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Netanyahu vuelve a rechazar la paz con el mundo árabe

El complejo de Sansón de Israel

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

La reputación de Washington de ser un «intermediario honesto» en el conflicto israelo-palestino está destrozada después cuatro años de consentir la intransigencia del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. El gobierno Obama necesita desesperadamente resucitar un proceso de paz creíble.

El secretario de Estado estadounidense John Kerry, que se enfrentaba con un punto muerto diplomático entre Israel y la Autoridad Palestina de Mahmouth Abbas, aprovechó la oportunidad esta semana. Obtuvo de la Liga Árabe un acuerdo para desempolvar un plan regional de hace una década, la Iniciativa de Paz Árabe, y calificó la medida de «gran paso adelante».

El plan, que fue dado a conocer por Arabia Saudí en 2002, promete a Israel relaciones normales con todo el mundo árabe a cambio de que acepte un Estado palestino basado en las fronteras anteriores a 1967 o el 22% de la Palestina histórica.

Como su antecesor, el nuevo intento árabe apenas ha suscitado interés en Israel. Como era de esperar, Tzipi Livni, la única aliada de Washington en el gobierno de Netanyahu, no perdió el tiempo en alabar el plan. Pero el propio primer ministro se cuidó mucho de mencionarlo y dejó a sus asesores la tarea de descalificarlo calificándolo de «truco» destinado a atrapar a Israel en perjudiciales negociaciones de paz.

Su respuesta indirecta sirve de réplica de uno de los mitos más persistentes del conflicto. Incluso antes de que Israel ocupara Cisjordania, Jerusalén Oriental y Gaza en 1967, se presentaba a sí mismo como deseoso de logar la aceptación de los Estados árabes. Esta ficción, que sigue determinando la percepción occidental, se basa en dos pilares.

El primero asume el ansia israelí de entablar relaciones diplomáticas con el mundo árabe. O, como afirmaba en la famosa declaración a la BBC el entonces ministro de Defensa Israel Moshe Dayan unos días antes del final de la Guerra de los Seis Días: «Estamos esperando la llamada de teléfono de los árabes».

El segundo, que expresó con toda claridad Abba Eban cuando era ministro de Exteriores [de Israel] a principios de la década de 1970, «nunca perder una oportunidad de perder una oportunidad» de hacer la paz con Israel.

Y, sin embargo, los antecedentes históricos sugieren exactamente lo contrario. Después de su humillación en 1967 los Estados árabes reconocieron rápidamente (al menos en privado) que Israel estaba ahí para quedarse y empezaron a considerar las maneras de acomodarse a ello.

Como observó Shlomo Ben-Ami, un historiador israelí que fue ministro de Exteriores durante las negociaciones de paz de Camp David en 2000 cuando los Estados árabes llamaron por teléfono «la línea de Israel estaba ocupada o no había nadie en el lado israelí para descolgar el teléfono».

La revelación por parte de WikiLeaks el mes pasado de los cables diplomáticos clasificados estadounidenses de aquel periodo confirmó este empecinamiento. A finales de 1973, unas semanas después de que terminara la Guerra de Yom Kippur War, la Liga Árabe ofreció discretamente a Israel un acuerdo de paz regional que reconocería las fronteras anteriores a 1967. Pero los Estados árabes fueron rechazados.

Según un cable de enero de 1975, los diplomáticos estadounidenses que trabajaban en Oriente Próximo llegaron a la conclusión de que los dirigentes de Israel demostraban «una extraordinaria falta de entendimiento» de las intenciones árabes y en vez de ello prefirían «preparase para emprender la quinta, sexta y séptima guerra israelo-árabe». Según la descripción de los cables, Israel estaba empecinado en su autodestrucción y padecía lo que los altos cargos estadounidenses denominaban un «complejo de Masada o de Sansón».

Se debería tener en cuenta este contexto cuando la actual oposición de Israel a las negociaciones de paz se achaca únicamente a la línea dura del gobierno de Netanyahu. A decir verdad, este es un modelo de conducta que Israel ha exhibido durante muchas décadas o lo que el exprimer ministro palestino Salam Fayyad denominó la semana pasada el «gen de ocupación» de Israel.

La Iniciativa de Paz Saudí de 2002 llegó en un momento, a principios de la segunda intifada, en que los israelíes estaban aterrorizados por una oleada de atentados suicidas y la economía israelí parecía estar cercana al colapso. Sin embargo, el entonces jefe del Estado Mayor y hoy ministro de Defensa Moshe Yaalon aconsejó que la prioridad principal de Israel no eran las negociaciones, sino una campaña militar para «marcar profundamente la derrota en la conciencia palestina».

La recientemente resucitada Iniciativa de Paz Árabe tiene al menos la ventaja de tener el respaldo entusiasta de la Casa Blanca, a diferencia de las que la precedieron.

Otra diferencia, que sin duda se debe a las presiones de Kerry, es la concesión por parte de los Estados árabes de que un acuerdo sobre el Estado de Palestina no exigirá a Israel volver a las fronteras de 1967. La aprobación de intercambios territoriales «menores» y «comparables» sitúa a la Liga Árabe en la misma línea que las posturas diplomáticas de Abbas, el presidente estadounidense Barack Obama y, al menos en apariencia, varios de los anteriores primeros ministros israelíes.

Pero Netanyahu parece oponerse incluso a poner a prueba la sinceridad de la iniciativa árabe. Según se ha informado, más allá de su aversión general a toda propuesta de un Estado palestino, su principal objeción es que intercambios «menores» de territorio no serán lo suficientemente generosos como para garantizar que Israel conserve todas sus colonias.

Se está presentando la inflexibilidad de Netanyahu aunque este insista en que no habrá condiciones previas a las negociaciones y advierta que sin un acuerdo de paz Israel se enfrenta a un futuro como un Estado binacional.

Mientras tanto Kerry ha hecho su propia advertencia: hay un plazo de dos años para encontrar una solución al conflicto. Entonces empezará el periodo de los últimos meses del mandato del gobierno Obama.

No se ha expresado qué viene a continuación, pero presumiblemente una vez que Estados Unidos abandone formalmente el proceso de paz, se intensificará el actual status quo: un único Estado dirigido por un Israel similar al apartheid y con una Autoridad Palestina relegada al olvido o a ser irrelevante.

Diga lo que diga, nada de todo esto preocupará demasiado a Netanyahu. Después de todo, este es un gobierno que la semana pasada encontró argumentos para protestar por la decisión de Google de conferir el estatus de «Palestina» a una denominación del buscador.

La realidad es que otra ronda de intentos fracasados de lograr la paz hará mucho más daño a los palestinos y a la reputación de Washington que a un Israel que nunca tuvo intención de descolgar el teléfono en primer lugar. 

Jonathan Cook ha obtenido el Premio Especial de Periodismo. Sus últimos libros son  Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su página web es: www.jonathan-cook.net .

Una versión de este articulo se publicó primero en The National, Abu Dhabi.

Fuente original: http://www.counterpunch.org/2013/05/10/israels-samson-complex/