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Los que se quieren comer el mundo

Fuentes: La Jornada

Inmersos en una enorme crisis del capitalismo, madre de muchas crisis convergentes, se rescata con dinero público a las más grandes empresas privadas del planeta, mientras siguen aumentando los pobres y hambrientos y el caos climático. Según el economista Andrés Barreda, estamos en una crisis de brutal sobreacumulación capitalista: gigantesco vómito de quienes creyeron que […]

Inmersos en una enorme crisis del capitalismo, madre de muchas crisis convergentes, se rescata con dinero público a las más grandes empresas privadas del planeta, mientras siguen aumentando los pobres y hambrientos y el caos climático. Según el economista Andrés Barreda, estamos en una crisis de brutal sobreacumulación capitalista: gigantesco vómito de quienes creyeron que se podían tragar el mundo, pero no pudieron digerirlo.

Largamente acuñadas, las crisis actuales tienen un contexto de concentración creciente del poder corporativo, apropiación de recursos naturales y desregulación o leyes en favor de empresas y especuladores financieros, que ha aumentado sin pausa en las últimas décadas. En 2003, el valor global de fusiones y adquisiciones fue un millón 300 mil millones de dólares (1.3 billones). En 2007 llegó a 4 mil 48 billones. En la industria alimentaria, el valor de las fusiones y compras entre empresas se duplicó de 2005 a 2007, llegando a 200 mil millones de dólares. La debacle financiera terminó con algunas de ellas, favoreciendo oligopolios aún más cerrados.

¿Qué significa esto para la gente común? El informe del Grupo ETC De quién es la naturaleza (www.etcgroup.org) ofrece un análisis en el contexto histórico de la concentración corporativa de sectores clave en las últimas tres décadas. Desde entonces, el Grupo ETC ha seguido las maniobras de mercado de las autodenominadas «industrias de la vida», (biotecnología en agricultura, alimentación y farmacéutica). En el nuevo informe, se agregan las empresas detrás de la convergencia de biotecnología con nanotecnología y biología sintética, que promueven nuevas generaciones de agrocombustibles y más allá: intentan generar una economía pospetrolera basada en el uso de carbohidratos y vida artificial.

El sector agroalimentario sigue siendo uno de los ejemplos más devastadores, por ser un rubro esencial: nadie puede vivir sin comer. Es, además, el mayor «mercado» del mundo. Por ambas razones, las trasnacionales se lanzaron agresivamente a controlarlo. En las últimas 3-4 décadas, pasó de estar altamente descentralizado, fundamentalmente en manos de pequeños agricultores y mercados locales y nacionales, a ser uno de los sectores industriales globales con mayor concentración corporativa. Para ello fue necesario un cambio radical en las formas de producción y comercio de alimentos. Gracias a los tratados de «libre» comercio, la agricultura y los alimentos se transformaron de más en más en mercancías de exportación en un mercado global controlado por una veintena de trasnacionales.

Según un informe de la FAO sobre mercados de productos básicos, a principios de la década de 1960, los países del sur global tenían un excedente comercial agrícola cercano a 7 mil millones de dólares anuales. Para fines de los 80 el excedente había desaparecido. Hoy todos los países de sur son importadores netos de alimentos.

En la década de 1960, casi la totalidad de las semillas estaban en manos de agricultores o instituciones públicas. Hoy, 82 por ciento del mercado comercial de semillas está bajo propiedad intelectual y 10 empresas controlan 67 por ciento de ese rubro. Estas grandes semilleras (Monsanto, Syngenta, DuPont, Bayer, etcétera) son además propiedad de fabricantes de agrotóxicos, rubro en el cual las 10 mayores empresas controlan 89 por ciento del mercado global. Que a su vez están representadas entre las 10 más grandes en farmacéutica veterinaria, que controlan 63 por ciento del rubro.

Los 10 mayores procesadores de alimentos (Nestlé, PepsiCo, Kraft Foods, CocaCola, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Mars, ADM, Danone) controlan 26 por ciento del mercado, y 100 cadenas de ventas directas al consumidor controlan 40 por ciento del mercado global. Parece «poco» en comparación, pero son volúmenes de venta inmensamente mayores. En 2002, las ventas globales de semillas y agroquímicos fueron de 29 mil millones de dólares; las de procesadores de alimentos, 259 mil millones, y las de cadenas de ventas al consumidor, 501 mil millones. En 2007, esos tres sectores aumentaron respectivamente a 49 mil millones; 339 mil millones y 720 mil millones de dólares. De las semillas al supermercado, las trasnacionales dictan o pretenden dictar qué plantar, cómo comerlo y dónde comprarlo. Frente a las crisis nos recetan más de lo mismo: más industrialización, más químicos, más transgénicos y otras tecnologías de alto riesgo, y más libre comercio. No es extraño, ya que todas están entre los que más han lucrado con el aumento de precios y hambrunas: obtuvieron ganancias que van hasta 108 por ciento más que en años anteriores. Pero pese a que pretenden controlar todo, mil 200 millones de campesinos siguen teniendo sus propias semillas, y aunque Wal Mart sea la empresa más grande del mundo, 85 por ciento de la producción global de alimentos se consume cerca de donde se siembra -la mayoría en el mercado informal.

*investigadora del Grupo ETC

http://www.jornada.unam.mx/2008/12/06/index.php?section=opinion&article=029a1eco