Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
El 5 de junio de 2018 se conmemora el 51 aniversario de la ocupación israelí de Jerusalén Oriental, Cisjordania y Gaza. Pero a diferencia de la masiva movilización popular que precedió al aniversario de la Nakba (la catastrófica destrucción de Palestina en 1948) el día 15 de mayo, el aniversario de la ocupación apenas genera una movilización similar.
La nada sorprendente muerte del ‘proceso de paz‘ y la inevitable desaparición de la «solución de los dos Estados» han desviado la atención de la idea de acabar con la ocupación per se hacia el problema más amplio y global del colonialismo de Israel en toda Palestina.
Las movilizaciones populares en Gaza y Cisjordania así como entre las comunidades palestinas beduinas del desierto del Naqab están reforzando, una vez más, la conciencia de las aspiraciones nacionales del pueblo palestino. Gracias a la estrecha visión de los dirigentes palestinos, durante décadas estas aspiraciones han quedado confinadas en Gaza y Cisjordania.
En cierto sentido la «ocupación israelí» ya no es una ocupación según los criterios y definiciones internacionales, sino que es una mera fase de la colonización sionista de la Palestina histórica, un proceso que empezó hace más de cien años y que continúa a día de hoy.
«El derecho de la ocupación está motivado ante todo por consideraciones humanitarias; solo los hechos sobre el terreno determinan su aplicación», afirma la página web del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Por cuestiones prácticas solemos utilizar el término «ocupación» para referirnos a la colonización israelí de la tierra palestina, ocupada después del 5 de junio de 1967. Este término permite insistir constantemente en las normas humanitarias que se supone deber regir el comportamiento de Israel como potencia ocupante.
Sin embargo, Israel ha violado, y en muchas ocasiones, la mayoría de las condiciones de lo que constituye una «ocupación» desde la perspectiva del derecho internacional, tal como lo estipulaban las Regulaciones de La Haya de 1907 (Artículos 42-56) y la Cuarta Convención de Ginebra de 1949.
Según esas definiciones, una «ocupación» es una fase provisional, una situación temporal que se supone debe terminar con la implementación del derecho internacional referente a esa situación particular.
La «ocupación militar» no significa la soberanía del ocupante sobre el ocupado, no puede incluir la transferencia de ciudadanos de los territorios de la potencia ocupante a la tierra ocupada, no puede incluir la limpieza étnica, la destrucción de propiedades, el castigo colectivo y la anexión.
Se suele argumentar que Israel es un ocupante que ha violado las normas de la ocupación tal como lo estipula el derecho internacional. Podría haber sido el caso un año, dos o cinco después de que tuviera lugar la ocupación original, pero no 51 años después. Desde entonces la ocupación se ha convertido en una colonización a largo plazo.
Una prueba obvia es la anexión por parte de Israel de territorio ocupado, incluidos los Altos de Golan sirios y el Jerusalén Oriental palestino en 1981. Aquella decisión no respetó el derecho internacional ni el derecho humanitario ni ninguna otra ley.
Durante años los políticos israelíes han debatido abiertamente acerca de la anexión de Cisjordania, especialmente las zonas pobladas con colonias judías ilegales que se construyeron en violación del derecho internacional. Aquellos cientos de colonias que Israel ha ido construyendo en Cisjordania y Jerusalén Oriental no fueron concebidas como estructuras provisionales.
La división de Cisjordania en tres zonas, la Zona A, la B y la C, cada una de ellas gobernada según diktats políticos y normas militares diferentes, tiene pocos precedentes en el derecho internacional.
Israel afirma que, contrariamente al derecho internacional, ya no es una potencia ocupante en Gaza; sin embargo, hace once años que impone a la Franja un boqueo por tierra, mar y aire. Desde las guerras israelíes sucesivas que han asesinado a miles de personas hasta el hermético bloqueo que ha llevado a la población palestina al borde morir de hambre, Gaza subsiste en medio de su aislamiento.
Gaza es un «territorio ocupado» solo nominalmente, sin que se le aplique ninguna de las leyes humanitarias. Solo en las 10 últimas semanas más de 120 manifestantes, periodistas y personal sanitario desarmados han sido asesinados, y han resultado heridas 13.000 personas, a pesar de lo cual tanto la comunidad internacional como el derecho internacional siguen siendo inútiles, incapaces de hacer frente o de desafiar a los dirigentes israelíes o de anular unos vetos estadounidenses igualmente insensibles.
Hace mucho que los Territorios Palestinos Ocupados traspasaron la línea que diferencia estar ocupado de estar colonizado. Pero por diferentes razones estamos atrapados en viejas definiciones, la principal de las cuales es la hegemonía política estadounidense sobre los discursos legales y políticos concernientes a Palestina.
Uno de los principales logros políticos y legales de la guerra israelí contra varios países árabes en junio de 1967 (que se llevó a cabo con el pleno apoyo de Estados Unidos) es el haber redefinido el lenguaje legal y político sobre Palestina.
Antes de aquella guerra la mayor parte del debate esta dominado por problemas urgentes como el «derecho al retorno» de los refugiados palestinos, el derecho a retornar a sus hogares y propiedades en la Palestina histórica. La guerra de junio cambió totalmente el equilibrio de poder y consolidó el papel de Estados Unidos como principal apoyo de Israel en el escenario internacional.
Varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU se aprobaron para deslegitimar la ocupación israelí: las Resoluciones 242 y 338, y otra Resolución de la que se ha hablado menos pero que es igualmente significativa, la Resolución 497.
La Resolution 242 de 1967 exigía la «retirada de las fuerzas armadas de Israel» de los territorios ocupados en la guerra de junio. La Resolución 338, que siguió a la guerra de 1973, acentuó y clarificó esa exigencia. La Resolución 497 de 1981 fue una respuesta a la anexión por parte de Israel de los Altos de Golán e invalidó dicho acto y lo consideró «carente de valor legal e internacional». Lo mismo se aplicó tanto a la anexión de Jerusalén como a toda construcción colonial o a cualquier intento por parte de Israel de cambiar el estatus legal de Cisjordania.
Pero Israel opera con una mentalidad totalmente diferente.
Teniendo en cuenta que actualmente viven en los «Territorios Ocupados» entre 600.000 y 750.000 judíos israelíes y que la colonia más grande, llamada Modi’in Illit, alberga a más de 64.000 judíos israelíes, al menos hay que preguntarse qué tipo de plan de ocupación militar está implementando Israel.
Israel es un proyecto de asentamiento colonial que empezó cuando a finales del siglo XIX el movimiento sionista aspiraba a crear en Palestina una patria exclusiva para los judíos a expensas de la población originaria de esa tierra.
Nada ha cambiado desde entonces, solo las apariencias, las definiciones legales y el discurso político. La verdad es que los palestinos siguen sufriendo las consecuencias del colonialismo sionista y seguirán cargando con ese fardo hasta que se afronte con audacia aquel pecado original y se remedie de forma justa.
Ramzy Baroud es periodista, escritor y director de Palestine Chronicle. Su próximo libro se titula The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, London). Ramzy Baroud tiene un doctorado de la Universidad de Exeter en Estudios Palestinos y es profesor no residente de Centro Orfalea para Estudios Globales e Internacionales, Universidad de California Santa Barbara. Su página web es www.ramzybaroud.net .
Fuente: http://www.palestinechronicle.com/palestine-is-not-occupied-it-is-colonized/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.