¿Cómo definiría la sociedad estadounidenses de hoy? Jorge Majfud : Es una sociedad que ha sido doblemente sacudida en su conciencia en la última década. A los ataques del 2001 siguió una radicalización de un sentimiento y un tipo de discurso patriótico, ideológicamente cerrado, incuestionado, para finalmente terminar eligiendo lo que cuatro años atrás era […]
¿Cómo definiría la sociedad estadounidenses de hoy?
Jorge Majfud : Es una sociedad que ha sido doblemente sacudida en su conciencia en la última década. A los ataques del 2001 siguió una radicalización de un sentimiento y un tipo de discurso patriótico, ideológicamente cerrado, incuestionado, para finalmente terminar eligiendo lo que cuatro años atrás era un tabú: un mulato, hijo de un musulmán, con un nombre Hussein y credenciales de intelectual izquierdista. Cuatro años atrás los stickers más comunes en los autos decían «apoye nuestras tropas«. Un par de años después aparecieron leyendas que contestaban: «apoye a nuestras tropas; tráigalas de nuevo a casa«. Ahora podemos leer en los autos algunos stickers que abiertamente declaran: «no hay una bandera lo suficientemente grande como para cubrir la vergüenza de haber sacrificado a inocentes«. En materia económica los más conservadores se sienten abandonados por Dios y los más liberales están confiados en que esta es la gran oportunidad. Yo creo que se abre lo que previmos años atrás: hay un recambio ideológico en la nueva generación.
¿Las elecciones en EE.UU. se viven igual que en nuestro país?
J. M: Podríamos decir que no. La cultura latina, tanto la latinoamericana como la de Europa del sur son culturas muy urbanas y extrovertidas. En Estados Unidos predomina el orden y la contención de las emociones. Excepto en las grandes ciudades y en ocasiones muy excepcionales, las caravanas y la fanfarria típica de nuestras elecciones es una rareza. No hay pintadas ni pegatinas; apenas prolijos y escasos cartelitos hechos en alguna imprenta.
¿Cómo surge un candidato negro que gana las elecciones y llega a la Casa Blanca?
J. M: McCain solía decir que los norteamericanos no son espectadores de la historia sino sus actores. Pero esto, que parece un tributo a Marx, es en realidad una concepción bastante populista de la derecha que ignora la historia. Desde una perspectiva general, igual creo que Obama no hizo historia; se cruzó con ella. Y la historia siempre elige a los mejores y a los peores para su danza. Nace como un hijo ilegal en 1961 en la periferia de una sociedad que se encontraba en uno de sus puntos máximos de segregación racial. Cuatro años atrás no hubiese llegado siquiera a ser candidato por un partido. Su oposición a la guerra de Irak entonces pudo llevarlo al senado por el apoyo de una minoría que cuatro años después se convirtió en una abrumadora mayoría. Pero sobre todo, es producto de un proceso histórico que no comienza sino que pasa por los años sesenta. Un proceso que tiende al reconocimiento humanístico de la unidad de la humanidad en la diversidad al tiempo que descree en los «pueblos elegidos» por Dios, que en realidad siempre son tribus, sectas o ismos autoproclamadas elegidas. Obama no es la culminación de ese proceso que lleva siglos. Es apenas un eslabón. Un eslabón de gran importancia, pero un eslabón al fin.
Unos cuantos consideran el discurso de Barack Obama algo ambiguo…
J. M: Todo político debe cuidarse de un cierto grado de ambigüedad y de imprecisión al mismo tiempo que se precia de lo contrario. Especialmente, en Estados Unidos todo lo que alguien dice puede ser usado en su contra. Mucho más un político. Un político necesita votos si quiere llevar adelante los planes en los que tiene fe. Para ello debe seducir y, en menor medida, convencer a la mayoría. El maquiavelismo, aunque diluido y sofisticado, es más lógico en una democracia que en un sistema absolutista, como podría ser el de los príncipes europeos o el de los reyes católicos de la España del siglo XVI.
Pero además recaudó más dinero entre los ricos que McCain.
J. M: Se opuso a los lobbies en el gobierno y rechazó sus donaciones (hasta donde uno puede saber), antes y después de las elecciones. Sí, Obama recaudó más dinero que en toda la historia de las elecciones anteriores, pero el gran protagonista de ese fenómeno fueron los pequeños donantes de veinte y quinientos dólares. Para ello las nuevas tecnologías y el nuevo lenguaje de Internet y de los mensajes de texto en los celulares fueron decisivos. Una vez más, un ejemplo de que Obama entendió mejor su propia generación y la que viene detrás.
¿En qué se centraría su programa económico? ¿Qué respuesta esgrime ante una crisis global en crecimiento y que comenzó más precisamente en Estados Unidos?
J. M: En muchos puntos. Alguno de los cuales consiste en revertir las políticas de Bush, como el recorte de impuestos a los ricos. Esta teoría de beneficiar a los ricos procede de antes de Reagan, según la cual la riqueza desborda de arriba hacia abajo. Poco antes de la crisis de octubre, Obama criticó esta teoría diciendo que «ahora los ricos se están dando cuenta que el dolor sube de abajo hacia arriba». En síntesis, creo que las medidas fundamentales del nuevo gobierno buscarán sacar al país de la crisis de la misma forma que lo hizo Franklin Roosevelt en los ´30: aumentando la participación del estado en la economía. No sólo impulsando obras públicas sino ayudando a la clase media, que es considerada por los Demócratas uno de los pilares centrales de la producción y del mismo consumo.
¿Cual sería la política de Estados Unidos, dentro de este nuevo contexto, para Sudamérica, de aquí en más?
J. M: Al principio no creo que haya cambios fundamentales para América Latina. No sólo porque no es el área del mundo que más interesa hoy a Estados Unidos sino porque tampoco América Latina está ni preparada ni interesada en cambiar su percepción hacia Estados Unidos. Los Demócratas nunca han sido muy partidarios de los tratados de libre comercio. Sin variar mucho el discurso, puede haber un acercamiento con Cuba y Venezuela. El gobierno de Colombia, en cambio, que ha sido el «aliado natural» según Bush, será puesto en tela de juicio. Ya lo ha sido por el mismo Obama, quien cuestionó el hecho de que en la evaluación de la realidad colombiana no se considera los crímenes impunes de campesinos y sindicalistas.
Analistas del Cono Sur han recalcado que con gobiernos republicanos el comercio ha sido más fluido. ¿Se seguirá esa línea o habrá modificaciones con el gobierno de Obama?
J. M: En realidad nada ha sido fluido. Consideremos que un negocio que en algunos países latinoamericanos tarda un año en habilitarse en Estados Unidos suele tardar cuarenta y ocho horas o una semana. Es decir, creo que nunca ha habido ningún «comercio fluido», realmente, aunque ha habido progresos. Con los Demócratas y más con la crisis actual no veo que eso mejore. Quizás haya un acercamiento ideológico, ya que estaríamos hablando de dos regiones que han virado hacia la izquierda. Pero cuando los intereses económicos entran en conflicto o simplemente no interesan, las hermandades ideológicas cuentan muy poco. Ejemplo paradigmático ha sido la relación Uruguay-Argentina de los últimos años.
¿Qué le diría a un latinoamericano, que observa con asombro los cambios que se dan en el norte, y además ante el inminente advenimiento de una crisis?
J. M: Cuando en el 2002 vivimos la crisis del siglo en Cono Sur, el dólar se disparó y los precios subieron. Cuando ahora debo vivir la peor crisis de Estados Unidos en los últimos ochenta años, el dólar se vuelve a disparar en todo el mundo y los precios caen, porque en gran medida están atados aun al astronómico y por momentos absurdo consumo norteamericano. Recuerdo haber pagado más de cuatro dólares el galón de gasolina hace tres o cuatro meses. Todos pronosticaban que para esta fecha estaría a más de cinco dólares. Ahora está a 1.80. Hace unos meses el barril de petróleo estaba a 140 dólares y cuando se vaticinaba que llegaría a más de 200 a fin de año dijimos que 140 era una burbuja, que faltaba lo peor de la crisis y por ende una retracción en el consumo. Ahora está a menos de 60. En países que basan sus «milagros económicos» en la exportación de materias primas, como Brasil y Argentina, esto impactará fuertemente, pero tampoco será una catástrofe. Basta analizar los últimos diez años de las bolsas del mundo. O el día a día: por ejemplo, Bovespa de Brasil mira minuto a minuto qué pasa en Wall Street. Si el Norte baja un escalón, Bovespa baja cinco y el dólar sube, si Wall Street sube un escalón, Bovespa sube cinco más. Los países «emergentes» (antes se usaba el eufemismo de «en desarrollo») todavía no han logrado la independencia de la que presumen. No obstante es de esperar que lo hagan en una década o en dos. Pero el futuro es más imprevisible de lo que queremos creer. La crisis económica atenuará la arrogancia imperial de importantes sectores de la población y del gobierno de Estados Unidos. Es parte del mismo proceso de equilibrio de fuerzas y, ojalá, de derechos internacionales y de derechos humanos también. Me temo que antes de alcanzar este «equilibrio real» antes debamos atravesar conflictos bélicos entre grandes naciones, al viejo estilo del siglo XX.