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Vibraciones de Damasco repercuten en Bagdad

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

DAMASCO – Por una variedad de razones superpuestas, la situación en Siria es muy alarmante para los iraquíes en todos los extremos del espectro político.

Para comenzar, aproximadamente 1 millón de iraquíes vive actualmente en Siria, los cuales huyeron del caos en su país en 2003. Están preocupados de que si la seguridad se rompe en Siria, o si el Estado ya no puede acomodarlos, tendrían que volver a regañadientes a casa, donde les espera un futuro muy incierto.

Un país que ahora tiene refugiados en su frontera con Turquía tendrá dificultades para absorber a refugiados en sus propios territorios, y ciertamente no refugiados iraquíes.

Los iraquíes cristianos que viven en Siria temen particularmente la retórica sectaria que surge ahora de grupos radicales dentro de Siria. Huyeron de su país precisamente porque eran atacados por grupos islámicos radicales y están preocupados de que un escenario semejante se pueda repetir en Siria.

Los baasistas iraquíes también están preocupados por la situación del Partido Baaz en Siria. Ha habido manifestantes en las calles en toda Siria rural y en muchas ciudades del interior, exigiendo el final del régimen de un solo partido y la cancelación del Artículo 8 de la constitución siria que designa al Baaz como «líder del Estado y de la sociedad».

Estos baasistas iraquíes todavía están muy comprometidos con el régimen del Partido Baaz y les horroriza la idea de que tal vez pronto la supremacía de ese partido pueda terminar en un país que engendró su doctrina en 1947. Siria baasista los acogió con los brazos abiertos en 2003, pero eso no se aplicaría necesariamente a un país en el que el Baaz dejara de gobernar.

Los chiíes iraquíes de la línea dura también están alarmados, ya que ven las manifestaciones en la calle siria como parte de una «conspiración» organizada por Occidente que apunta a castigar a Siria por su alianza con Irán, e Hizbulá en el Líbano. Están muy preocupados de que si el régimen se derrumba en Siria, o se reforma hasta volverse irreconocible, significaría una lenta ruptura del trío sirio-iraní-Hizbulá que ha influenciado el mundo árabe durante más de 10 años.

Esa alianza fue una fuente de inspiración para grupos radicales iraquíes como el Ejército Mehdi, cuyo líder Muqtada al-Sadr a menudo dirigió la mirada hacia el líder de Hizbulá Hassan Nasrallah en busca de liderazgo y guía, y goza de excelentes relaciones con los sirios. Temen que el ascenso de grupos suníes radicales dentro de Siria, como la ilegalizada Hermandad Musulmana, resultaría ciertamente en la obstrucción de lo que sus dirigentes han descrito a menudo como una «media luna chií» que vincule Irán, Siria, el Líbano e Iraq.

En cuanto a ellos, la Hermandad, mediante una alianza con el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, coordina ahora con Occidente el modo de terminar con la influencia iraní en el mundo árabe. Creen que es el motivo por el cual Erdogan inició el diálogo con Hamás en Palestina en 2004, para servir de contrapeso a la influencia de Hizbulá ante los ojos de musulmanes suníes en todo el mundo.

Si la Hermandad resultara reforzada por lo que ocurra en Siria, esto tendría inmediatas repercusiones en Iraq entre los aliados de los grupos islámicos suníes, como el Frente Iraquí del Acuerdo y el Partido Islámico Iraquí, que es el brazo iraquí de la Hermandad.

Ese temor es compartido por el Ejército Mehdi, el Consejo Supremo Islámico Iraquí (SIIC, por sus siglas en inglés), e incluso por influyentes personalidades chiíes como el ex primer ministro Ibrahim al-Jaafari y su sucesor, el primer ministro Nuri al-Maliki. Además, una nueva acta de acusación en el asesinato del ex primer ministro del Líbano Rafik al-Hariri probablemente culpará a cinco altos miembros de Hizbulá, un golpe por encargo contra Irán y sus aliados en la arena iraquí y en todo el mundo árabe.

Los kurdos iraquíes también observan el escenario de Siria con mucho interés. Su máxima dirigencia, incluidos el presidente Jalal Talabani y el presidente del Kurdistán iraquí Masoud al-Barazani, están estrechamente aliados con los kurdos sirios, por haber pasado un prolongado exilio en Siria durante la era de Sadam Hussein.

Al comenzar la crisis, los kurdos sirios fueron aplacados por el gobierno mediante una serie de medidas que incluyó la concesión de la ciudadanía a unos 300.000 kurdos (una demanda crucial desde 1962) y la celebración del festivo kurdo Neirouz por primera vez en décadas.

A pesar de ello, sin embargo, los distritos kurdos de Siria oriental participaron en manifestaciones antigubernamentales, demandando un cambio político y económico y afirmando que su máxima demanda es democracia más que ciudadanía. Hasta la fecha, aunque los manifestantes kurdos de los viernes han aumentado en número, no se han registrado bajas en la comunidad kurda.

Si eso cambia por algún motivo, podría conducir potencialmente a una sangrienta confrontación entre los kurdos y el gobierno, como fue el caso en 2004. Además, hay 12 partidos políticos kurdos en Siria y, aunque no son legales, han sido invitados recientemente a una reunión con el presidente Bashar al-Asad.

Esa reunión no tuvo lugar, y esos partidos están preocupados de que las autoridades no hayan tomado contacto con ellos al principio de la crisis, aunque fueron los que calmaron la calle kurda en 2004. Todos ellos buscan ahora una nueva ley de partidos políticos que se está preparando en Siria, a la espera de ver si sus partidos, que han sido perseguidos durante años por el gobierno, se leglizan en una Siria multipartidista.

Si no es así -sea por motivos políticos o porque no cumplen con los requerimientos legales- podría provocar más problemas en los distritos kurdos, que se propagarían de inmediato a Iraq. También tienen que estar representados en un futuro Diálogo Nacional que debe comenzar en Damasco el 10 de julio, presidido por el vicepresidente Farouk al-Shara.

Ya han esbozado un conjunto de diez demandas que van desde plenos derechos para los kurdos sirios, incluidos los de la lengua, escuelas y cultura, hasta una nueva constitución que reconozca a la etnia kurda en Siria.

Una rápida mirada a la historia árabe muestra que lo que pasa en Egipto frecuentemente se duplica en Siria, y que lo que pasa en Siria a menudo se copia en Iraq.

Si los sirios son imitadores de Egipto, los iraquíes son imitadores de Siria. Egipto se convirtió en un Fatimad (califato); Siria se convirtió en un Fatimad. Egipto estableció un Consejo de Comando Revolucionario en 1952; Siria estableció un Consejo de Comando Revolucionario en 1963. Egipto habló de unidad árabe; Siria se unificó con El Cairo en 1958.

Y en el caso de Iraq, el modelo es similar. Damasco estableció la Dinastía Omeya en 661; Bagdad estableció la Dinastía Abásida en 750, ambas musulmanas. Siria creó una corona Hachemita en 1920; Iraq hizo lo mismo en 1921, irónicamente con el mismo monarca.

Los sirios establecieron un gobierno del Partido Baaz en 1963: los iraquíes hicieron lo mismo en 1968. Lo que pasa en Damasco siempre se refleja indudablemente con una fuerte resonancia en Bagdad. Las manifestaciones callejeras que comenzaron en Siria en marzo probablemente llegarán pronto a Iraq, y asimismo el proceso de democratización y reforma, que los iraquíes todavía ansían desde la caída de Hussein, hace ocho años.

Sami Moubayed es profesor universitario, historiador y jefe de redacción de Forward Magazine.

(Copyright 2011 Asia Times Online (Holdings) Ltd. All rights reserved.)

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MG01Ak01.html

rCR