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Experiencia en un refugio canadiense

Los locos de adentro y la locura de afuera

Fuentes: Rebelión

Canadá, el país bajo una «democracia aséptica», casi de laboratorio, (porque el pueblo no la ha tocado por muchos años) va a elecciones federales en la cuarta semana de enero. Pongamos en perspectiva a este país de la «eterna democracia» del cual raramente se lee una noticia en las agencias internacionales de prensa. Trabajo en […]

Canadá, el país bajo una «democracia aséptica», casi de laboratorio, (porque el pueblo no la ha tocado por muchos años) va a elecciones federales en la cuarta semana de enero.
Pongamos en perspectiva a este país de la «eterna democracia» del cual raramente se lee una noticia en las agencias internacionales de prensa.

Trabajo en un refugio para «personas sin techo» (eufemismo canadiense-anglosajón para decir indigentes) en una mediana ciudad de Ontario, la provincia más rica de Canadá.

Trabajamos a pleno. Proveemos cama y tres comidas al día a cincuenta (residentes) hombres durante todo el año. En invierno las iglesias abren sus puertas porque la demanda supera nuestra capacidad. En verano también la supera pero los indigentes pueden vivir en el parque o duermen en las aceras. El invierno canadiense (entre -10° y -25° C) no alienta a «los sin techo» en la sana vida del campismo. A escasas tres cuadras de nuestro refugio está el de mujeres, también rebosante de residentes, madres solteras, adolescentes embarazadas, escolaridad bajísima, casi nula.

Este refugio, como cualquier otro de Canadá, acoge no solo a los que no tienen un lugar a cubierto para dormir sino que también a aquellos a los que a esta situación se le suma la adición a las drogas, el alcoholismo, enfermedades psiquiatritas, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades contagiosas y vagabundeo juvenil como estilo de vida, entre otras muchas. Nuestra población cambia, no son las mismas 50 caras los 365 días del año. Proveemos sólo residencia temporaria, así que la población va rotando. Nuestros «clientes» comparten su vida o buena parte de ella entre los refugios de Ontario y hasta de otras provincias, la cárcel, centros de desintoxicación y tugurios miserables donde se reinicia el circuito.

La droga (crack y cocaína) entra a esta mediana ciudad como por un tubo, (se imaginan las cañerías de petróleo de Arabia Saudita) más o menos de ese diámetro, no quiero pensar como será la cosa en las grandes ciudades.
La policía se ensaña con nuestros clientes, los consumidores, las víctimas, los que trafican gramos para subvencionar su adicción. Los que abren las llaves de la tubería y escuchan el «clic» de la caja registradora, bien gracias.

Las edades de «los sin techo» van de los 16 años, adolescentes con el alma envejecida a fuerza de rechazo y exclusión que los hizo seres tristes y amargados, con un horror indecible a encontrarse con espacios de verdadera libertad; hasta viejos de 70 que han perdido toda capacidad de autogestión, y actúan como niños sin protección. Hay un sinnúmero de agencias estatales, paraestatales, privadas subvencionadas, ONGs, una lista interminable de programas, montañas de folletos, catálogo kilométrico de siglas y ejércitos de trabajadores sociales, un esfuerzo enorme y un gasto monumental para «humanizar» el poder, el orden establecido, el capitalismo. El resultado no es satisfactorio, como nunca lo podría ser.

En Canadá se optimiza la eficiencia de la concentración de la riqueza en cada vez menos manos mientras se «ayuda denodada, caritativa y cristianamente a los pobres». Ejercicio esquizofrénico si los hay. Desde la firma del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, (NAFTA en sus siglas en inglés) que para estas fechas cumple devastadores 12 años, la brecha entre ricos y pobres en este país ha crecido exponencialmente. Desde los últimos 17 años el 30% de la población canadiense ha perdido un 50% de poder adquisitivo, mientras que el 10% de la población que está en la cima de la pirámide socio-económica ha quintuplicado sus ingresos. La transferencia financiera desde los pobres hacia los ricos, para subvencionar sus extravagancias y lujosos estilos de vida, han sido varias veces billonarias. Los acuerdos de la economía de los más ricos del Norte de América, (las plutocracias de USA -United States of Aggression-, Canadá y México) han exterminado economías regionales sostenibles, destruido el desarrollo del pequeño y mediano industrial, productor y comerciante y aumentado los riesgos de desequilibrio ecológico irreversible.

En Canadá particularmente, el tratado de «libre comercio» no trajo otra cosa que la pérdida de soberanía económica, política y cultural, aumento en los índices de desempleo, fragilidad e inestabilidad laboral bajo las nuevas normas de flexibilidad impuesta por la patronal y la desintegración del tejido social. Nuestros «clientes», los sin techo, están contentos cuando regresan de una entrevista exitosa con la agencia de empleo privada. Han conseguido un empleo temporal en una fábrica, no tendrán ningún beneficio laboral, ni sindicato, ni nada. Sólo trabajarán 40 horas semanales por tres meses (plazo de prueba) por un pago de 8 dólares la hora, a veces menos, algunas veces poco más. De esos 8 lo que llega al bolsillo del trabajador es solo $ 5,60 después de impuestos, deducciones y demás obligaciones de buenas normas cívicas.

El alquiler de una habitación ronda los 500 dólares. Saquen ustedes las cuentas, a mi me da escalofríos. Son pocos los que cumplen el plazo de prueba exitosamente. La agencia retira del puesto de trabajo a la mayoría de sus clientes para tenerlos como plantel flotante. Siempre estarán ahí pidiendo trabajo temporal y siempre la agencia, que en buen castellano se traduciría: servicios de humanos explotables permanentemente, estará abriendo caja y embolsando buen billete. Libertad de mercado a raja tabla, hasta para explotar inmisericordemente y dejarse explotar con alegría.
Esta avanzada de la revolución neo-conservadora en Canadá, que toma forma desde finales de la década de los ’80s, ha hecho estragos en todas las áreas del bienestar social, una de las más perjudicadas es la salud pública.

No hay médicos, lisa y llanamente no hay médicos. Ni médicos de familia, ni especialistas, ni nada. En sólo dos localidades del sudoeste de Ontario que reúnen 350 mil habitantes hay 15 mil familias sin médico. Cada médico de familia en el área atiende una planilla de 3 a 4 mil pacientes o clientes, como más les guste.
-¿Qué pasó con los médicos?
-Se fueron para el Sur.
-¿Cruzaron la frontera parta salvar vidas en Nueva Orleáns luego del Katrina?
-No, no precisamente.
-Se fueron buscando mas «libertad» y los mayores dividendos que produce esa mayor libertad, simple aritmética ciudadano, simple aritmética.
Estudian medicina para convertirse en millonarios o para intentarlo con mayores posibilidades. En las manos de esas personas arriesgan su salud o enfermedad, los que tuvieron la suerte de encontrarlos, yo busco un médico desde hace tres años.

El sistema educativo está en franca bancarrota, para usar un término financiero, no porque las universidades, que son empresas y dentro de poco cotizarán en bolsa, pierdan dinero, no, justamente sucede todo lo contrario; sino porque el primigenio concepto del amor por la sabiduría y para que esta sirva para el desarrollo de una sociedad más igualitaria, fraterna y solidaria, principio y fin de la educación; está desapareciendo a velocidad sideral, mejor dicho ya desapareció, lo que queda flotando es sólo el polvo galáctico a su paso. La escuela primaria y secundaria, estupidiza, cosifica y aliena, como uno de los principales aparatos ideológicos del «establishment». La universidad fragmenta y atomiza el conocimiento, produciendo ignorantes con título universitario y recluta «intelectuales» para perpetuar el sistema, las fuerzas intelectuales de choque, «los entendidos» que les explicarán a la «masa amorfa» «como funciona la sociedad».

Mientras todas estas linduras suceden en el país de la «democracia pasada por autoclave», este se apresta a celebrar elecciones anticipadas luego de un voto de descrédito al partido gobernante, el Liberal de Paul Martin, por corrupción, mejor dicho por «supuesta corrupción». Como ustedes saben estas cosas nunca pasan de la carátula de «supuesta» cuando la cosa sucede en esos altísimos ámbitos del poder o de los representantes del poder.
«Elecciones, elecciones» vociferan los politiqueros, «que el pueblo elija» corean los medios. Gane quien gane estas elecciones, la suerte de Canadá está echada: pérdida de soberanía económica y política por un mayor compromiso de Canadá con los postulados del Tratado de Libre Comercio, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio (recordar las intervenciones del Primer Ministro Paul Martin y de su Ministro de Relaciones Exteriores Pierre Pettigrew durante la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata-Argentina), la privatización de corporaciones estatales, la permisividad de los estándares industriales y comerciales diseñados por los vecinos del sur, la paulatina perdida de soberanía del recurso agua, la injerencia cada vez mayor de transnacionales yanquis en áreas estratégicas de la soberanía económica canadiense, el paulatino acercamiento al modelo geopolítico y geoestratégico del Departamento de Estado de los EE UU (la agenda de Washington), y el progresivo cambio en las relaciones diplomáticas -por el distanciamiento, el enfriamiento y la critica- hacia las democracias de América Latina (Cuba y Venezuela, fundamentalmente).

Perdida de soberanía popular y democracia distributiva: reconcentración de la riqueza, privatización de los servicios de salud pública y educación, des-progresión de la carga impositiva (los grandes negocios terminarán no pagando impuestos), las reformas estructurales en el gasto publico, en la legislación laboral y en la asistencia social. El número de residentes con alguna patología de desorden mental es cada vez mayor en el refugio, los hay que sufren bipolaridad, maniacos depresivos, esquizofrenia, paranoia, depresión crónica, múltiple personalidad y otras. Esto es una verdadera locura, un verdadero sin sentido; no, no me refiero a lo que pasa en el refugio sino lo que está sucediendo afuera.

* Productor de medios radiales alternativos en la Provincia de Ontario, Canadá.