmente el Estado hasta que desaparece y entonces las corporaciones se convierten de nuevo en actores principales, directamente, como hicieron en la fase colonialista durante la Compañía de las Indias Orientales y las compañías holandesas.
AV: ¿Cuál es el objetivo de sus investigaciones, el enorme proyecto denominado «Ecología de la guerra»?
G.A-S: Una de las cosas en las que insistimos es en el enfoque holístico. La compartimentación es parte del proceso de censura. «Eres microbiólogo, así que mira solo lo que ocurre con la bacteria… Eres cirujano ortopédico, así que sólo tienes que mirar las lesiones por explosión y bombas, las lesiones provocadas por minas terrestres …». De modo que la compartimentación impide reunir a personas que son capaces de ver todo el conjunto. Por consiguiente, insistimos en que este programa también tiene científicos sociales, políticos, antropólogos, microbiólogos, cirujanos … De lo contrario, sólo veríamos la ciencia pequeña. Estamos tratando de juntar las ciencias para ver el cuadro completo. Tratamos de juntar las piezas del rompecabezas y ver el cuadro completo.
AV: Y ahora van a celebrar un gran congreso, el 15 de mayo…
G.A-S: Sí, lo vamos a celebrar. Básicamente es el primer congreso que analizará todos estos aspectos de conflicto y salud, desde el quirúrgico, la reconstrucción de los cuerpos dañados, hasta problemas de resistencia médica a las bacterias, enfermedades infecciosas y problemas absolutamente básicos como, por ejemplo, el hecho de que antes de la guerra hubiera en Yemen 30.000 pacientes con insuficiencia renal. A la mayoría de los pacientes en diálisis les quedan dos semanas de vida si no reciben diálisis. Por lo tanto, una sesión tratará cómo proporcionar diálisis en medio de estos conflictos, qué hacer teniendo en cuenta el hecho de que los servicios de diálisis están muy centralizados. No es fácil para los pacientes moverse, además de las sanciones … Un tema será «cáncer y guerra» … Así pues, esta conferencia será todo lo holística posible acerca de la relación entre conflicto y la salud.
Esperamos más de 300 delegados y habrá ponentes de India, Yemen, Palestina, Siria, de Reino Unido; hay personas que vienen del sector humanitario, del CICR, personas que trabajan en África y Oriente Próximo, personas que trabajaron en guerras anteriores y ahora trabajan en las actuales, así que tenemos personas que vienen de campos diferentes.
AV: ¿Cuál es el objetivo fundamental del congreso?
G.A-S: Tenemos que imaginar la salud de la zona más allá del Estado. En el plano conceptual tenemos que tratar de averiguar qué está pasando. Ya podemos ver algunas pautas. Una de ellas es la regionalización de la atención sanitaria, el hecho de que los libios reciban tratamiento en Túnez, los iraquíes y sirios en Beirut y los yemeníes en Jordania. Existe ya la desintegración de estos Estados y la migración a los centros regionales. El Estado ya no es un actor fundamental, porque ha sido destruido. Nos parece que se trata de una enfermedad del futuro cercano, del futuro a medio y largo plazo. Por lo tanto, tenemos que entenderlo para poder tratarlo mejor, tenemos que establecer mecanismos para que este conocimiento se transfiera al sistema de educación médica, lo que producirá profesionales médicos mejor preparados para hacer frente a este sistema de salud. Tenemos que asegurarnos de que son conscientes de los muchos matices del conflicto, más allá de la metralla y las balas. Cuanto más se investigue en este ámbito del conflicto y la salud, más tecnologías transferibles desarrollaremos, mejor asistencia médica podremos ofrecer en estas situaciones, mejor preparación podrán recibir nuestros estudiantes y graduados, y mejor trabajarán en esta zona en los próximos 10 o 15 años.
AV: Y esperemos que se salven más vidas…
Andre Vltchek es filósofo, novelista, director de cine y periodista de investigación. Ha cubierto guerras y conflictos en muchos países. Tres de sus últimos libros son una novela revolucionaria, Aurora, y dos de contenido político, Exposing Lies Of The Empire y Fighting Against Western Imperialism. Se pueden ver sus otros libros aquí. Andre hace documentales para teleSUR y Al-Mayadeen. Se puede ver Rwanda Gambit, su documental pionero sobre Ruanda y la República Democrática de Congo. Tras vivir en América Latina, África y Oceanía, Vltchek reside actualmente en el este de Asia y Oriente Próximo, y sigue trabajando por todo el mundo. Se puede contactar con él por medio de su página web y su Twitter.
Fuente: http://www.investigaction.net/en/middle-eastern-surgeon-speaks-about-the-ecology-of-war/