Recomiendo:
0

Latinoamérica se desencadena

¿Perderá EEUU su influencia sobre países que han pagado sus préstamos al FMI?

Fuentes: Rebelión

Durante décadas el fondo Monetario Internacional (FMI) sirvió como uno de los pilares fundamentales del «Consenso de Washington». Dominado por la Casa Blanca, el Fondo permitió que sucesivas administraciones controlaran la política económica de los países más pobres del hemisferio y más allá. Esas naciones que querían resistirse al plan norteamericano de globalización corporativa corrían […]

Durante décadas el fondo Monetario Internacional (FMI) sirvió como uno de los pilares fundamentales del «Consenso de Washington». Dominado por la Casa Blanca, el Fondo permitió que sucesivas administraciones controlaran la política económica de los países más pobres del hemisferio y más allá. Esas naciones que querían resistirse al plan norteamericano de globalización corporativa corrían el riesgo de perder el acceso a los préstamos internacionales. El bestial FMI no sólo manejaba sus propios fondos, sino también funcionaba como el guardián del dinero de otros acreedores, como los bancos regionales de desarrollo. Este poder hizo que la institución fuera tan odiada en todo el Sur global como admirada dentro de la Circunvalación.

Luego, no es tan sorprendente que una Latinoamérica cada vez más progresista está comenzando a decirle adiós.

En los últimos meses los principales países de la región han decidido pagar de manera adelantada sus deudas al FMI y librarse de la supervisión directa de esa institución. Anuncios en diciembre por parte de Argentina y Brasil, los cuales están pagando $9,8 mil millones y $15,5 mil millones, respectivamente, inauguraron la tendencia en la región. Adicionalmente, Bolivia fue liberada de sus obligaciones con el FMI por el acuerdo tomado el año pasado por el G8 de condonar la deuda. El recién elegido presidente del país, Evo Morales, ha indicado que puede que deje expirar a fin de mes su acuerdo actual con el FMI.

La motivación para eliminar los vínculos ha sido explícitamente política. El electorado latinoamericano está cansado de políticas como la privatización y la reducción del gasto social; estas políticas, características del «neoliberalismo» del FMI, han golpeado más duramente a las mayorías pobres de los países.

Otra cosa sería si las recetas del Fondo hubieran creado economías que sirvieran a los pueblos. Pero en un país tras otro los mandatos económicos neoliberales han producido, en el mejor de los casos, un crecimiento opaco, y a menudo ha sido una catástrofe. Argentina fue en un tiempo la vitrina de la economía al estilo del FMI; es decir, hasta que la economía se derrumbó en 2001. A medida que los electores en toda la región exigieron cambios y colocaron a gobiernos de centro izquierda en el poder, líderes como el presidente argentino Néstor Kirchner proclaman que deshacerse de las cadenas de la deuda del FMI constituye una victoria que debía haberse realizado hace tiempo -un paso hacia la «soberanía política y la independencia económica».

Es interesante observar que, en el debate político interno de Argentina y Brasil, la izquierda ha criticado la decisión de pagar. Activistas del movimiento social argumentan que las deudas, algunas de la cuales se han acumulado durante los gobiernos militares, son injustas y deben ser rechazadas. En Argentina, los críticos mantienen que el FMI debía pagar por una crisis de la cual es responsable en gran medida. En su lugar, miles de millones de dólares que podían haber sido usados en programas sociales necesarios están regresando a los cofres del Fondo.

Puede que los activistas tengan un argumento sólido. Pero ahora que los acuerdos se están realizando, es hora de evaluar su impacto. ¿Llevará la independencia del FMI a un camino económico verdaderamente independiente?

A primera vista, el distanciarse del FMI dará espacio a los países pobres y de ingreso medio para planear un curso más autónomo. Sin embargo, existen factores de complicación. Las deudas restantes con instituciones como el Banco de Desarrollo Interamericano y el Banco Mundial pueden ser usadas para presionar a los gobiernos para que impongan políticas neoliberales. En Brasil, donde el gobierno ostensiblemente progresista de Lula da Silva se ha adherido principalmente a las recetas económicas ortodoxas de la globalización corporativa, puede que falte la voluntad política para el cambio. Finalmente, el FMI podrá continuar dando sus recomendaciones a otros acreedores.

Sin embargo, el poder de tales consejos ya no es el mismo. El FMI ha perdido mucho poder en años recientes, debido en gran medida a Argentina. Desde que ascendió al poder tras la crisis económica del país, Kirchner se ha mantenido firme en las negociaciones con el FMI y los acreedores privados. La estrategia funcionó y permitió al gobierno negociar una reestructuración muy favorable de su deuda. La posición de Argentina ante el FMI fue el equivalente de que el débil noqueara al abusador de la escuela. El aura de invencibilidad que tenía el FMI se disipó; la institución probablemente nunca inspire otra vez el mismo respeto. Es más, a medida que se hacen más evidentes los fracasos del neoliberalismo, los acreedores como el Banco Mundial han sido obligados a moderar sus rigurosas condiciones a los préstamos.

Una crítica situación final se dio con el gobierno rico en petróleo de Hugo Chávez en Venezuela, que ha dado un paso al frente para brindar a otros líderes latinoamericanos el financiamiento que por otra parte ellos hubieran tenido que mendigar a Washington. Venezuela ya compró $2,4 mil millones de la deuda de Argentina a fin de ayudar al país a liberarse del FMI, y Chávez ha expresado su disposición a hacer más. Esta fuente de fondos de apoyo hace a los gobiernos de la Nueva Izquierda latinoamericana menos vulnerables a las amenazas de fugas de capitales.

El corte de las relaciones con el FMI no es solamente un fenómeno regional. Rusia y Tailandia han seguido estrategias de pago adelantado de la deuda e Indonesia y Pakistán están entre los que ahora contemplan la misma acción. Los países asiáticos que sufrieron la crisis financiera neoliberal de la región en 1997 están acumulando grandes reservas de efectivo de manera de no tener que acudir al Fondo en caso de un bajón económico.

Estas tendencias están produciendo déficits de financiamiento para el FMI. Como Argentina, Brasil e Indonesia son tres de los cuatro mayores clientes del Fondo, una ausencia de pagos de intereses por parte de estos países provocaría una seria disminución en el presupuesto operativo de la institución. Actualmente, el FMI espera tener un déficit de $116 millones en el año fiscal de 2006. No es que el FMI vaya a ir a la bancarrota. Entre otros activos, la institución posee más de $56 mil millones de dólares en oro. No obstante, el Director Administrativo Rodrigo de Rato ha iniciado una revisión estratégica de la actividad del FMI y la institución está contemplando una reducción de su influencia global en el futuro.

La mayor prueba será la de Estados Unidos. A medida que declina la dominación de esta administración sobre sus vecinos del Sur, su retórica será puesta a prueba. La Casa Blanca ha venido proclamando que la promoción de la democracia y la reducción de la pobreza son objetivos claves de su política exterior, incluso mientras limita su apoyo a gobiernos dispuestos a seguir el camino neoliberal. Los líderes elegidos democráticamente en Latinoamérica están aceptándole el farol. Se están negando a someterse a las egoístas prerrogativas de EE.UU. y en su lugar están buscando políticas económicas que puedan revertir los fracasos de la globalización corporativa.

Washington tiene ahora una disyuntiva: puede redefinir su sentido de interés nacional, dar la bienvenida a la renovación democrática en la región y reconocer que el rígido programa económico que una vez impuso el FMI en la región no sirve para todos los países. O se puede convertir en un adversario cada vez más despreciado por parte de los ciudadanos de todas las Américas.

— Mark Engler, analista de Foreign Policy In Focus, puede ser contactado por medio del sitio web http://www.DemocracyUprising.com. Kate Griffiths ayudó en la investigación para este artículo.

Traducido por Progreso Semanal