Mientras que para los grandes medios corporativos siempre existe un villano y un bueno en la historia algo a matizar, lo cierto es que muchos se preguntan de dónde surge tanto poder de Israel, la respuesta es Estados Unidos, su socio estratégico.
El año que viene, 2023, se cumplen dos siglos de la doctrina “Monroe” de 1823 –América para los estadounidenses–, esto es para Nuestramérica. Entretanto, el resto del mundo ha sufrido, sobre todo los pueblos como suele ser, la maquinaria militar oprobiosa de dicha potencia desde 1945. En los últimos treinta años, posterior a la implosión soviética, pretendido ejercer una unipolaridad, el Proyecto del Nuevo Siglo Americano (PNAC en inglés).
En 1999, la OTAN destruye y disecciona Yugoslavia, en la propia Europa, o sea la balcanización, el divide y reinarás. Sin embargo, en 2001 emerge la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la alianza China-Rusia tan temida por el país anglosajón. Seis meses después, invaden en una pretensión de recolonizar la región, llegar a esas potencias Afganistán (2001) nuevamente Iraq (1991, ahora 2003) y rodear a Irán. Los dos primeros sufren cuatro décadas, si cuatro, de guerras casi ininterrumpidas de variada índole, en el corazón de Eurasia (el Heartland).
Asistimos hoy a un declive hegemónico estadounidense, que no es a corto plazo, sino que lleva varias décadas. Algo evidente en el porcentaje de productos manufacturados del mundo que en setenta años descendió de la mitad al entre 18 y 19%. Está acompañado de la crisis en Europa, pero sobre todo de una asiatización de la economía, que se ha ido trasvasando de la tríada (Estados Unidos, Europa Occidental y Japón) del imperialismo colectivo al Sudeste Asiático, y de manera exponencial a Eurasia.
En estos días se reunió la Organización de Cooperación de Shanghái, el mayor bloque regional del mundo, que abarca casi la mitad de la población mundial y más del 30% del PIB global. La conforman Rusia, China, la India, Pakistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kazajistán, a los cuales se sumarán Irán y Bielorrusia. Este grupo se complementa con el BRICS+ Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica a los cuales se les sumarían inminentemente Argentina e Irán.
Dichos organismos se integran con otros de Eurasia como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP en sus siglas en inglés, liderada por el gigante asiático) y muestra un contrapeso con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN 1949-), que sobrevivió a su opuesto “Pacto de Varsovia (1955-1991)” como una organización militar, actualmente en expansión (30 países) bajo las prerrogativas de la anglósfera, sobre todo del eje Estados Unidos-Inglaterra-Israel. A estos se suman los aliados más directos como Japón, Canadá, Australia, Corea del Sur entre otros.
El pequeño país en territorio Israel, en este mapeo geopolítico, funciona como enclave –aparte de colonizar y oprimir a los palestinos– de presión sobre Irán. Observable en el asesinato de Qasem Soleimani, el de Mohsen Fakhrizadeh, uno de los arquitectos del programa nuclear de Irán liquidado por la agencia de inteligencia de Israel, el Mossad, por la injerencia retroalimentada con Estados Unidos respecto al pacto del desarrollo nuclear de Irán controlado por los 5 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU: China, Francia, Rusia, EE.UU. y Reino Unido más Alemania, del que la potencia norteamericana se aisló unilateralmente y aún está en tratativas.
Vislumbramos tres ejes de presión y tensión directa Israel, Ucrania, Taiwán sobre las tres potencias euroasiáticas Irán, Rusia y China. Las tres primeras se erigen como bases estadounidenses de provocación a los tres gigantescos euroasiáticos (faltaría India). Igualmente se añaden otros y se alinean a los establecidos en la posguerra en Japón, Alemania y Turquía. Sin embargo, esto cambia dado el acercamiento turco a la OCS más reciente, así como la reunión en Teherán, Irán, de los presidentes iraní Raisi, ruso Putin y turco Erdogan. Mientras Ucrania se ha convertido en una bomba de relojería contra la propia Europa y en preferencia contra Alemania dependiente en su industria del gas ruso.
Israel además posee armamento nuclear, y ejerce un rol coimperial de Estados Unidos, amparados en la culpabilidad alemana por la Shoa. Esto significa que sufrieron como población europea la criminalidad del aparato nazi, en un contexto lamentable de entre sesenta y setenta millones de víctimas a nivel mundial, con el peso mayor recayendo sobre los soviéticos con más de 25 millones de almas perecidas.
El acrecentamiento y la importancia de Israel, pese a no tener mucho ni gas, ni petróleo, ni población, ni territorio, a nivel regional pero también internacional para la región del Medio Oriente y para África, se explica por su rol coimperial de la superpotencia americana. Y por eso se ocultan su violencia cotidiana frente a los palestinos, a los sirios, libaneses, siendo los primeros colonizados y los más damnificados por el apartheid israelí que denunciaron organizaciones de nivel mundial como B´Tselem, Human Right Watchs, organismos de las Naciones Unidas y un gran conjunto de intelectuales que contradicen la agenda de los medios de “comunicación” hegemónicos.
A Israel, oficialmente, el Pentágono le promete una ventaja militar cualitativa en la región. Eso lo verificamos también por la cantidad de bases militares existentes en la región, aumentadas desde 1991, así como aumentaron las intervenciones estadounidenses de esa arista contándose por ellos mismos en 250 alrededor del mundo, con mayor énfasis en el denominado “Gran Medio Oriente”. Israel funciona como un aliado estratégico, (similar a Arabia Saudita, solo que con rasgos culturales afines) de Estados Unidos por el lobby pro-israelí, los casi 7 millones de israelíes que se equiparan, por un lado, con igual número de palestinos entre las “fronteras” de Israel-Palestina y, por otro, con igual número de judíos en el país norteamericano. Ese poder decisor al interior del país de mayor gasto militar del mundo, previsto en más de 800 mil millones de dólares (su contracara es China sacando de la pobreza extrema a 800 millones de chinos), está en una política entrelazada que marcó la destrucción de potencias estatales laicas como Libia, Siria, Iraq, Afganistán y Yemen, que oprime a Palestina, y que provoca a Irán.
Este último caso de fricción nos atañe ya que delinea un parteaguas, por ser aliados de los bloques que hoy día se ven antagónicos, de cercanía a Estados Unidos uno y el otro a Rusia y China, las máximas potencias mundiales. Pero nos devuelve a la cuestión del uso de los países como arma de provocación, puesto que para un observador que desconozca el tema, lo primero que salta a la vista es que un país de unos 7 millones de personas pretenda desafiar a uno de más de 80, es cuanto menos llamativo y nos lleva a la cuestión nuevamente de qué país está detrás de las jugadas geopolíticas de un país que se pretende europeo hasta en las competencias deportivas, no obstante se localiza en una zona neurálgica del sistema mundial.
El ejército de ese país de la costa Mediterránea urde con el gigante norteamericano una estrategia de dominación y neoimperialismo para la zona, sustancial como palanca principal para ejercer supremacía sobre el resto del mundo y más aún sobre sus competidores hegemónicos. Las víctimas son los millones de refugiados, los muertos, las nefastas consecuencias mentales para las familias, la destrucción causada de cada uno de los habitantes de esta región que resisten pero que necesitan que descienda el nivel de violencia latente y permanente por el que se hallan rodeados.
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