Conocí a Ladislao Martínez un año después de las movilizaciones multitudinarias contra la guerra de Iraq. Un grupo de activistas nos habíamos atrevido a soñar que un periódico crítico, independiente y de calidad era posible. Él fue una de las personas veteranas dentro de las izquierdas que acogió con entusiasmo nuestra iniciativa. Confió en nuestras […]
Conocí a Ladislao Martínez un año después de las movilizaciones multitudinarias contra la guerra de Iraq. Un grupo de activistas nos habíamos atrevido a soñar que un periódico crítico, independiente y de calidad era posible. Él fue una de las personas veteranas dentro de las izquierdas que acogió con entusiasmo nuestra iniciativa. Confió en nuestras capacidades, nos tomó en serio. Se suscribió sin habernos leído y colaboró desde el principio.
Como otros compañeros y compañeras de Ecologistas en acción, fue una fuente informativa privilegiada, cercana, querida. Podías pedirle un análisis siempre atinado sobre los distintos debates energéticos. «¿Cómo va Diagonal?», siempre que me lo encontraba en una manifestación me preguntaba. Sentías que verdaderamente le preocupaba que siguiésemos existiendo.
Cuando le conocí, Ladis estaba en la comisión de energía de Ecologistas en Acción. Yo recién empezaba a entrarle al debate sobre la crisis energética y ambiental y me cité con él en la Dragona para que me asesorara con una investigación. Recuerdo que llegó apurado, venía de en un debate en una tele local sobre la moratoria nuclear, pero se quedó tres horas conversando y explicándome cuestiones del sector eléctrico que me parecían marcianas, ¿mecanismos de mercado para combatir el cambio climático? De esta conversación salió el primer artículo de ecología social de Diagonal y comenzó su larga colaboración en estos temas.
Ladis era una enciclopedia, te contaba de memoria todos los entresijos de la lucha antinuclear y guardaba como oro en paño informes analógicos del movimiento ecologista. Recuerdo que me regaló una copia de un número del Ruedo Ibérico para que conociese el debate que hubo sobre la electrificación rural, cuando la posibilidad de un modelo descentralizado y basado en energías renovables fue ninguneada en favor de los grandes operadores eléctricos. Cargaba el peso de la historia, el recuerdo de alternativas sostenibles y para la mayoría social que habían sido arrinconadas.
A Ladis le preocupaban los problemas ambientales y la pobreza social. Le hervía la sangre que haya empresas que facturan millonadas, como las eléctricas, mientras familias como las de sus alumnos y alumnas no pueden hacer frente a la factura de la luz y están al borde del desahucio. Le dolía profundamente el presente y sus aberraciones.
Por eso fue un ferviente defensor de la movilización social en las calles, de las energías renovables y de los servicios públicos para todas, entre ellos el eléctrico. Su incursión en la lucha antinuclear comenzó en 1979, al participar en unas jornadas en la Facultad de Química con el Colectivo 0 (de 0 nuclear), me contó hace unos años con nostalgia y emoción. En los ’80 se incorporó al ecologismo más organizado en AEDEN. Luego pasó por AEDENAT y de ahí a Ecologistas en Acción (fue uno de sus impulsores hace dieciséis años). En los últimos tiempos andaba metido en diversas plataformas ciudadanas en defensa de los servicios públicos y contra las térmicas.
Se cuidada mucho de no aferrarse a argumentos técnicamente mal hechos desde las izquierdas y el ecologismo, y eso le llevaba a ser muy autocrítico. Era de los que se arremangaban y socializaba lo que sabía. El primero en agarrar el autobús un viernes después del trabajo para irse a un pueblo de Albacete a una marcha contra las térmicas. En ir a recoger firmas contra la privatización del Canal de Isabel II. En dar una charla en plena calle para hablarle al vecindario con un megáfono.
Ese afán por democratizar la información y hacerla digerible en sectores opacos como el eléctrico ha sido una constante desde que le conocí.
Cuando fui a visitarle al instituto público donde daba clases en Entrevías, me mostró unos circuitos de energías renovables, unas reliquias en miniatura que había conseguido para el alumnado. Así podía explicarle qué era la energía eólica y la solar a partir de la experimentación. También hacía con sus chavales juegos de rol play donde simulaban conflictos ambientales reales y podían comprender los distintos actores y sus responsabilidades. Fue la faceta pedagógica de su activismo de calle y escuela la que me conquistó. Su generosidad a la hora de compartir conocimientos y hacernos pensar por nosotras mismas. Siempre buscando, incansable, la mejor forma de incidir políticamente, de llegar a la gente. Así te recordamos, maestro.
Fuente original: https://www.diagonalperiodico.net/global/24979-memoria-ladis.html