Para Eli, que está siempre ahí, donde hay que estar Presentación (2ª parte) del libro de José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Madrid, Dykinson, 2017. *** Como señala el profesor Francisco José Martínez en el prólogo del libro, en un artículo célebre -inicialmente una conferencia impartida en la Fundació Miró- en […]
Para Eli, que está siempre ahí, donde hay que estar
Presentación (2ª parte) del libro de José Sarrión Andaluz, La noción de ciencia en Manuel Sacristán, Madrid, Dykinson, 2017.
***
Como señala el profesor Francisco José Martínez en el prólogo del libro, en un artículo célebre -inicialmente una conferencia impartida en la Fundació Miró- en el que me he inspirado para dar título a esta presentación: «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» [24], Sacristán distinguió tres nociones de ciencia en la obra de Marx: ciencia como crítica (recuérdese el subtítulo de El Capital: «Crítica de la ciencia económica»), ciencia al estilo anglosajón (nuestra noción actual de ciencia para entendernos) y ciencia como Wissenschaft (como aspiración a un conocimiento global, totalizador si queremos decirlo así). El trabajo científico-filosófico del profesor Sarrión sobre la noción de ciencia en Sacristán permite una clasificación de las reflexiones metacientíficas del traductor de Adorno y Marcuse en tres casillas flexibles, no encorsetadas: trabajos que pueden ubicarse en el ámbito de la filosofía de la ciencia (por ejemplo, sus presentaciones de la obra lógica de Quine, su reseña del libro de Jesús Mosterín sobre Racionalidad y acción humana o su inolvidable nota necrológica sobre Heinrich Scholz, uno de los pocos filósofos que consideró maestros suyos); trabajos de crítica, de racionalismo temperado, de precisión, de poda incluso, de libertad de pensamiento, pruebas de un pensar con su propia cabeza en sus aproximaciones a clásicos y autores de la tradición (su presentación del Anti-Dühring, una verdadero clásico del marxismo hispánico, sería un ejemplo destacado, al igual que su deslumbrante reseña de El asalto a la razón lukácsiano o sus consideraciones sobre el género literario de El Capital en el 150 aniversario de su primera edición [25]) y, finalmente, una tercera agrupación que englobaría sus escritos de política y sociología de la ciencia y que nos aproximarían a las preocupaciones de un «Sacristán tardío», o no tan tardío, donde las consideraciones epistemológicas, sin duda de interés y en absoluto despreciables, debían dejar paso, por necesidades políticas, culturales, de civilización incluso, a reflexiones metacientíficas más ontológicas por así decir [26], más directamente vinculadas al papel de la ciencia en la sociedad contemporánea, título de una conferencia que el profesor Sarrión destaca por su importancia, al tiempo que comenta con detalle.
De sociología de la ciencia, aparte de notas y materiales de estudio sin olvidar algunas conferencias tras su vuelta de Alemania, nos dejó el amigo de juventud de Rafael Sánchez Ferlosio un gran artículo, editado como libro en México: «Karl Marx como sociólogo de la ciencia», un escrito que tuvo base en uno de los cursos que impartió en la UNAM [27]. Del primero ámbito, el de la política de la ciencia, decisivo a todas luces para nosotros, tenemos sus conferencias, una buena parte de sus intervenciones puntuales desde principios de los setenta, además de algunos textos recogidos en Pacifismo, ecologismo y política alternativa. Toda esta mirada, toda esta nueva perspectiva, el profesor Sarrión lo señala con toda su esfuerza, es esencial para comprender las preocupaciones, políticas, culturales, filosófica, civilizatorias, del último Sacristán y para poder prolongar su importante legado. Queda mucho por hacer en este ámbito.
Desde principios de los 70, desde que usara por primera el término sociofísica -«El concepto es propio del director de la colección. No se ha utilizado nunca. Significa los temas en que la intervención de la sociedad (principalmente de la sociedad industrial capitalista) interfiere con la naturaleza (urbanismo, contaminación, etc)» [28]-, Sacristán propone una decisiva revisión de algunos nudos centrales de la tradición marxista comunista. El profesor Sarrión destaca la importancia de esta conversión, de este giro copernicano en el pensamiento y en el hacer (recordemos su activismo en en CANC y en otros movimientos ecologistas) del director de mientras tanto. Sin olvidar como decíamos reflexiones más clásicas, más (puramente) epistemológicas, Sacristán intenta ubicarse en otras coordenadas. «De la filosofía de la ciencia a la política de la ciencia» ese es el título de una conferencia, también recordada por el autor del libro, un título que resume bien las preocupaciones centrales y el giro de Sacristán.
El profesor Sarrión destaca, con toda razón, la importancia de esta auténtica revisión de la tendencia hasta entonces dominante en el marxismo clásico, un marxismo más desarrollista, más «progresista», menos naturalista, menos preocupado por los aspectos destructivos, de desmesura, de desequilibrio, de la civilización inhumana y antiobrera del capitalismo. No es casual, como ya hemos indicado, que el último escrito largo que escribiera, fechado en mayo de 1985, estuviera dedicado al undécimo cuaderno de un comunista coherente, fallecido a edad temprana, que estuvo muy interesado por los avatares de la ciencia (recordemos sus peticiones de información a Pietro Srafa sobre el congreso internacional de historia de la ciencia celebrado en Londres, un congreso que contó con la participación de Bujarin) y que supo ver o intuir, como pocos otros (Benjamin sería otro ejemplo), el poder destructivo de la tecnociencia contemporánea.
El profesor Sarrión analiza muy bien la aparente paradoja que significaba aquel aforismo repetidas veces comentado por Sacristán en sus últimos años, en su crítica a las concepciones de raíz romántica de la tecnociencia, inspiradas también por la filosofía heideggeriana de la técnica: lo malo (política, éticamente hablando) de la ciencia contemporánea es que es demasiado buena (gnoseológica, epistemológicamente). Que sigamos preocupados por el armamento nuclear, a pesar del reciente tratado para su prohibición, está directamente relacionado con la «estupidez» humana, con nuestra falta de «racionalidad completa» dirá él mismo en alguna ocasión, con la voluntad de poder de clases y naciones imperiales, pero, al mismo tiempo, con la excelencia, con la bondad, con la virtud epistémica de nuestra ciencia y tecnología. Si la tecnociencia contemporánea fuera nulam hablando gnoseológicamente, nuestra preocupación sería muy distinta. Por detrás de todo ello, como el lector/a habrá adivinado, una perspectiva político-cultural: una nueva alianza, renovada, del movimiento obrero y de otros movimientos populares críticos con la ciencia autocrítica contemporánea, que se alimenta de esta perspectiva:
No hay antagonismo entre tecnología (en el sentido de técnicas de base científico-teórica) y ecologismo, sino entre tecnologías destructoras de las condiciones de vida de nuestra especie y tecnologías favorables a largo plazo a ésta. Creo que así hay que plantear las cosas, no con una mala mística de la naturaleza […]. No se trata de adorar ignorantemente una naturaleza supuestamente inmutable y pura, buena en sí, sino de evitar que se vuelva invivible para nuestra especie. Ya como está es bastante dura. Y tampoco hay que olvidar que un cambio radical de tecnología es un cambio de modo de producción y, por lo tanto, de consumo, es decir, una revolución; y que por primera vez en la historia que conocemos hay que promover ese cambio tecnológico revolucionario consciente e intencionadamente [29].
Pero tampoco es esta la última virtud del libro que deseo comentar. Destaco otra finalmente, advirtiendo al lector que son muchas cosas las que dejo en el tintero y que él mismo descubrirá. «Sentido y sensibilidad enrojecida» podría ser el título de este apartado; «Bailando y luchando en la oscuridad» podría ser el subtítulo.
Aunque según el propio autor nos comenta, el tema excede lo investigado en el trabajo (queda pendiente para otra ocasión), desde las primeras páginas del libro el profesor Sarrión señala, con toda razón, la especial relación que Sacristán tuvo con el mundo y el movimiento obrero. Nos recuerda, por supuesto, sus reflexiones en aquella entrevista de 1979 con Jordi Guiu y Antoni Munné de la que ya hemos hablado. Se publicó por vez primera en 1995, diez años después del fallecimiento de Sacristán. Ese mismo año, su amigo, su discípulo, su compañero, el autor de Leyendo a Gramsci, nos recordaba en «Cultura obrera y valores alternativos en la obra de Manuel Sacristán» [30] cosas como las siguientes:
Manolo se consideraba uno de ellos, uno de los nuestros, no sé muy bien como decirlo: era uno más, allí en Can Vidalet y aquí, en CC.OO. No tenía ningún problema en mantener el mismo método, el mismo rigor, la misma profundidad de pensamiento, que siempre tuvo en sus clases, pero traducida al lenguaje de aquellos que tenía como interlocutores. No he visto nunca a nadie con la capacidad que él tenía para hacerse entender respecto a problemas difíciles de explicar. Y esto es, seguramente, lo más difícil siempre para un intelectual o para un profesor: cómo romper con nuestra forma normal de expresión, en nuestras clases o con nuestros colegas, para comunicar con personas que no son letradas y con las que compartimos ideas, creencias, ideales.
En esta relación con los trabajadores, proseguía el autor de La gran perturbación, eran muchos los intelectuales que tendían a la pedantería o a edulcorar las cosas pronunciando las palabras que los otros quieren oír.
Manolo no; Manolo no era así. Manolo podía ser muy negro y muy duro con la gente con la que compartía los mismo ideales, en este caso con las personas de CC.OO. Muchas veces decía que hay que pintar la pizarra bien de negro para que destaque sobre ella el blanco de la tiza con que hay que escribir las propuestas alternativas. Así se comportó, por ejemplo, el día de la presentación de mientras tanto en los locales de CC.OO. En mi recuerdo aquello fue casi una batalla campal; dialéctica, desde luego. Fue una polémica dura, con aristas, pero al mismo tiempo amistosa, fraternal, como cuando discutimos en la propia casa con un amigo o con una amiga.
Sacristán odiaba el lenguaje diplomático y vacío de los políticos profesionales instalados, lo que no le impedía ser máximamente cortés y educado [31]:
No tenía pelos en la lengua a la hora de expresar opiniones diferentes a las de los amigos naturales, pero al mismo tiempo pensaba -y así lo escribió en la primera carta de la redacción de mientras tanto – que había que «mantener sosegada la casa de la izquierda». Hay que entender esto como un llamamiento a la discusión franca y racional de las diferencias. No me demoraré más en este punto. Seguro que Jaume puede decirlo mucho mejor que yo.
José Sarrión nos regala, nos cuenta esta magnifica historia que yo intento resumir. Convendría que, cuando él considere oportuno, desarrolle esta arista decisiva, la relación de Sacristán con el movimiento obrero que, desde luego, también está vinculada a su estudio sobre la noción de ciencia en Sacristán. Pocas personas como él podrían explicarlo con más sensibilidad, con mayor sentido, con mayor compromiso y con mayor conocimiento de causa. Está también en sus memes, otra cosa compartida.
La historia que quería contarles. La relación de Sacristán con el movimiento obrero, con los trabajadores más conscientes, señala Sarrión, es tema que excede esta tesis «y que sin embargo figura lateralmente en varias páginas de la misma». Ciertamente. Hay mucha documentación al respecto, nos recuerda. Quede como diminuto ejemplo, sigo citándole, de la relación de Sacristán con el movimiento obrero la siguiente anécdota. Es Sarrión quien habla ahora:
Durante mi estancia de investigación en Barcelona, pude leer una carta de condolencias del obrero textil Santos Bravo Gutiérrez a Sacristán, con motivo del fallecimiento de su esposa. Conservo las faltas de ortografía del original:
Sabadell 11-3-80
Querido Camarada ¡como estás!
Hace unos minutos que me ha comunicado Angel Hita.
Camarada, procura de oponerte a esta desgracia, se que no es facil, pero todos somos mortales. Tu no disfrutas de una salud fuerte, tienes a tu hija que me han comentado que es una chica responsable. Te critico, él no haberme avisado, los camaradas veteranos somos una familia -unida- No te he vuelto haber desque vinistes a la voda de mi chico. Bueno, te acompañamos todos los míos en tu dolor.
Salud, Santos Bravo Gutiérrez
Y por detrás, de nuevo es el profesor Sarrión Andaluz quien habla, unos versos que dicen así:
Handár y desandar
Huella profunda
Fecunda materia
él polvo el vida
El llánto, desaógo profundo
¡cuantas veces lo hice con ravia!
Ahora cánto nuestro igno al mundo
Tiémblan los hijos de perra
Y debajo de los versos, la siguiente anotación: puede ser prosa, soy autodidacta/ aprendí en las cárceles franquistas.
Cuando Santos dice que «todos somos mortales», nos comenta el doctor Sarrión, «no puedo evitar acordarme del párrafo que citamos en la anterior nota a pie», una reflexión de Sacristán sobre el sentimiento de muerte en la clase obrera de la entrevista que he citado repetidas veces.
Tras investigar sobre esta persona, descubrí que Santos Bravo Gutiérrez fue un dirigente local del de PSUC y CC.OO., detenido por pertenecer a las comisiones obreras. Un artículo de La Vanguardia de 12 de abril de 1969 informaba que el escrito de conclusiones del fiscal acusaba a Santos Bravo y a su hijo, junto a otros tres militantes comunistas, de «crear una célula coordinadora de las dos organizaciones (las Comisiones Obreras y la UJCE), con cuyo fin abonaron cuotas y realizaron labor de proselitismo», además de colocar «tres banderas comunistas y otras tres separatistas catalanas» sobre unas obras en conmemoración de la Díada de 1968 (Cf. REDACCIÓN, «Cinco residentes de Sabadell ante el Tribunal de Orden Público», La Vanguardia Española, 12 de abril de 1969, p. 9). En la misma noticia se indicaba cómo el fiscal acusaba a Santos, a su hijo y a otro compañero de delito de asociación ilícita, pidiendo dos años de prisión y 15.000 pesetas de multa como autores de un delito de propaganda ilegal. El abogado defensor de los detenidos, ni más ni menos que Josep Solé i Barberà, solicitaba la absolución.
La moraleja es inmediata: militantes obreros no nacidos en Cataluña luchando, jugándosela, por lo que entonces llamábamos libertades nacionales de Cataluña. El fiscal habla de banderas separatistas. Pero no eran tales: eran senyeres, una de las banderas en la que reconocíamos todos, los llegados aquí hace 150 años o los llegados hace 15. No importaba aunque ahora importe.
En síntesis: estamos ante una investigación digna de reconocimiento, ante un libro que merece ser leído y estudiado, ante una excelente señal que permite vislumbrar nuevas aportaciones, no en vano José Sarrión piensa y escribe desde una perspectiva poliética que hubiera suscrito alguien que, ciertamente, tiene muchos puntos en común con él, Francisco Fernández Buey.
Les dejo con su reflexión, que es también una declaración de principios, no sólo intelectuales sino también vitales:
En las condiciones sociales presentes, la importancia del pensamiento transformador parece cobrar nueva relevancia. La salvaje crisis económica, con sus archiconocidas consecuencias sociales, así como el retorno de la movilización ciudadana, muy especialmente a partir del nuevo escenario surgido a partir 15 de mayo de 2011, parecen configurar un escenario donde la praxis política vuelve al imaginario y a la cotidianeidad de la mayoría de la población, o al menos de un sector relevante. Si esta premisa es cierta, parece muy justificado, e incluso éticamente vinculante, contribuir a la reflexión teórica desde filosofías políticas situadas en tradiciones emancipatorias.
Me olvidaba. ¿Alguna crítica, alguna sombra al acecho pensarán? Una tan sólo: no sería justo ni adecuado que José Sarrión hiciera con la obra de Manuel Sacristán lo mismo que éste hiciera con la de Heidegger. Tras Las ideas gnoseológicas de Heidegger, salvadas dos breves excepciones, el silencio, el compromiso, el estudio, el pane lucrando, las mil tareas pendientes, se impusieron. Como hay tanto compartido por Sarrión y Sacristán, puede haber tentaciones de seguir trayectorias y ejemplos. Sería un error, un grave error, impropio de un intelectual comprometido como el autor de estas páginas, que, como el otro, va en serio, muy en serio. Lean y vean.
Barcelona, julio de 2017, 100 años después de una revolución obrera y campesina que intentó asaltar los cielos mientras Europa destrozaba a sus pueblos en una guerra infernal, clasista y aniquiladora. O socialismo ecologista, antimilitarista y feminista… o barbarie.
Notas:
24) M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barceloa, 1983, pp. 317-367. El coloquio de esta conferencia, de enorme interés, puede verse en M. Sacristán, Sobre dialéctica, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2009, pp. 147-164.
25) Las dos primeras en M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, ed. cit. pp. 24-51 y 85-114 respectivamente. Para su trabajo sobre el género literario de El Capital, M. Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, Madrid, Trotta, 2007, pp. 187-192 (edición, presentación y notas de Albert Domingo Curto).
26) Véase «Reflexión sobre una política socialista de la ciencia». En Manuel Sacristán, Seis conferencias, Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2005, pp. 55-83.
27) Editado inicialmente en mientras tanto, en el número especial que en 1983 dedicó la revista a Marx en el primer centenario de su fallecimiento, puede verse ahora en M. Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, edi cit, pp. 217-265.
28) El proyecto, que no llegó a concretarse, de «Naturaleza y sociedad» constaba de 200 volúmenes distribuidos del modo siguiente: 20 volúmenes de Ciencias Formales, 60 de Ciencias de la Naturaleza, 80 de Ciencias de la Sociedad, 30 de Crítica e Interpretación (10 de filosofía y 20 de historia) y 10 de Sociofísica. En el apartado III de «proposiciones varias» señalaba Sacristán la novedad de este término. Quería dedicar 10 ensayos a este ámbito nuevo, igual cantidad que al apartado de filosofía. Pensó esta colección como «de divulgación alta» para un público que podía estar representado por bachilleres del último curso, el antiguo 6º curso de Bachillerato, y estudiantes de primeros cursos de Facultades o Escuelas universitarias.
29) Manuel Sacristán, «Entrevista con Naturaleza», De la primavera de Praga al marxismo ecologista, op. cit. pp. 187-188.
30) Véase S. López Arnal (editor), Homenaje a Manuel Sacristán, ed. cit. pp. 37-43.
31) Coincidí con él en dos ocasiones en un autobús, el número 7, que le llevaba desde la Facultad de Económicas a su casa en Diagonal/Avenida Sarrià. La forma en que Sacristán trataba al conductores de los autobuses hacía que estos se quedasen extrañados…y felices. Algunos hemos aprendido de esa conducta.
Primera parte de este artículo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233151
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.