El Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico se ve obligado a comentar el reportaje de portada de la Revista Negocios de El Nuevo Día del pasado domingo 4 de junio. Titulado «A Vender el Paraíso Biotecnológico», el reportaje hace alabanzas a los supuestos beneficios de las inversiones de compañías biotecnológicas en Puerto Rico. Un segundo […]
El Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico se ve obligado a comentar el reportaje de portada de la Revista Negocios de El Nuevo Día del pasado domingo 4 de junio. Titulado «A Vender el Paraíso Biotecnológico», el reportaje hace alabanzas a los supuestos beneficios de las inversiones de compañías biotecnológicas en Puerto Rico.
Un segundo artículo sobre el tema en la página 13 se dedica a la biotecnología agrícola, es decir cultivos transgénicos. El redactor entrevista a una representante de Monsanto en Puerto Rico, Lucy Cruz, quien nos sirve el discurso propagandístico de la industria biotecnológica.
No daremos una disertación detallada sobre por qué los transgénicos son inherentemente peligrosos. Ya eso lo hizo Carmelo Ruiz Marrero, director del Proyecto de Bioseguridad, en su libro «Balada Transgénica» y en escritos más recientes.
Pero ofrecemos un botón de muestra: En el año 2003 una veintena de destacados científicos de siete países, que abarcan las disciplinas de agroecología, agronomía, biomatemática, botánica, química médica, ecología, histopatología, ecología microbiana, genética molecular, bioquímica nutricional, fisiología, toxicología y virología formaron el Grupo de Ciencia Independiente (Independent Science Panel) (http://www.indsp.org/). Esta agrupación presentó un detallado informe sobre los productos transgénicos en el que sostienen que «Los peligros más graves de la ingeniería genética son inherentes al proceso mismo».
Entre los hallazgos del informe:
* Contrario a lo que alegan sus proponentes, no se ha demostrado que estos cultivos sean inocuos. La reglamentación está basada en un enfoque anti-precautorio para apresurar la aprobación de productos a costa de consideraciones de seguridad.
* Los peligros más grandes de la ingeniería genética son- por mucho- inherentes al proceso mismo.
* Ha habido muy pocos estudios creíbles sobre la inocuidad de los transgénicos. Sin embargo, la poca información disponible es preocupante.
* Ya hay evidencia experimental de que el ADN transgénico de plantas puede ser absorbido por bacterias del suelo y de los intestinos de sujetos humanos.
* Se sabe que el ADN transgénico puede sobrevivir las enzimas y ácidos del sistema digestivo y saltar al genoma de células mamíferas, aumentando la posibilidad de contraer cáncer.
* Hay un historial de tergiversación y supresión de evidencia científica en aras de promover la biotecnología agrícola. Experimentos claves no fueron realizados, o fueron mal realizados y luego tergiversados.
* Suficiente evidencia ha salido a luz como para levantar serias interrogantes sobre la inocuidad de los transgénicos. El ignorar esta evidencia puede resultar en daños irreversibles a la salud humana y el ambiente. Por esto, los cultivos transgénicos deben ser firmemente rechazados ahora.
Alternativas las hay de sobra. No hay necesidad de recurrir a los cultivos transgénicos para alimentar a los hambrientos o para vitalizar la economía puertorriqueña. Ni siquiera hay necesidad alguna de recurrir a venenos tóxicos para combatir plagas o causar algún daño ambiental para hacer agricultura.
Una esperanzadora revolución agroecológica está arropando el mundo, en países pobres y ricos por igual. Agrupaciones de sociedad civil, movimientos de base, pueblos indígenas, intelectuales progresistas, científicos comprometidos y muchos otros sectores se están organizando y están educando y movilizándose contra los cultivos transgénicos y en pro de una agricultura socialmente justa y ecológicamente sana. Están en Bangladesh y Francia, en Brasil y Sudáfrica, en Estados Unidos y Puerto Rico, luchando por la soberanía alimentaria, la reforma agraria, la preservación de la semilla como patrimonio de los pueblos, y por demostrar que otro futuro es posible. Esta revolución silenciosa se manifiesta en huertos caseros, jardines comunitarios, mercados agrícolas, cooperativas de alimentos, intercambios de semillas, movimientos en pro de la soberanía alimentaria y la reforma agraria, y el auge de la agricultura orgánica.
La agricultura orgánica es un conjunto de prácticas y conceptos encaminados a unir la producción de alimentos saludables con la protección ambiental. En ella se evita el uso de sustancias tóxicas como insecticidas y herbicidas, las cuales han sido científicamente vinculadas a la destrucción ambiental y a enfermedades degenerativas en seres humanos.
Quienes creen que este tipo de producción agrícola no es práctico ni pasará de ser un mercado de nicho especializado no están debidamente documentados. Hoy día 59 millones de acres alrededor del mundo están dedicados al cultivo orgánico, según el profesor Miguel Altieri, entomólogo de la Universidad de California. Nueve millones de estos acres están en Europa: Alemania tiene alrededor de ocho mil fincas orgánicas, mientras que Italia tiene unas 18 mil. La Unión Europea y sus países miembros tienen directrices específicas para ayudar y fomentar este tipo de agricultura. Se espera que para 2010 de 30% a 50% de la agricultura europea sea orgánica. El mercado global de alimentos orgánicos alcanzó los $23 mil millones en 2002.
“Estudios han comprobado que las fincas orgánicas pueden ser tan productivas como las convencionales, pero sin usar agroquímicos”, dice Altieri. “También consumen menos energía, a la vez que conservan los suelos y el agua”. La evidencia muestra de manera contundente que “los métodos orgánicos pueden producir alimentos para todos, y hacerlo de generación en generación sin desgastar recursos naturales”.
Los defensores de la agricultura industrializada y el uso de transgénicos alegan que el agro orgánico no provee los rendimientos necesitados para alimentar la creciente población mundial. Pero cualquier reducción en rendimientos en la producción orgánica es contrarrestada ampliamente por avances ecológicos y de eficiencia. Investigaciones presentadas por el Grupo de Ciencia Independiente demuestran que la agricultura orgánica puede ser comercialmente viable a largo plazo y producir más alimento por unidad de energía y recursos. De hecho, los costos de producción de la agricultura orgánica son a menudo menores que los del agro convencional, y traen ganancias equivalentes o superiores aún sin el sobreprecio usual de los productos orgánicos. Cuando se incorpora el precio alto del producto a la ecuación, los sistemas de producción orgánica casi siempre son más rentables.
«Datos demuestran que con el tiempo las fincas agroecológicas muestran niveles más estables de producción total por área de unidad que los sistemas de altos insumos; producen réditos favorables; proveen suficiente ingreso en proporción a los costos laborales y otros insumos como para tener un nivel de vida aceptable para pequeños agricultores y sus familias; y aseguran la protección y conservación de los suelos y mejoran la biodiversidad», asegura Altieri.
Un estudio sobre proyectos de agricultura sustentable en los países del Sur global encontró que la producción promedio de alimentos por hogar aumentó en 1.71 toneladas al año (73%) para 4.42 millones de agricultores en 3.58 millones de hectáreas, brindando seguridad alimentaria y beneficios de salud a comunidades locales. «Se ha demostrado que el aumento en la productividad agrícola aumenta el suministro de alimentos y sube ingresos, reduciendo por lo tanto la pobreza, aumentando acceso a alimentos, reduciendo la desnutrición y mejorando la salud y niveles de vida», afirmó el Grupo de Ciencia Independiente.
«Los métodos de la agricultura sustentable se sirven extensamente de conocimientos indígenas y tradicionales y enfatizan la experiencia e innovación del agricultor. Esto por lo tanto utiliza recursos locales apropiados, de bajo costo y corrientemente disponibles y también mejora el estatus y autonomía del agricultor, mejorando las relaciones sociales y culturales en las comunidades locales».
Y además, estudios demuestran que en promedio los alimentos orgánicos son más altos en vitamina C, tienen más minerales y compuestos que combaten el cáncer, enfermedades del corazón, y disfunciones neurológicas relacionadas a la vejez, y tienen niveles significativamente menores de nitratos tóxicos.
«Las prácticas agrícolas sustentables han resultado beneficiosas en todos los aspectos relevantes a la salud y el ambiente. Además, traen seguridad alimentaria y bienestar social y cultural a comunidades locales en todas partes», concluye el Grupo de Ciencia Independiente. «Hay una urgente necesidad para un cambio comprensivo a nivel global hacia todas las formas de agricultura sustentable.»
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Para más información sobre los peligros de los cultivos y alimentos transgénicos, les recomendamos estos escritos de Carmelo Ruiz Marrero:
http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=21124
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=29068
Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico:
http://bioseguridad.blogspot.com