Recomiendo:
0

Tres dedos, ningún puño

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis

Un terremoto político antes de unas elecciones es un hecho raro, pero no desconocido. Un segundo terremoto en semejante periodo ya es bien raro. Pero un tercer terremoto antes de unas elecciones, ahora, poco tiempo después de los dos primeros dos, es realmente temible.

Bien, simplemente ha sucedido. La nominación de Amir Peretz como líder del Partido Laborista ya había cambiado el paisaje político de Israel. Fue lo que empujó a Ariel Sharon a crear el partido Kadima, la «Gran Explosión» que volvió a cambiar el paisaje. Ahora, con el derrumbamiento de Sharon, el paisaje ha cambiado todavía nuevamente – y esta vez más allá de lo reconocible.

Ochenta días antes de las elecciones, la competición empieza nuevamente justo desde el principio. ¿Qué le pasará al Kadima? ¿Que tipo de líder es Ehud Olmert? ¿ Que harán los partidos en las elecciones? ¿Quién será el próximo primer ministro? ¿Qué tipo de coalición se dará?

Preguntas importantes. Ninguna de ellas tiene una respuesta clara en este momento.

Kadima nació como el partido personal de Sharon. Él era la cola que unía a Tsachi Hanegbi, de la extrema derecha, y al auto-declarado pacifista Simón Peres, al militarista Shaul Mofaz y al anterior líder sindicalista de izquierdas, Haim Ramon.

El primer pensamiento después del ataque masivo de Sharon fue: esto es el fin de Kadima. Sin Sharon, todo el paquete se caerá en pedazos. Sólo aguantará un grupo miserable de huérfanos, algo así como un campamento de refugiados políticos.

Pero eso, realmente, no es cierto en absoluto. En verdad, si alguien se uniera a este proyecto únicamente porque adora a Sharon o porque necesita un Gran Padre, podría querer volver a su anterior casa ahora. Pero si alguien ya ha encontrado una nueva casa en el Kadima, permanecerá.

¿Quiénes? En primer lugar, los oportunistas que no tienen ninguna oportunidad de obtener un escaño en la Knesset de ninguna otra manera.

Pero no sólo ellos. Es cierto que el Kadima no tiene ningún programa real, ninguna ideología. Pero sus sentimientos borrosos y vagas ideas pueden servir como substituto de un programa. Mucha gente se distrae con una nebulosa de paz anhelada – no una paz bien perfilada, con un precio claro, basada en un compromiso con los palestinos, sino una clase de «paz» abstracta. Esto va unido al eslogan de que uno no puede confiar en los árabes, que con árabes no se puede hacer la paz. Este racismo básico, quizás el resultado natural de 120 años de guerra y conflicto, también se expresa en el sentimiento de que la judaización de Israel debe reforzarse y de que las tradiciones judías deben conservarse, un vago, pero no obstante poderoso sentimiento.

Todo esto junto, es una mezcla popular, común a una proporción significativa del público israelo-judío. Puede servir como alternativa a políticas explicitas de la derecha y de la izquierda, más aún puesto que el publico se ha convertido en profundamente desconfiado respecto a programas, ideologías y a todo lo que se parezca a una cura milagrosa. El eslogan podría ser: cuanto más vago, mejor.

Hasta ahora, la gente del Kadima había depositado su confianza en Sharon y creen que él sabría qué hacer a su debido tiempo. Estaban seguros de que él tenía soluciones; aún cuando no supieran cuales eran y, de hecho, ni quisieran saberlas. Sabían que él las sabia, y eso era suficiente. Ahora esta opacidad puede resultar ser una ventaja en sí misma. Un partido que no tiene ninguna respuesta clara a algo puede atraer a todos.

Ciertamente, el partido llamado retrocederá. No alcanzará los 42 escaños prometidos a Sharon por las encuestas de opinión. ¿Pero cuántos entonces? Uno sólo puede suponer, y ninguna suposición merece mucho la pena. Mi propia suposición: no menos de 15, no más de 30.

Uno tiene que enfrentarse al hecho de que Sharon está dejando la arena política vacía de personalidades destacadas y de líderes carismáticos. Para mejor o peor, Israel será ahora un país del normal de estilo occidental, con partidos políticos normales liderados por políticos normales.

Y ningún político es más normal que Ehud Olmert; el político de la quintaesencia que nunca ha sido nada sino un político; simple y llanamente un político.

Él no es un Gran Padre. Un general glorioso ni un gran pensador. Él no tiene carisma alguno, ni visión, ni una integridad excepcional. Al principio de su carrera, él traicionó pronto a algunos de aquellos que le favorecieron. Pero es sutil, inteligente, sereno, ambicioso y locuaz en televisión, un político, sin impresionar y sin poses.

Aterrizó en su actual posición por puro accidente. El título de » vice-primer ministro» se le dio como un premio de consolación, porque Sharon no pudo satisfacer su deseo por el poderoso Ministerio de Finanzas poderoso que ya le había prometido a Netanyahu. Como compensación, Sharon confirió a Olmert un título que realmente no tenía sentido, porque significaba únicamente que Olmert presidiría las reuniones ministeriales en las raras ocasiones en que Sharon estuviera en el extranjero.

Ahora, de repente, el título vacío resulta ser un trampolín excelente. Los procedimientos automáticos han convertido a Olmert en el sucesor temporal de Sharon, y en política, como es bien sabido, nada es más permanente que lo temporal. El primero en ocupar una posición tiene una gran ventaja sobre todos los contrincantes.

Uno puede confiar en Olmert para no hacer cosas tontas. Su ego no lo llevará en un agujero, como frecuentemente le pasa a Netanyahu. Él también es mucho más experimentado y taimado que Amir Peretz.

Si mantiene la mano firme hasta las elecciones, tiene una oportunidad de ser el próximo primer ministro.

La política israelita parece ahora los tres dedos de una mano: Likud, Kadima y el Partido Laborista. Tres dedos en lugar de un puño.

Es bastante posible que el día de las elecciones, los tres consigan resultados casi idénticos – algo así como alrededor de 25 escaños cada uno. Si uno de ellos lo hace mejor que los otros, su líder, probablemente será llamado a formar al próximo gobierno.

Mientras que los tres son prácticamente igual, Kadima tiene una ventaja, puesto de que ocupa el lugar del medio. Cuando tres se acuestan en una cama, siempre el del medio es el que se tapa. En semejante caso, Olmert podrá o formar una coalición con el Likud o con los laboristas. No tendrá ningún escrúpulo ideológico; puede ser un izquierdista o un derechista: lo que se requiera.

La situación presenta un desafío para Amir Peretz. Subsecuentemente a su nominación, su campaña no ha despegado. La sólida figura de Sharon no ha dejado ningún espacio para cualquier contendiente. Sharon tenía la iniciativa, con los medios de comunicación bailando a su alrededor. Ahora, con Olmert, Peretz tiene una oportunidad mucho mayor – con tal de que él no aparezca como un segundo Olmert. La vaguedad es buena para Olmert y es mala para Peretz.

Peretz ha escogido el eslogan «¡ Ha llegado la hora!», un vago eslogan vago que no dice nada. Él debe salir adelante, demostrar dirección, iniciativas atrevidas actuales, capturar la imaginación, demostrar que él es capaz de traer una revolución tanto en asuntos de paz como en aspectos sociales. Es difícil ganar y fácil fallar. Ahora depende de él.

Y todo esto, por supuesto, también es verdad para Netanyahu en el otro lado.

Tras el tercer terremoto, estas elecciones serán buenas para la democracia. Por primera vez en años, el público se enfrenta con tres opciones claras, representadas por tres partidos con tres líderes:

– En la derecha está el Likud bajo la dirección de Netanyahu, abanderando la continuación de la ocupación y la expansión de los asentamientos, anteponiendo territorios a la paz.

– En el centro, Kadima bajo Ehud Olmert, intentará continuar las maneras de Sharon: anexión de territorios y fijar unilateralmente las nuevas fronteras para Israel, agregando algunos gestos sin sentido condimentados con vagos esloganes sobre la paz.

– En la izquierda, los laboristas que bajo Amir Peretz convocarán negociaciones prácticas con los palestinos, con la intención de brindar un final al conflicto.

Si estas alternativas están claramente perfiladas, y si los candidatos no intentan disimular las diferencias entre ellos, estas elecciones pueden ser muy democráticas y pueden ofrecerle una opción real al público.

Los votantes tendrán que elegir por sí mismos, en lugar de dejar su destino en las manos del Gran Padre.

10.1.06