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Intervención del general del Ejército Cubano en el 50 Aniversario del desembarco del Granma

Los movimientos populares y revolucionarios de América Latina se robustecen y a pesar de las multimillonarias campañas de desinformación, el chantaje y la injerencia de Washington

Fuentes: Prensa Latina /Juventud Rebelde

«Sirva la oportunidad para nuevamente declarar nuestra disposición de resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba, claro está, siempre que acepten, como ya dijimos en otra ocasión, nuestra condición de país que no tolera sombras a su independencia y sobre la base de los principios de igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo», así dijo este sábado Raúl Castro Ruz, en un discurso que publicamos íntegramente al final de esta nota informativa.

Compañeras y compañeros,

Combatientes de ayer, hoy y siempre:

Saludamos la presencia de entrañables amigos de la Revolución Cubana, que nos han brindado su apoyo y solidaridad indispensables a lo largo de los últimos 50 años de esta larga lucha por la soberanía y la libertad. Deseo mencionar entre ellos a los representantes de la Fundación Guayasamín y a los familiares de ese gran amigo y pintor ecuatoriano, que concibieron el noble gesto de homenajear al compañero Fidel en su cumpleaños 80, ocasión que ha congregado en La Habana a Jefes de Estado o de Gobierno, así como otros altos dignatarios y personalidades de la vida política y cultural de diversos países a quienes agradecemos a nombre de nuestro pueblo el honor de acompañamos en esta tribuna.

Nos reúne hoy aquí, además, la celebración de un acontecimiento trascendental de nuestra historia. Conmemoramos el quincuagésimo aniversario del desembarco del Granma el dos de diciembre de 1956, fecha que marca el nacimiento del Ejército Rebelde y de sus genuinas sucesoras: las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Al pueblo combatiente, protagonista heroico y sustento legítimo de las Fuerzas Armadas y a su fundador y Comandante en Jefe está dedicada la Revista Militar, que simboliza en los bloques que desfilarán la secuencia de la hermosa historia de 138 años de lucha del pueblo cubano por su definitiva independencia, primero: el ejército mambí contra el yugo colonial, después: el ejército rebelde contra la tiranía neocolonial y ahora: las Fuerzas Armadas Revolucionarias en defensa de la Patria, la Revolución y el Socialismo. El mismo ejército del pueblo en tres etapas históricas diferentes.

La ocasión es propicia para reafirmar la plena vigencia de las palabras del compañero Fidel en el Informe Central al Primer Congreso del Partido, hace ya 31 años, cuando expresó:

«El Ejército Rebelde fue el alma de la Revolución. De sus armas victoriosas emergió libre, hermosa, pujante e invencible la patria nueva. Sus soldados reivindicaron la sangre generosa vertida en todas las contiendas por la independencia y con la suya propia cimentaron el presente socialista de Cuba. Las armas arrebatadas a los opresores en épica lucha las entregaron al pueblo y con el pueblo se fundieron, para ser desde entonces y para siempre el pueblo armado».

Cuando»… no existía todavía (…) el Partido que nacería después, el Ejército fue factor de cohesión y unidad de todo el pueblo y garantizó el poder de los trabajadores y la existencia de la Revolución…»

Y «… Cuando se fundó el Partido, vanguardia de nuestra clase obrera, símbolo y síntesis de los ideales, las aspiraciones y la historia de la Revolución cubana desde los días gloriosos de La Demajagua hasta hoy, continuador de la obra del Partido Revolucionario de Martí y de los intrépidos fundadores del primer Partido marxista leninista» de Cuba, nuestro Ejército, heredero a su vez del heroísmo y la pureza patriótica del Ejército Libertador y continuador victorioso de sus luchas, depositó en sus manos las banderas de la Revolución y fue a partir de ese instante y para siempre su más fiel, disciplinado, humilde e inconmovible seguidor». Hasta aquí las palabras de Fidel.

También en el marco del 50 Aniversario de las FAR es pertinente ratificar la unidad monolítica de Pueblo, Ejército y Partido; esa unidad que echó raíces muy profundas a lo largo de los años transcurridos desde el triunfo revolucionario el 10 de enero de 1959; esa unidad que es nuestra principal arma estratégica, que ha permitido a esta pequeña isla resistir y vencer tantas agresiones del imperialismo y sus aliados; esa unidad que sustenta la vocación internacionalista del pueblo cubano y que explica la proeza de sus hijos en otras tierras del mundo, siguiendo la máxima martiana de que Patria es Humanidad.

Vivimos un momento excepcional de la historia. A muchos les pareció que la caída del campo socialista y la desintegración de la Unión Soviética representaba la derrota definitiva del movimiento revolucionario internacional, algunos se aventuraron a sugerirnos el abandono de los ideales a los que generaciones enteras de cubanos habían dedicado sus vidas, mientras que el gobierno norteamericano, con el oportunismo que lo caracteriza, iniciaba en los últimos años una escalada sin precedentes de hostilidad y agresividad contra Cuba en la esperanza de asfixiar económicamente al país y derrocar a la Revolución mediante la intensificación de la labor subversiva. En tal sentido, grande ha sido la sorpresa y la frustración para nuestros enemigos y mucho más grande la admiración de las mayorías oprimidas al presenciar el ejemplo de firmeza, ecuanimidad, madurez y confianza en sí mismo que ha dado nuestro pueblo en los últimos cuatro meses.

A pesar de las maniobras y presiones de Estados Unidos y sus aliados, el prestigio internacional de Cuba se ha fortalecido, prueba de ello fue la realización exitosa en esta capital de la décimo cuarta Conferencia Cumbre del Movimiento de Países No Alineados el pasado mes de septiembre y más recientemente, el récord de apoyo alcanzado en la Asamblea General de Naciones Unidas a la resolución de condena al bloqueo norteamericano contra nuestro país.

En América Latina, la aplicación de las recetas neoliberales impuestas por Estados Unidos y sus socios europeos ha conducido al continente a la triste condición de ser la región del planeta donde resulta más insultante y oprobiosa la opulencia de la oligarquía estrechamente vinculada con el capital extranjero frente a la pobreza, insalubridad e ignorancia en que vive la mayoría de la población. Los pueblos latinoamericanos, de manera progresiva en los últimos tiempos, han expresado su indignación y repudio ante las políticas entreguistas y de subordinación al imperio de los gobiernos y partidos tradicionales. Los movimientos populares y revolucionarios se robustecen y a pesar de las multimillonarias campañas de desinformación, el chantaje y la injerencia descarada de Washington; nuevos y experimentados líderes asumen la conducción de sus naciones.

La anexión económica de América Latina por parte de Estados Unidos a través del ALCA fue derrotada, en su lugar surge para beneficio de las masas desposeídas el proyecto integrador de la Alternativa Bolivariana para las Américas, ALBA, propuesta por el Presidente y hermano, Hugo Chávez.

Recientes acontecimientos en la arena internacional atestiguan el fracaso de las políticas aventureras de la actual administración norteamericana. El pueblo de ese país demostró en las urnas el pasado 7 de noviembre su rechazo al concepto estratégico de la guerra preventiva, el uso de la mentira para justificar intervenciones militares, la utilización del secuestro y las prisiones clandestinas, así como la despreciable legalización del empleo de métodos de tortura en la llamada guerra contra el terrorismo.

A tres años y siete meses de la eufórica y precipitada declaración de «misión cumplida» en Irak por parte del Presidente Bush a bordo de un portaaviones, continúan llegando a Estados Unidos los cadáveres de jóvenes soldados norteamericanos, caídos en una guerra motivada por el dominio de los recursos energéticos de la región. Nadie se atreve ya a pronosticar su fin. El gobierno de Estados Unidos se encuentra ante una encrucijada sin salida: por una parte comprende que no puede prolongar la ocupación del país y al propio tiempo, admite que no tiene creadas las condiciones mínimas para abandonarlo dejando sus intereses asegurados, a la vez que crece indetenible la cifra de muertos y mutilados entre la población, sumida en una guerra civil como consecuencia de la anarquía y el desgobierno que generó la invasión norteamericana.

Algunos en los Estados Unidos plantean ahora simplemente retirarse del caos creado por ellos mismos. Desconocemos qué harán en ese caso con la OTAN, embarcada por sus socios norteamericanos en el conflicto afgano, que también se torna cada vez más inmanejable y peligroso.

A los ojos de todo el mundo, la llamada «cruzada contra el terrorismo» se encamina inexorablemente a una derrota humillante.

El pueblo norteamericano, al igual que hizo en Vietnam, pondrá fin a estas guerras injustas y criminales. Esperamos que las autoridades de los Estados Unidos aprendan la lección de que la guerra no es la solución a los crecientes problemas del planeta; que proclamar el derecho de atacar irresponsablemente a «sesenta o más oscuros rincones» del mundo, aún cuando ya están empantanados en dos de ellos, hace más complejas y profundas las diferencias con el resto de los países; que el poder basado en la intimidación y el terror no pasará nunca de ser una ilusión efímera y sus terribles consecuencias para los pueblos, incluyendo el norteamericano, están a la vista.

Estamos convencidos de que la salida a los acuciantes conflictos que enfrenta la Humanidad no está en las guerras, sino en las soluciones políticas. Sirva la oportunidad para nuevamente declarar nuestra disposición de resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba, claro está, siempre que acepten, como ya dijimos en otra ocasión, nuestra condición de país que no tolera sombras a su independencia y sobre la base de los principios de igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo.

Mientras tanto, después de casi medio siglo, estamos dispuestos a esperar pacientemente el momento en que se imponga el sentido común en la conducta de los círculos del poder en Washington.

Con independencia de ello, proseguiremos consolidando la invulnerabilidad militar de la nación sobre la base de la concepción estratégica de la Guerra de Todo el Pueblo, cuya planificación e introducción iniciamos hace 25 años. Este tipo de guerra popular, como ya se ha demostrado de modo reiterado en la historia contemporánea, es sencillamente imbatible.

Continuaremos elevando la preparación y cohesión combativa de las tropas regulares y sus reservas, de las Milicias de Tropas Territoriales, las Brigadas de Producción y Defensa y los demás elementos del dispositivo defensivo territorial, incluyendo las estructuras partidistas, estatales y gubernamentales en todos los niveles. Seguiremos acondicionando el Teatro de Operaciones Militares a la vez que desarrollamos las comunicaciones y la modernización de los medios de combate como vía para elevar sus cualidades combativas y hacerlas corresponder con el empleo previsto en caso de una agresión.

De la misma forma, continuaremos fortaleciendo en todos los frentes la importante labor que realizan los abnegados combatientes del Ministerio del Interior.

Preservaremos al precio que sea necesario la libertad del pueblo cubano y la independencia y soberanía de la Patria.

Con la fuerza que emana de sus centenarias luchas y con el vigor patriótico que caracteriza a nuestro pueblo, noble y heroico, unamos nuestras voces al exclamar:

¡Viva Fidel!

¡Viva Cuba libre!