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El momento Maddox

Fuentes: Rebelión

Seamos claros Lo que está pasando en Siria es un enfrentamiento entre dos bloques principales. Por un lado, un atlantismo que mantiene las dinámicas imperiales de siempre y, por otro, los poderes emergentes, principalmente Rusia y China, cada uno de los cuales se opone a su manera a subordinarse a un orden mundial «americano». Solo […]

Seamos claros

Lo que está pasando en Siria es un enfrentamiento entre dos bloques principales. Por un lado, un atlantismo que mantiene las dinámicas imperiales de siempre y, por otro, los poderes emergentes, principalmente Rusia y China, cada uno de los cuales se opone a su manera a subordinarse a un orden mundial «americano». Solo entendiendo esto, podemos entender los sucesos de Douma el 7 de Abril.

Desde hace unos años venimos presenciando la construcción de un eje de poder alternativo que tiene como base Rusia y China. Hablamos de un traslado del peso desde el oeste hacia el sur y este, un «pivot to Asia». La construcción de un eje Rusia-China va desde la cooperación comercial a la construcción de una nueva arquitectura financiera que desplace al hegemonismo americano. Esto se acompaña con la creación de bloques propios más allá de sus fronteras, como el caso de la de la Unión Económica Euroasiática (UEEA) de Rusia.

La manifestación más evidente de esta tensión entre bloques es Siria. Los cuadros políticos angloamericanos se han dado cuenta de que es necesario disociar a Siria del Eje de Resistencia que supone Irán, Rusia y China, lo que llevaría concretamente a romper la cadena de Hezbollá, Hamás, Damasco y Teherán

Siria es donde se centran todas las miradas hoy. La oposición de la Federación Rusa a la «Santa Jauría» se ha intensificado estos días. La intervención en Siria se lleva diseñando años atrás. George Bush incluyó este país dentro del eje del mal en septiembre del 2001 y en 2003, con la aprobación de la Syrian Accountability Act, se permitía atacar sin tener en cuenta al Congreso.

La imposibilidad de derrocar a Assad dio lugar a que el polo atlantista, conformado por USA, Israel – que no ha olvidado la derrota de 2006 y que sabe que con el conflicto Irán tiene camino por tierra hasta él -, las monarquías del golfo, y Europa (en especial Francia y UK) hayan utilizado todo tipo de estrategias. La de entrenar mercenarios de hasta 60 nacionalidades diferentes ha sido la más utilizada.

En 2013, con el pretexto del ataque con armas químicas en Ghoutta, USA buscó intervenir directamente. También Israel apuntó a Damasco e incluso la Legión Extranjera de Francia se sumó, pero la balanza de fuerzas había cambiado y se iniciaron negociaciones. La hegemonía unilateral de USA chocaba con un nuevo equilibrio internacional.

Las guerras mienten

La historia se repite como farsa otra vez. El supuesto ataque químico en Douma vuelve a darle a USA una excusa para lanzar el ataque directo. Los últimos acontecimientos importantes van en esa dirección: el Consejo de Seguridad de la ONU se reúne para tratar el tema sin que se apruebe ninguna resolución por el supuesto ataque químico, el ministro israelí de Asuntos Estratégicos y Seguridad Pública insta a lanzar una ofensiva sobre Siria y Trump cancela su presencia en la Cumbre de las Américas para organizar una posible respuesta (incluso tuitear que la confrontación con Rusia es superior a la Guerra Fría, llamar animal a Al Assad y amenazar que pagará el precio). Macron no busca quedarse atrás y se une a coordinar una posible respuesta afirmando, al igual que Obama, que el presidente ha cruzado «la línea roja».

Al fin, la noche del 12 se llevó a cabo una operación entre USA, Francia y UK en la que supuestamente se bombardeaban edificios relacionados con las armas químicas. El día anterior a la llegada de los técnicos de la OPCW y sin ofrecer ningún tipo de prueba (nada sorprendente) se lanzaron 103 misiles de los que 71 fueron derribados por los antiaéreos sirios. Los británicos afirmaron haber bombardeado un complejo cercano a la ciudad de Homs. No se recontaron bajas tras la ofensiva, incluso horas después los sirios salieron a la calle a celebrar el ataque fallido. La forma en que se ha actuado es paradigmática y no la primera, Obama y su «red line» ya lo hicieron en 2013 y Trump hace un año repitió jugada contra la base de Al Shayrat (curiosamente por un supuesto lanzamiento de armas químicas). Una vez finalizado el ataque, mientras las cancillerías occidentales se felicitaban, nadie había aportado ninguna prueba sino todo lo contrario, ya que los rusos afirmaban tener datos de que el supuesto ataque fue escenificado por USA. Uno de los enclaves bombardeados por USA fue un edificio visitado por la OPCW poco tiempo antes y en el que no se encontró evidencia de armas químicas. Es un hecho que la falta de pruebas que relacionen al gobierno y que fuese denunciado por organizaciones tan cuestionables como los White Helmets no deja de ser preocupante.

No debemos olvidar la previa construcción del gabinete de guerra por Donald Trump. Concretamente la salida de McMaster, Gary Cohn y del Secretario de Estado Rex Tillerson por la entrada de Pompeo y sobre todo de John Bolton. Es muy conocida la faceta de John Bolton como un acérrimo defensor del poder militar y económico de USA. Apodado «madman», lo que no es tan sabido es su conocimiento administrativo y técnico, un producto puro de las instituciones y de la maquinaria burocrática. Un negociador inteligente y metódico conocedor de los detalles más pequeños. Defensor de la guerra de Irak, «welcome to US troops», Bolton ha dejado claro que quiere cumplir su profecía impidiendo que la revolución del Ayatolá Jomeini llegue a sus 40 años (a Bolton le quedan 8 meses para este objetivo). «Antes de 2019, los que estamos aquí… ¡celebraremos la victoria en Teherán!»

Lo que busco reflejar es el cambio de paradigma. Los dirigentes occidentales se resisten a la multipolaridad relativa. La brecha global que se está produciendo se agranda a medida que USA se involucra en conflictos geoestratégicos que no puede solucionar. El déficit norteamericano se enfrenta a la estrategia de fortalecimiento tanto financiero como militar de estos bloques. USA se ha quedado con la escopeta del abuelo, la monopoliza y, cuanto más la utiliza, más desfasada queda. El problema es que, aunque vieja, sigue matando.

Ya está demostrado que USA busca su golfo de Tonkín en Siria. Sin pruebas sobre la autoría del ataque, al poder imperial la verdad nunca le pareció relevante. El incidente del Golfo de Tonkín, en el que supuestamente embarcaciones norvietnamitas habían atacado al Maddox y a su refuerzo, el USS Turner Joy, sirvió a USA para tener una pistola humeante con la que invadir Vietnam del Norte. En unos archivos desclasificados en 2005 se reveló que la CIA distorsionó los datos. La historia se volverá a repetir descaradamente en Iraq. No importó que se tuviese certeza de que no existían armas químicas, las informaciones sobre Irak llevaban mucho tiempo modificándose con el fin de crear «una justificación para el uso de la fuerza».

No interviene el azar, como nos cuenta Seymour Hesh, el periodista odiado por ser quien dio luz a la masacre de May Lay en la guerra de Vietnam. Hesh, que cuenta con un Pulitzer, revela que la administración Obama falsamente acusó al gobierno sirio del ataque con gas sarín en 2013. Acusando a Al Assad de haber cruzado la línea roja, Obama y sus incondicionales franceses e ingleses llevarían a cabo una expedición militar punitiva. Obama se vio forzado a cancelar el ataque contra Siria por la falta de evidencias. El periodista no solo confirma la falta de pruebas para acusar al gobierno sirio, sino que añade que había evidencias que ligaban los ataques químicos con la oposición. Los servicios británicos y americanos sabían que desde la primavera del 2013 los rebeldes contaban con armas químicas. Hersh revela además que Obama y los líderes de Turquía, Arabia Saudita y Qatar pactaron para establecer un ataque con gas sarín y echarle la culpa a Assad además de implicar en ello a Hillary Clinton. Supuestamente se estaría produciendo un paso de armas aprobado entre los dirigentes en 2012, entre los que se encontrarían los químicos de Libia, por Turquía a Siria, en favor de Al-Qaeda. El resultado es claro, «Hillary Clinton Approved Delivering Libya’s Sarin Gas to Syrian Rebels». A esta voz se unen otras como el periodista Christoph Lehmann, quien acusaba a la Casa Blanca y a la casa Saudí de ser culpables de las armas químicas. Por si fuera poco, un trabajo del MIT, «Possible Implications of Faulty US Technical Intelligence in the Damascus Nerve Agent Attack of August 21, 2013», concluye que las armas químicas no pueden haber sido disparadas en las zonas controladas por el gobierno.

Pero se preguntarán los lectores, ¿y sobre el ataque del 4 de abril de 2017 contra población civil en la ciudad siria de Jan Sheijun? Hay que recordar que Donald Trump, ya en el cargo, ordenó una represalia por el ataque a una base del ejército sirio.

La verdad es que la propia inteligencia estadounidense no tenía tampoco evidencias de que el ataque químico hubiese sido ordenado por Al Assad. Seymour Hesh escribía en un diario alemán que «Trump emitió la orden a pesar de haber sido advertido por los servicios de inteligencia de Estados Unidos de que no existía ninguna evidencia de que los sirios habían utilizado un arma química». El fantasma del Maddox navega en esta ocasión por el Mediterráneo.

A medida que el ejército sirio iba avanzando en la provincia de Rift Dimashq, cercada por el mismo, en la que convivían «rebeldes» e islamistas (cercanos a Al-Qaeda), el establishment occidental estaba más nervioso. En 2018 el gobierno sirio realiza una ofensiva ampliando más y más sus fronteras hasta el cerco de la ciudad de Douma. Si previamente se ofreció un pacto para trasladar a los rebeldes a otra zona (una estrategia del gobierno usada en otras ocasiones), esa oferta dio lugar a una pelea entre sectores de Yeish al-Islam, la milicia terrorista de Douma. La ciudad estaba rodeada del ejército sirio cuando se produjo supuestamente el ataque, denunciado por la milicia y por los White Helmets.  

A medida que se limpiaba Goutha Oriental y que el ejército sirio iba coleccionando victorias se fabulaban historias de ataques químicos y cadáveres. Douma era el siguiente objetivo más importante para la lucha contra el terrorismo. Dentro de Yeish al-Islam, quien estaba al frente de Douma, se encuentra la influyente familia Alloush, con inversiones en Reino Unido. Son los mismos que imponían la sharía allí donde iban además de admitir haber usado armas químicas contra un barrio kurdo de Aleppo, entre otras barbaridades. La derrota de los denominados «rebeldes moderados» por el vocabulario mediático, que han llegado a usar escudos de civiles, ha obligado a las grandes potencias a recurrir a los supuestos ataques químicos.  

También se repiten la actuación y el folclore frente a los micrófonos. Da igual si es Colin Powell en su discurso ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 5 de febrero de 2003, en el que argumentó en favor de la guerra de Estados Unidos contra Irak o Nikki Haley este mes anunciando que USA responderá al margen de la ONU. Los malos actores suben el tono cuando desconocen el papel o no saben interpretarlo 

La escalada de respuestas que ha precedido, desde los británicos usando su base en Chipre hasta los americanos, demuestra que el atlantismo no descansa. Pero algo ha cambiado, y es el equilibrio entre el gendarme global y las nuevas figuras. El eje de resistencia va desde Teherán hasta Moscú, pasando por Damasco, Beirut y Pekin.

Multipolaridad relativa…

Este ataque de Trump se une a otros, como los perpetrados contra Rusia o China. Preservar los beneficios y el capital de USA en los sectores claves de crecimiento tecnológico de la economía mundial en oposición a la industria china obliga a USA a tener que mantenerse en el podio como sea. Así se denunciaron las sanciones a la economía rusa y el TPP, que, irónicamente, fue diseñado para aislar a China del comercio y la inversión en la región. Paralelamente, a mayor bloqueo, mayor cooperación entre estos bloques entre sí.

Veremos cómo se desarrolla la guerra fría, pero de momento parece que, pese a los esfuerzos de las monarquías wahabitas y el gigante americano, entre los que se incluye financiar a grupos islamistas como es el caso de Yeish Al-Islam, parece que USA no ha podido evitar que el gobierno de Assad se imponga a nivel militar. Es por ello por lo que, a medida que perdían terreno, era necesario buscar un casus belli. De momento no sabemos la autoría con certeza (aunque Rusia ya ha apuntado unos indicios), pero alguien tiene que enfrentarse a la pregunta: ¿qué sentido tiene para la presidencia siria lanzar armas químicas si se encuentra ganando la guerra?

Quedan muchas responsabilidades, como la falta de objetividad en el debate y sobre la financiación, la guerra sucia, los mercenarios y los intereses que hay detrás. Descifrar estos intereses es más necesario que nunca para poder entender una guerra crucial, una guerra en la que Siria es el centro del mundo por las nuevas incógnitas que despeja y porque es un escenario previo a otros (si cae Siria, la siguiente batalla es Irán).

La guerra en Siria marca sin duda el final de esa dominación exclusiva. USA no puede intervenir en todas partes. Tiene que comenzar a negociar con otras potencias mundiales como Rusia y China – que se organizan, por ejemplo, a través de la OCS en la que se integrarán India y Pakistán -, que comienzan a marcar el dominio en Eurasia. Lo que está ocurriendo en Siria es la quiebra de los planes del estratega americano Zbigniew Brzezinski. Si Eurasia es el campo de juego, cada vez hay peores cartas. Pero Brzezinski sabía que la hegemonía estaba en problemas, sabía que el despertar político global es históricamente antiimperial, políticamente antioccidental y emocionalmente antiamericano en dosis crecientes.

 

Fernando Solana Romero, Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.