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La esquizofrenia sionista israelí, niega la identidad palestina pero la certifica en el Louvre

Palestina en el Museo del Louvre

Fuentes: Rebelión

Sorprende, cómo no, que Palestina pueda ser protagonista y liderar, con el mayor rango, una referencia prehistórica del máximo nivel cultural que consolida sus orígenes y su antiquísimo pasado. Pero, todo ello sucede muy a pesar del sionismo israelí y de su General Moshe Dayan quién deseando protagonizar una historia que nadie sabe para qué […]

Sorprende, cómo no, que Palestina pueda ser protagonista y liderar, con el mayor rango, una referencia prehistórica del máximo nivel cultural que consolida sus orígenes y su antiquísimo pasado. Pero, todo ello sucede muy a pesar del sionismo israelí y de su General Moshe Dayan quién deseando protagonizar una historia que nadie sabe para qué ni con qué intenciones, resultó justamente lo contrario, puso en evidencia al sionismo, se delató él mismo y a la esencia de lo que realmente es Israel.

Todo sucede en el Museo del Louvre cuando después de franquear la entrada principal de la Pirámide, en la planta baja, entre el acceso Richelieu y el de Sully se encuentran las 29 salas dedicadas a las Antigüedades Orientales. Por el acceso Sully se llega directamente a las cuatro salas dedicadas a Levante A, B, C y D. En esta última, como dice el cartel de la entrada, está dedicada a «Levante, Palestina y Transjordania, desde sus orígenes a la edad de hierro».

En una vitrina de la sala D se exhibe un osario que tiene la forma de una pequeña casa pintada y decorada en bajo relieve y construida con tierra cocida en el período Calcolítico, entre 5000 a 3500 años a.n.e., hace nada menos que de 5500 a 7000 años. El osario tiene menos de un metro de largo, medio de altura y menos de medio metro de ancho, con un agujero en el frente para poder introducir el esqueleto. El osario procede de la Gruta Funeraria de Azor situada en la costa mediterránea palestina -pero como se puntualiza en la ficha colocada dentro de la vitrina- «cerca de Tel Aviv» añadiendo a continuación que es una «Donación del General M. Dayan» y concluye con la referencia del museo A021123.

La reflexión es inmediata: ¿Cómo es posible que un particular, aunque sea general -o a pesar de serlo- puede donar, sin más, un legado semejante? Y, otras preguntas obvias, como ¿De dónde lo sacó, fue requisado, fue robado, lo compró, etc.? En el Museo no hay más detalles, ni tampoco he podido obtenerlos. Seguramente para los especialistas esto puede ser fácil, de modo que a ellos les queda la tarea de esclarecerlo.

Pero, aparte y además de todo lo relacionado con la prehistoria y con el hecho tan significativo como es la donación al Louvre del osario de Azor, lo que interesa analizar es la reacción de este relevante (y siniestro) militar y político ante los símbolos e identidad del pueblo y del territorio que, sin embargo, invade y que ocupa y destruye por la fuerza de las armas, durante tanto tiempo y con tanta violencia.

Este personaje, se inicia en 1929, con quince años, en la organización terrorista Haganah (origen del actual ejército israelí) que lucha al lado del Imperio Británico para reprimir sangrientamente cualquier sublevación en la zona, interviene en los conflictos de Palestina, Líbano, Siria y Jordania, en donde pierde el ojo izquierdo que cubre con un parche negro con el que seguramente mejor se le reconoce, para acabar siendo el responsable de la persecución y exilio de los palestinos -e intento de exterminio- en la que el General M. Dayan, en 1948, dirige la ocupación de Jerusalén y su entorno. En ese mismo año ascendió a comandante, en 1952 a Jefe del Cuartel General y, desde 1953 a 1957, fue Jefe del Estado Mayor del Ejército sionista. Ministro de Defensa de 1967 a 1974 y Ministro de Asuntos Exteriores de 1977 a 1979. Durante 50 años fue uno de los artífices de la persecución y del genocidio palestino. Pero, sin embargo «dona» al Louvre el osario milenario de la Gruta Funeraria de Azor. Dona un tesoro prehistórico tan importante de Palestina que acredita e identifica, precisamente, al pueblo y país que quiere anular y aniquilar.

Los generales nazis se apoderaban de la cultura y de las artes de los países que devastaban, seguramente porque querían asimilarla o porque la apreciaban a pesar de que eran los pueblos que invadían. Asesinaban con una mano y se cultivaban con la otra. Tenían su particular lógica, odiaban y despreciaban al enemigo, pero sólo a una mitad, a la otra mitad, a la artística y cultural la apreciaban, hasta tal punto, que se apoderaban de ella. Tampoco es que les importara que para ello fuera necesario que mediaran toda clase de crímenes porque el precio no les importaba. La cuestión era adueñarse de todo lo que tuviera valor. Era, seguramente, como una lucha colonial dentro del capitalismo en donde sólo se destruye al propietario para apoderarse de su propiedad que se refleja en sus bienes, pero no se destruyen los bienes, a ser posible, pues ellos son el botín, la causa que motiva el enfrentamiento.

Pero, la historia del nazismo en Israel es otra, porque al General Moshe Dayan, uno de los principales artífices -y durante más tiempo- del holocausto palestino y de la sinrazón del sionismo y de todo lo que lo rodea, es que no puede ni siquiera apoderarse del botín de su conquista y, mucho menos, hacerlo suyo. Es posible que su mala conciencia judeo-cristiana se lo impida. Es posible, también, que como pueblo elegido en una tierra sin pueblo -tal como repiten en cualquier ocasión- para un pueblo sin tierra, sea contradictorio reconocer, venerar y valorar una verdadera joya de la prehistoria palestina con seis o siete milenios -de lo mejor que hay en el Louvre- y por eso y por ello el General Dayan «dona» al Museo del Louvre el valioso osario de Azor. Su «sensibilidad» le impide destruirlo y también ignorarlo, pero tampoco puede hacerlo suyo, los fundamentos del sionismo, que van más allá del nazismo, se lo impiden porque en la tierra prometida sólo caben sionistas, los demás, no es que sobren, es que ni siquiera existen, ni tampoco existe su historia, porque es necesario seguir hablando de una tierra sin pueblo -vacía de personas y de historia- destinada, predestinada, a un pueblo sin tierra. El sionismo israelí sólo quiere la tierra asolada, esterilizada. Sólo ellos cuentan.

Israel, con tanto atropello y con tanto asesinato aún no ha tenido tiempo de formar el Estado que pretende y dice ser; aún no han tenido tiempo de definir sus fronteras porque han de seguir expandiéndose, ni a redactar ni aprobar una Constitución, pero, a pesar de todo siguen empeñados en que los palestinos -sus prisioneros y sus víctimas- los respeten, los reconozcan y además les garanticen las paz. Con los mismos argumentos que pretendiera utilizar alguien que se apoderara de tu casa, de tu pueblo en donde vives y de tus tierras en dónde trabajas, expulsara a la mitad de la familia, diezmara por asesinato a otros y al resto los tuviera de sirvientes como «ciudadanos» de segunda (como los palestinos residentes en Israel) y después, a todos ellos, se les exigiera que les firmen la escritura de propiedad en donde han de cederlo todo gratuitamente, sólo que en 1948 y en los años siguientes los palestinos ni siquiera tuvieron la oportunidad de firmar, fueron, y lo siguen siendo ahora, expropiados y expulsados a punta de pistola y de excavadora que arrasa su vivienda y desfigura su entorno haciendo desaparecer, no sólo la propiedad y el medio de vida, sino también la identidad de lo que constituía su referencia. Pero, el protagonista del genocidio, salva y lleva al Louvre el osario de Azor.

Israel es un puro sin sentido, es artificial, no sólo carece de fundamento, de base racional, sino que todo es contradictorio e insostenible y, para mayor absurdo, ha sido impuesto por las armas. Y es, desde luego, provisional -como cualquier base militar de EEUU- porque desaparecerá en cuanto lo geoestratégico deje de serlo o en cuanto al imperio deje de interesarle. Este negocio, no otra cosa es, le cuesta al Imperio muchos miles de millones de dólares o de euros cada año y los imperios no son ONG’s. Israel, aparte de ser el cuento absurdo de la tierra prometida, no pasa de ser una parte más del guión neoliberal y belicista, antes Británico y ahora de EEUU con la inestimable ayuda de la Unión Europea en la que se incluye, especialmente, al reino de España con su apoyo incondicional.

En resumen, el General Dayan no puede con Palestina, no puede ignorarla, ni venerarla, ni destruirla, ni poseerla ¿qué hacer, se pregunta el General Dayan? Pues muy sencillo, yo, invasor y dueño de estas tierras sin amo (y como yo tampoco soy su amo, pero reconozco el valor arqueológico del osario de Azor) para demostrar, por un lado mi sensibilidad cultural y, si es posible, la nobleza de las tierras predestinadas, cedo esta joya de la prehistoria (palestina) del Calcolítico para mayor gloria de esta tierra prometida -ahora mía, por la fuerza de las armas- al gran Museo del Louvre.