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70 años de promesas rotas

La historia no contada del plan de partición

Fuentes: Palestine Chronicle

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

La reducción de Palestina. (Imagen de Archivo)

En una charla reciente ante el grupo de expertos de Chatham House en Londres, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu abordó el tema de un Estado palestino desde una perspectiva intelectual. 

Antes de que pensemos en establecer un Estado palestino, reflexionó, «es hora de que reevaluemos si el modelo moderno que tenemos de soberanía y una soberanía sin restricciones es aplicable en cualquier parte del mundo».

No es la primera vez que Netanyahu desacredita la idea de un Estado palestino. A pesar de las claras intenciones israelíes de poner en peligro cualquier oportunidad para la creación de dicho Estado, la administración estadounidense de Donald Trump está, según los informes, finalizando los planes para un «acuerdo de paz definitivo». El New York Times sugiere que «el diseño del plan tendrá que construirse en torno a la llamada solución de dos estados».

¿Pero ¿para qué desperdiciar esfuerzos, si en todas las partes, los estadounidenses incluidos, saben que Israel no tiene intención de permitir un Estado palestino y que EE.UU. no cuenta con el capital político o el deseo de hacerlo cumplir?

La respuesta puede no estar en el presente, sino en el pasado.

Un Estado árabe palestino se propuso inicialmente por parte de los británicos como una táctica política para proporcionar una cobertura legal al establecimiento de un Estado judío. Se sigue utilizando como una táctica política, aunque nunca con el objetivo de encontrar una «solución justa» para el conflicto, como suele propagarse.

Cuando el secretario de Asuntos Exteriores británico Arthur James Balfour hizo su promesa al movimiento sionista en noviembre de 1917 de otorgarle un Estado judío en Palestina, la idea antes distante e inverosímil comenzó a tomar forma. Habría sido posible sin esfuerzo si los palestinos no se hubieran rebelado.

La rebelión palestina de 1936-1939 mostró un grado impresionante de conciencia política colectiva y capacidad de movilización, a pesar de la violencia británica.

El Gobierno británico luego envió a la Comisión Peel a Palestina para examinar las raíces de la violencia, con la esperanza de sofocar la revuelta.

En julio de 1937 la comisión publicó su informe, que de inmediato encendió la furia de la población nativa, que ya conocía la colusión entre británicos y sionistas.

La Comisión Peel concluyó que «las causas subyacentes de los disturbios» eran el deseo de los palestinos de la independencia y su «odio y miedo al establecimiento del hogar nacional judío». Con base en ese punto de vista, recomendó la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado palestino, este último para incorporarlo a Transjordania, que estaba bajo el control de los británicos.

Palestina, como otros países árabes, estaba supuestamente preparándose para la independencia bajo los términos del Mandato Británico, según lo concedido por la Liga de las Naciones en 1922. Más aún, la Comisión Peel recomendaba la independencia parcial de Palestina, a diferencia de la soberanía total otorgada al Estado judío

Más alarmante fue la naturaleza arbitraria de esa división. La propiedad total de la tierra judía en el territorio no excedía el 5,6 por ciento del total del país. El Estado judío debía incluir las regiones más estratégicas y fértiles de Palestina, como la fértil Galilea y gran parte del acceso al agua del Mediterráneo.

Miles de palestinos fueron asesinados en la rebelión mientras seguían rechazando la partición perjudicial y la estratagema británica destinada a honrar la Declaración Balfour y hacer que los palestinos fueran apátridas.

Para fortalecer su posición, la dirección sionista cambió el rumbo. En mayo de 1942, David Ben-Gurion, entonces representante de la Agencia Judía, asistió a una conferencia en Nueva York que reunió a los principales sionistas estadounidenses. En su discurso exigió que toda Palestina se convirtiera en una «mancomunidad judía».

Un nuevo y poderoso aliado, el presidente Harry Truman, comenzó a llenar el vacío que quedaba abierto, ya que los británicos estaban ansiosos por terminar su mandato en Palestina. En Before Their Diaspora, Walid Khalidi escribe:

«(El presidente de EE.UU. Harry Truman) dio un paso más en su apoyo al sionismo respaldando un plan de la Agencia Judía para la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado palestino. El plan preveía la incorporación al Estado judío de aproximadamente el 60 por ciento de Palestina en un momento en que la propiedad de la tierra judía en el país no superaba el 7 por ciento».

El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General del estado de 33 miembros de la ONU, bajo la intensa presión de la Administración estadounidense de Truman, votó a favor de la Resolución 181 (II) llamando a la partición de Palestina en tres entidades: un Estado judío, un Estado palestino y un régimen internacional para gobernar Jerusalén.

Si la propuesta de partición británica de 1937 fue lo suficientemente mala, la resolución de la ONU fue motivo de total consternación, ya que asignó 5.500 millas cuadradas al propuesto Estado judío y solo 4.500 millas cuadradas a los palestinos, que poseían el 94,2 de la tierra y representaban más de dos tercios de la población.

La limpieza étnica de Palestina comenzó en serio después de la adopción del Plan de Partición. En diciembre de 1947 los ataques sionistas organizados en áreas palestinas resultaron en el éxodo de 75.000 personas. De hecho la Nakba (catástrofe) palestina no comenzó en 1948, sino en 1947.

Ese éxodo de los palestinos fue diseñado a través del Plan Dalet, que se implementó por etapas y se modificó para acomodar las necesidades políticas. La etapa final de ese plan, lanzada en abril de 1948, incluyó seis operaciones principales. Dos de ellas, la Operación Nachshon y Harel, tenían como objetivo destruir las aldeas palestinas en la frontera de Jaffa-Jerusalén y sus alrededores. Al cortar las dos principales masas centrales que componían el Estado árabe palestino propuesto, los líderes sionistas querían romper cualquier posibilidad de cohesión geográfica palestina. Este sigue siendo el objetivo hasta nuestros días.

El logro israelí después de la guerra apenas fue guiado por el Plan de Partición. Los inconexos territorios palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este conformaron el 22 por ciento del tamaño histórico de Palestina.

El resto es historia dolorosa. La zanahoria del Estado palestino se cuelga de vez en cuando por las mismas fuerzas que dividieron Palestina hace 70 años, pero que trabajaron diligentemente con Israel para asegurar la desaparición de las aspiraciones políticas del pueblo palestino.

Eventualmente el discurso de partición se convirtió en el de «solución de dos estados», defendida en las últimas décadas por varias administraciones estadounidenses que mostraron poca sinceridad de hacer realidad tal Estado.

Y ahora, 70 años después de la partición de Palestina, solo hay un Estado, aunque se rige por dos leyes diferentes, una que privilegia a los judíos y otra que discrimina a los palestinos.

«Un solo Estado ya existe desde hace mucho tiempo», escribió el columnista israelí Gideon Levy en una reciente columna de Haaretz. «Ha llegado el momento de iniciar una batalla sobre la naturaleza de su régimen».

Para muchos palestinos ya es un hecho.

Ramzy Baroud es periodista, autor y editor de Palestine Chronicle. Su próximo libro será The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, London). Baroud tiene un Ph.D. en Estudios de Palestina de la Universidad de Exeter y es becario no residente en el Centro de Estudios Globales e Internacionales de Orfalea, Universidad de California en Santa Bárbara. Su web es www.ramzybaroud.net

Fuente: http://www.palestinechronicle.com/70-years-of-broken-promises-the-untold-story-of-the-partition-plan/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traduccón.