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El “hombre del saco” palestino reaparece con más fuerza que nunca

Odiados en Egipto

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Cuando salí de Gaza por vez primera hace veinte años, me advirtieron acerca de un oficial tristemente célebre que dirigía la inteligencia de la seguridad estatal de Egipto en la frontera de Rafah. Me dijeron: «Odia a los palestinos».

Mis amigos y vecinos de Gaza me advirtieron que no saludara con el «Assalamu Alaikum» -que la paz sea contigo-, especialmente si ese oficial estaba ese día en su puesto. Sí, el oficial odiaba también cualquier referencia al Islam, hasta los mismos saludos.

Cuando entré en la oficina de la mujabarat, me quedé sorprendido por su presencia. Era un hombre muy grande, de afeitado impecable, que llevaba una corbata tan apretada que parecía que la cara y el cuello estaban a punto de estallar. Yo tenía 18 años y nunca antes había viajado solo. Su enojada mirada me llenó de pánico y por tanto me olvidé de todo lo que me habían advertido. «Assalamu Alaikum«, dije con una voz temblorosa que apenas se oía.

Todas las historias que había escuchado anteriormente sobre el sentimiento antipalestino dentro de las instituciones gubernamentales de Egipto se hicieron realidad en ese momento de forma humillante. Los insultos que profirió contra mí ese día fueron muchos y muy explícitos. Le supliqué que me permitiera entrar en Egipto, que mi futuro estaba en juego. Finalmente accedió con la condición de que volviera a entrar en su oficina y rectificara mi pecado original. Esta vez tuve buen cuidado en decir «Marhaba» y no «Assalamu Alaikum«.

Dos meses después me deportaron a Gaza y la inteligencia israelí estaba esperando para interrogarme en el lazo gazatí de la frontera. Había elegido un momento terrible para estar en Egipto. Era poco después de la Guerra del Golfo, en 1991, y el entonces presidente Hosni Mubarak se había puesto totalmente del lado de los estadounidenses a cambio de que le cancelaran parte de la deuda de Egipto. Yo y otros miles de palestinos, en su mayoría estudiantes, nos encontramos de repente en una frontera o en otra porque los dirigentes palestinos se habían atrevido a objetar esa guerra.

Tres agentes de la inteligencia israelí estuvieron haciéndome preguntas sobre mí y mi vuelta a Gaza. «¿Por qué los egipcios te han enviado de vuelta?», preguntó uno de ellos en mal árabe y con una sonrisita de suficiencia. «Porque soy palestino», contesté para no mostrarme sagaz en absoluto. Todos se rieron.

Pero el sentimiento antipalestino en Egipto no es cosa de risa. Muchos comentaristas de los medios egipcios conocidos por sus conexiones con el estado, disponen de espacio ilimitado para renovar sus campañas llenas de odio e incitar descaradamente a la violencia contra los palestinos. Un discurso estilo fascista que ha estado fermentando durante años pero que se ha transformado de forma inaudita desde el golpe de estado del ejército egipcio contra el presidente Mohammed Mursi el 3 de julio.

Entre todos los pretextos que la junta militar podía haberse sacado de la manga, eligieron el de encarcelar a Mursi por sus «lazos» con el movimiento palestino Hamas. El nivel de tal acusación es muy revelador. Atrás quedaron ya los días en que los dirigentes árabes eran condenados por sus vínculos con Israel o por su filiación con esta o aquella inteligencia occidental. El hecho de que los medios y comentaristas egipcios repitan la «acusación» sin que nadie plantee la pregunta, «bien, ¿y qué?», es igualmente expresivo del estado de degeneración política que existe hoy en Egipto.

Pero esto apenas es noticia y apenas tiene que ver con Hamas. Cuando el presidente egipcio Anwar Sadat firmó los Acuerdos de Camp David con Israel en 1978 y un acuerdo de paz al año siguiente, el gobierno egipcio y gran parte de los medios que controla empezaron una campaña, a ritmo lento pero decidido, para divorciarse moral y políticamente de Palestina como causa egipcia y central árabe. Entonces no había un Hamas al que culpar de las tribulaciones sin límites de Egipto, ni hombres barbudos a los que responsabilizar de los profundos desastres del país. El presidente de la OLP, Yaser Arafat, sirvió de forma involuntaria para el papel de hombre del saco de Egipto. Y no ahorraron ocasión para humillarle. Esa generación de chanchulleros de los medios fueron tan inmisericordes con los palestinos como esta generación de títeres del gobierno que están listos para culpar, dejar morir de hambre, encarcelar y matar si es necesario. Porque ahora son los palestinos, no los israelíes, los considerados en Egipto como la «mayor amenaza para la seguridad nacional».

Por otra parte, los palestinos, especialmente en Gaza, han seguido siendo extremadamente cautos en su estrategia hacia Egipto. Utilizaron el lenguaje necesario para mantener una apariencia de civismo con el gobierno de Egipto, incluso bajo el régimen de Hosni Mubarak. A pesar del hecho de que Egipto había siempre participado en el asedio impuesto por Israel contra la Franja de Gaza en 2007, pocos palestinos se atrevieron a utilizar esa cargada terminología. Era un asedio israelí y solo israelí, determinaba el discurso oficial palestino. De forma tácita, instaban en vano a sus hermanos egipcios a suavizar el asedio en nombre de la compartida lucha contra el sionismo, el imperialismo y en nombre de las causas árabe y musulmana.

En enero de 2008, decenas de miles de gazatíes atravesaron la frontera con Egipto. Corrían al Sinaí en una búsqueda delirante de alimento, combustible y libertad. Con la excepción de unos pocos estudiantes, todos volvieron a Gaza. Poco después de que la frontera fuera de nuevo sellada y los habitantes de Gaza de nuevo encerrados detrás de muros y alambradas de espino, el entonces ministro de asuntos exteriores egipcio, Ahmed Aboul Gheit, amenazó públicamente «con romperle las piernas» a todo aquel que intentara cruzar la frontera.

Y cuando el 25 de enero de 2011 una revolución popular derrocó a Mubarak, aunque no a su régimen, los palestinos, al igual que millones de árabes, lo celebraron. Las celebraciones que tuvieron lugar en Ramala, bajo control de Mahmud Abbas de la Autoridad Palestina, fueron reprimidas y dispersadas, mientras que las fiestas en Gaza duraron varios días. Desde luego, Hamas y los Hermanos Musulmanes se identifican con similares marcos de referencia políticos, ideológicos y religiosos, pero los palestinos aman a Egipto y el odio de sus dictadores es mucho más viejo que el actual torbellino que ha dividido al país dando lugar al golpe militar del general Abdel Fattah al-Sisi.

La intensidad del odio hacia los palestinos, junto con los rumores inducidos por los medios, no distingue entre los palestinos de Gaza o de cualquier otro lugar. El asunto es extremadamente grave ya que los palestinos de Gaza resultan irremisiblemente afectados. Su libertad, o lo que pueda quedar de ella, está en constante peligro. Uno de los primeros pasos dados por el ejército tras el golpe fue sellar la frontera con Gaza -que subsiste en estado de total abandono y ruina económica- citando como pretexto su lucha desesperada contra los militantes del Sinaí. Por su parte, los partidarios de al-Sisi no ahorran esfuerzos para demonizar a los palestinos utilizando todos los medios a su alcance.

Mientras tanto, el oportunismo total del gobierno de Ramala de Mohammed Abbas ha superado todos los límites. Abbas fue uno de los primeros en congratularse de que al-Sisi salvara a Egipto y le impidiera deslizarse hacia el «abismo». Otros en la Autoridad Palestina llamaron a los gazatíes a rebelarse contra Hamas. Y cuando los egipcios estaban aún contando a sus muertos el 27 de julio como consecuencia de la ofensiva gubernamental contra las protestas en Ciudad Nasser y Alejandría, los seguidores de la Autoridad Palestina-Fatah desfilaban en Ramala en apoyo de al-Sisi. Celebraron un mitin en la «Plaza principal de Ramala, al-Manara, gritando consignas a favor del golpe y pidiéndole a Sisi que aplastara a los seguidores del derrocado presidente egipcio Mohamed Mursi», según informó la agencia de noticias Al-Ray.

Al menos en mi juventud, todo lo que necesitaba recordar era decir «marhaba» y no «assalamu alaikum» para poder sobrevivir a la ira de un oficial rabioso. Ahora, poco puede decirse o hacerse para explicar o soportar esta inigualable campaña de odio y demonización. Lo curioso es que la campaña más importante de Hamas durante los doce meses en el poder de Mursi trató de que Egipto sustituyera los túneles que activamente destruía con una zona de libre comercio que ofreciera a los palestinos una tabla de salvación económica para resistir el asedio. Poco se consiguió entonces y ahora casi el 80% de los túneles están ya destruidos. Gaza va de cabeza de nuevo hacia una crisis humanitaria aún más grave mientras a los palestinos se les sigue acusando de orquestar gran parte del caos egipcio. Esto es tan desconcertante como falso. Pero veinticinco años de indiscutida propaganda estatal pueden lograr eso y mucho más.

Ramzy Baroud ( www.ramzybaroud.net ) es editor de PalestineChronicle.com y autor de los libros «The Second Palestinian Intifada: A Chronicle of a People’s Struggle» y «My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, London).

Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/31/hated-in-egypt/