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El Sindicato Británico de Universidades, entre el boicot y el apartheid

Fuentes: PalestineChronicle.com

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

Después de aprobar el pasado mes de mayo una moción a favor de difundir y debatir el llamamiento palestino a apoyar el boicot a Israel, el comité de planificación y finanzas del Sindicato británico de Universidades y Colegios Universitarios (UCU, en sus siglas en inglés) aceptó por unanimidad una recomendación de su secretaria general, Sally Hunt, según la cual el llamamiento al boicot no sólo podría ilegal según la legislación anti-discriminación, sino que incluso se plantea el hecho de que se deben silenciar las conferencias del sindicato «para garantizar que éste actúa legalmente». A consecuencia de ello, el sindicato también ha cancelado una gira de charlas en la que los académicos palestinos iban a discutir sobre el boicot a Israel con sus colegas en las universidades británicas.

Existen amplias razones para dudar de la afirmación de que el sindicato y sus afiliados estén en peligro [de infringir la legislación anti-discriminación]. Después de meses de temores en relación al boicot a causa de su supuesta violación de la libertad académica, la ironía del caso reside en que los únicos que violan la libertad académica son los dirigentes del UCU. Nos vemos obligados a preguntarnos si actuaron movidos por una genuina preocupación por la justicia y la importancia del boicot para conseguirla o por el amargo resentimiento provocado por la decisión democrática de sus afiliados de discutir acerca del boicot. Como afirmó Amjad Barham, presidente del consejo de la federación Palestina de Sindicatos de Profesores y Personal Universitario, «silenciando el debate y las discusiones abiertas acerca del boicot, el lobby [israelí] y quienes lo apoyan dentro del UCU están suprimiendo de la manera más cruda la libertad académica». Además, la opacidad de la declaración del UCU empeora aún más la sensación de hipocresía que se percibe en relación a los dirigentes del sindicato. El hecho de que los sindicatos de académicos de Gran Bretaña estén discutiendo acerca del boicot académico supone un gran paso en la dirección adecuada, pero parece que los activistas del UCU tendrán que continuar esta ardua batalla contra el apartheid y podemos esperar que continuarán luchando.

Parece que nos han puesto en la defensiva, más preocupados por rebatir las acusaciones de violar la libertad académica y señalar a Israel que por suministrar un panorama completo de las atroces maneras en las que en los últimos sesenta años Israel ha estado violando sistemáticamente la libertad académica de los palestinos y el derecho de los estudiantes a la educación: el régimen militar ha cerrado durante cientos de día colegios y universidades; han disparado contra estudiantes que estaban dentro de sus aulas y los dejado desangrarse; ha habido cargas violentas contra manifestaciones no violentas de los estudiantes; son frecuentes las detenciones de miles de alumnos y miembros de las universidades; los permisos para estudiar fuera se deniegan sistemáticamente, incluso a los alumnos de Gaza para que vayan a Cisjordania. Recientemente el Tribunal Supremo israelí rechazó una petición de los estudiantes de Gaza para trasladarse a Cisjordania a estudiar terapia ocupacional puesto que las universidades de Gaza no cuentan con ese programa. Este proceso de destrucción de la vida académica ha llevado a la educación palestina a la clandestinidad, en la que las clases se imparten en secreto en las casas de los profesores, en las iglesias y mezquitas locales, y en los campos de refugiados.

Con todo, quizá sea más importante en relación al boicot académico no sólo las acciones que el gobierno israelí lleva a cabo, sino la participación activa de los propios académicos israelíes en la discriminación contra los estudiantes palestinos, y aquí me refiero a los ciudadanos palestinos de Israel ya que a los palestinos de Gaza y Cisjordania ni siquiera se les permite acceder físicamente a las universidades israelíes para hacer los exámenes de ingreso y no digamos ya para asistir a clase. Enumeramos a continuación sólo algunos ejemplos del papel de las instituciones académicas israelíes en la perpetuación del apartheid, más allá del hecho de que no hayan condenado las políticas coloniales y de apartheid de Israel.

Mientras que el 25% de los estudiantes de la universidad de Haifa son ciudadanos árabe-palestinos Israel, suponen un 80% de los alumnos que se enfrentan a expedientes disciplinarios, lo que a todas luces es desproporcionado. Hace poco los estudiantes se enfrentaron a un comité disciplinario por haberse manifestado en contra de una conferencia patrocinada por la universidad y titulada «El problema demográfico y la política demográfica de Israel». El «problema demográfico» se refiere al temor racista de que la alta natalidad árabe amenace la obsesión sionista de mantener la mayoría judía de Israel a cualquier precio. ¿Pueden ustedes imagina la airadas protestas que habría si los estudiantes negros fueran llevados ante un comité disciplinario en Estados Unidos o Canadá por manifestarse contra una conferencia que tratara del «problema» del crecimiento de la población negra? Es más, la guía oficial de la universidad de Haifa para los alumnos extranjeros y que están en programas de intercambio incluye una serie de advertencias tituladas «Instrucciones especiales de seguridad» en las que se advierte que no se deben visitar las ciudades y pueblos palestinos en Israel. Éstas son sólo una parte de las muchas prácticas discriminatorias de la universidad de Haifa. En colegio universitario de Ohalo el único estudiante palestino candidato a la dirección del sindicato de estudiantes fue descalificado, eso sí, el día de las elecciones. En la Universidad Hebrea de Jerusalén se exige a los visitantes arabo-palestinos que dispongan de un «certificado de integridad» para entrar en la universidad.

Muchas de las universidades también ha desempeñado su papel en la confiscación de la tierra palestina. La Universidad Hebrea empezó a expandir sus instalaciones en 2004 sobre el destruido y despoblado pueblo palestino de Lifta y, por supuesto, los refugiados palestinos no tiene derecho a retornar a él, lo que significa que las personas en cuyas tierras se ha construido la universidad no tienen derecho a estudiar en esta instituciónan y, menos aún, a reclamar la tierra. La profesora Margaret Aziza Pappano de la Universidad Queen de Canadá nos informó recientemente de que «la Universidad Hebrea posse una larga y nociva historia de apropiación de la tierra palestina. En 1968, en contra de una resolución de Naciones Unidas, la universidad expulsó a cientos de familias palestinas para ampliar su campus en Jerusalén este. La historia de confiscación continúa ya que en octubre de 2004 hubo más expulsiones de familias palestinas y se destruyeron más casas palestinas debido a otra ampliación del campus».

La universidad de Tel Aviv fue construida sobre el destruido y despoblado pueblo palestino de Sheikh Muwannis. El edificio de lo que fue ayuntamiento del pueblo fue convertido en el club y cafetería de la facultad. Para añadir el insulto a la injuria, la universidad se niega a permitir que se coloque una señal que indique los orígenes del edificio -la señal quizá podría quitar las ganas de comer a los miembros de la facultad. Irónicamente, la universidad tiene planes de construir una nueva facultad de arqueología como una ampliación de su campus dentro de las tierras del pueblo palestino destruido. Y por último pero no menos importante, el caso que quizá sea el más infame, el Centro de Samaria de la Universidad de Ariel (AKA, «la universidad de los colonos»), una extensión de la universidad Bar Ilan, fue construido dentro del asentamiento ilegal de Aril en Cisjordania. El pueblo de Salfit ha sufrido una confiscación generalizada de sus tierras para el asentamiento y sus habitantes pronto serán desplazados al otro lado del ilegal Muro que se está levantando en Cisjordania (y que separa a los estudiantes de sus universidades) para enjaular a las comunidades palestinas y anexionar los edificios ilegales del asentamiento en los que esta universidad funcionará.

Estos no son sino unos pocos ejemplos de la larga lista de la participación del mundo académico israelí en la colonización de la tierra palestina y en la discriminación contra los estudiantes palestinos. Si vamos a tratar el caso del boicot académico a Israel, debemos dedicar más tiempo a difundir los dolorosos detalles de este apartheid académico que es sólo una parcela perteneciente al más amplio sistema de apartheid que Israel impone a los palestinos.

Ante estos hechos, es de justicia la demanda hecha por el Comité Británico por las Universidades de Palestina al UCU de que publique la «recomendación legal» de la revisión [del boicot] y nos diga quién la hizo, si se consultaron otras fuentes para ello y cuál fue la naturaleza de esta recomendación. Además es fundamental que explique por qué fue «heroico» que los sindicatos académicos británicos llevaran a cabo el boicot a Sudáfrica, pero es «ilegal» incluso el hecho de discutir el boico académico a Israel. La transparencia es un componente fundamental de la libertad académica.

Por último, es importante indicar que el académico, quizá más que cualquier otro sector de la sociedad, debería estar en la primera línea de la campaña de boicot debido a su desde antiguo declarado compromiso con los ideales anti-opresivos y anti-racistas. Del mismo modo que el discurso peligroso o del odio está excluído con razón del derecho a la libertad de expresión, las prácticas académicas que perpetúan y consolidan el racismo y el aparheid deberían ser excluídas de la libertad de expresión. Los académicos de todo el mundo han empezado a adoptar posturas de principios contra el apartheid israelí y la historia lo recordará. A la inversa, la historia también recordará a aquellos académicos y rectores de universidad que toman partido por el apartheid, la opresión y la dominación colonial. Así pues, las líneas están trazadas para Sally Hunt y su equipo ‘legal’, ¿cuáles seràn?

-Hammam Farah es un palestino canadiense nacido en Gaza dentro de la pequeña comunidad cristiana de Gaza. Reside en Toronto y pertenece a la Coalición Contra el Apartheid Israelí (CAIA, en sus siglas en inglés), que está difundiendo la campaña de boicot, desinversiones y sanciones en Canadá. Se puende contactar con el en la siguiente dirección: [email protected]

Enlace con el original: http://palestinechronicle.com/story-10240735438.htm