El 13 de septiembre (de 2013) marca el vigésimo aniversario del apretón de manos entre Yasser Arafat y Yitzhak Rabin en el jardín de la Casa Blanca, saludado entonces como símbolo de la entrada en una nueva era: el conflicto israelí-palestino iba a tener fin, y dos estados iban pronto a coexistir. Pero veinte años […]
El 13 de septiembre (de 2013) marca el vigésimo aniversario del apretón de manos entre Yasser Arafat y Yitzhak Rabin en el jardín de la Casa Blanca, saludado entonces como símbolo de la entrada en una nueva era: el conflicto israelí-palestino iba a tener fin, y dos estados iban pronto a coexistir. Pero veinte años después, todo el mundo constata que las promesas no han sido mantenidas y que la paz parece más lejos de lo que jamás haya estado nunca. Es el momento de rememorar ese momento histórico y preguntarse sobre lo que no ha funcionado.
Histórico, el apretón de manos, que materializaba el «reconocimiento mutuo» entre los enemigos de ayer, lo era sin duda alguna. Histórica, la presentación de un documento firmado por representantes del estado de Israel y de la OLP lo era también. Como lo era la perspectiva de una vuelta de la dirección palestina a los territorios ocupados. Pero más allá de esos símbolos, el contexto en el que los Acuerdos fueron firmados, las divergencias de interpretación en cuanto a sus objetivos y el contenido mismo de los textos daban motivos para inquietar y atemperar los entusiasmos.
La tesis defendida aquí es que el fracaso del Proceso de Oslo no está ligado a un incidente de recorrido o a una mala aplicación de los acuerdos firmados entre las dos partes. Este fracaso estaba en realidad inscrito en el espíritu y la letra de los Acuerdos de Oslo, que no constituyeron ninguna ruptura con las lógicas actuantes en los territorios palestinos en el curso de los decenios precedentes y que no abrieron ningún «proceso de paz». A lo que asistimos fue en realidad a una reorganización del dispositivo de ocupación israelí, apostando por la cooptación de la dirección histórica del Movimiento Nacional Palestino en el seno de las estructuras coloniales. Una apuesta arriesgada, y perdida, debido a la insumisión de la población palestina de Gaza y de Cisjordania y de su voluntad mantenida de luchar por la obtención de sus derechos nacionales.
¿Un «reconocimiento mutuo»?
Las «cartas de reconocimiento mutuo» palestina e israelí /1, firmadas respectivamente por Yasser Arafat (9 de septiembre) y Yitzhak Rabin (10 de septiembre), dan un primer índice en cuanto a la realidad de la correlación de fuerzas y de los «sacrificios» de las dos partes. El líder palestino afirma así, entre otras cosas, que la OLP » reconoce el derecho del estado de Israel a vivir en paz y en seguridad «, «acepta las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad», «declara que todas las cuestiones (…) serán resueltas por la negociación, «renuncia a recurrir al terrorismo y cualquier otro acto de violencia» y «afirma que los artículos y puntos de la Carta palestina que niegan el derecho a de Israel a existir, así como los puntos de la carta que están en contradicción con los compromisos de esta carta quedan a partir de ahora sin aplicación y no son válidos» .
Compromisos a los que el Primer Ministro israelí responde lo que sigue: » En respuesta a su carta del 9 de septiembre de 1993, deseo confirmarle que a la luz de los compromisos de la OLP que figuran en ella, el gobierno de Israel ha decidido reconocer a la OLP como representante del pueblo palestino y comenzar negociaciones con la OLP en el marco del proceso de paz en el Próximo Oriente «. Ni más, ni menos. El gobierno israelí reconoce ciertamente, formalmente, la existencia de un pueblo palestino y el hecho de que la OLP es su representante. Se está por tanto muy lejos de las declaraciones de Golda Meir cuando afirmaba, a finales de los años 1960, que los palestinos » no existían» /2 o de la tentativa de destrucción total de la OLP realizada en Líbano a comienzo de los años 1980. Pero, contrariamente a la OLP que reconoce la legitimidad del estado de Israel, acepta las resoluciones de la ONU y se compromete a renunciar a la lucha armada para arreglar el conjunto de las cuestiones, el general Yitzhak Rabin se contenta con reconocer a la OLP, sin afirmar que los palestinos tuvieran algún tipo de » derechos» , se compromete a «comenzar negociaciones«, sin más precisiones, en particular en lo referido a las resoluciones de la ONU.
Dos incidentes revelan además que esos «compromisos» israelíes están lejos de revelar una real convicción por parte, en particular, del primer ministro Yitzhak Rabin. La mañana del 13 de septiembre, la delegación palestina descubre que el término «OLP» no figura en la Declaración de Principios sino que es reemplazado por «equipo palestino de la delegación jordano-palestina«, signo manifiesto de la reticencia israelí a reconocer a la OLP y la autonomía de los representantes palestinos. Tras una serie de llamadas telefónicas y de discusiones «de pasillo», los palestinos obtienen finalmente su objetivo. La precipitación conduce sin embargo a olvidos que llevarán, al final, a las dos partes a rubricar un documento «histórico» pero… corregido a mano.
Segundo «incidente»: la negativa de Rabin a acudir a Washington para la ceremonia, y de apretar la mano a Arafat. Solo el 12 de septiembre, la víspera del apretón de manos «histórico», se resignó finalmente a estar presente, bajo presión de los Estados Unidos: » Sus allegados están todos de acuerdo: la primera de las razones por las que Yitzhak Rabin no tenía ningún deseo de acudir a Washington es que la perspectiva de apretar la mano de Yasser Arafat «repugnaba a todo su ser». Siete horas después de que el primer ministro hubiera explicado que, tras «haber maduramente reflexionado», no iría a Washington, cambiaba de opinión tras haber recibido en su residencia, el domingo por la mañana [12 de septiembre] al alba, una llamada personal del secretario de estado americano, Warren Christopher » /3.
No se trata de sobreinterpretar estos dos incidentes. Son sin embargo reveladores del carácter erróneo de los análisis que han visto en la firma de los Acuerdos de Oslo un compromiso firme y convencido del Primer Ministro Rabin en la vía de la paz y de la reconciliación, y están ampliamente corroborados por la comparación de las «cartas de reconocimiento mutuo», que expresan garantías mucho más claras de la parte palestina, suscitando a partir de ahí controversias notables en el seno del Fatah y de la OLP.
¿»Constructores de la paz»?
Este último elemento es esencial, y muy a menudo ha sido olvidado por los apologistas del «proceso de paz». Los Acuerdos de Oslo fueron desde muchos puntos de vista impuestos por la dirección Arafat al Movimiento Nacional y al pueblo palestinos, y la paz de los valientes decretada por el viejo líder de la OLP apenas fue objeto de discusiones democráticas en el campo palestino.
En efecto, tanto si nos interesamos por la elaboración de los textos como por su ratificación, se constata que las instancias de decisión de la OLP y del Fatah fueron en gran medida soslayadas, ante la gran ira de organizaciones e individuos que no eran ni mucho menos marginales en el Movimiento Nacional. Así, el proceso de negociaciones secretas, supervisado por Mahmud Abbas, era conocido por apenas media docena de personalidades palestinas, que residían todas en el exterior de los territorios palestinos, y no fue objeto de ninguna discusión en las instancias de la OLP o del Fatah. Los negociadores oficiales /4, implicados en el proceso llamado «de Madrid» y en contacto permanente con la dirección Arafat, fueron informados de la existencia de un segundo canal de negociaciones… por periodistas israelíes, algunos días antes de la ceremonia de Washington. Abd al-Shafi rechazará por otra parte acudir a esta última, mientas que Hanan Ashrawi declarará que «quienes han rubricado el acuerdo no han vivido jamás bajo la ocupación« /5.
La consulta de las instancias oficiales se hará a posteriori, y la dirección Arafat no obtendrá en ellas más que una mayoría relativa, gracias en particular a numerosas abstenciones y al boicot de las reuniones por ciertas figuras y organizaciones del Movimiento Nacional. Se señalará así que la reunión del Comité Central del Fatah, que se celebró el 4 de septiembre de 1993 y que no desemboca en ninguna decisión formal, toma acta de las divisiones manifiestas y la ausencia de mayoría en apoyo a Arafat /6. La reunión del Comité Ejecutivo de la OLP organizada una semana más tarde confirma esta tendencia, cuando, por su composición, esta instancia era históricamente partidaria de Arafat.
La izquierda de la OLP (FDLP y FPLP) boicoteará la reunión y declarará que » la organización que ha sido reconocida por Israel no es la Organización de Liberación de Palestina, que representa a todo el pueblo palestino [y que] lo que ha ocurrido es que una tendencia, que ha utilizado el nombre de la central palestina sin poderes legítimos, no ha respetado las decisiones de las instancias palestinas » /7.
Incluso si se pueden comprender un cierto entusiasmo internacional y las esperanzas suscitadas por el apretón de manos de Washington, la imagen de una reconciliación histórica y la de un Yasser Arafat y de un Yitzhak Rabin como constructores de paz es por tanto desde muchos puntos de vista una ilusión óptica, y eso independientemente incluso del contenido de los Acuerdos firmados posteriormente. Un examen de la lógica de los Acuerdos de Oslo y de los malentendidos que parecen incluir desde su firma revela además que están muy lejos de corresponder a un verdadero «proceso de paz» cuyo objetivo habría sido un compromiso entre los derechos de los palestinos y las exigencias israelíes, ni siquiera una real ruptura en la organización de las relaciones entre los dos actores.
¿Un «proceso de paz»?
Se ha podido leer, y se puede aún hoy leer, que los Acuerdos de Oslo habrían expresado la voluntad de la OLP y de las autoridades israelíes de ir hacia una solución «de dos estados» fundada en el principio de «paz por tierra». Incluso si se puede comprender que la ceremonia de Washington y la perspectiva de una paz duradera hayan podido llevar a errores de análisis debidos a un exceso de optimismo, no deja de ser cierto que los mencionados errores expresan en realidad una distorsión de los hechos.
¿Dos estados? Entrevistado el 12 de septiembre de 1993 en la CNN, Rabin no puede ser más claro:
Periodista: «Arafat afirma que el acuerdo es la primera etapa hacia un estado palestino y que su bandera ondeará pronto en Jerusalén…«
Rabin: «Es exactamente lo contrario . Se trata de un acuerdo temporal que permitirá a los palestinos gestionar sus asuntos propios (…). Pero mantendremos la seguridad de las implantaciones [colonias], tendremos el control de la seguridad de los israelíes que circulen en los territorios [ocupados] y todo el dispositivo de seguridad exterior, a lo largo del Jordán en el valle del Jordán, y al sur de la banda de Gaza «.
¿Evolucionaron las cosas a medida que el «proceso de paz» avanzaba? Elementos de respuesta a esta pregunta con una de las últimas intervenciones de Rabin en la Knesset, el 5 de octubre de 1995, es decir un mes antes de su asesinato:
» Contemplamos una solución permanente con un estado de Israel que incluirá la mayor parte de la tierra de Israel de la época del Mandato británico, y a su lado una entidad palestina que será un hogar para la mayor parte de los residentes palestinos que viven en la banda de Gaza y en Cisjordania. Queremos que esta entidad sea menos que un estado, y que gestione, de forma independiente, la vida de los palestinos bajo su responsabilidad. Las fronteras del estado de Israel, con la solución permanente, estarán más allá de las líneas que existían antes de la Guerra de los Seis Días. No volveremos a las líneas de 1967 » /8.
Y Rabin prosigue explicando que Jerusalén seguirá siendo la capital «una e indivisible» del estado de Israel, que este último conservará el control sobre el valle del Jordán, que los bloques de colonias serán anexionados y que otros bloques serán establecidos. En otros términos, cualesquiera que hubieran sido las intenciones o las esperanzas de los actores palestinos, para el estado de Israel, incluyendo a Yitzhak Rabin, jamás se ha tratado de la renuncia a su control sobre la gran mayoría de los territorios ocupados, ni de tolerar la existencia de un estado palestino. El asesinato de Rabin por un extremista israelí, si ilustra un sentimiento de traición sentido por ciertos sectores de la sociedad israelí debido al reconocimiento de la OLP, considerada como una organización terrorista responsable de la muerte de decenas de israelíes, no debe sin embargo llevar a pensar que Rabin estuviera dispuesto a renunciar a la ocupación y a la colonización, ni a hacer concesiones reales a los palestinos /9.
Pero, si no se trata de la puesta en pie de un proceso que fuera hacia el establecimiento de dos estados soberanos viviendo en paz uno al lado del otro ¿»qué significan los Acuerdos de Oslo»?. Y sobre todo, la creación y el desarrollo de la Autoridad Palestina (AP), a cargo de la administración de los territorios evacuados por el ejército israelí, ¿no son la demostración de una ruptura con la situación que preexistía a los citados Acuerdos? Estas dos preguntas están íntimamente ligadas, y es en realidad, como se va a ver, la respuesta a la segunda la que permitirá solucionar la primera.
La Autoridad Palestina ¿un futuro estado?
La principal novedad introducida por los Acuerdos de Oslo es en efecto el establecimiento de la AP, de la que se puede subrayar que la denominación en los textos no es, contrariamente al nombre finalmente adoptado por los palestinos, Autoridad Nacional Palestina, sino Autoridad de autogobierno provisional, que corresponde más a sus funciones y a su estatus reales. La AP es en efecto una estructura que imita a una estatal, dotada de instituciones y órganos diversos (gobierno, parlamento, ministerios, fuerzas de policía, etc.) cuya primera tarea es «gobernar» los territorios progresivamente evacuados por el ejército israelí y proporcionar servicios (justicia, salud, educación, etc.) al conjunto de los palestinos de Cisjordania y de Gaza.
La AP posee por tanto un cierto número de prerrogativas y de funciones estatales, pero no es, en el espíritu y en la letra de los Acuerdos de Oslo, un estado o un «futuro estado». Da fe de ello el hecho de que está desposeída, entre otras cosas, de dos atributos fundamentales de un estado: el derecho a dotarse de órganos diplomáticos y por tanto de tener una política exterior, y el derecho a tener un ejército. Da fe de ello también, y quizá sobre todo, el hecho de que no goza de ninguna soberanía territorial real, en la medida en que las zonas que le son confiadas están divididas y separadas unas de otras por zonas bajo control exclusivo del ejército israelí, y que no dispone de ninguna frontera con otro estado.
La lógica de Oslo no es la de una retirada israelí de los territorios ocupados que serían entregados a una estructura estatal llamada a convertirse en un estado, sino la de una «reorganización» [redéploiement, una reorganización de la presencia de tropas. NdT] del ejército israelí en Cisjordania y en Gaza, que confía progresivamente zonas a la AP sin renunciar a su control sobre los territorios palestinos en su conjunto. A partir de 1995 y los llamados Acuerdos de Taba, u Oslo II, se precisa incluso que » la reorganización será pues progresivamente puesta en marcha en función de la asunción del orden público y de la seguridad interior por la policía palestina « /11, lo que indica claramente que el futuro y el desarrollo del «proceso de paz», y en particular de la «restitución» de las tierras a los palestinos, están condicionados a la capacidad de la dirección Arafat a hacer reinar el orden en las zonas evacuadas por el ejército israelí. A partir de ahí no es muy sorprendente observar que más del 40% de los asalariados de la AP están empleados en los diversos servicios de seguridad (es decir, en septiembre de 2000, más de 50.000 personas), con una tasa de encuadramiento de la población inédita, incluso en el Egipto vecino, entonces bajo el dominio del régimen de Mubarak.
La centralidad de las cuestiones de seguridad en los diversos acuerdos que jalonan el «proceso de paz» /12 y las exigencias de seguridad a la AP son una de las claves de comprensión de la lógica en marcha en los territorios palestinos a partir de los años 1993-1994. El anexo I de los Acuerdos de El Cairo (mayo 1994), relativo a las cuestiones de seguridad, contiene no menos de 12 artículos, ellos mismos divididos en 73 partes, a su vez divididas en 154 secciones, a veces también subdivididas /13. La precisión en la atribución de las tareas de las fuerzas de seguridad contrasta visiblemente con la indefinición sobre numerosas otras cuestiones en terrenos sin embargo esenciales en la perspectiva de una paz entre israelíes y palestinos (en particular la extensión de la «reorganización» israelí), cuando no son sencillamente remitidas a las negociaciones sobre el estatuto final (trazado de las fronteras, estatuto de Jerusalén y de las colonias, solución para los refugiados, etc.).
Tal es uno de los aspectos esenciales de la lógica de Oslo. Si las autoridades israelís renuncian a administrar directamente las zonas palestinas, es a condición de que estas últimas sean gestionadas por la nueva AP, y que ésta asegure, en primer lugar, tareas de mantenimiento del orden. ¿No le comprometen los Acuerdos de Oslo, en efecto, entre otras cosas, a «actuar sistemáticamente contra toda incitación al terrorismo y a la violencia [de los palestinos]», «detener y llevar a los tribunales a todas las personas [palestinas] sospechosas de perpetrar actos de violencia o de terrorismo«, «confiscar toda arma ilegalmente tenida [por un civil palestino]», » cooperar para intercambiar las informaciones y coordinar sus actividades y sus políticas» con los servicios de seguridad israelíes /14? El principal papel atribuido a la AP no es la construcción de un estado sino el desarrollo de un aparato de seguridad hipertrofiado, encargado de mantener la calma en las zonas palestinas progresivamente evacuadas.
El palo… y la zanahoria
Si la promesa (fantaseada) de un estado independiente es una de las razones que explican porqué la dirección Arafat aceptó comprometerse en la construcción de un aparato de seguridad llamado a sustituir al ejército israelí en las zonas evacuadas, y porqué una parte significativa de la población ha tolerado tal evolución, la dimensión financiera del «proceso de paz» es también un factor determinante. Durante los años 1994-2000, el volumen de las ayudas atribuidas a la AP oscila como media alrededor de 500 millones de dólares por año /15, antes de doblarse a partir de 2001 /16, lo que sitúa a los palestinos en el pelotón de cabeza mundial de los receptores de ayuda internacional. Esta financiación ha tenido dos funciones principales: el desarrollo del aparato de estado, y por tanto del peso económico de la AP, y la corrupción de la dirección palestina.
Este último punto ha sido ampliamente documentado y comentado. Se podrá así recordar que más allá de las desviaciones de dinero, numerosos dirigentes del aparato han puesto en pie, gracias a las ayudas internacionales, estructuras económicas que les aseguran fuentes personales de rentas y el mantenimiento de redes clientelistas. Este fenómeno se ha manifestado en particular en la creación de holdings públicos y semipúblicos, así como en el establecimiento de sociedades que gozaban de un monopolio sobre las importaciones de diversas mercancías. El más conocido de los holdings es la Palestinian Commercial Services Company (PCSC), establecida en 1994, que va a multiplicar las inversiones y adquirir participaciones, por un montante estimado en 1999 en 345 millones de dólares, en varias decenas de empresas implantadas en Palestina, entre otras: Jericho Resort /17, Palestine Cement Company, Palcell /18, Paltel /19, Hotel Jacier Palace (Intercontinental) en Belén, Hotel Gran Park en Ramalá, etc. /20.
En lo que se refiere a los monopolios establecidos sobre la importación de productos indispensables (cemento, azúcar, petróleo, harina, tabaco), las estimaciones varían al comienzo de los años 2000, con la existencia de 13 a 27 monopolios /21. Los nombres de los propietarios y/o administradores que se repiten más a menudo son los de Mohammad Rachid /22 (gasolina, cemento, tabaco), Mohammad Dahlan /23 (gasolina, cemento, grava), Jibril Rajub /24 (gasolina), Nabil Chaath /25 (ordenadores), Yasser Abbas /26 (electrónica), pero también consejeros de Yasser Arafat menos conocidos como Hachem Hussayn Abu Nidah y Ramzi Khoury /27.
La financiación sirve igualmente para el desarrollo del simulacro de aparato estatal, cuya rápida expansión coloca a la AP en el centro de la vida económica. Desde 1996, la AP emplea alrededor del 20% de los asalariados palestinos (15% en Cisjordania y cerca del 30% en Gaza). Los salarios pagados a los empleados del sector público ocupan, a mediados de los años 1990, un lugar equivalente al de las rentas de los trabajadores palestinos en Israel en el período anterior a 1992, cuyo número ha bajado de forma considerable al mismo tiempo. El aparato del estado no es por tanto solo un medio de captar recursos consecuentes venidos del extranjero, sino también un instrumento entre las manos de la dirección de la AP para la «legitimación por el salario» del «proceso de paz». Desde 1996, Rex Brynen evocaba, sobre el tema de las ayudas internacionales, la idea de una «paz comprada» /28. Esta tesis ha sido desarrollada también por numerosos opositores a Arafat, que han visto en el crecimiento exponencial del aparato de estado (160.000 asalariados en 2006, la mitad de ellos en las fuerzas de seguridad) un medio de contener la puesta en cuestión de los mecanismos de Oslo.
Oslo: la ocupación por otros medios
La centralidad y la complementariedad de las dimensiones referidas a la seguridad y las económicas del Proceso de Oslo nos permiten en realidad delimitar el sentido profundo de éste, a fortiori si se analiza desde la ausencia total de progresos en los planos político y territorial. La prosecución de la colonización y de la ocupación, los atrasos incesantes y el carácter muy limitado de la reorganización de las tropas israelís, traducen el carácter secundario de las hipotéticas perspectivas políticas y confirman que el corazón del «proceso de paz» no es el fin de la ocupación israelí sino claramente su reorganización. La creación de la AP y las dos principales tareas que le son encomendadas (mantener el orden y redistribuir la ayuda internacional en los territorios bajo perfusión económica) no van en contra del control israelí sino que participan en realidad de una reconfiguración del dispositivo de ocupación /29.
La arquitectura de Oslo permite en realidad a las autoridades israelíes resolver la paradoja a la que se habían confrontado desde la guerra de junio de 1967, al término de la cual el estado de Israel ocupa el conjunto de Palestina teóricamente compartida en 1947-1948. La guerra de 1967, si es la segunda etapa de la toma de control de Palestina por Israel y si se salda con una victoria militar más rápida y más fácil que en 1947-1949, no es un éxito total para Israel: la mayoría de los palestinos no se van. El éxito militar crea, pues, una dificultad política: Israel abriga en adelante en su seno a los palestinos de Cisjordania y Gaza, que se añaden a los palestinos de 1948. La pretensión del estado de Israel de ser simultáneamente un «estado judío » y un «estado democrático» es pues seriamente amenazada.
Es para responder a esta contradicción que un general laborista, Igal Allon, presenta al primer ministro Levi Eshkol, ya en julio de 1967, una solución alternativa a la expulsión, que comprometería el apoyo internacional del que goza el estado de Israel. La filosofía del Plan Allon es la siguiente: renunciar a la soberanía sobre las zonas palestinas más densamente pobladas a la vez que se conserva el control sobre el valle del Jordán, las orillas del Mar Muerto y Jerusalén, cuyos límites municipales deberían ser ampliados. Una entidad palestina constituida de cantones aislados sería así establecida, con atributos de soberanía limitados, mientras que Israel podría librarse de la administración directa de esas zonas manteniendo a la vez su control sobre lo esencial de Palestina. Aún si el Plan Allon no es oficialmente adoptado por el estado de Israel, será el que guíe su política a partir de 1967: la disposición de las colonias, el trazado de las carreteras reservadas a los colonos, y la fragmentación de Cisjordania son en efecto la aplicación concreta de los puntos de vista de Allon.
Lejos de ser un compromiso histórico, los Acuerdos de Oslo no son más que una adaptación del proyecto sionista a las realidades del terreno: la Intifada de 1987 expuso a la luz del día la situación reservada a los palestinos de los territorios ocupados, contribuyendo a deslegitimar al estado de Israel y amenazando con desestabilizar Medio Oriente. El «nuevo orden mundial» que George Bush Senior desea entonces instaurar pasa necesariamente por una pacificación (incluso provisional) de la región y por tanto por un acuerdo israelo-palestino. Los israelíes más pragmáticos aceptan negociar, en realidad imponer a la dirección de la OLP acuerdos esencialmente económicos y de seguridad, que no son en último análisis, en particular con la división de Cisjordania en «zonas» con diferentes estatus, más que una actualización del plan Allon /30.
Una cuestión esencial no había sido resuelta por Ygal Allon: ¿a quién confiar la gestión de los cantones palestinos? Allon parecía al comienzo favorable a la «opción jordana», no excluyendo una «opción palestina», que resumió con una broma … profética: » Por supuesto, si la OLP dejara de ser la OLP, podríamos dejar de considerarla como tal. O si el tigre se transformara en caballo, podríamos cabalgarla » /31. Sin embargo en 1992-1993, la dirección de la OLP, exiliada en Túnez, debilitada tras haber perdido en 1982-1983 su feudo libanés, aislada diplomáticamente tras su apoyo a Saddam Hussein cuando la invasión de Kuwait, víctima de una verdadera hemorragia financiera y amenazada por el desarrollo de una competencia en los territorios palestinos, en particular por parte de las facciones islámicas, estaba dispuesta a ser «cabalgada».
Rabin y Peres tomaron así la decisión de llamar a la OLP-Túnez, que respondía, desde su punto de vista a tres exigencias esenciales:
-
Estar suficientemente debilitada como para aceptar unos acuerdos tan desfavorables a la parte palestina.
-
Tener la legitimidad suficiente en los territorios ocupados como para hacerlos aceptar a la población.
-
Disponer del aparato burocrático-militar necesario para su aplicación.
No se trata aquí, evidentemente, de dar un juicio sobre las intenciones, las ilusiones o las esperanzas de los actores palestinos, sino sencillamente constatar que los Acuerdos de Oslo y el «proceso de paz» han consistido en una reorganización del dispositivo de ocupación de los territorios palestinos, anticipado desde hacía mucho por una parte del establishment israelí, y que la dirección Arafat, lejos de emprender un proceso que le habría permitido llegar a una satisfacción de los derechos nacionales de los palestinos, se encontró de facto cooptada por el ocupante construyendo y dirigiendo un órgano estructuralmente integrado en la arquitectura de la ocupación.
Las aporías de la hipótesis de Oslo
La hipótesis de Oslo era, pues, resumiendo, la siguiente: pacificar la sociedad palestina vía la construcción de una administración autóctona legítima y estable sin por ello poner en cuestión las lógicas de ocupación y de colonización. El levantamiento palestino de septiembre de 2000 («segunda Intifada»), motivado por la prosecución de la ocupación y de la represión y por el fin de las ilusiones relativas al «proceso de paz», fue uno de los primeros signos del error de cálculo. A fortiori en la medida en que una parte de la dirección de la AP, en particular los allegados a Arafat, favorecieron un levantamiento rápidamente militarizado sobre el que intentaron apoyarse esperando negociar en una correlación de fuerzas más favorable con el estado de Israel. Este último recordó rápidamente las reglas del juego atacando directamente al aparato de la AP, socavando sus infraestructuras, en particular de seguridad /32, y aislando, física y políticamente, a Yasser Arafat, a la vez que se declaraba, desde 2003, dispuesto a discutir con otros dirigentes palestinos hostiles al levantamiento, en primer lugar de los cuales estaba Mahmud Abbas.
A pesar de las reformas en marcha en la AP desde 2003, exigidas por los países occidentales en particular en los terrenos institucionales (creación de un puesto de primer ministro), de seguridad (racionalización y profesionalización de los servicios) y financieros (mayor transparencia) y a pesar de la muerte de Yasser Arafat, que permitió una aceleración de las mencionadas reformas, las aporías de la hipótesis de Oslo permanecieron. Da fe de ello, en enero de 2006, la victoria, en unas elecciones legislativas, de Hamas, cuyo éxito es la expresión deformada, como el levantamiento de 2000, del rechazo de una mayoría de palestinos a renunciar a resistir a la ocupación israelí y a confiar su suerte a una minoría considerada como corrupta y claudicante.
El fracaso de la tentativa de pacificación económica vía la puesta en pie, adornada con un aflujo de ayudas internacionales en Cisjordania, del gobierno de Salam Fayyad en el verano de 2007 /33, y el poco entusiasmo de la población palestina hacia el retorno a las negociaciones, traducen el agotamiento del programa de Oslo. La dirección palestina tiene conciencia de ello y amenaza cada vez más regularmente con disolver la AP, o de soslayar el marco de Oslo, como con la demanda de admisión del estado de Palestina en la ONU. Las últimas elecciones que se han desarrollado en Cisjordania, es decir, el escrutinio municipal de octubre de 2012, han sido el último dato revelador de este agotamiento: débil interés (pocos candidatos, 80 ciudades sin ninguna lista), débil participación (apenas el 50%, contra el 73% en el precedente escrutinio), derrota de los candidatos apoyados por la dirección Abbas (a pesar de la ausencia de Hamas), etc. La idea misma de una estructura político-administrativa palestina ha muerto, y ésta no se mantiene más que porque juega un papel esencial de redistribuidor de las ayudas internacionales y primer empleador en los territorios ocupados.
Veinte años después del apretón de manos de Washington, cada vez más observadores, analistas, y habitantes de los territorios ocupados comparten la amarga constatación. No ha habido jamás «proceso de paz», solo una prosecución de la ocupación por otros medios, y el Movimiento Nacional Palestino , cogido en la trampa de Oslo, atraviesa una crisis histórica. Hamas no queda inmune, habiendo aceptado participar en las elecciones de 2006 y gestionando, de facto, la banda de Gaza, está enfrentado a dificultades similares a las encontradas por la dirección Arafat durante los años 1990, y está cada vez más conminado por su base a elegir entre gobernar o resistir. Contradicciones que no dejarán de profundizarse y acelerar el debate palestino en curso sobre la refundación del Movimiento Nacional y del proyecto político y estratégico palestinos.
Para concluir…
La tragicomedia de la «vuelta a las negociaciones», que no ha interesado a los diplomáticos y los medios más que durante unas horas, es la imagen de este agotamiento generalizado: en términos triviales, se podría decir que nadie cree ya en él; en términos mejor elegidos, se dirá que el fracaso de la hipótesis de Oslo está constatado por el conjunto de los actores, y que nadie se atreve aún a afirmar en voz alta, en la escena internacional, que es urgente, para salir del callejón sin salida, sacar un balance lúcido de los veinte últimos años y cambiar de programa. El fracaso de Oslo no es la historia de citas fallidas, de malas decisiones o de mala voluntad por parte de uno y/u otro de los actores. El fracaso de Oslo es el fracaso programado de un proceso por el que se ha intentado imponer a los palestinos la renuncia a sus derechos y la renuncia a reivindicarlos, en nombre de una autonomía ilusoria y de una transferencia de una parte de las competencias y prerrogativas de la administración colonial a una administración autóctona sin soberaníabreal.
Las constataciones operadas aquí no son el producto de un análisis a posteriori, que reconstruiría una historia dando juicios sobre la sinceridad de quienes creyeron en la promesa de Oslo. Se trata sencillamente de constatar que el fracaso del pretendido «proceso de paz» no es accidental sino estructural, recordando que el análisis producido aquí hace eco a los de diferentes observadores, poco escuchados entonces. Pienso aquí en Jean François Legrain /34, Gilbert Achcar /35, Edward Said /36 o también Tania Reinart, que nos advertían ya en febrero de 1994: » Desde el comienzo, se pueden identificar dos concepciones subyacentes al proceso de Oslo. La primera es que ese proceso puede reducir el coste de la ocupación gracias a un régimen palestino fantoche, con Arafat en el papel del policía jefe responsable de la seguridad de Israel. El otro es que el proceso debe desembocar en el hundimento de Arafat y de la OLP. La humillación de Arafat, su capitulación cada vez más flagrante conducirán progresivamente a la pérdida de su apoyo popular. La OLP va a hundirse o sucumbir a luchas internas. […] Y será más fácil justificar la peor opresión cuando el enemigo sea una organización islamista fanática » /37.
Las tentativas de reanimación de un «proceso de paz» que jamás lo fue pueden saldarse solo con nuevos fracasos y nuevas crisis, de las que nadie puede aún medir hoy su amplitud y violencia potenciales. A medida que pasa el tiempo, se aproxima la crisis en la medida en que contrariamente a una fórmula demasiado fácilmente utilizada, no existe «statu quo» en un contexto en que cada día la empresa de colonización y de desposesión prosigue. Solo una solución fundada en el derecho, y no en una transformación del derecho en objeto de mercadeo, en el rechazo a la puesta en un pie de igualdad al fuerte y el débil, en el rechazo de la posición de árbitro reivindicada por la potencia estadounidense que juega al mismo tiempo el papel de entrenador de uno de los dos equipos, sobre un reconocimiento de la libertad de decisión de los palestinos, incluso en lo que se refiere a la elección de sus dirigentes, y sobre dispositivos vinculantes hacia la potencia ocupante, podría permitirnos contemplar un porvenir más radiante.
12/09/2013
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Notas
1/ Documentos en línea en Le Monde Diplomatique http://www.monde-diplomatique.fr/cahier/proche-orient/lettre93-fr
2/ » Los palestinos no existen. ¿Cuándo ha habido un pueblo palestino independiente con un estado palestino? Era el sur de Siria antes de la primera Guerra Mundial, y después había una Palestina que incluía Jordania. No es como si había un pueblo palestino en Palestina, considerándose él mismo como un pueblo palestino, y que hubiéramos venido a echarles y quitarles su país. No existían » (Citada en el Washington Post, 16/06/1969).
3/ Patrice Claude, «Les Américains ont forcé la main à Rabin», Le Monde 14/09/2013
4/ En particular Hanan Ashrawi, Fayçal al-Hussayni et Haydar Abd al-Shafi.
5/ Saïd K. Aburish, Arafat : From Defender to Dictator, New York et Londres, Bloomsbury, 1998, p. 259.
6/ Según Faruk Qaddumi, entonces número dos del Fatah, solo dos miembros del CC expresaron su apoyo al planteamiento de Oslo (Arafat y Abbas). Señalar además que los hermanos Khalid y Hani al-Hassan, miembros «históricos» del Fatah, se negaron a acudir a la reunión.
7/ «Los duros de la OLP rechazan la decisión de Yasser Arafat«, AFP, 10/09/1993
8/ «Prime Minister Yitzhak Rabin : Ratification of the Israel-Palestinian Interim Agreement«, 5 octubre 1995, disponible en http://mfa.gov.il/MFA/MFA-Archive/1…
9/ Siendo los actos de Rabin conformes con sus discursos, el número total de colonos conocerá un aumento rápido en los años 1992-1995, pasando de 258.400 a 309.200 (+20%), contra un aumento del 12,6% durante los años 1996-1999 (gobierno Netanyahu). Ver Foundation for Middle East Peace, «Israeli Settler Population 1972-2006». http://www.fmep.org/settlement_info/settlement-info-and-tables/stats-data/israeli-settler-population-1972-2006
10/ El término «retirada» no figura en ningún texto de los Acuerdos de Oslo, a parte de las dos primeras zonas evacuadas, a saber, los dos tercios de la banda de Gaza y la ciudad de Jericó.
11/ Acuerdos de Taba, Capítulo II, artículo X,2.
12/ Para un estudio detallado de los diversos acuerdos, ver entre otros, Julien Salingue, Retour sur… Les Accords d’Oslo, http://www.juliensalingue.fr/article-18896867.html (abril 2008), o Jean-François Legrain, «Retour sur les Accords israélo-palestiniens (1993-2000)», Maghreb-Machrek, nº 170, 2000, p. 96-125. Para un análisis de la dimensión desde el punto de vista de la seguridad de los Acuerdos de Oslo, ver Julien Salingue, » Les forces de sécurité palestiniennes : un appareil répressif indigène au service de la puissance coloniale ?» (de próxima aparición).
13/ La precisión en cuanto a las cuestiones de seguridad es elocuente: se sabe así, entre otras cosas, que la policía palestina está autorizada a poseer 7.000 armas ligeras, 120 metralletas y 45 vehículos blindados (Acuerdos de El Cairo, Anexo I, artículo IV, 5,b) o que una «patrulla conjunta», operará en la carretera nº 90, en el sector de Jericó, con un vehículo palestino a la cabeza (Anexo I, artículo V, 2).
14/ Acuerdos de El Cairo, Anexo I, artículo II.
15/ Rex Brynen, A Very Political Economy, Peacebuilding and Foreign Aid in the West Bank and Gaza, Washington DC, United States Institute of Peace Press , 2000, p. 113 et sq.
16/ Anne Lemore, » Killing with kindness : funding the demise of a Palestinian state «, International Affairs, vol. 81, n°5, octobre 2005, p. 981-999.
17/ El Jericho Resort es un lujoso complejo hotel-casino inaugurado en 1998, cerca de Jericó, financiado por capitales jordanos, palestinos e israelíes.
18/ Telefonía móvil.
19/ Telefonía fija.
20/ Markus E. Bouillon, The Peace Business, Money and Power in the Palestine-Israel Conflict, Tauris, New York, 2004, p. 123.
21/ Ver Sara Roy, » Palestinian Society and Economy : The Continued Denial of Possibility «, Journal of Palestine Studies, vol. 30, n°4, été 2001, p. 5-20.
22/ Consejero financiero de Yasser Arafat.
23/ Responsable de la Seguridad Preventiva en Gaza.
24/ Responsable de la Seguridad Preventiva en Cisjordania.
25/ La firma egipcia de Navil Chaath, Team, dirigida por su hijo, habría obtenido el 92% de los contratos de importación de ordenadores concedidos por el Ministerio del Plan y de la Cooperación Internacional (Markus E. bouillon, The Peace business, op. Cit. p. 95)
26/ Hijo de Mahmud Abbas.
27/ Ver en particular Ronen Bergman et David Ratner, » The Man who Swallowed Gaza «, Ha’aretz, suplemento week-end del 4/04/1997.
28/ Rex Brynen, » Buying Peace ? A Critical Assessment of International Aid to the West Bank and Gaza «, Journal of Palestine Studies, vol. 25, n°3, printemps 1996, p. 79-92.
29/ Un dispositivo es «un conjunto resueltamente heterogéneo, que incluye discursos, instituciones, habilitaciones arquitecturales, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, propuestas filosóficas, morales, filantrópicas, en definitiva: de lo dicho, tanto como de lo no dicho» (Michel Foucault, «Le jeu de Michel Foucault«, Dits et écrits, T. II, Paris, Gallimard, 1994 [1977], p. 298-329).
30/ Incluso el general Ariel Sharon, feroz partidario de la expulsión de los palestinos, acabará por adoptar, modificándolo, el Plan Allon. Es el sentido de la «retirada unilateral» de Gaza en 2005, que lejos de ser un «gesto de paz» es la decisión pragmática de abandonar y cercar una zona palestina demasiado densamente poblada. La decisión de construir el Muro, si fue interpretada con razón como la renuncia a la anexión del conjunto de Cisjordania, no es más que la última etapa de la puesta en práctica del Plan Allon y de la cantonización de Palestina.
31/ Citado por Gilbert Achcar, «Le sionisme et la paix : du plan Allon aux accords de Washington», L’Homme et la Société, n°114, octobre-décembre 1994, p. 7-25. (Hay traducción al español: http://www.herramienta.com.ar/revis…)
32/ Lo que no es contradictorio con el papel funcional de las fuerzas de seguridad en el dispositivo de Oslo: Ariel sharon consideró que ciertos órganos de las fuerzas de seguridad palestinas participaban directamente en el levantamiento y que debían, por consiguiente, ser destruidos.
33/ Tras la tentativa (fracasada) de derrocamiento de Hamas en Gaza.
34/ Ver por ejemplo «De la faiblesse de l’OLP, de la sincérité d’Israël», Le Monde, 10/09/1993.
35/ Ver por ejemplo, «Le sionisme et la paix : du plan Allon aux accords de Washington».
36/ Ver por ejemplo «Comment conjurer le risque d’une perpétuelle soumission à l’État d’Israël», Le Monde diplomatique, noviembre 1993.
37/ Citado en Tania Reinhart, Détruire la Palestine, París, La Fabrique, 2002, p.42.