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Entrevista a François Houtart

Agrocombustibles ¿solucción climática o reproducción del capital?

Fuentes: La Nueva España

François Houtart, sacerdote católico de 83 años, es, desde hace medio siglo, uno de los puntales del análisis de las sociedades latinoamericanas. Sus estudios establecieron allí la base de la sociología de la religión y han dado fundamento a la teología de la liberación. Como sociólogo adscrito a la metodología marxista, es, en el presente, […]

François Houtart, sacerdote católico de 83 años, es, desde hace medio siglo, uno de los puntales del análisis de las sociedades latinoamericanas. Sus estudios establecieron allí la base de la sociología de la religión y han dado fundamento a la teología de la liberación. Como sociólogo adscrito a la metodología marxista, es, en el presente, uno de los líderes intelectuales del Foro Social Mundial.

Houtart (Bruselas, 1925) se formó inicialmente en el Seminario de Malinas (Bruselas) y es doctor en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Católica de Lovaina, de la que es catedrático emérito. También es diplomado por el Instituto Superior Internacional de Urbanismo Aplicado (Bruselas). Amplió estudios en la Universidad de Chicago y su tesis doctoral versó sobre Sociología del Budismo en Sri Lanka. Es fundador del Centro Tricontinental (Cetri) de la Universidad Católica de Lovaina y director de la revista «Alternatives Sud».

Ayer participó en la jornada organizada por el área municipal de Cooperación y Solidaridad Internacional -conducida por IU- sobre biocarburantes, a los que considera el capítulo más reciente de «la lógica capitalista de ganancias a corto plazo».

-Muchos sacerdotes europeos y latinoamericanos se han formado en la Universidad de Lovaina, ¿por qué?

-Tiene facultades de Filosofía y de Teología bastante conocidas y es uno de los centros católicos más antiguos. En los años cincuenta y sesenta nace el interés sobre los problemas sociales.

-¿Es una Universidad progresista?

-Relativamente, sí. Depende un poco de las facultades, de las personas, de los momentos…, pero, en general, ha habido un ambiente abierto e interesante.

-¿Bajo sospecha de la Santa Sede?

-Sí. Últimamente con la Facultad de Medicina, por problemas con la investigación sobre la reproducción de la vida.

-¿Cuándo inicia usted su trabajo en Latinoamérica?

-Desde antes de ser profesor en Lovaina. Trabajo con la JOC (Juventud Obrera Católica) y mantengo contactos con estudiantes sacerdotes, principalmente latinoamericanos. Desde el año 1953 he trabajado en casi todos los países latinoamericanos, en investigación y enseñanza. De 1958 a 1962 realicé, con un equipo o un centro en cada país, un estudio sociorreligioso del continente que se publicó en 43 volúmenes.

-¿Su finalidad?

-Se terminó justo antes del Concilio Vaticano II y el obispo Dom Helder Cámara, entonces vicepresidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), me pidió hacer una síntesis del estudio en cien páginas y tres lenguas, para distribuirlo a los obispos al principio del Concilio, para que se dieran cuenta de lo que era la situación latinoamericana.

-¿Que concluía el estudio?

-Latinoamérica estaba en plena transformación demográfica y social, pero con grandes contradicciones. La Iglesia era todavía, en ese tiempo, bastante tradicional y concentrada en sectores como la educación o las ciudades. Tenía un aparato pastoral totalmente desvinculado de la realidad. Era necesario repensar la organización pastoral de la Iglesia y su presencia social frente a los problemas nuevos introducidos por el capitalismo.

-¿Cuál fue su trabajo en el Concilio?

-Fui experto del Episcopado latinoamericano y, en particular, asesor de Helder Cámara y de mi obispo, el cardenal Suenens, uno de los moderadores del Concilio. También fui secretario de la redacción de la introducción a «Gaudium et spes», que es el documento sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo.

-¿Dónde está el Concilio Vaticano II?

-Durante el Concilio hubo una reflexión importante y una orientación de renovación. El Episcopado latinoamericano jugó en ello un papel importante, porque tenía liderazgo. Pero la estructura fundamental de la Iglesia no había cambiado, y después hubo todo un período de restauración que venía de Roma: políticas eclesiásticas de nombramiento de obispos, control de las facultades de Teología y de los seminarios… En América Latina hubo destrucción del dinamismo nuevo que había nacido con las comunidades de base y con la teología de la liberación. Es un hecho que ha costado mucho desde un punto de vista religioso y humano. Hasta vidas humanas ha costado.

-¿Usted ha tenido problemas?

-Felizmente, yo estaba en la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, y no en Teología. Pero, varias veces, la Santa Sede pidió a la Universidad que me echaran, aunque no han podido. En Lovaina estamos pagados por el Estado y tiene que formarse una comisión jurídica para comprobar que hubo errores graves, que conmigo no pudieron demostrar. Así que, en un cierto sentido, fui defendido por el Estado contra la Iglesia. Y también fui protegido por mi obispo, Suenens, en aquel tiempo.

-¿Están las sectas pentecostales y evangélicas ganando terreno a la Iglesia católica en Latinoamérica?

-Absolutamente. Pienso que el 30 por ciento de la población pertenece a esos nuevos grupos. Debemos entender lo que significa esto. Esos grupos responden a una necesidad social, psicológica y religiosa, porque estamos ante sociedades tradicionales destruidas por el fenómeno urbano. Hay un deseo de reconstruir comunidades naturales que han sido destruidas por el modelo económico neoliberal y, por otra parte, hay una necesidad de sentido de la vida. Y estos grupos crean nuevas comunidades y dan un sentido, aunque muy equivocado, porque son individualistas; hablan de una salvación individualista que rechaza todo compromiso social. No digo que sea una respuesta totalmente ilusoria la que dan estos grupos, pero cuando se analiza más a fondo no es una respuesta real. No hay transformación social ni integración de sus seguidores en la sociedad.

-¿Momento de la teología de la liberación?

-Los canales de transmisión de la Iglesia como institución están cerrados para la teología de la liberación, pero eso no significa que no exista. Existe en espacios ecuménicos o laicales. Leonardo Boff es ahora profesor en la Universidad de Río, que es una universidad laica. Esta teología todavía vive en la realidad concreta de muchos grupos, de muchas comunidades de base. Muchas han sido destruidas por las autoridades religiosas, pero no han desaparecido completamente. Hay también diócesis donde la autoridad les está apoyando. Todos estos grupos se sitúan frente a la realidad fundamental del continente: la destrucción que ha significado el período neoliberal durante los últimos 20 o 30 años, con un aumento del número de pobres por la fuerza del capitalismo. Esto es una base de interrogación nueva para un pensamiento teológico nuevo. Vemos teología feminista, teología indígena, teología negra…, todo un esfuerzo de pensar teológicamente las alternativas a un sistema capitalista destructor.

-¿Qué supone la producción de biocombustibles en este marco?

-Los agrocombustibles emiten menos gas de efecto invernadero, pero cuando se ven todas las condiciones de su producción vemos que es una destrucción sistemática de la biodiversidad y de la selva, para extender las tierras de cultivo, y destrucción del suelo, por la utilización de fertilizantes y de pesticidas. Y una destrucción también de las fuentes de oxígeno, como la selva amazónica. Al mismo tiempo que se dice que vamos a ganar por emitir menos CO2, se destruye la selva que absorbe esos gases. El balance ecológico no es necesariamente positivo.

-¿Consecuencias sociales?

-Expulsión de los pequeños campesinos, destrucción de la agricultura campesina, desplazamiento de millones de personas… El nuevo modelo de agricultura, al cual contribuyen los agrocombustibles, produce monocultivos dominados por los grandes terratenientes o las multinacionales.

-¿Ha de cesar la producción de biocombustibles?

-El coste ecológico y el coste social tienen que ser tenidos en cuenta cuando queremos hacer un juicio. Esto no significa una oposición dogmática contra los agrocombustibles, sino contra la manera de producirlos. La función que tienen ahora en el sistema económico no es salvar el clima -eso es propaganda-, sino ayudar a la reproducción del capital, especialmente en un momento de crisis económica del capital productivo y financiero. Los dos encuentran ahora una posibilidad de ganancias a corto plazo y así continuar con un proceso de acumulación. Ahora mismo preparo un libro: «Agrocombustibles, ¿solución climática o reproducción del capital?».