Para comprender la violenta campaña lanzada por los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto contra Catar, hay que dirigir la mirada más allá de las trivialidades como el rescate que los cataríes habrían pretendidamente entregado en Irak [a grupos chiitas para liberar a más de 20 cazadores que practicaban la caza […]
Para comprender la violenta campaña lanzada por los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto contra Catar, hay que dirigir la mirada más allá de las trivialidades como el rescate que los cataríes habrían pretendidamente entregado en Irak [a grupos chiitas para liberar a más de 20 cazadores que practicaban la caza con halcón en territorio iraquí] y las acusaciones según las cuales Catar apoyaría el terrorismo. Tales acusaciones pierden toda credibilidad pues son planteadas por actores que han hecho exactamente eso desde hace decenios. Hay que remitirse al contexto anterior a la Primavera árabe y cómo ha sido afectado por el Gran Levantamiento.
Durante el reinado del emir Hamad Bin Khalifa al Thani, el emirato de Catar adoptó una planteamiento que no era muy diferente del adoptado por Kuwait después que este último declarara su independencia frente a Gran Bretaña, en junio de 1961. El anuncio había indignado a la República de Irak que exigió que el emirato le fuera entregado en tanto que fracción de su territorio. Pero Kuwait se aprovechó de las tensiones que existían entre Irak -bajo la dirección de Abd el-Karim Qasim (de julio de 1958 a febrero de 1963)- y el Egipto de Gamal Abdel Nasser, para obtener que los países árabes aceptaran la independencia de Kuwait, que gozaba además de la protección de Gran Bretaña. Para enfriar las ambiciones de anexión cultivadas por su vecino iraquí, Kuwait adoptó posteriormente una política de neutralidad árabe, manteniendo buenas relaciones con los dos polos en lo que se llamaba «la guerra fría árabe»; a saber, Egipto y el reino saudita.
Como se sabe, de forma similar, Catar mantenía una relación históricamente tensa con su vecino saudita, en particular desde que declaró su independencia frente a Gran Bretaña en 1971. Tras haber tomado el poder, el emir Hamad llevó a cabo una política que intentaba compensar el pequeño tamaño del emirato reforzando sus lazos con los dos principales ejes del conflicto regional tal como emergieron tras el amplio despliegue de tropas estadounidenses en el Golfo: Estados Unidos y la República de Irán. Catar logró así, simultáneamente, acoger (y financiar) la base regional aérea más importante de Estados Unidos (Al-Udeid) y cultivar relaciones cordiales con Irán y el Hezbolá libanés. La política de buenas relaciones con fuerzas opuestas se manifestó igualmente en el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel, a la vez que apoyaba a Hamás.
Sin embargo, durante el reino del emir Hamad, Catar no se limitó a cultivar buenas relaciones con diferentes fuerzas como hacía Kuwait que, por su parte, permaneció neutral y pasivo. Catar utilizó también sus considerables riquezas para jugar un papel activo en la política regional, en particular apadrinando a los Hermanos Musulmanes. El reino saudita, que apadrinó a los Hermanos desde el inicio, en 1928, canceló este apoyo, en particular a causa de la oposición de estos últimos a la intervención estadounidense en la crisis entre Kuwait e Irak en 1990. El peso del papel político de Catar aumentó fuertemente con el establecimiento de la red televisiva Al Jazeera, que tuvo un eco importante entre las poblaciones árabes dando la palabra a voces árabes de la oposición, en particular a los Hermanos Musulmanes.
La evolución política de Catar ante los levantamientos de 2011
Así pues, cuando el volcán del Gran Levantamiento árabe hizo irrupción en 2011, Catar pudo jugar un papel muy importante tanto a causa de su apadrinamiento de los Hermanos Musulmanes como del papel de la cadena de TV Al Jazeera. Por consiguiente, los dos polos del conflicto que domina el mundo árabe desde entonces -el antiguo régimen y la oposición fundamentalista islamista dirigida por los Hermanos Musulmanes- han obtenido también el apoyo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Mientras que Arabia Saudita apoyó al antiguo régimen en toda la región -con excepción de Libia frente a la que permaneció neutral y de Siria donde los elementos sectarios (confesionales) llevaron a una alianza entre el régimen de Bachar al-Assad e Irán- Catar apoyó los levantamientos, sobre todo allí donde estaban implicados los Hermanos Musulmanes, salvo en Baréin, otro miembro del CCG, por razones evidentes [en 2011 estalló un levantamiento popular y no ha dejado de ser reprimido]. El conflicto entre el emirato y el reino se hizo evidente desde el comienzo de la Primavera árabe; el apoyo de Catar al levantamiento tunecino contrastó con el asilo político concedido por Arabia Saudita al presidente depuesto de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí.
La administración Obama veía a Catar como un medio para descartar el peligro de una radicalización del levantamiento árabe que habría amenazado los intereses de Estados Unidos. Por tanto, Estados Unidos apostaba en los dos lados, apoyando a veces al antiguo régimen con los saudíes (como en Baréin) y, a veces, intentando contener el levantamiento con Catar a través de los Hermanos Musulmanes y sus aliados (como en Túnez y Egipto). Pero el papel jugado por Catar, que animaba a Washington a adoptar una política de seducción hacia los levantamientos, suscitó la indignación de Arabia Saudita y escandalizó a los Emiratos Árabes Unidos, que habían designado a los Hermanos Musulmanes como el enemigo público número uno. La presión ejercida por los dos países del Golfo se intensificó cuando la apuesta por los Hermanos Musulmanes sufrió un revés; es decir, cuando el presidente Mohammed Morsi fue derrocado [julio de 2013] por el ejército egipcio y los Hermanos Musulmanes fueron violentamente reprimidos. Fue entonces cuando el emir Hamad decidió dimitir en favor de su hijo Tamim, el emir actual; la presión del Golfo alcanzó su primer pico en 2014 a fin de forzar al nuevo emir a cambiar de dirección.
Tras esta cumbre, parecía que el conflicto del Golfo había llegado a su fin. Pero el acuerdo de los tres Estados del Golfo para apoyar a la oposición siria contra el régimen de Assad tensó las relaciones entre Catar (y con él los Hermanos Musulmanes) e Irán. Más tarde, Catar participó en la campaña militar contra la alianza establecida entre Ali Abdalá Saleh [en el poder de 1990 a 2012] y los hutíes en Yemen. Esto en el contexto de la llegada de un nuevo rey al trono saudita; lo que parecía demostrar que era posible un acuerdo entre los miembros del CCG. Esta tendencia se reforzó por la búsqueda, durante un cierto tiempo, por el reino saudita de un consenso sunita contra Irán, que incluyera a los Hermanos Musulmanes. Lo que coincidía con la tensión entre Riad y El Cairo. Este desarrollo se correspondía perfectamente con la política de la administración Obama.
Sin embargo, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos modificó la ecuación. El nuevo presidente se muestra favorable a una política de confrontación y de oposición tanto a los cambios como a la revolución en el área árabe. Es igualmente muy hostil a Irán y se afirma como un amigo próximo de Israel. Según la correspondencia de su embajador en Washington, algunos de sus principales consejeros quieren poner a los Hermanos Musulmanes en la lista de los grupos terroristas, de acuerdo, en este punto, con los Emiratos Árabes Unidos. Este cambio fundamental en la ecuación llevó a los Emiratos Árabes Unidos a reconciliarse con al-Sissi en Egipto. Juntos, acompañados por los Emiratos y Baréin, han lanzado el actual ataque frenético contra Catar para imponer un cambio radical de su política.
Este último episodio traduce de forma casi completa el retroceso del Gran Levantamiento árabe y el contraataque contra el levantamiento lanzado por el antiguo régimen en toda la región, apoyado en la mayor parte de los países por el eje del Golfo; y por Irán en Siria y en Yemen. Pero, tarde o temprano, surgirá inevitablemente una nueva ola de revolución (sus signos premonitorios son ya visibles en Marruecos y en Túnez). Cuando estalle, nadie la podrá contener y Riad y Abu Dabi podrían lamentar haber eliminado a Catar en este terreno.
Nota de Redacción de A l´encontre
Este 20 de junio, en declaraciones ante la prensa hechas por el portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, la administración Trump manifiesta «dudas» sobre las razones invocadas por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y sus aliados; razones relacionadas en lo esencial al «apoyo al terrorismo» de Catar. Lo que ha desencadenado un serio bloqueo aéreo y naval. ¿Se anuncia así un cambio en la actitud de la administración estadounidense? Como informa la cadena Al Jazeera en inglés, sería impropio olvidar que Estados Unidos disponen de la base militar de Al-Udeid, que alberga más de 100 aviones operativos y más de 11 000 militares estadounidenses y aliados. La BBC, por su parte, el 15 de junio de 2017 anunciaba la compra por Catar a Estados Unidos de quince aviones de combate F-15 por una suma de 12 mil millones de dólares. Un poco más que el rescato por los cazadores con halcón [unos 1 000 millones de dólares]. El embajador de Catar en Estados Unidos, Meshal Hamad al-Thani, saludó las declaraciones del Departamento de Estado, añadiendo en un tweet: «Confiamos en la capacidad de Estados Unidos para resolver esta crisis».
Fuente: http://alencontre.org/moyenorient/la-crise-dans-le-golfe-en-comprendre-les-ressorts.html
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur