Es preciso en las palabras: utiliza el término «grosera» para calificar la dictadura de Batista y elige «exquisita» al referirse a la cocina vasca. No en vano ha desplegado como nadie sus dotes diplomáticas cubanas por el mundo. Creció e inició su militancia política en el ambiente sórdido y temido de aquella dictadura. Ricardo Alarcón es hoy presidente del Parlamento de Cuba y uno de los rostros exteriores de la Revolución
Habla convencido de lo que dice y barniza sus respuestas con el tono de evidencia lógica de quien está bregado en la batalla de la controversia. Es el actual presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba -el Parlamento – y miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba; ha desarrollado una intensa carrera política: entre otras responsabilidades, fue director de América del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1962, embajador permanente de Cuba ante la ONU durante catorce años (1966-1978) y ministro de Relaciones Exteriores en 1992. Experto en las lides políticas y diplomáticas, su profesión es, sin embargo, la de profesor de Filosofía, y todavía mantiene su puesto en la Universidad de La Habana con la esperanza del regreso a las aulas.
En una vuelta al pasado, recuerda que se adentró en los vericuetos de la política y la clandestinidad en el fragor de la dictadura de Batista, aquélla que acostumbró a los cubanos a encontrarse en cualquier momento con cadáveres en la calle con signos visibles de haber sido torturados y, para que no hubiera dudas, carteles identificativos: «fulano terrorista puso bombas». «Era la otra cara de aquella gran mentira que dibujaba La Habana de la época como una ciudad con vida nocturna, alegre y luminosa -sostiene-. Aquello se desmoronaba y esperábamos el derrumbe». Alarcón no sólo lo esperaba, sino que se implicó en la batalla desde las filas estudiantiles del Movimiento 26 de Julio. Desde entonces hasta hoy, su trayectoria le ha llevado a ser considerado un buen conocedor de la política estadounidense y a batallar entre ideas y conceptos.
Descendiente de andaluces en tercera generación, sonríe abiertamente cuando se declara padre de una hija y esboza un gesto de orgullo al añadir que también es abuelo. Es Ricardo Alarcón de Quesada, de 68 años de edad, empeñado en demostrar que la democracia, tal y como se entiende en la actualidad, es pura filfa. Cita a Friedman y, especialmente, a Rousseau, cuyas ideas considera clarificadoras para los tiempos actuales.
Democracia es un concepto sobre el que usted ha trabajado intensamente. ¿Qué podemos entender por democracia en el mundo actual?
Prácticamente la nada. La democracia ha desaparecido, y lo ha hecho de una manera muy insidiosa. Asistimos a un momento en el que la gente se ha acostumbrado a vivir de tal modo que hoy se puede perder el empleo, no sólo porque te hayan echado, sino simplemente porque la fábrica se fue. Es un fenómeno peculiar que ha puesto de manifiesto Thomas Friedman: si la ansiedad central de la Guerra Fría era el temor a la aniquilación por parte de un enemigo que uno conocía bien, resulta que ahora la ansiedad central de la globalización es el temor a que tú puedas ser aniquilado, tu vida destruida, cambiada radicalmente en cualquier momento por fuerzas que no puedes ver, sentir o tocar. Si lo que impera es esa sensación de que el trabajo, la comunidad o el lugar en el que trabajamos pueda ser cambiado en cualquier momento por fuerzas anónimas económicas o tecnológicas… ¿dónde queda la democracia? Esta situación está en las antípodas del concepto griego de democracia.
¿Quizá porque hoy se identifica democracia con el sistema de gobierno de un país?
Sí, pero no es sólo eso. El problema es que la idea de democracia se reduce al sistema de gobierno de un país, a la llamada democracia representativa que desde que nació fue una farsa. Lo que entonces dijo el viejo Rousseau vale hoy porque el principio de representación no puede existir entre desiguales. El explotador no puede representar al explotado y el rico no puede representar al pobre. Lo contrario conduce a un sistema que por legislación sólo va a beneficiar al poderoso y perjudicar al que nada posee. Esto ha sido así desde los inicios de la llamada democracia representativa, pero se acrecienta cada vez más.
Por decirlo de otra forma, ¿usted no ve posible el concepto de democracia fuera del socialismo?
Una cosa son algunas experiencias históricas concretas y otra el hecho de que conceptos como democracia y capitalismo son dos términos contradictorios, antagónicos e irreconciliables. Por otro lado, «democracia socialista» debería ser considerado como una redundancia ya que el socialismo debe ser la realización plena de la idea de la democracia, la idea de la autoridad de la gente, el pueblo autogobernándose. Es obvio que no puede dejar de reconocerse que hubo experiencias llamadas socialistas en las que se dieron grandes violaciones, grandes problemas… pero esto tiene explicaciones históricas concretas también. Conceptualmente, democracia y capitalismo no puede ser y democracia socialista es una redundancia.
¿Cuántas veces le han preguntado sobre el sistema electoral cubano y sus deficiencias democráticas?
Muchas, muchas veces… y respondo con lo que ocurrió en realidad. Cuando triunfó la revolución y cayó la dictadura batistiana nosotros no buscábamos llegar a una apariencia formal. En aquel momento habría sido muy sencillo jugar a las apariencias; teníamos una gran fuerza, éramos el gran partido de Cuba con un apoyo de masas aplastante. Haber aparentado el juego de los partidos políticos, montar las maquinarias electorales que deciden quiénes son los candidatos, etc. habría sido muy sencillo y nadie nos habría criticado por seguir el juego establecido. Optamos por una filosofía democrática real, no por jugar a las apariencias.
Sin embargo, el hecho de que no haya representación de partidos es precisamente uno de los puntos que más ataques suscita…
Los partidos políticos son instituciones que existen más o menos desde el siglo XIX, pero la democracia, como idea, tiene dos mil años de existencia. Búscame algún texto de la época de Pericles en el que se hable del partido político. Los atenienses lograron inventar un sistema político que funcionaba sin la existencia de ese aparato supuestamente intermediador. Los Estados Unidos de América, la famosa democracia norteamericana… ¿Dónde están las críticas a los primeros veinte años de los Estados Unidos porque no había partidos políticos? ¿Dónde está quien haya atacado al señor George Washington, que fue presidente dos veces sin pertenecer a ningún partido político y que, además, el día que se despidió de la presidencia se tomó el trabajo de dirigir una carta al pueblo norteamericano en la que el principal consejo que le daba era no caer en el sistema de partidos políticos porque es la fuente de la corrupción de la democracia?
Entonces, ¿en qué se fundamenta la filosofía democrática de Cuba?
Para empezar, la postulación de los candidatos surge desde los mismos electores. En Cuba, en época de elecciones, se celebran miles de asambleas a la griega, por barrios, por comarcas… allá es donde la gente propone su candidato. El sistema comienza por ahí, por las asambleas municipales que están formadas por los delegados municipales. Un delegado municipal es la persona elegida en cada circunscripción para representarla. Esa persona sale de un sinnúmero de asambleas, donde la gente propone directamente a su candidato y, entre esos candidatos, la misma gente elige a quien será su delegado. Esto se hace sin que medie un partido, dos, tres o cuatro que lo propongan. ¿Por qué es menos democrático este sistema por el cual la gente propone a quien le dé la gana que el sistema por el cual la gente se entera de que alguien es candidato del partido X según empieza a ver propaganda por el barrio o por la televisión?
Hay un segundo principio, el de la rendición de cuentas, por el cual quien sale elegido tiene que sostener periódica y regularmente reuniones con aquellos que le eligieron para dar cuenta de su labor y recibir sus sugerencias, sus críticas y sus opiniones. Y un tercer principio, el de la revocación, según el cual cualquier persona que ocupe una responsabilidad electiva puede ser removida de su responsabilidad en cualquier momento por aquellos que le eligieron. Yo puedo ser sustituido como presidente de la Asamblea por los miembros de la Asamblea y como diputado por los electores del municipio Plaza de la Revolución que me eligieron. Nada de esto son patrañas comunistas ni inventos cubanos. Es que creo que en relación a Cuba la gente se confunde con el tema del partido revolucionario…
¿En qué sentido?
En que identifican su visión de sistema de partidos con nuestro partido, que no tiene connotaciones electoralistas, y que proviene de nuestra propia historia. Junto con Puerto Rico, Cuba fue colonia española durante mucho más tiempo que cualquier otro territorio; de hecho, un siglo más que en el resto de América continental. En esa lucha independentista contra España se da una característica que no se observa en el resto de América Latina: desde el principio, los patriotas cubanos organizaron un sistema de gobierno por el cual se elegían representantes a la cámara, autoridades… esa gente legisló, modificó leyes… y no tenían partidos políticos. Fue José Martí quien inventó la idea de un partido único de la nación cubana y le puso el nombre del Partido Revolucionario Cubano. Y no hubo contradicción entre el hecho de tener un sólo partido que uniese a todos los revolucionarios de la lucha por la independencia y que hubiese a la vez delegados a las asambleas, que la gente elegía sin que fueran propuestos ni por ese partido ni por ningún otro. Es lo que hacemos nosotros ahora y no lo hemos sacado de ningún manual de marxismo-leninismo, simplemente está en nuestra historia.
En cualquier caso, es usted consciente de que esa crítica se mantiene incluso en sectores de la izquierda que ven con simpatía Cuba…
Pero es una crítica con sabor colonialista. Es decir, como tú no te pareces a mí, entonces lo tuyo no sirve. ¿Y quién le ha dicho a la gente de los países desarrollados, por muy de izquierda que sean, que ellos son los dueños de la verdad?
¿Tiene usted la sensación de que a la Revolución cubana se le exige más que a nadie?
Sí, claro, pero nosotros estamos obligados a ser fieles a nosotros mismos. Yo no le digo a nadie que aplique un sistema como el cubano, porque nuestra historia fue diferente. A ninguno de esos defensores de la partidocracia voy a pedirle que dispongan de un sistema como el nuestro, en el que para ser militante de ese partido hay que ser aprobado por las masas, propuesto y elegido. Yo soy militante del partido no porque haya sido miembro del 26 de Julio, no porque haya sido embajador ni ministro, sino porque yo pasé por un proceso similar al resto de los electos… alguien tuvo que proponerme, se discutió en una asamblea, esa asamblea votó y me aceptó como candidato para poder ser miembro del partido. Nada tiene que ver este concepto con la idea de la partidocracia.
Los jóvenes cubanos de hoy viven en una sociedad que ya era así cuando nacieron. ¿La implicación de éstos con la Revolución es de la misma intensidad que la de quienes tuvieron que luchar contra la dictadura de Batista?
Esta es una cuestión importante, porque supone tomar en cuenta algunos factores que habitualmente se pasan por alto. No quiero hacer leña del árbol caído, pero respecto a algunas experiencias del llamado socialismo real está claro que se estableció una sociedad mejor, con el control de los medios de producción, etc. ¿Pero qué pasa con el después? El caso es que tienes una sociedad con los mínimos garantizados, que te cayó del cielo e, inevitablemente, empieza el aburguesamiento. Si a eso se le agrega, como pasó en el modelo soviético, la copia de mecanismos del capitalismo introduciendo mediante reformas instrumentos del mercantilismo en una sociedad llamada socialista… pues ocurre lo que Ernesto Che Guevara vaticinó en 1964 en el discurso de Argel: que no se puede construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo ya que eso conduciría a la restauración capitalista.
En el caso de Cuba, para entender la situación hoy, hay que analizar, en primer lugar, que ha sido un proceso permanente de revolución. Cierto es que el imperialismo norteamericano nos ayudó mucho porque no nos ha dejado en paz y empezó a golpearnos desde el primer momento, con lo cual no ha habido ni ocasión para que la gente se acomodara y perdiera motivación. Muchachos que eran niños en la etapa en que yo estaba en la clandestinidad han ido muriendo posteriormente participando en la lucha por la defensa de esa revolución, y así ha sido durante estos 45 años. Añadamos a esto el factor del internacionalismo: en Cuba no hay asociaciones de veteranos de guerra como en otros países, nuestra asociación de combatientes no es una asociación de veteranos de la guerra contra la dictadura de Batista. Están también los combatientes de Angola, de otros países africanos y de algunos países latinoamericanos, están los que combatieron en Cuba, en playa Girón… y no son de la misma generación que quienes hicieron la revolución… Todo esto tiene que ver con otra pregunta que me imagino vas a plantear, la de qué va a pasar en Cuba después de que muera Fidel.
Pues sí, pensaba hacerla. Se la hago ahora.
Es que la idea de que la Revolución cubana de ahora es la de los viejitos que hace 45 años asaltaron el Moncada es falsa. En estos 45 años se han ido incorporando otras generaciones que no solamente tienen méritos profesionales, intelectuales, administrativos… sino que también han combatido por mantener lo que tenemos ahora porque ha sido un proceso continuo, permanente, de casi medio siglo de duración. Por Angola pasaron unos 300.000 cubanos y no sólo combatientes: están nuestros médicos, nuestros maestros…. En estos momentos hay decenas de miles en todo el mundo. Es otra generación de hombres y mujeres y, además, más mujeres que hombres en sectores como la asistencia médica y hospitalaria, en el sector universitario, científico y técnico.
¿Y cuál es la media de edad en el Parlamento que usted preside?
Está en 45 años, más o menos. La edad de la Revolución. Y este dato sirve también para responder a la pregunta de qué va a pasar en Cuba después de Fidel. Si tenemos una media de edad de 45 años donde estamos algunos que desgraciadamente sobrepasamos con mucho esa edad, es porque hay muchos que tienen muchos menos años. Y lo mismo se puede decir también del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, de los gobiernos provinciales, de las asambleas provinciales… Estamos hablando de decenas de miles de personas con responsabilidad. La inmensa mayoría nació después de la revolución, no tienen nada que ver con el asalto al Moncada, con la Sierra Maestra, con la clandestinidad, pero sí tienen que ver con la lucha revolucionaria de todos estos años.
¿Y qué es lo que hoy demanda esa sociedad cubana? ¿En qué aspectos de mejora trabajan ahora?
Tienen que ver con lo que nosotros llamamos la batalla de las ideas. Toda una serie de programas que persigue la profundización del socialismo y que está encauzada por la Unión de Jóvenes Comunistas y las organizaciones estudiantiles. Aquí también, no son los viejos sino los más jóvenes los que están enfrascados en esta batalla. Por ejemplo, al principio de la Revolución se adoptaron una serie de leyes como la reforma agraria, que hizo al campesino cubano propietario de sus tierras, se dio un golpe tremendo al desempleo, está la enseñanza… Y bien, podemos decir: ¡perfecto!, hemos alcanzado la igualdad. Y será falso porque quien era hijo o nieto de uno que fue esclavo no tuvo la misma experiencia vital que la mía. No es lo mismo nacer en la miseria, en el analfabetismo o el hacinamiento, que nacer en condiciones más favorables. En un caso avanzará más que en el otro y esas desigualdades de origen no pueden resolverse sólo con leyes o decisiones macro, tienes que ir a ayudar al negro porque por ser negro tiene una desventaja frente al blanco; a la mujer, porque por ser mujer ha estado discriminada. No basta con decir «todos pueden estudiar», sino que hay que tener en cuenta que esa mujer, ese negro tiene una carga que hay que combatir. El anciano que vive solo… sabemos en cada barrio cuántos viejitos hay que viven solos, cuántas personas que tienen tal o cual problema. Para esas personas debe haber acciones específicas, no basta la ley para resolver esto. Este es el programa sobre el que se está trabajando. Son los trabajadores sociales, un auténtico ejército, los que se ocupan de estas cuestiones.
Chomsky se ha referido alguna vez a la actitud de la política estadounidense para con Cuba con el término «crueldad». ¿Cree que es una definición acertada?
Por algo es un gran lingüista, y cuando tuvo que buscar una sola palabra para definir esa política, la que vino a su mente fue «crueldad». Yo creo que es así. Primero porque es una política que no tiene como enemigo sólo a gente como Fidel Castro, como yo, a las personas responsables de haberles creado este lío tan sólo a noventa millas… La política estadounidense para con Cuba siempre ha sido concebida contra el pueblo.
Actualmente, la política de bloqueo es mucho más que el impedimento para que otros comercien con Cuba o inviertan en Cuba. Es más que un bloqueo, más que una guerra económica. Es una política genocida. Y esto no es retórica. Hay documentos desclasificados del Departamento de Estado de los Estados Unidos, concretamente en el volumen 10 «Relaciones Cuba-Estados Unidos», en el que aparecen documentos de los años 1959 y 1960, cuando empezaron a aplicar medidas económicas contra Cuba. La primera de ellas fue la reducción de la cuota azucarera. En esos documentos se constata que había estudios previos de lo que significaba esta medida para el pueblo cubano. Se indicaba que provocaría el cierre de las centrales azucareras, la generalización del desempleo, causaría hambre y miseria, provocaría la desesperación del pueblo y, por esa vía, Estados Unidos se quitaría de encima al gobierno de la Revolución. Si buscamos la definición de la Convención de Ginebra sobre el genocidio, encontraremos precisamente esto: causar daño, llevar a la aniquilación a un grupo humano como tal.
¿Vislumbra el final del bloqueo?
Recientemente se han dado pronunciamientos importantes como la Declaración de Salamanca y la condena de la Asamblea de la ONU. Es cierto que Estados Unidos puede ignorar al mundo, que tiene capacidad para aplicar políticas independientemente de que todo el mundo esté en contra. Ahora, sí se puede decir que el bloqueo como política ha fracasado. Es evidente, si después de tantos años no han conseguido causar la necesaria desesperación para acabar con el Gobierno de Cuba, es que han fracasado. Por una parte, porque suscita ya el rechazo internacional pero además tiene una creciente oposición dentro de Estados Unidos, donde se empieza a ver su inutilidad.
La idea de que otro mundo es posible está calando en diferentes sectores. En los últimos años la izquierda ha conquistado gobiernos en países de Latinoamérica. ¿Qué está ocurriendo para que suceda esto? ¿Es que los proyectos revolucionarios de hace décadas están materializándose ahora de una manera diferente?
Sí, creo que sí. Todo eso demuestra el fracaso de un modelo económico y político que le ha sido impuesto a Latinoamérica. El capitalismo llamado neoliberal se ha ido apoderando de las sociedades que son las que deciden en esos países. Hay países en América Latina donde se privatizó casi hasta el aire que respiramos. Se privatizó todo. El caso emblemático es Argentina, un país que se ponía como ejemplo, con recursos naturales, gran territorio, con un desarrollo económico y social en los años 40 que se codeaba con los europeos… Cuántos vascos emigraron entonces a Argentina… Y ahora, aquí, te encuentras con gente que ha venido de allá a buscar empleo… Ver al presidente Kischner inaugurando la Cumbre de las Américas con una excelente catilinaria contra el Fondo Monetario Internacional y el neoliberalismo y poniendo la historia económica de Argentina como ejemplo de lo que no había que hacer es una gran satisfacción. Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Venezuela… los grandes países de América Latina tienen hoy gobiernos populares, se caracterizan por una preeminencia de lo social, por un interés en mantener la soberanía y la colaboración con América Latina. ¿Dónde está el último político latinoamericano que venció una elección sobre la base de defender el neoliberalismo? Son excepciones.
Se le ve esperanzado…
Bueno, los que realmente tienen un lío tremendo son los yankis. América Latina es el gran sueño de Bolívar, que fue el hombre que primero y mejor vio ese destino. Por eso, que este impulso venga de Venezuela es genial. Es verdad que hemos encontrado una nueva ideología, el bolivarianismo, con esa idea de la independencia plena, la justicia cabal y la unión entre todos los estados que deberían formar uno sólo.