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Historia de dos ciudades: Ramala, Gaza y la crisis de identidad

Fuentes: The Palestine Chronicle

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos


La distancia real en kilómetros entre la ciudad de Gaza y Ramala apenas es significativa. Pero en realidad ambas ciudades representan dos realidades políticas diferentes con unas dimensiones culturales y socioeconómicas que no se pueden ignorar. Sus horizontes geopolíticos también son enormemente diferentes: la ciudad de Gaza está situada en su entorno árabe inmediato y en su efervescencia, mientras que Ramala está occidentalizada en demasiados aspectos. En los últimos años el abismo entre ellas se he ahondado más que nunca.

Por supuesto, la ciudad de Gaza y Ramala siempre fueron poco parecidas en varios aspectos. La demografía, las dimensiones, la topografía y la proximidad a países árabes con diferentes prioridades políticas siempre las han hecho diferentes y características. Pero la ocupación israelí de Jerusalén Oriental, Cisjordania y la Franja de Gaza en 1967 separó decisivamente a Ramala de su elemento jordano y a Gaza de su entorno político egipcio. Aunque ambas son ciudades palestinas, décadas de girar en las circunstancias de los problemas colectivos árabes crearon una distancia que a veces parece demasiado grande para resumirla. Con todo, la ocupación israelí revitalizó aquella experiencia palestina compartida de una lucha conjunta contra un enemigo común. A pesar de sus muchos puntos flacos, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) logró finalmente cubrir los vacíos de liderazgo y unir así las filas de las y los palestinos en Ramala, Gaza y la diáspora palestina.

A pesar de su corrupción endémica y de sus discutibles credenciales democráticas la OLP ha hecho algo más que unificar a los y las palestinas en torno a un conjunto de «constantes» y de ideales políticos, y a lo largo de los años ha contribuido a tejer un discurso político único, lleno de referencias revolucionarias y de alcance global, aunque exclusivamente palestino en su actitud. En efecto, hubo un tiempo en que un profesor palestino en Kuwait tenía unos ideales similares a los de un refugiado de Líbano, un estudiante en Rusia y un obrero de Gaza.

Hace mucho que pasaron esos tiempos y muchos factores han contribuido a la desaparición del discurso colectivo palestino. Circunstancias regionales e internacionales llevaron a la fragmentación de la OLP y al ascenso de la era de [los Acuerdos de] Oslo [de 1993] bajo el patrocinio de Estados Unidos y de otros gobiernos occidentales. No es que el consentimiento de los dirigentes palestinos en septiembre de 1993 fuera completamente inesperado, pero la velocidad y la dirección de esa retirada fueron tan excesivas y duras que supuso una crisis comparable a las anteriores derrotas militares árabes. Una derrota en la batalla suele provocar un cambio abrumador del paisaje, pero Oslo fue una sumisión de derrota y aceptación, si no la aceptación de todos sus resultados. Una derrota psicológica es peor que una conquista en el campo de batalla .

A veces abiertamente y en ocasiones veladamente empezaron a disolverse las relaciones que habían unido a la sociedad palestina durante generaciones. Se marginó rápidamente a la OLP en favor de su copia local, la Autoridad Palestina (AP) que fatalmente solo representa a una facción. Aumentó la relevancia y el alcance de las facciones fuera de la OLP en un intento de cubrir el vacío. Sin embargo, grupos como Hamas no estaban preparados para su repentino ascenso. Aunque encarnaban la resistencia que contrarrestaba la capitulación de la AP, carecían de un discurso político completo y de un lenguaje unitario. Apelaban a un mundo islámico que en la actualidad no existe como fuerza política y finalmente se conformaron con una dependencia casi completa de unos pocos Estados árabes con unas agendas confusas, aunque sin duda interesadas.

Ya no está claro qué tienen en común Gaza y Ramala. Es evidente que los lenguajes que se hablan en estas dos ciudades son diferentes, que los agravios son variados y que las expectativas políticas y no son conjuntas. De hecho, esto es mucho más peligroso que un liderazgo fallido ya que es una ruptura del discurso nacional o, incluso peor, una fragmentación de una identidad nacional.

Por supuesto, muchos palestinos y palestinas en muchos lugares diferentes se siguen preocupando profundamente por Palestina, pero no lo hacen de la misma manera o, más específicamente, no se unen por la «causa palestina» en torno a un conjunto de objetivos comunes procedentes de un conjunto de ideales comunes. Esta es quizá una de las razones por las que el movimiento de boicot, desinversión y sanciones [a Israel] creció de forma exponencial en los últimos años hasta ser algo más que grupos de activistas que pedían un boicot de productos israelíes. Hay un ansia evidente de alternativas. Oslo ha hecho mucho más que dividir a los y las palestinas en muchas tendencias políticas, también ha confundido y fragmentado a quienes les apoyaban.

Cuando del difunto dirigente palestino Yasser Arafat firmó los Acuerdos de Oslo hace veinte años, el debate entonces tenía que ver con ideas y problemas que hoy siguen siendo relevantes: negociar la paz en medio del crecimiento de ilegales colonias y bajo la ocupación militar, la falta de un mandato político y moral de Arafar para renunciar a los derechos históricos de toda una nación, la sinceridad de Israel y la predisposición de Estados Unidos a apoyar a Israel en cualquier circunstancia, etc. Pero para los y las palestinas el debate debería y deber ampliarse para incluir los peligros que es poco probable que continúen existiendo mucho tiempo después de que se hayan ido los conspiradores de Oslo.

Hay que plantearse y abordar unas preguntas audaces y muy difíciles con calma y sin más divisiones: ¿cuánto tiempo puede mantener el pueblo palestino su sentimiento de nación bajo el tribalismo político, la división geográfica, las divisiones en facciones, la constante polarización de los discursos de los medios de comunicación, la subrogación de la independencia política de Palestina a países donantes y del Golfo, la marginación de Palestina tras la agitación y las guerras civiles árabes y mucho más? ¿Habría que esperar de los y las palestinas que mantengan su sentimiento de identidad común basándose únicamente en el sentimiento compartido de la injusticia que emana de la ocupación, el apartheid y la discriminación israelíes?

Palestina es algo más que una bandera y un himno, y los y las palestinas están unidos por algo más que su afiliación a una facción, sus simpatías políticas o su aversión al soldado y al control militar israelíes. Pero ni los dirigentes políticos de Ramala ni los de Gaza son capaces de definir o representar la auténtica identidad palestina que abarca el tiempo y el espacio. La fragmentación de la identidad palestina no cesará sino que se intensificará si no se introduce en la sociedad palestina y se defiende con una determinación férrea una tercera vía nacida de la voluntad colectiva de los y las palestinas. Esta tercera vía no puede ser elitista y debe provenir de las calles de Gaza y de Ramala, no de documentos académicos o de conferencias de prensa. Solo entonces Gaza y Ranala podrán recuperar una vez más su relación histórica.

Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un periodista independiente y director de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press).

Fuente: http://www.palestinechronicle.com/tale-of-two-cities-ramallah-gaza-and-the-identity-crisis/#.UjtR2bN5MxA