Lineamientos de la Política Económica y Social aprobados por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba
Los cambios en curso en Cuba como resultado de la aplicación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y de la Revolución, aprobados por el VI Congreso del PCC, si bien tienen claridad y coherencia y su aplicación es un requisito indispensable para avanzar, no están enmarcados en un programa fundamentado en una teoría general de la transición socialista en Cuba que indique además de los argumentos, los alcances y desafíos generales de las transformaciones.
Estos cambios están determinando la aceleración de la transformación de la estructura socioclasista de la sociedad cubana, sin que estén explicitados suficientemente los impactos sociales y políticos que implican e implicarán.
El abordaje de esta importante arista dentro de una teoría general de la transición socialista en Cuba pasa por la necesidad de una comprensión dialéctica de lo que significan las clases sociales y de su complejidad dentro de la estructura socioclasista, terreno en el que el pensamiento teórico de las experiencias socialistas se enfocó más en el lado estructural que en el funcional y no prestó suficiente atención a los factores culturales, subjetivos.
La diversificación de los tipos de propiedad no tiene que verse como una amenaza, sino que puede verse como una oportunidad, pero se necesita apoyar con más recursos humanos y materiales el seguimiento científico de los cambios en curso, de manera que se obtenga información sistemática que contribuya a las medidas correspondientes para asegurar el equilibrio en el funcionamiento del metabolismo socioeconómico de la sociedad.
Se exponen los argumentos acerca de la continuidad de los estudios sobre estructura socioclasista de la sociedad cubana como parte integrante de una teoría general de la transición socialista en Cuba, así como líneas generales de su desarrollo.
INTRODUCCIÓN
Un análisis cuidadoso de los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, denota la existencia de una voluntad política de cambio en una determinada dirección con el objetivo declarado de hacer una economía más eficiente y estable y defender el rumbo socialista de la sociedad cubana. En su desarrollo se van observando incipientes resultados alentadores. Es preciso continuar con el proceso de aplicación y experimentación en curso, irreversible, tal como lo calificara recientemente el Dr. Eusebio Leal. Ser revolucionario hoy -vale reiterarlo- es aplicar los Lineamientos, pero también se aprecia que no queda resuelta integralmente la problemática de los cambios esperados en el modelo social hacia el cual nos encaminamos, en un proceso que -como también afirmara el Historiador de la Ciudad de La Habana-, debe ser profundizado.
Ahora bien, esa problemática tampoco la abordó la Conferencia celebrada meses después del congreso, ni existe hoy el debate, en mi criterio imprescindible, sobre este particular. Un debate que puede y debe tener lugar ahora junto con el proceso de cambios y para el cual no puede haber soluciones previas, y que tampoco puede ser resuelto de una vez, con un único momento de discusión y análisis, ni solamente por los militantes del partido, sino que de debe involucrar a todo el pueblo y ser abierto, organizado y sistemático, transcurrir junto con las experiencias de aplicación de los Lineamientos e involucrar a los ámbitos académico y político, a los medios de comunicación, a las organizaciones sociales y profesionales, etc. Sus premisas deben ser la observancia de los principios socialistas y el respeto a la Constitución socialista de la República de Cuba, sin detrimento que aspectos de ella resulten modificados como resultado del consenso que se alcance.
Solo en líneas muy generales puede construirse cierta imagen del futuro a partir de los Lineamientos. Los conceptos fundamentales del socialismo en Cuba se mantienen con toda claridad, cuando me refiero al modelo social estoy aludiendo al enfoque integral de lo económico, con lo político, con lo organizativo, con lo jurídico normativo, a los límites en diversificación de la propiedad, a la ampliación de las formas de participación ciudadana, a las formas de ejercicio del control popular, al papel que deben jugar los medios de comunicación, a la democracia socialista, al Estado socialista de Derecho, a las relaciones económicas, políticas y culturales con el mundo.
Los rasgos del estado futuro al que se aspira con los cambios en curso estarían delineados en un programa o plataforma programática actualizada. Un elemento fundamental como lo es, por ejemplo, el límite previsto en las proporciones de los diferentes tipos de propiedad y su enfoque global dentro del metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana en transición socialista, sus posibles efectos, etc. es uno de esos rasgos indefinidos en la proyección general. Los Lineamientos no especifican la proporción que alcanzará a corto plazo la producción no gestionada por el Estado, tampoco quedó esclarecido por la Conferencia Nacional del Partido, y es algo que tendrá efectos importantes en la estructura socioclasista de la sociedad cubana.
Otro de los rasgos, muy vinculado al anterior, es el que prefigura esa estructura socioclasista a mediano y largo plazo, asunto precisamente de este breve ensayo. La estructura socioclasista en Cuba y sus cambios han sido por años objeto de estudio sistemático por destacados investigadores sociales del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de Cuba, y su análisis ha sido también promovido por otras instituciones, como es el caso del taller convocado por la revista Cuba Socialista, cuyos contenidos fueron publicados por la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana, en 2003 en un libro titulado «Los cambios en las estructuras socioclasistas» y en la propia revista.iii
Las políticas económicas pueden contribuir a mantener relativamente estables la estructura socioclasista o pueden impulsar sus cambios, propiciando una mayor diferenciación y una movilidad social mayor que es precisamente lo que está ocurriendo ahora. El proceso que tiene lugar hoy, promovido desde la superestructura política, que condiciona una creciente y acelerada movilidad social, no pocas veces traumática para quienes encarnan personalmente los cambios, hace oportuno volver acerca de la necesidad de promover el debate de este particular para actualizar los enfoques sobre tan importante aspecto de la teoría de la transición socialista en Cuba.
El tema es transversal para los ámbitos económico cultural, jurídico normativo, político, ideológico, e incluye tanto lo relativo al diagnóstico, como a la probable evolución de la estructura socioclasista. Su estudio debe continuarse de modo sistemático, sujeto a monitoreo y evaluación periódicos. El socialismo es una sociedad que se construye conscientemente, necesita del enfoque científico y experimental, el único que puede aportar la perspectiva más segura contra la improvisación y la disgregación y reducir el error.
Para la presente contribución considero indispensable una profundización en el concepto mismo de clase social y una aproximación a la caracterización de los cambios que hoy tienen lugar en Cuba y de sus efectos sociales y políticos, desde esa perspectiva, ejemplificando particularmente con los cuentapropistas y los usufructuarios del Decreto-Ley 259.
Una aclaración inicial
Las generalizaciones acerca de las clases sociales como estructuras complejas y dinámicas de la sociedad y de su incidencia en los procesos sociales, conducen a menudo a desestimar su complejidad y dinamismo, a simplificar la realidad irrebatible de que a fin de cuentas las clases sociales solo pueden estar formadas por individuos que no pueden desprenderse de sus experiencias singulares, de sus procesos históricos individuales, de su formación irrepetible a partir de los cuales construyen sus conclusiones y moldean sus actitudes, y les suponen siempre una misma e indiferenciada comprensión de los problemas y reacciones ante estos.
La estructura socioclasista, vista en calidad de abstracción, no es la única que existe, sino que coexiste con muchas otras estructuras también complejas y dinámicas (familiares, jurídicas, empresariales, religiosas, comunitarias, recreativas, mediáticas, gubernamentales, políticas, etcétera.) que interactúan con las personas y los grupos.
Esto vale también a la inversa, cuando se supone que solo incidiendo en las actitudes mediante la comunicación política e ideológica, se van a encontrar las soluciones a las problemáticas sociales. El mismo carácter multifacético arriba aludido condiciona los efectos de las acciones de comunicación, es ahí donde a menudo el discurso comienza a tornarse vacío, desprendido de los interlocutores sobre los cuales se quiere influir. Operan en la persona, no solamente los valores ideológicos, sino también el estado de satisfacción de sus necesidades, las condiciones particulares de existencia, así como múltiples interrelaciones de carácter familiar, grupal, comunitario, que plantean a los miembros de una clase o grupo determinado asuntos complejos que devienen influencias subordinantes en el individuo.
Pretender que desde el discurso se moldeará la mentalidad, sin tener en cuenta el carácter multifuncional de la personalidad y con ello los diferentes procesos y factores que influyen sobre esta, no solo es desaprovechar el tiempo en relación con los objetivos propuestos sino también retrasarlos.
A la hora de elaborar las políticas, la desatención al enfoque complejo de las clases y grupos sociales, a su dinamismo, considerándolas como un objeto dado, plano, homogéneo, choca con el comportamiento concreto de los individuos y grupos que las conforman produciéndose efectos inesperados, no pocas veces indeseados.
Sobre las definiciones y su importancia
Los modos de entender qué es una clase social son diversos, en dependencia de los presupuestos metodológicos de los cuales se parte para definirlas. No obstante, en cualquier caso se tratará siempre de una abstracción, en la que se destacarán unos aspectos y se desestimarán otros, conformándose las diferentes conceptualizaciones que constituyen una reinterpretación de los datos seleccionados.
En la inmensa mayoría de las definiciones de clase social están presentes los rasgos económicos, en algunos casos en calidad de principales, en otros secundarios; algunas definiciones tienen un sesgo más estructural, otras más funcional.
La definición de clase social, como punto de partida fundamental para analizar la estructura socioclasista de la sociedad cubana, explicará de un modo el fenómeno dado, vale decir creará una imagen teórica del fenómeno social realmente existente al que llamamos «clase social», pero no podrá con ello dar cuenta de los comportamientos sociales de sus integrantes, ni explicarlos a partir de esos rasgos empleados para configurar el modelo que se ofrece, dada la enorme complejidad, la infinita cantidad de intermediaciones, de relaciones, de información que intercambian los individuos que -a partir de las características definidas como rasgos- se incluirían como elementos componentes de la clase.
Pero es ahí precisamente donde a la teoría marxista sobre las clases sociales y por ende a la construcción del socialismo le ha faltado suficiente desarrollo, al no haberse comprendido que si bien en su esencia los elementos socioeconómicos constituidos en criterios para definir a la clase están indiscutiblemente presentes, el efecto práctico para la política, para la construcción que tal realidad tiene es regulado además por los diferentes elementos concomitantes que influyen en las estructuras y en los comportamientos sociales. Eso es justamente lo que algunos pensadores de la talla de Pierre Bordieu comprendieron y trabajaron, pero sin que ello haya formado parte de reflexiones serias por la mayor parte de los protagonistas y estudiosos de las experiencias de construcción socialista desde el siglo pasado.
En Marx aparecen importantes rasgos descriptivos del concepto de clase social, de su papel en la historia, de su naturaleza dialéctica, de sus componentes y sus funciones, etc., pero en su obra no encontramos una definición de clase social en términos clásicos de lo que se suele entender por definición, es decir, como delimitación de un concepto que pretende ser lo suficientemente abarcador y descriptivo para ofrecer una imagen más o menos acabada del objeto en cuestión. Incluso, en ocasiones, Marx emplea el término de clase para lo que hoy entenderíamos como un grupo o un estamento dentro de una clase. Así, por ejemplo, en El Capital pueden leerse giros como «la clase de rentistas ociosos» o la referencia a lo que llama «pequeña clase media» e incluir en ella al campesino y al artesano. Tales apreciaciones dejan clara la interrelación dialéctica de los grupos sociales y la dinámica de los conceptos.
Entre las definiciones clásicas que podemos analizar como elemento de partida está la muy conocida de V. I. Lenin, formulada en el texto «Una gran iniciativa», donde emplea y desarrolla los argumentos de Marx para caracterizar a las clases:
«Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que en su mayor parte las leyes refrendan y formalizan), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, consiguientemente, por el modo de percibir y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social.»iv
Pero Lenin no deja ahí su definición, que por cierto no pretendía sentar cátedra respecto de definir las clases sociales, sino explicarlas en función de lo que le antecedía. En efecto, cuando ofrece esa explicación de lo que es una clase social, se había preguntado antes ¿Qué quiere decir «supresión de las clases»?, afirmó que los socialistas reconocen este como un objetivo final del socialismo, y a renglón seguido sostuvo que no todos, ni mucho menos, reflexionan sobre el alcance de tal finalidad.
Por ello, luego de dar esa definición, Lenin retoma su tema central poniendo de relieve lo difícil que resultará esa abolición de las clases y expone sus claves principales:
– Derrocar a los explotadores
– Suprimir su propiedad
– Suprimir toda propiedad privada sobre los medios de producción
– Suprimir la diferencia existente entre la ciudad y el campo
– Suprimir la diferencia entre los trabajadores manuales e intelectuales
y alerta que es algo que llevará mucho tiempo, que necesita un paso adelante «gigantesco» en el desarrollo de las fuerzas productivas y en consecuencia lo difícil de:
– vencer la resistencia de los numerosos vestigios de la pequeña producción y
– vencer la enorme fuerza de la costumbre y rutina que estos vestigios llevan consigo.
Lenin, acorde con las condiciones y características de la época, afirmaba en esas reflexiones que tal capacidad la adquieren los trabajadores solamente en condiciones de la gran producción capitalista, pero también sostuvo que el problema solo puede resolverlo de modo acertado un estudio concreto de las relaciones existentes entre la clase específica que ha conquistado el poder político y lo que llamó «masa no proletaria y semiproletaria de los trabajadores. Relaciones que se dan en medio de una situación de encarnizada resistencia de la burguesía. Es decir, encaminó el tratamiento del problema por la vía científica.
Analizando estos pormenores, es visible que en el concepto de clase que elabora en este texto, Lenin mantiene una perspectiva no solo, pero sí principalmente económica, la refiere esencialmente a la relación con la propiedad de los medios, la posición en el proceso productivo, el modo de participar del producto social y luego el tema de la explotación de una clase por otra. No está excluyendo el lado cultural, está implícito, pero no lo lleva al punto de desarrollar la complejidad sociológica y sociopsicológica del problema.
Una visión integral de cómo Lenin veía las clases sociales, trasciende naturalmente la estrechez del análisis de uno de sus ensayos y requeriría de una investigación más amplia que incluya lo cultural, lo político y otras entradas y enfoques a lo largo de su obra. Sin embargo, lo cierto es que en la investigación científica posterior a Lenin referida a la estructura socioclasista en el socialismo, siempre se partió de esta definición como principio del análisis y se trató de entender a las clases y la estructura que estas conforman en el todo social, ajustado a los límites aproximados a esta definición.
Así, por ejemplo, el Diccionario de Filosofía de la Editorial Progreso publicado en castellano en 1984, al referirse a la definición de clase repite la de Lenin arriba transcritav y al definir a la clase obrera dice:
«Una de las clases principales de la sociedad de nuestros días y fuerza propulsora fundamental del proceso revolucionario de transición del capitalismo al socialismo y comunismo. En el contexto del capitalismo, la C. o. constituye la clase de los trabajadores asalariados, que están privados de los medios de producción, venden su fuerza de trabajo y son explotados por el capital (forman el proletariado). En la sociedad socialista, la C. o. es la clase de los trabajadores de las empresas socialistas pertenecientes a todo el pueblo y constituye la fuerza rectora de la sociedad. El marxismo-leninismo demostró que la C. o., en unión con todos los trabajadores está llamada a cumplir la misión histórica del derrocamiento revolucionario del capitalismo y la edificación de la sociedad comunista sin clases. Este papel de la C. o. está determinado por su situación objetiva en el sistema de la gran producción social, cuyo desarrollo lleva al crecimiento de la composición numérica, la organización y la solidaridad de la C. o. y a que esta tome conciencia de sus intereses (su transformación, de la «clase en sí», en «clase para sí»).»vi
El Diccionario de Comunismo Científico de la Editorial Progresovii define a la clase obrera en términos casi iguales a la definición anterior.
En resumen, tal punto de vista «halaba» la explicación de los cambios dentro de la clase obrera a los límites de la definición de Lenin, sin proyectarse hacia su lado estructural-funcional, sin aportar datos concretos acerca de los cambios en su percepción y comportamiento, sin dar cuenta de su complejidad.
Como contrapartida a esa definición podemos tomar la del Diccionario de Sociología, publicado por el Fondo de Cultura Económica, México, 1987, editado por Henry Pratt Fairchild, que define clase social como «Estrato de la sociedad compuesto de grupos de familias que ocupan una posición semejante. Cf. Camarilla. Todas las personas que se encuentran en un mismo nivel de prestigio y la estimación sociales, y que en consecuencia se consideran como iguales entre sí, forman una clase social relativamente precisa. Cf. clase.»
Este diccionario expone a continuación una serie de factores que contribuyen a fijar o identificar el status de la propia clase social:
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Antecedentes y conexiones familiares.
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Amistades.
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Actitudes morales.
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Grado y tipo de educación.
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Éxitos profesionales.
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Gustos en las formas de gasto.
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Posesión de bienes de consumo.
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Tipo de vocación.
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Grado de prestigio personal.
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Afiliación política, religiosa y racial.
Como es fácil observar la definición de Lenin que es continuidad y desarrollo del pensamiento de Marx sobre las clases sociales, las explica atendiendo a su papel en la economía, su posición en la división social del trabajo y particularmente respecto de la propiedad sobre los medios de producción y su misión histórica. Los factores que expone el diccionario de Pratt Fairchild no aparecen en el enfoque leninista del tema, mientras que los económicos aparecen en este diccionario solamente de modo tangencial y en lo tocante a la posesión de bienes de consumo y las formas de gasto.
Hay muchas otras definiciones que pueden exponerse, pero bastan estas para comprender los dos ángulos del problema, uno que se concentra en la esencia económica, otro que aprecia lo relacionado con elementos concomitantes a los factores económicos.
La de Lenin permite comprender las clases sociales en lo más esencial, en la sujeción cotidiana a determinado tipo de metabolismo socioeconómico, sin explicar exhaustivamente lo que de ello se puede desprender, la del diccionario de Pratt Fairchild explica las clases sociales, haciendo abstracción del aspecto económico, remitiendo el tema a la posible existencia de muchas clases diferentes, en correspondencia o en dependencia de los factores concomitantes que enuncia.
Pero en la sociología de los países socialistas poco se hizo para superar esta brecha, por ejemplo, siguiendo la definición Leninista, el sociólogo berlinés Rudi Weidig definió a la clase obrera en el socialismo como:
«…la clase que, con su trabajo físico e intelectual, consuma el proceso de reproducción material basado en la propiedad socialista de toda la sociedad. En este sentido, ella es la portadora directa de la propiedad socialista de toda la sociedad y la productora de la mayoría de los valores materiales de la misma.» viii
Y luego le atribuye cualidades naturales:
«Debido a este puesto, o bien a esta función específica en la organización social del trabajo -precisamente de relación directa con el proceso de producción material y con la producción de mercancías materiales- se forman rasgos determinantes de la cualidad social de la clase obrera tales como la disciplina, la organización, su solidaridad, su interés de clase, su modo de vida, su ideología, etc. Todas ellas son cualidades sociales e ideológicas que caracterizan a la clase obrera, que hacen objetivamente posible y necesario su papel dirigente en la sociedad, que la capacitan para la creación histórica…»ix
A continuación Rudi Weidig explica que precisamente por estas mismas cualidades -incluso en el socialismo- se diferencia «de los campesinos cooperativistas y del estrato de los intelectuales, aunque este último tenga una relación social básica, con respecto a la propiedad socialista de toda la sociedad, incluso igual a la de la clase obrera.»x
Ampliando su definición, el sociólogo Weidig añade que «La determinación socioeconómica de la clase obrera es, en último término, la definición primaria, pero no la única. La clase obrera, en el socialismo, es al mismo tiempo la dominante, la clase dirigente de la sociedad. Y esta función social la ejerce exitosamente en todos los campos…»xi
Si estas determinaciones estaban dadas por la posición social de la clase obrera en la sociedad de la RDA, cabe preguntarse por qué fue generalizado en ese país el rechazo al sistema social que terminó derrumbando el muro de Berlín. Le siguen a ello las preguntas: ¿Era realmente así la clase? ¿Si era así, era la clase realmente dominante?
Ocurre que no se prestó suficiente atención al conjunto de múltiples factores que tienen que ver con el comportamiento social, amén del modo en que se ejercía el poder real y se vivenciaban las responsabilidades. Hubo una interpretación mecanicista, que conducía no pocas veces a esperar actitudes homogéneas frente a una política, una orientación, una decisión.xii
El propósito estratégico de la sociedad socialista de abolir las diferencias entre las clases y estratos, acercarlos hasta eliminarlas, parte ante todo de reconocer las diferencias realmente existentes y no solo entre las clases sino dentro de lo que se entiende como una clase social o un grupo social, por ejemplo, lo que se comprende como clase obrera, clase campesina, o la intelectualidad. Lenin, en la perspectiva de esta finalidad vaticinaba la necesidad no solo de abolir la propiedad de los explotadores capitalistas, sino toda propiedad privada de los medios de producción, más aún: acabar con las diferencias entre la ciudad y el campo, y entre el trabajo manual y el intelectual.
En el caso de lo que se comprende bajo el concepto de clase obrera, si el criterio principal es el de alguien que trabaja y recibe por su trabajo una determinada remuneración más o menos equivalente o proporcional a este, entonces entrarían dentro de la clase obrera tantas diferencias como las que existen entre el director de una empresa y el empleado de limpieza, entre el piloto de un avión de pasajeros y el sobrecargo, entre el presidente del poder popular de una provincia y el panadero de la comunidad, entre el diplomático y el chofer de la embajada, entre el chofer de una embajada en el exterior y el chofer de un director de empresa. Súmese a ellas el sistema de relaciones de las personas, por ejemplo, las familiares, el hijo de un ministro que trabaja como mecánico en un taller, el mecánico jubilado que vive en un lugar céntrico de la capital del país y el que vive en una cooperativa agropecuaria, y un largo etcétera, que da cuenta de las múltiples tendencias diferenciadoras.
Pero están también los procesos homogeneizadores, por ejemplo los que se producen por la influencia de la educación institucional o la de los medios de comunicación social, o la de la opinión pública, o las políticas sociales que igualan en una serie de aspectos a personas de diferente ubicación en la estructura socioclasista de la sociedad, o las normas éticas y legales. A ello me referiré más adelante.
Tanto los procesos diferenciadores, como los homogeneizadores trascienden la visión de la clase como elemento indiferenciado, portador de propiedades y valores «dados».
Lo anterior no significa que no haya una correlación entre la vida ligada al ámbito general de lo que se comprende como una determinada clase social y las actitudes de las personas, solo que esta no es nunca directa, es mediada. En la base de esta relación está naturalmente el imperativo de la reproducción de la vida. Los presupuestos que definen la pertenencia a una determinada clase social se refieren a factores que crean hábitos, tradiciones, moldean actitudes, definen intereses que juegan un papel importante en las reacciones de las personas y esa correspondencia es particularmente notable en el posicionamiento político y en la elaboración de estrategias individuales, familiares, colectivas y grupales. En otras palabras, las estructuras realmente existentes y la mentalidad de los integrantes de los diferentes grupos sociales están en una relación indisoluble, pero impura, contaminada por numerosos factores, entre ellos también su historia, las experiencias acumuladas, en lugar y condiciones en los que vive, los compromisos y dependencias y no solo lo que se presenta en un momento dado condicionando un determinado posicionamiento. De hecho la información que recibe el sujeto, el individuo, la procesa siempre con arreglo a los patrones mentales ya formados, precisamente una de las realidades más difíciles de cambiar, pero esos patrones no son resultados automáticos de la pertenencia clasista.
En las condiciones del predominio de los conceptos neoliberales del capitalismo tardío, además de una práctica material dirigida a la desregulación del trabajo, desconocer los derechos, la espada de Damocles del despido y su aplicación fría, está toda una labor ideológica y psicológica dirigida a jerarquizar el interés individual y el egoísmo, produciendo un verdadero clima de terror laboral en el que los trabajadores de un mismo lugar terminan siendo enemigos, compitiendo con la misma psicología con la que lo hacen los capitalistas. Esta práctica conduce al debilitamiento de la clase, de sus organizaciones y de su conciencia frente a la amenaza del capital.
Pero también se debilita la cohesión de la clase, su conciencia y su papel social en las condiciones de predominio de la propiedad social socialista, cuando se enajena su derecho de participación aunque se les exija que desarrollen una conciencia de propietarios colectivos, cuando el modo de apropiación que es la base real de la conciencia de propietario no se vincula a su papel en la producción de bienes y servicios, sino a criterios burocráticos centralmente definidos, que no se corresponden con lo que requiere el metabolismo socioeconómico. Es ahí donde también se expresa la desconexión entre la actividad socioeconómica y la labor política e ideológica y la infuncionalidad del sistema que propende así a la enajenación.
Esos factores que podemos llamar extraeconómicos a falta de una mejor denominación, son los únicos que contribuyen a explicar por qué muchos integrantes de la clase obrera alemana se sumaron al proyecto de dominación mundial pautado por el imperialismo alemán, en lugar de combatirlo, rechazarlo de plano. Y nuevamente ese mismo tipo de factores influyó fuertemente en el desenlace que llevó a gran parte de la clase obrera alemana a rechazar el socialismo en la RDA. En los dos casos obraron en contra de los intereses «correspondientes a su clase».
El escaso estudio de esos factores, el dar las espaldas a las diferencias, responde a un pensamiento aletargado, burocrático, facilista, porque aparenta «que todo marcha bien», pero no por desconocerlas las hace desaparecer, muy por el contrario las propicia al no tener una gestión positiva, creativa, frente a ellas, no en el sentido idealista de proponerse «eliminarlas», sino en el realista de tenerlas en cuenta para la elaboración de las estrategias políticas integrales desde las perspectivas económica, jurídica, organizativa, cultural, ideológica, para contrarrestarlas, compensarlas.
La existencia de esos factores diferenciadores constituye la riqueza de lo realmente existente y su reconocimiento constituye la riqueza del análisis de las clases sociales. La elaboración de la política económica, por ejemplo, será más o menos eficiente, en la misma medida en que reconozca o no la existencia de esas diferencias. No puede verse al campesinado, a los cuentapropistas o a la clase obrera, etc. como una totalidad cual si cada una fuera un sujeto individual, tratamiento bastante frecuente. Cuando se hace esta generalización y se reifica la abstracción en calidad de sujeto individual se está planteando la relación de que se trate de modo equivocado. Por ejemplo, cuando se dice que «la clase obrera busca alianzas con otras clases», o «la clase obrera es consciente de…», «la clase obrera sabe cuáles son sus intereses…», se desconoce la multidiversidad de características, apreciaciones, formaciones, conciencias, etc. formulaciones que tienen sentido en el plano de la movilización política, pero no en el del análisis científico.
Las estructuras sociopolíticas que se desarrollan en los ámbitos de existencia de la clase obrera y que declaran que responden a sus intereses, actúan en representación de la clase y, naturalmente, serán más o menos participativas o autoritarias en función de los mecanismos de interacción que practiquen para canalizar las voluntades de las mayorías a las que proclaman responder. Y eso implica estudiar las relaciones de poder, las articulaciones y dependencias de esas estructuras en relación con los obreros. De últimas podrá hablarse con propiedad de una clase en la medida en que los integrantes de su estructura comprendan lo que los identifica y diferencia, lo que son sus intereses, derechos y deberes. Pero los niveles de conciencia, las características de esta, también presentan una gran diversidad.xiii
Al analizar una clase en concreto, por ejemplo, la clase obrera, hay que verla al menos en dos planos, como elemento o componente estructural complejo de la sociedad y como sujeto social complejo, ambos planos indisolublemente vinculados entre sí y solo separables en la abstracción.
En tanto elemento estructural la clase hay que verla como fenómeno social complejo, heterogéneo, revelador de una estructura diversa, con numerosos componentes diferenciados por el papel concreto en el proceso productivo, características locales, grupales e individuales, niveles de preparación, tradiciones, costumbres, experiencia de vida, etc.
Como sujeto, es imprescindible estudiar la conciencia que tienen sus diferentes componentes acerca de su significado social, su cultura política, ideología, valores compartidos, su posicionamiento político, su preparación y capacidad de participación en la gestión económica-productiva y en la vida política. Cuando se expresa el concepto de «clase para sí» no debe entenderse de modo unívoco, como si se tratase, como se aclaró arriba, de un único individuo, sino como concepto abstracto que implica un objeto social de gran diversidad y complejidad.
Como resumen de los argumentos arriba expuestos podemos señalar que:
– La aplicación de las políticas contenidas en los Lineamientos acelera, amplía y regula el proceso de recomposición de la estructura socioclasista de la sociedad cubana que ya venía experimentando importantes cambios diferenciadores dentro de las clases y grupos sociales existentes y en la estructura en su conjunto.
– El enfoque de la estructura socioclasista de la sociedad cubana actual debe poner el énfasis en el análisis de los elementos diferenciadores de las clases y grupos sociales, junto con los rasgos que identifican de manera general a sus componentes.
– Se requiere un seguimiento riguroso del comportamiento de la estructura socioclasista de la sociedad cubana y de las clases y grupos sociales que la conforman como componente fundamental del desarrollo de la teoría general de la transición socialista en Cuba y para la argumentación de las políticas.
¿Los cuentapropistas son una clase, un grupo o un estamento?
Entre los modos principales mediante los que se produce la influencia de un componente de la estructura socioclasista en otro y viceversa en el plano de la vida cotidiana de la sociedad está fundamentalmente la comunicación, la cual puede ser más o menos influyente en función de los argumentos empleados en la elaboración de los mensajes que se intercambian, la intensidad de los mensajes, el grado de conocimiento de los interlocutores, las condiciones específicas de la comunicación, pero de suyo se comprende que en la práctica política resulta importante el volumen de información y no solo la calidad, su contenido.
Fueron Marx y Engels los que afirmaron en «La ideología alemana» que las ideas cobran fuerza material cuando se apropian de la conciencia de la gente. Cuando se produce un decrecimiento de los integrantes de una clase, estamento, estrato, grupo disminuyen también los niveles de comunicación interpersonal con los integrantes de otras clases y grupos sociales, la influencia de su psicología en los comportamientos de otras personas decrece y a la inversa. Por esta razón, la influencia de los cuentapropistas en la sociedad se produce por la imagen que estos proyectan en ella, pero además el crecimiento del sector cuentapropista en Cuba implica también el crecimiento a través de la comunicación cotidiana de la influencia en la población de su psicología en la que está presente la potenciación del interés individual que suele generar la combinación de su dependencia del mercado y su no pertenencia a colectivos que compartan una relación común hacia la propiedad de los medios con los que trabajan.
Este enfoque no pretende ni mucho menos un abordaje peyorativo de su papel en la sociedad, el cual es necesario, positivo, complementario dentro de todo el metabolismo socioeconómico, sino tener en cuenta que junto con ello están presentes también los rasgos particulares que genera su posición social.
Aunque no se le llame «clase», sino «grupo social», «estrato», «estamento» o de cualquier otro modo, se trata de personas que comparten rasgos comunes y lo harán de modo creciente y más homogéneo en la medida en que transcurran sus historias personales en ese papel.
Los trabajadores por cuenta propia tienen hoy diferentes orígenes, entre ellos están:
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Los registrados hace años.
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Los que han ejercido la función hace años sin registrarse y se registraron.
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Los que han ejercido la función hace años y no se han legalizado.
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Los que se integran nuevos como resultado de la voluntad expresada en los Lineamientos de hacer más eficiente al Estado y estimular el mercado interno.
Entre las semejanzas que estos trabajadores por cuenta propia comparten están las siguientes:
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Posición ante el Estado y las leyes.
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Posición en el mercado ante los clientes.
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Posición diferente entre los demás trabajadores.
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Demandas personales diferentes.
Estos son elementos que los trabajadores por cuenta propia no pueden cambiar a voluntad, para ellos son dados. Una vez que se es trabajador por cuenta propia, hay que cumplir las obligaciones que establece la ley, no están atados a la disciplina del trabajador vinculado al Estado, los clientes los perciben como alguien que debe ser estrictamente controlado, con quien hay que discutir precios, calidad, tamaño, peso, etc. y que eventualmente intentará hacer valer sea como sea sus intereses; además se verán fuera de un colectivo laboral determinado, sin su influencia, dependientes solo de su gestión, de su esfuerzo y el de su familia y trabajadores vinculados.
Esa práctica repetida pone en un plano particular la contradicción elemental entre los intereses individuales y los intereses sociales, contradicción requerida de constante atención, ya que sus manifestaciones pueden llegar a ser antagónicas en la medida en que los proyectos sociales no contengan las aspiraciones individuales y grupales de las personas. Tales rasgos de su cotidianidad, a fuer de repetidos, van desarrollando una psicología y un auto-reconocimiento como tales trabajadores por cuenta propia.
A escala territorial, con el crecimiento de los trabajadores por cuenta propia se producirá una inevitable sinergia, aparecerán múltiples vías de comunicación y de cooperación, compartirán inquietudes muchas veces comunes. Esos canales de comunicación crecerán y se desarrollarán no solamente en el barrio, en el territorio, sino también en las organizaciones, en los espacios sociales y políticos.
Estos elementos continuarán conformando la conciencia de pertenecer a un grupo de personas afines que van alineando sus puntos de vista, van generando articulaciones relativamente estables que pueden llegar a cobrar formas orgánicas, sean estas oficialmente reconocidas y registradas o no. En la medida en que el sistema social en su conjunto canalice sus inquietudes y necesidades particulares, y regule eficientemente su actividad, es de esperar que esos acercamientos sinérgicos tiendan a ser menos aglutinadores y a la inversa.
Las políticas sociales constituyen uno de esos importantes elementos niveladores. Los trabajadores por cuenta propia, como cualquier otro ciudadano reciben prestaciones del Estado, aunque no trabajan en sus estructuras. Tienen educación gratuita, atención médica gratuita, gozan de seguridad social y ciudadana, sus derechos políticos son iguales, de manera que si bien por un lado se distinguen del resto de la población, por otro se igualan.
A ello debe añadirse el adecuado tratamiento sociopolítico como parte de todo el contingente de trabajadores que producen los bienes materiales y espirituales que la sociedad necesita y lo hacen dentro de los cánones del sistema socialista. De hecho, aunque la modalidad escogida para sindicalizarlos dentro de las ramas afines a la labor social que realizan puede resultar eficiente desde el ángulo del trabajo sindical, no por ello significa que el dueño de un paladar y los cocineros reaccionarán igual que los cocineros de un restaurante administrado estatalmente.
Antes bien, los cuentapropistas, particularmente los que se identifican dentro de la misma modalidad del trabajo por cuenta propia, se identificarán en sus intereses particulares y estará presente la tendencia a coordinar en diferente medida sus acciones, sea dentro de una organización o de modo grupal, frente a la sociedad civil o al Estado.
Las diferencias internas del sector de los cuentapropistas se determinan sobre todo por la función económica que realizan (por ejemplo ser elaborador de alimentos ligeros, productor de artesanías, albañil o chofer de alquiler), pero cabe destacar una diferencia principal: los cuentapropistas que crean nuevos valores y los que se dedican a comerciar con bienes ya creados, aunque incorporen valor agregado cuando su función implica un servicio socialmente necesario. El hecho de producir nuevos valores de uso y de cambio, influye en el posicionamiento social de estos cuentapropistas y de su modo de relacionarse con el resto de la ciudadanía, que difieren del que se dedica a revender lo ya producido, por más que ello también significa un servicio y que con el tiempo la propia relación oferta – demanda decantará lo que resulte innecesario.
Otro ejemplo, el de los usufructuarios acogidos al Decreto 259
Cuando observamos los efectos del decreto Ley 259 y su posterior modificación, vemos que esta política económica también está motivando a que trabajadores pertenecientes a otras áreas pasen a formar parte de un estrato social en el que al igual que las UBPC tendrán en usufructo una superficie determinada de tierra cultivable, pero de forma individual, con su familia y eventualmente algunos otros trabajadores.xiv
De hecho los que tienen tierra en usufructo establecen con el Estado una relación de mutua dependencia: la sociedad, a través del Estado socialista, ha facilitado a trabajadores individuales la explotación de tierra que es propiedad social para una función socioeconómica de beneficio individual, mientras espera el incremento de la producción de alimentos y con ello el doble efecto de disminución de importaciones y creación de fuentes de trabajo y de riqueza y generatriz del saneamiento de las finanzas internas.
De hecho podemos reconocer, entre los trabajadores agropecuarios, los grupos diferenciados siguientes:
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Campesinos individuales.
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Campesinos agrupados en CCS.
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Campesinos cooperativistas de CPA.
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Trabajadores de las UBPC.
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Trabajadores adheridos al decreto-ley 259.
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Trabajadores que cooperan bajo diferentes formas con todos los anteriores.
Son conocidas las diferencias entre los campesinos individuales, los agrupados en CCS y CPA, así como los trabajadores de las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, todos ellos están dentro del ámbito de la producción agropecuaria y comparten naturalmente muchos rasgos comunes, pero presentan situaciones diferentes, en dependencia de su relación con la propiedad y sus condiciones de vida y de trabajo.
La nueva figura es la de los trabajadores usufructuarios de parcelas de tierra al amparo del Decreto 259, que tienen rasgos comunes con los trabajadores por cuenta propia, pero se diferencian en que dependen de modo directo del Estado que les ha viabilizado la explotación de la tierra y que puede -de acuerdo con lo que establece la ley- terminar esa relación para salvaguardar los intereses de la sociedad en su conjunto.
Al igual que los trabajadores por cuenta propia protagonizarán procesos sinérgicos de diferente magnitud e intensidad, y se irán auto-reconociendo como grupo con intereses comunes. Estos trabajadores tienen hoy la particularidad de estar no solo económica, sino políticamente estimulados por la importancia estratégica que tiene la producción nacional de alimentos y la necesidad de disminuir las importaciones.
Hay más ejemplos
Además de los dos ejemplos anteriores de grupos sociales diferenciados cabe mencionar también a los ubepecistas, a los campesinos de las CPA, a los artistas, etc. Cuando se emplea el término estructura socioclasista, se comprende específicamente a grandes grupos humanos. Desde una perspectiva amplia, hay que considerar que en la sociedad cubana, como en cualquier otra sociedad, se forman grupos afines que devienen funcionales en determinadas circunstancias y que no necesariamente responden a una ubicación dentro de una clase social, estrato o estamento. Pueden constituirse a partir de la localidad en la que viven, los grupos de amigos, los vínculos culturales, religiosos, etc.
Las personas que detentan puestos de dirección, por ejemplo, por más diversos que estos sean, crean una psicología particular en correspondencia con el tipo de actividad social que realizan, los vínculos que desarrollan, sus responsabilidades, su papel en las decisiones, en el trato con las personas que dirigen, los medios de que disponen, su concepto del tiempo, el distinguirse de los demás por el papel que asumen y representan. También la sinergia que se produce en un territorio, rama de la actividad económica o política entre estas personas de similares características psicológicas, constituyen redes de relaciones e influencia específicas.
Cuando estas posiciones se hacen estables y duraderas, esas articulaciones funcionales pueden constituir ejes notables de acciones coordinadas con impacto de disímil carácter e importancia en la sociedad y al margen del movimiento habitual de esta, trascendiendo los espacios acostumbrados, oficiales. Una de las decisiones políticas recientemente adoptadas, la referida a la permanencia solo por dos períodos en una misma función, constituye un importante factor de control para evitar no la adaptación y el conservadurismo.
La estructura socioclasista y la cultura
El reconocimiento de la sociodiversidad que se observa en un conjunto de personas que puede ser incluido dentro de diferentes conceptos de grupo, clase, estamento, estrato, y de las múltiples interrelaciones entre estos conduce a otro lugar común ya abordado: es imposible asumir la idea que tienen todos los mismos conocimientos, valores, actitudes, cultura.
La diversidad se expresa en sus percepciones y acciones y en la comunicación que se produce entre los diferentes institutos sociales y estos conjuntos y de ellos entre sí.
Desde esta perspectiva, poco importa cuáles sean las palabras para designarlo, es decir, si estamos o no ante una «clase social» o un «estamento», o un «estrato», y pasa a un primer plano el papel que estos conjuntos pueden jugar en el equilibrio social y en consecuencia, el estudio de sus características, de sus necesidades materiales y espirituales, para elaborar las decisiones respecto de las políticas.
Entre las vías y medios para compensar en lo posible la acción negativa de las diferencias realmente existentes y, en la actualidad, crecientes a partir de la aplicación de los Lineamientos, hay 4 que considero fundamentales, algunas ya explicadas, pero que resumo ahora: la legalidad, las políticas sociales y la educación, la actividad política, todo como parte de la adecuada articulación de las actividades socioeconómica, organizativa, jurídica normativa e ideológica política.
l. El marco jurídico debe contener los límites socialmente consensuados a la propiedad sobre los medios de producción y de servicios y a los mecanismos de la actividad económica, así como debidamente esclarecidos todos los derechos, incluida la canalización legal del derecho de los trabajadores a no trabajar donde y cuando no quieran hacerlo. El derecho a la huelga, hasta hoy vigente en la sociedad cubana y amortiguado por el probado papel del Estado socialista cubano a favor de los intereses de los trabajadores, tendrá que ser reevaluado en la configuración futura de la estructura socioclasista. Junto con ello, el marco jurídico debe garantizar el arsenal de instrumentos para evitar que la propiedad privada se expanda a contrapelo de la ley, mediante «pactos de caballeros», incrementando el poder económico individual.
ll. Las políticas sociales deben encargarse de mantener los niveles adecuados y posibles de igualdad en la distribución del producto social en particular el sostenimiento de la educación y la atención médica universales y gratuitos y la seguridad social, además de otras que atiendan las necesidades de la niñez, de la juventud, de las personas en la tercera edad, y de los sectores más vulnerables. Por el hecho de la universalidad y efectos de las políticas sociales, hay que prestar a estas la atención principal pues ellas juegan un importante papel nivelador que de no existir terminarían exacerbándose las diferencias entre los distintos componentes de la estructura socioclasista. No es con caridad o asistencialismo que se compensarán las desigualdades, sino con el derecho y las políticas sociales.
Si bien las políticas sociales juegan un importante papel nivelador de estas diferencias, desde la educación gratuita e igual para todos (incluyendo el papel simbólico que juega en la educación básica el uso del uniforme escolar), el acceso a la atención médica sin distinción por el lugar que la persona ocupa en la división social del trabajo, y otras prestaciones, con ello no se eliminan todas las diferencias. Quien tiene mayor influencia en la sociedad (personal, familiar, política, sentimental, etc.) puede recibir estas prestaciones de modo privilegiado dentro del propio sistema, lo cual forma parte de las desigualdades sociales persistentes. Estas prestaciones privilegiadas pueden ser más naturales, lógicas, dadas por diferentes grados de cercanía y compromiso entre las personas o formar parte de un intercambio de favores de diferentes características. Será necesaria la elevación de la calidad del servicio, de manera que alcance igual nivel para todos.
lll. La reproducción de los valores socialistas a través de los diferentes institutos sociales y políticos con responsabilidad en la educación y la formación ciudadana y en el ejercicio de su participación consciente será el correlato ideológico de la juridicidad vigente y de las políticas sociales. Con ello se dotará de visión de conjunto al ciudadano, se explicarán las razones de las políticas y se retroalimentarán las acciones políticas con los puntos de vista, criterios, aspiraciones y demandas ciudadanas.
lV. La actividad política, particularmente el control popular, la vigilancia política y ética, que debe ser ejercida no solamente como parte de la exigencia para que haya sujeción a la ley y los principios, sino también para alertar cuándo se necesiten nuevos cambios.
No hay socialismo sin predominio de la propiedad social
El enunciado del título repite uno de los presupuestos fundamentales de la construcción del socialismo, planteado por los clásicos en diversos documentos escritos, entre los cuales está Principios del Comunismo de Federico Engelsxv. En efecto, toda sociedad que se encamine hacia el socialismo tiene que tener una política definida respecto de este tema cardinal.
Sin embargo debe destacarse que en las prácticas socialistas, incluida la de Cuba, se identificó propiedad social como propiedad estatalmente gestionada o administrada, que es solamente una de sus muchas formas de existencia, entre las cuales está también la propiedad en usufructo, la propiedad cooperativa, las asociaciones productivas, etc.
En lo adelante es de esperar que continúen los cambios en la estructura de la propiedad dentro del metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana, pero es parte importante del debate social la definición de los límites de la participación del Estado en la gestión económica, así como la dirección de los cambios. La preservación del rumbo socialista determina que estos no pueden propiciar la participación privada en la gestión al punto de inclinar la balanza hacia el mercado y extender su lógica y su filosofía y que estas dominen la cotidianidad ciudadana. Por tanto no se trata solamente de resolver el problema «económicamente», y en ese plano, parcialmente, sino que hay que construir los vasos comunicantes para que fluya ese metabolismo en dirección socialista, lo cual implica mantener siempre al mercado subordinado a la planificación, la cual «se iría de las manos» si predomina la propiedad privada.
El incentivo para desarrollar la economía no debe ser estimular el enriquecimiento individual de las personas, sino el reconocimiento cabal de sus capacidades y encontrar los modos para que esas capacidades sean retribuidas con justicia. En el socialismo es ético que quien trabaje más y con mejores resultados debe recibir más en correspondencia con esos aportes.
La política económica implícita en los Lineamientos tiende a una mayor heterogeneidad de la propiedad sobre los medios de producción de bienes y servicios y a un mayor espacio a las relaciones mercantiles.xvi Ello está señalando que se está produciendo una mayor heterogeneidad también de la estructura socioclasista de la sociedad cubana y se está evidenciando mejor la heterogeneidad ya existente, cuyos efectos ideológicos, sociales, culturales y políticos como ya apuntamos deben ser sistemáticamente estudiados, en función del perfeccionamiento y la eficiencia de esas propias políticas.
Los cambios en las formas de propiedad estimulados actualmente por la política económica plasmada en los Lineamientos incluyen la contratación de fuerza de trabajo en proporciones limitadas por la ley, lo que significa que alguien que detenta una determinada forma de propiedad por pequeña que esta sea y emplea mano de obra, se está sirviendo de esa fuerza de trabajo para sus finalidades individuales, por más que se ciña a la ley y lo haga del modo más justo posible. En términos teóricos a ello se le llama explotación de la fuerza de trabajo por más que sea a esa escala y la relación que existe ahí es la de dueño y empleado. Esa realidad no es nueva en la sociedad cubana revolucionaria, ha estado presente en formas individuales de propiedad (por ejemplo la tierra de los agricultores pequeños) y en las empresas mixtas en las cuales el capital extranjero se ha servido de la explotación del trabajo para sus intereses particulares.
Ahora bien, en la propiedad social estatalmente gestionada, cuando no se elimina la enajenación del trabajo, también se produce un fenómeno de cierto modo similar. Aunque no puede calificarse de explotación del hombre por el hombre, sí hay rasgos comunes con esta, entre ellos, la decisión respecto de la inversión, es decir, en qué se emplea el resultado del trabajo, los criterios de distribución del producto social, acciones estas en las cuales tiene derecho de participación el productor y aunque se hagan a nombre de la sociedad y con la mejor de las intenciones para con ella; si no media su participación devienen enajenación del trabajo.
Es indiscutible que un paso fundamental en la transformación de la estructura socioclasista lo constituye el proceso de recuperación para el polo trabajo (en la contradicción capital-trabajo) de los medios de producción que estaban bajo el régimen de propiedad privada. Pero ese paso no elimina la enajenación. Del mismo modo que la posición de los trabajadores y su condición de clase no se puede definir solo por la relación económica, la enajenación que se produce por esta relación tampoco se puede eliminar simplemente por el hecho de recuperar la propiedad que era privada, de sacar del metabolismo productivo a los capitalistas dueños de los medios de producción. La enajenación puede continuar bajo nuevas formas si los trabajadores no tienen participación real en la dirección del proceso productivo, en las decisiones sobre la distribución de las ganancias, si no se logran transformar realmente en dueños de los medios.
Lo anterior es algo mucho más difícil de ver que el robo, la corrupción, el desvío de recursos, que también son formas de enajenación de los resultados del trabajo, pero más visibles, más evidentes y tratables jurídicamente, que las otras que entran en el terreno de los criterios políticos y las formas organizativas vigentes en la sociedad.
El control que se puede ejercer sobre el robo y la corrupción en condiciones en que la forma de enajenación señalada primero esté vigente, solo resuelve una parte del problema. La otra depende de realidades estructurales de orden socioeconómico y sociopolítico, de mayor complejidad. Me refiero a que en las condiciones del mundo de hoy, no todas las decisiones importantes pueden ser tomadas en los colectivos laborales, o consultando a todos los colectivos laborales. Hay decisiones que por su dinamismo o por su envergadura y complejidad hay que tomarlas en las estructuras especializadas, independientemente de la posterior rendición de cuenta y análisis crítico de estas, pero la estructura orgánica de cada colectivo en el conjunto del sistema del metabolismo socioeconómico de la sociedad, debe estar construida de modo tal que se pueda realizar sistemáticamente la condición de propietario colectivo, lo cual implica formas directas de apropiación del producto social de cada colectivo, establecidas por consenso y de acuerdo con la ley y mayor responsabilidad socioeconómica del colectivo laboral respecto de su actividad.
Las decisiones que se toman en las estructuras especializadas, sujetas luego a la rendición de cuentas y el análisis crítico sobre su grado de acierto o error, tienen que ceñirse a los principios establecidos por la Constitución y las leyes. El ejercicio del derecho de participación de los trabajadores, se produce tanto a escala de las grandes decisiones de las políticas nacionales (un ejemplo paradigmático es el debate de los propios Lineamientos, o el debate necesario sobre el modelo de sociedad al que se aspira), como a escala del colectivo laboral en lo que concierne a su papel como responsables ante la sociedad del funcionamiento eficiente de ese segmento de propiedad social en las que ejercen su papel económico.
Pero a escala del colectivo laboral, si no están resueltos los problemas estructurales que permitan que el trabajador se auto-identifique como propietario colectivo, se debilitará hasta perderse el sentido del ejercicio del control de estos sobre las decisiones, su condición de propietario colectivo se alejará y podrá verla solamente en las prestaciones que recibe a través de las políticas sociales, generalmente consideradas «dadas», naturales; en resumen, sus derechos serán sustituidos por las estructuras.
La heterogeneidad no es una amenaza
Ahora bien, el hecho de una mayor heterogeneidad socioclasista de la sociedad cubana tampoco debe ser visto como una amenaza, sino como una oportunidad y esto en dos planos.
En primer lugar porque el proceso de diversificación de la propiedad transfiere a la ciudadanía responsabilidades económicas que antes correspondían al Estado, por lo que puede entenderse también como un proceso de democratización de la actividad económica. Naturalmente, tal como ha sido apuntado arriba, el ejercicio de esa actividad económica de manera individual o por pequeños grupos, sigue sujeta a toda la reglamentación legal establecida por el Estado en representación de los intereses de la sociedad en su conjunto, pero el papel social que juegan estas formas de propiedad implica un incremento de las responsabilidades económicas de la ciudadanía. No quiere decir eso que la democratización de la actividad económica queda resuelta con ese descargo del Estado hacia la sociedad civil, mucho más importante es la reorganización de la actividad económica estatalmente gestionada para ampliar la participación de los colectivos laborales integrados por trabajadores asalariados, pero la ampliación de las responsabilidades económicas a través de la diversificación de los tipos de propiedad es un importante complemento de este proceso.
En segundo lugar porque propicia el desarrollo de una subjetividad, de una cultura cívica mucho más enriquecida que debe tener como tarea sistemática de los institutos ideológicos de la sociedad cubana, la escuela, los medios de comunicación, las organizaciones políticas, la de promover los valores de la ideología de la revolución cubana, el patriotismo, el internacionalismo, la solidaridad, la equidad, la justicia social, la honestidad, el rechazo al burocratismo y la inercia, el derecho socialista, la participación, el diálogo, la tolerancia, el concepto del conflicto como algo consustancial a la naturaleza humana y su reconocimiento como paso elemental para su superación, fortalecer y desarrollar en su esencia y diversidad la identidad cultural de los cubanos, la responsabilidad por el futuro, por la preservación de la salud mental y física del pueblo, por la preservación del medio ambiente, etc., componentes todos de la cultura cubana cuya calidad los hace compatibles con los diferentes elementos estructurales de la sociedad y que resultan necesarios para salvaguardar la cohesión, la articulación social capaz de blindar a la nación contra la eventualidad de un retroceso capitalista.
Con estas vías, más el activismo social y político, el control, el papel vigilante de los medios de comunicación, las auditorías, etc., puede asegurarse que como tendencia coexista junto con las relaciones mercantiles incrementadas un camino hacia la superación de los efectos de esas diferencias.
No obstante, la eliminación de todas las diferencias requerirá a todas luces como premisa básica la elevación general del nivel de satisfacción de las necesidades materiales y espirituales. Aun con todos esos factores combinados no podría hablarse de una total eliminación de todos los privilegios y diferencias, pero podrían llegar a existir en un nivel socialmente aceptable. Todo ello forma parte del enfoque político respecto de la estructura socioclasista de la sociedad cubana y sus cambios.
Las aspiraciones materiales y espirituales de las personas son diferentes y su realización depende de las posibilidades individuales y sociales para satisfacerlas. Más aún, cuando como ha sido ya expresado, las prestaciones sociales básicas aparecen «dadas», «naturales», su influencia en el equilibrio social la ejercen por el papel real que juegan, no por la conciencia que tienen los individuos de su importancia, algo que se suele notar por las personas solo cuando los hechos lo hacen en extremo impactante (la curación de una enfermedad grave, recibir un título por estudios, etc.).
En consecuencia, los cambios que se producen en la estructura socioclasista como resultado de las políticas que se están aplicando hoy en la sociedad cubana y los que son generados por otras dinámicas, obligan a un estudio sistemático de los principales elementos socioestructurales, desde una perspectiva integradora, económica, jurídica, sociológica, sociopsicológica, ideológica y sociopolítica que permita disminuir en todo lo posible lo contingente, y para reelaborar sistemáticamente esas políticas.
Un aparte sobre el consumo
Uno de los aspectos a estudiar desde el ángulo del metabolismo socioeconómico de la sociedad cubana tiene que ver con el consumo, en lo tocante no solo a su aspecto cuantitativo, sino y especialmente en cuanto a su lado cualitativo.
Este ángulo del problema ha sido particularmente descuidado en estos años de período especial y urge rescatarlo. No es posible completar el análisis del sistema socioeconómico de la sociedad cubana si no se tiene una idea cabal respecto del consumo, perspectiva que no puede reducirse a la inercia de los usos y cifras históricos de consumo (por ejemplo, de arroz, azúcar, transporte, electricidad, etc.) y construir a partir de ello los planes para la producción y distribución de bienes y servicios, hay que investigar las necesidades, los grados de satisfacción, las aspiraciones, los hábitos de consumo, los gustos y las preferencias de la sociedad y de los diferentes componentes de la estructura socioclasista y conjugar las acciones económicas, políticas, educativas, a tono con estos diagnósticos.
Ello tiene también una importante arista, la que recuerda el papel que debe jugar el Estado socialista en la regulación del consumo desde una perspectiva de la salud física y mental de la ciudadanía, lo que incluye la educación ciudadana en el consumo saludable y responsable y la protección del derecho de las personas al trato justo a la hora de realizar mediante el cambio lo que necesitan para vivir.
Es imprescindible recuperar en el país el estudio del consumo y la actividad institucional de su orientación y regulación como componente fundamental del enfoque de la economía política de la transición socialista cubana, lo cual significa jerarquizar a nivel de ciencia sus determinaciones.
Lo que se haga en materia de determinación del consumo esperado sin una perspectiva científica, sobre la base de lo ya existente, vigilando apenas los cambios en las cantidades de la demanda según los cambios demográficos, o peor aún, suponiendo que tal o cual producto que se ofrezca va a tener la mejor acogida o decidirlo solamente por razones económicas y financieras, aumentará la posibilidad del error, y con ello del malestar, la inconformidad y rechazo en la población.
El sistema socioeconómico y político cubano tiene la facultad de poner en circulación no lo que imponen ofertas que obedezcan a intereses privados, que puedan eventualmente incluso resultar nocivas para la salud física y mental de la ciudadanía, sino lo que se determine como más sano, saludable y edificante para ella. Pero inmediatamente surge la pregunta ¿quién determina lo que es mejor para la gente? Y es ahí donde resulta imprescindible el conocimiento riguroso de la demanda, que naturalmente no será uniforme, sino variada, diversa, en función de las necesidades sociales, determinadas, entre otros factores, por las diferencias que se observan en la estructura socioclasista, por las diferencias de lo que para unos u otros resulta importante y significativo.
Si se sacan solamente las cuentas, si se hace solo contabilidad en lugar de economía política, se estará marginando el lado cultural y el carácter complejo y por tanto multifacético de las transformaciones económicas. Muchas veces se desestiman las consecuencias sociales generales, culturales y políticas de los cambios económicos, ocurre sobre todo cuando se olvida aquella sentencia axiomática: «el economista que solo sabe de economía no sabe nada de economía».
La estructura socioclasista y la política
Uno de los elementos fundamentales a tener en cuenta en la proyección de los cambios en la estructura socioclasista de la sociedad cubana radica en preservar el modo con el que hoy se reproducen en Cuba los órganos de poder, que pone a todos en pie de igualdad con independencia de la posición social de los ciudadanos, que prohíbe la propaganda electoral, que se atiene solo a méritos cívicos de los propuestos, ya que de reproducirse los órganos de poder bajo otras reglas, por ejemplo, la representatividad de los intereses corporativos en las asambleas del poder popular, introduciría un factor político que potenciaría las diferencias y contradicciones entre los intereses sociales y los grupales o corporativos (que pueden y deben ser sistematizados y representados por las organizaciones correspondientes) en lugar de compensarlas, y con ello el debilitamiento de la cohesión social y el consenso ciudadano. Lo anterior en modo alguno cabe repetirlo debe interpretarse como la marginación de los intereses particulares.
Es lógico que las sinergias aludidas conduzcan al surgimiento de intereses grupales o corporativos, del mismo modo que sin abrir espacios a las relaciones mercantiles en las actuales condiciones culturales y psicológicas de la sociedad cubana y, dadas las características socioeconómicas predominantes en el mundo de hoy, no será posible recuperar la economía nacional y con ello reorganizar el metabolismo socioeconómico del país.
No se puede asumir que las relaciones mercantiles, que han estado presentes en todas las formas económico-sociales desde la esclavitud hasta nuestros días, y sobre cuyas bases se ha construido el progreso de la humanidad, sean solo negativas, como tampoco son solo positivas, ni resultan una varita mágica para resolver exitosamente los problemas sociales, ni -de últimas- han funcionado nunca con total independencia de otros múltiples factores sociopolíticos.
Como hemos afirmado en otras ocasiones, las relaciones mercantiles prevalecientes por siglos y milenios a lo largo de la historia, han dado lugar a una psicología de intercambio de equivalentes prevaleciente en la mentalidad de la inmensa mayoría de la humanidad y naturalmente también de los cubanos, que tiene un significado cultural universal, que regula en gran medida los comportamientos sociales de las personas. Por esta razón, la recuperación en la sociedad cubana del trabajo como un valor ciudadano y con ello de una ética de productores, solo puede venir de la mano de la recuperación del valor del trabajo y ese valor tiene significado social y resulta funcional a los intereses sociales hoy a través de la psicología del intercambio de equivalentes, pero las transformaciones en el orden jurídico-político, incluyendo las que pueden afectar a la Constitución Socialista, no deben alterar los principios socialistas establecidos para la reproducción de los órganos de poder en Cuba.
Precisamente, uno de los elementos que condicionan la conciencia de copropietarios colectivos, es lo que podemos denominar la apropiación política que se deriva de la condición de ciudadano cubano copropietario colectivo por ley, por ideología y por ética de todos los medios, bienes y propiedades compartidas y que sitúa a todos en una plena igualdad de derechos políticos. Ello es garantía fundamental de que cualquier acción que con, en y desde el sistema político del país responda a los intereses de las grandes mayorías ciudadanas.
¿Hacia dónde continuar las investigaciones?
Las ciencias sociales resultan imprescindibles en el propósito de procesar analíticamente toda información fundamental para elaborar las propuestas más eficientes que contribuyan al equilibrio y mejor desarrollo del sistema social cubano en transición socialista. Ellas devienen esenciales para responder al llamado a poner los pies sobre la tierra, a pensar bien antes de actuar.
Lo anterior significa que los estudios sociales deben tener la mayor jerarquía y las ciencias sociales deben ser tratadas al mismo nivel que las restantes ciencias en todos los sentidos, porque son una fuerza directiva, contribuyen a reducir el error y la incertidumbre. Ello se refiere no solamente a reconocer su importancia, sino también a dotarlas de los recursos humanos y materiales necesarios para asegurar su desarrollo a tono con los requerimientos del país.
Tanto la sociedad toda como su Estado y estructuras sociales y políticas son responsables por el cuidado, preservación y enriquecimiento del patrimonio de la sociedad, patrimonio que es la base de la reproducción de la vida material y espiritual y que requiere de la gestión más eficiente. Me refiero en primer lugar a las personas, a su salud y desarrollo multilateral, a la infraestructura creada por la sociedad, a los medios de producción material y espiritual fundamentales, a la tierra, al agua, la fauna, la flora, el subsuelo, la atmósfera, a los valores culturales, a los conocimientos, la preparación y habilidades de su gente, a la ciencia y la tecnología, la creación artística y literaria, en resumen al patrimonio material y espiritual, a los valores tangibles e intangibles de la sociedad cubana, amenazados hoy más que nunca por la voracidad del capitalismo en su fase neoliberal, que ha logrado penetrar prácticamente en la mayor parte del planeta, subordinándolo al crecimiento del capital con sus gigantescas consecuencias destructivas de la naturaleza y de los seres humanos.
Ante ese desafío, la sociedad cubana en transición socialista necesita proteger ese patrimonio, asegurar su desarrollo estable, armónico y servirse de él consciente y responsablemente, articular sus esfuerzos con todos los que están bajo la misma amenaza en nuestra región y en el mundo y procuran el bien común. El capitalismo neoliberal, frío, egoísta e irresponsable no puede ni quiere conjurar sus propios peligros. El camino socialista tiene la misión irrenunciable de blindarse ante esas amenazas y para ello resultan ineludibles las ciencias sociales.
Al principio quedó señalada la importancia del estudio de la estructura socioclasista, su dinámica y proyecciones, en su calidad de tema transversal que toca lo económico, lo organizativo, lo jurídico normativo, lo ideológico político, lo cultural, lo social y en consecuencias componente fundamental de una teoría de la transición socialista en Cuba.
El desarrollo de los procesos de producción de bienes y servicios ha hecho que predomine el salario como forma más extendida de distribución individualizada del producto social sobre la base de una correspondencia proporcional con el aporte individual del trabajador, pero no única. Sin embargo, esa correspondencia dista mucho de ser aún la adecuada para la mayoría de los trabajadores asalariados. En medio de un proceso en el que se avanza gradualmente en el propósito de mejorar la relación trabajo-salario y de eliminar los subsidios generalizados, los Lineamientos promueven una importante diversificación de las vías y formas de participación del producto social como resultado de una actividad económica más diversificada a partir de una mayor diversidad de tipos y formas de propiedad.
Es un hecho que el ciudadano de la transición socialista, para que sea funcional a esta, a su equilibrio y gobernabilidad, no tiene que ser necesariamente un trabajador asalariado del Estado, de la misma manera que ser un trabajador asalariado del Estado no es per se garantía de un comportamiento ciudadano dentro de la ética socialista.
Los medios para satisfacer las necesidades de la población, sin embargo, no provienen solamente de esas vías regulares relacionadas con el aporte social, sino también de muy diversas formas aún no eliminadas de sustracción de recursos estatalmente controlados, el ingreso a la economía nacional de las remesas enviadas desde el exterior y otras formas de acceso al dinero.
Naturalmente, las grandes líneas de desarrollo económico que se configuran en el país son los principales atractores de la actividad económica de los ciudadanos y juegan un papel determinante en la configuración de la estructura socioclasista de la sociedad cubana y en su dinámica. Pero conocer esa estructura y esa dinámica no es suficiente para completar el panorama de su papel social.
En consecuencia, la investigación de la estructura socioclasista debe continuar prestando atención especial a elementos relacionados con la subjetividad de sus componentes, al desarrollo de identidades corporativas y sus características, a los cambios en su psicología, a las necesidades y gustos, a los valores ideológicos y políticos, a la responsabilidad ciudadana, etc.
Las medidas económicas en curso tienen importantes efectos sociales, ideológicos y políticos, que hacen imprescindible contar con información sistemática que contribuya a preverlos y a elaborar decisiones que coadyuven a la estabilidad y funcionamiento fluido del sistema socialista cubano.
Notas:
iii En ese proyecto participé con un breve ensayo titulado «Para un debate sobre la estructura socioclasista de la sociedad cubana actual» en el que centro la atención en la importancia del conocimiento de la estructura socioclasista para la labor ideológica.
iv V.I.Lenin, OC en 55 tomos, T. 39, Editorial Progreso, Moscú,
v Ver: «Diccionario de Filosofía», Editorial Progreso, Moscú, 1984, p.68.
vi Op. cit., p. 67
vii Diccionario de Comunismo Científico, Editorial Progreso, Moscú, 1981, pp. 54-56.
viii «Sobre la estructura social de la sociedad socialista», Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, contribución de Rudi Weidig «Cuestiones fundamentales y tareas de la sociología marxista-leninista en el análisis de la estructura de la clase obrera.»pp.22-23.
ix Idem, p. 23.
x Ibídem.
xi Idem, pp. 23-24
xii En el sugerente texto de Egon Krenz, Secretario General del Comité Central del Partido Socialista Unificado de Alemania y Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Defensa Nacional de la RDA entre octubre y diciembre de 1989, titulado «Otoño de 1989», este escribe refiriéndose a unas propuestas que le formulara Valentin Falin en noviembre de 1989, a la sazón jefe del departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central del PCUS respecto de la producción de bienes, escribe: «Dos o tres años antes, estas ideas hubieran sido revolucionarias. Justamente el suministro de bienes de consumo de gran valor ocupa una posición importante en la escala de los deseos de los ciudadanos de la RDA, quienes no quieren más promesas para un futuro lejano, sino cambios rápidos. Este es precisamente nuestro problema» (P. 327) y más delante, como parte de una declaración que hizo el 16 de febrero de 1990 en un programa de televisión de la RDA se lee: «La pérdida de sentido de la realidad de la dirección del partido y del Estado estaba vinculada con la creencia de que habría que lograr una aprobación política cercana al 100%.» (p.375). Ver «Otoño de 1989», Editorial Cultura Popular, La Habana, 2007.
xiii En varios estudios de posición política en la sociedad cubana, la reacción positiva de los campesinos individuales, de cooperativas de producción agropecuaria (CPA) y de cooperativas de crédito y servicios (CCS) a preguntas decisivas sobre aspectos ideológicos y políticos igualaba o superaba proporcionalmente a la de los obreros y demás trabajadores.
xiv El Decreto-Ley 259 prevé también la entrega de tierra a personas jurídicas.
xv «Así -escribe F. Engels en el acápite XIV titulado ¿Cómo debe ser el nuevo orden social?-, la propiedad privada debe ser también suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes. La supresión de la propiedad privada es incluso la expresión más breve y más característica de esta transformación de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la industria. Por eso los comunistas la plantean con razón como su principal reivindicación». (Ver. OE en 3 tomos, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1976, pp. 89-90.)
xvi En otros ensayos y libros me he referido a lo imprescindible de reconocer la vigencia de las relaciones mercantiles como resultado de la persistencia de una psicología de intercambio de equivalentes.
Darío Machado Rodríguez. Licenciado en Ciencias Políticas, Diplomado en Teoría del proceso ideológico y Doctor en Ciencias Filosóficas, preside la cátedra de Periodismo de Investigación y es vicepresidente de la cátedra de Comunicación y Sociedad del Instituto Internacional de Periodismo José Martí.
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