«Es un crimen que la riqueza acumulada por la humanidad a través de sus mejores inteligencias, se pierda para millones de seres» FIDEL Ha pasado el tiempo y pronto se cumplirá medio siglo desde que el imperialismo norteamericano y sus mercenarios trataron de destruir a la Revolución Cubana mediante las armas, con el plan macabro […]
«Es un crimen que la riqueza acumulada por la humanidad a través de sus mejores inteligencias, se pierda para millones de seres» FIDEL
Ha pasado el tiempo y pronto se cumplirá medio siglo desde que el imperialismo norteamericano y sus mercenarios trataron de destruir a la Revolución Cubana mediante las armas, con el plan macabro de la invasión a Cuba y que fuera derrotada en menos de 72 horas en Playa Girón.
Por primera vez en América se produjo la derrota de un engendro yanqui utilizado tan frecuentemente, con un ropaje u otro, y aprovechando unas u otras circunstancias propicias. Por vez primera también un pueblo obtuvo una victoria contundente frente a un ejército de apátridas, apadrinado, pertrechado y dirigido directamente por el pretenso y agresivo conquistador extranjero del Norte. Como siempre el agresor pretendía engañar al mundo, y en especial a la ONU, actuando «como la gatica de María Ramos, que tira la piedra y esconde las manos. » Quienes hayan perdido la memoria o desconozcan los detalles de aquel hecho histórico, revisen las declaraciones de los representantes del gobierno de los Estados Unidos en la ONU y en la prensa, y cómo éstas dos voces, instrumentos de la mentira y el engaño imperial, describieron o calificaron los hechos de una injerencia criminal en los asuntos de un país de nuestra América: Cuba.
Se celebrará en este mismo año otra colosal derrota ocurrida también hace 50 años: la derrota contra el secular mal social del analfabetismo. Fue la gran victoria, también por primera vez en América, de la erradicación del analfabetismo en menos de un año, y por tanto el triunfo inicial de la educación y la cultura en Cuba.
Gracias a que estos dos acontecimientos tuvieron ese desenlace feliz para el pueblo cubano, se explica que hoy, cincuenta años después, la XX Feria del Libro recorra a todo el país y llegue a manos de niños, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, ese instrumento liberador que son los libros, tan eficaces, ayer y hoy, como los fusiles que defendieron a la Revolución y la soberanía cubana en Playa Girón y siguen defendiendo la independencia y la libre determinación de la nación cubana.
Para entender el por qué de esta fiesta nacional, convertida de cierta manera en internacional, es conveniente resaltar algunas ideas esenciales que le han dado vida al libro y a la lectura como fenómenos intrínsecos del proceso liberador ocurrido en Cuba desde 1959.
¿Podrán negarlo los enemigos, los sietemesinos y los vendepatrias internos, los intelectuales de mentes y pensamientos castrados o condicionados o enajenados o vendidos, que pululan allá o acullá en sus capillas foráneas? ¿Podrán negarlo los trasnochados políticos y politólogos, sean neo, arqueo o paleo reaccionarios?
Y es que en fecha temprana después del triunfo de la revolución, Fidel afirmó algo que desde hace muchos años es una realidad tangible:
«Esto va a ser una siembra de cultura en todo el pueblo, de la misma manera que en los campos se están sembrando millones de árboles, pues vamos a sembrar en la inteligencia también millones de libros, que van a producir frutos incalculables para el bienestar futuro de la nación…
Hay que educar en la idea generosa, en la idea de la justicia, para que no quede ni sombra de los prejuicios, de los privilegios, para que no quede ni sombra de la sociedad que habíamos vivido hasta aquí, egoísta, infernalmente egoísta, insensible al dolor de los demás…»
Y estas ideas eran consecuentes con las planteadas por José Martí en el siglo XIX: «Pero todo hombre tiene el deber de cultivar su inteligencia, por respeto a sí propio y al mundo…»
Martí vio claramente la situación educacional en nuestros pueblos durante el siglo XIX. Para cambiar esta situación, afirma la necesidad de una revolución en este campo, valora la significación del saber como vía del engrandecimiento espiritual y moral del hombre y de su papel transformador de la sociedad y, en definitiva, para el alcance de la verdad, aherrojada en un marasmo de confusión y mentira por las fuerzas sociales retrógradas prevalecientes, interesadas en mantener en la incultura y en la ignorancia a la gran masa de los pueblos. Por eso sentencia:
«Si la educación de los hombres es la forma futura de los pueblos, la educación de la mujer garantiza y anuncia los hombres que de ella han de surgir…
En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se los quiere ver siempre deformes: colosal la cabeza, inmenso el corazón, arrastrando los pies flojos, secos y casi en hueso los brazos…
Pero en los pueblos está la gran revolución: la educación popular. Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender. Pies, brazos, alas, todo eso ponen al hombre esos primeros humildísimos libros de la escuela…
Los libros sirven para cerrar las heridas que las armas abren; que sirven para construir pueblos con los escombros que la piqueta revolucionaria ha echado a tierra; que encienden lo escondido; que sacan a la luz lo oscuro; que iluminan con colores vivísimos todas las fecundas e infatigables obras de la creación. Los libros consuelan, calman, preparan, enriquecen y redimen…
Un libro, aunque sea de mente ajena, parece como cosa nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada nuevo libro…
Leer es una manera de crecer, de mejorar la fortuna, de mejorar el alma… Leer nutre, ver hermosura engrandece. Se lee o ve una obra notable y se siente un noble gozo…»
Por eso enfatiza la actitud de los jóvenes y de los hombres, en general, en la consecución de la verdad, que les permitirá ser plenamente libres; critica el enfoque estéril de métodos de enseñanza predominantes en su tiempo y proclama la necesidad de cambiarlos de raíz para el bien supremo del hombre.
«Y los jóvenes se animan. Discuten al maestro, al texto, al libro de consulta. Tienen cierto espíritu volteriano, que hace bien. Rechazan la magistral imposición, lo que también es bueno. Anhelan saber para creer. Anhelan la verdad por la experiencia; manera de hacer sólidos los talentos, firmes las virtudes, enérgicos los caracteres…
No dudes, hombre joven. No niegues, hombre terco. Estudia, y luego cree…»
Coincidente con Martí, Fidel esclarece el papel y trascendencia de la Revolución para llevar a cabo no sólo la transformación del sistema de educación imperante, sino también la transformación de la sociedad que permita luego el acceso de todos a la cultura, único medio posible para la transformación completa y esencial del hombre.
Sus ideas son continuación y profundización de las ideas martianas, enriquecidas con los argumentos que reflejan y aportan las experiencias vividas por la sociedad cubana en la mitad del siglo XX. Lo hace, no desde la perspectiva de una Revolución social cuyo triunfo se espera, sino desde la realidad que enfrenta una Revolución triunfante que encamina sus pasos a la transformación radical de la nefasta situación que hereda de la vida republicana neocolonial.
Su análisis realista y convincente penetra en las raíces de los males y destruye el endiablado armazón que las fuerzas sociales dominantes han erigido para sustentar su dominio y explotación de las grandes masas del pueblo. Afirma sintéticamente «Nosotros no le decimos al pueblo: ¡cree! Le decimos: ¡lee!»
«Precisamente por ser la revolución un cambio completo, profundo, en la vida de un país, en todos los órdenes, el primer gran problema de la revolución es cómo se combate y cómo se vence la influencia de las viejas ideas, de las viejas tradiciones, de los viejos prejuicios, y cómo las ideas de la revolución van ganando terreno y van convirtiéndose en cuestiones de conocimiento común y de clara comprensión para todo el pueblo. Este problema de la educación de los analfabetos o de aquellas personas que no han tenido oportunidad de ir a los centros de enseñanza superior, sino también es ante todo un problema de educación de las propias masas de la revolución…
Demasiado miserable era el sistema en que para adquirir una profesión era necesario tener dinero; demasiado miserable era el sistema que impedía a las inteligencias ser útiles a la patria si no contaban con recursos necesarios.
¡Quién sabe cuántas inteligencias se perdieron!
¡Quién sabe cuántos genios se desperdiciaron por falta de la oportunidad! ¡Quién sabe cuántos talentos brillantes pasaron sin dar luz, pasaron sin ser útiles, pasaron sin traer al mundo todo lo que las inteligencias fecundas pueden dar para el bien de los semejantes! …
Los que enseñan la verdad preparan a los pueblos para comprenderla; los que enseñan la mentira condicionan a los pueblos para engañarlos. Los que defienden la explotación, los privilegios y la injusticia tratan de mantener a los pueblos en la oscuridad y la ignorancia más completa. Las revoluciones, que predican la justicia, que se hacen para redimir a los pueblos de la explotación, enseñan, educan, erradican la ignorancia…
Sabemos el tremendo daño que ocasiona la ignorancia, porque no hay peor enemigo del hombre, peor enemigo de los pueblos, peor enemigo de la humanidad que la ignorancia. Y de todas las herencias que el colonialismo, el imperialismo y el capitalismo nos dejaron, la peor de todas, fue la ignorancia…»
Pero no se trata sólo de la denuncia de los males y calamidades sociales, se trata también de buscar y poner en práctica las soluciones que deben erradicarlas. Y Fidel daba continuidad y proyección a ideas de Martí, referidas a los problemas sociales: « ¡Y digo que éste es un crimen público, y que el deber de remediar la miseria innecesaria es un deber del Estado!»
Al respecto Fidel daba continuidad al pensamiento martiano: «El Estado se considera en el deber, la revolución se considera en el deber de organizar y establecer el principio de le enseñanza gratuita a todos los ciudadanos del país. ¡Y el pueblo se considera en el deber de formar a las futuras generaciones en un espíritu de amor a la patria, de amor al prójimo verdadero, es decir, amor a sus semejantes, amor a su pueblo, amor a la justicia, amor a la Revolución… Los capitalistas hablan de su régimen de libertades, que dicen que les da oportunidad a todos. ¿Qué oportunidad puede tener un guajiro que nunca vio una escuela, que nunca vio por allí un maestro? ¿Qué oportunidad de ser un científico, de ser un técnico, de ser un artista, de ser lo que sea, qué oportunidad tiene? ¿Qué oportunidad tenía el millón de analfabetos? Aquel Estado no le daba ninguna oportunidad.
Sin embargo, este Estado sí le da la oportunidad al niño más humilde, más pobre, que vive en el rincón más apartado del país…»
«La reacción no le decía al pueblo lee si no cree. Por lo tanto, le suprimía la oportunidad de tener libros… Y la Revolución le dice al pueblo: aprende a leer y a escribir, estudia, infórmate, medita, observa, piensa. ¿Por qué? Porque ese es el camino de la verdad: hacer que el pueblo razone, que el pueblo analice… Por lo pronto toda revolución es un extraordinario proceso de educación.»
«¿Qué le queda a un hombre cuando ni siquiera puede ser dueño del conocimiento que la humanidad ha ido acumulando durante siglos? Porque esos conocimientos están en los libros, al alcance de cualquier hombre, pero ese hombre no sabe leer ni escribir. ¡Consideren qué triste es eso! ¡Consideren cuánto más valdrá ese ciudadano para su patria, para su familia, cuando ya tenga una cultura mayor!…
Y ésa es la gran herencia que tiene la humanidad: la herencia de la cultura. No hay que ser ricos para tener esa herencia. Cualquier hombre humilde, cualquier trabajador, cualquier hijo de cualquier familia humilde, es dueño de esa herencia. Sólo necesita una cosa para tener en sus manos lo que ha recibido del trabajo de millones de hombres durante miles de años: lo único que necesita es saber leer…
Es un crimen que la riqueza acumulada por la humanidad a través de sus mejores inteligencias, se pierda para millones de seres …, se pierda todo ese caudal inmenso de la cultura acumulada por el hombre a lo largo de la historia. Quien sepa leer y escribir y tenga en su casa una biblioteca tiene un tesoro, y se puede considerar más feliz que esos que acumulan no tesoros de verdades ni tesoros de inteligencia, sino tesoros de dinero, tesoros de riqueza egoísta. Cualquier hombre tiene al alcance de su mano aquella oportunidad»
Y esas ideas sustentadas en Cuba por Fidel eran un empalme con las de Martí que había avizorado desde su atalaya visionaria el destino de su patria: «Ah, Cuba, futura universidad americana…en una tierra donde se enlazarán mañana las tres civilizaciones».
Las ideas revolucionarias de Martí y de Fidel han dominado y dado rumbo a las luchas del pueblo cubano por la conquista de su independencia, libertad, justicia y, por tanto, de su felicidad durante más de un siglo.
Porque si de algo hay que estar convencidos, es que el futuro no es una tarea fácil para ningún país en el mundo de hoy, pero mucho menos para el país que se quede a la zaga de los demás países en la ciencia, en la técnica, en la instrucción, en la cultura y en la ética.
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