Después de más de 12 años de haber sido expulsado, la Liga Árabe votó el 7 de mayo dar la bienvenida de nuevo al régimen sirio bajo ciertas condiciones que incluyen el retorno sin represalias de las personas refugiadas sirias, un proceso político creíble que dé lugar a elecciones, y medidas para acabar con el contrabando de drogas desde Siria a los países vecinos.
Si la normalización entre Arabia Saudí y Siria ha jugado indudablemente un papel determinante para abrir la puerta al retorno de Siria a la Liga tras el terremoto de febrero, el proceso de normalización irano-saudí ha acelerado el restablecimiento oficial de los lazos diplomáticos entre Damasco y Riad.
En abril de 2023, el ministro saudí de Asuntos Exteriores, el príncipe Faisal bin Farhan, visitó Siria más de una década después de que Arabia Saudí cortara las relaciones diplomáticas con Damasco en 2011. No obstante, la disminución de la beligerancia entre el Reino de Arabia Saudí (RAS) y Siria se ha hecho notoria desde hace varios años ya.
En mayo de 2021 el ministro sirio de Turismo, Rami Martini, viajó a Arabia Saudí en la primera visita oficial de una delegación siria a este país desde el estallido de las revueltas. La decisión de Riad de rehabilitar a Damasco tiene que ver con objetivos nacionales y dinámicas regionales.
El fin del contrabando de captagón, cuya producción se ha disparado en la última década, es prioritario para el reino saudí. Entre 2016 y 2022, las autoridades saudíes frustraron intentos de contrabando de más de 600 millones de pastillas de anfetamina procedentes de Líbano. Gran parte de la producción y distribución de esta droga está controlada por la Cuarta División y por empresarios sirios que se hicieron fuertes durante la guerra. A principios de mayo, en una reunión organizada por Jordania con representantes de Arabia Saudí, Iraq, Egipto y Siria, Damasco aceptó “tomar las medidas necesarias para detener el contrabando a través de las fronteras con Jordania e Iraq” y trabajar durante el mes siguiente para identificar a los productores y a los transportistas de estupefacientes a esos dos países.
Pero además, el proceso de normalización es consecuencia de la evolución de Arabia Saudí en materia de política exterior. La agresiva acción exterior del príncipe heredero y primer ministro saudí, Mohammed Bin Salman (MBS) –representada en la guerra lanzada contra Yemen en 2015 y en la intensa presión ejercida contra Irán– ha fracasado. Se ha vuelto demasiado costosa políticamente y una amenaza para sus planes de reformar la economía, atraer inversores extranjeros y abrir el país al turismo. Es por eso por lo que Riad está intentando desde hace poco establecer relaciones más cordiales con sus vecinos.
Comenzó poniendo fin a la confrontación con Qatar y Turquía, y siguió con el histórico acercamiento político entre Irán y Arabia Saudí a través de la mediación de China a principios de abril. Ambos Estados han declarado desde entonces su voluntad de trabajar juntos por “la seguridad, la estabilidad y la prosperidad” de Oriente Próximo. Esto cobra especial relevancia para Arabia Saudí a fin de estabilizar la situación en Yemen y prevenir las amenazas a la seguridad en su frontera meridional. El acercamiento también permitirá a ambos países reabrir sus embajadas a finales de mayo y aplicar los acuerdos de cooperación económica y de seguridad firmados hace más de 20 años.
También tiene que ver asimismo con la percepción saudí de que Washington ya no puede proporcionar la seguridad que necesitan los saudíes, sobre todo tras el estallido de las revueltas en 2011. Además, tanto el fracaso de la invasión estadounidense de Iraq como la crisis financiera internacional de 2007-08 han asestado un duro golpe económico para el prestigio del modelo neoliberal estadounidense. El resultado ha sido el debilitamiento global del poder estadounidense que no sólo ha dejado más espacio para que actúen otras fuerzas imperialistas globales como China y Rusia, sino que también ha beneficiado a potencias regionales que han venido actuando de forma cada vez más independiente.
Como resultado de este debilitamiento relativo del poder estadounidense, Estados regionales como Irán, Turquía, Arabia Saudí y Qatar han aumentado su influencia y su poder en la región. La decisión sostenida de los dirigentes saudíes de mantener altos los precios del petróleo y de recortar la producción ilustran esta evolución en la relación entre Riad y Washington.
En términos más generales, por parte saudí y de otros actores regionales existe la determinación de consolidar una forma de estabilidad autoritaria en la región. A pesar de las continuas rivalidades entre los distintos Estados de la región, todos mantienen una posición común: volver a una situación similar a la existente antes de las revueltas de 2011.
Es en este contexto en el que el proceso de normalización y restablecimiento de relaciones con el régimen sirio se inserta en el plan. Va de la mano de otros procesos como acabar con las protestas democráticas e intentar contener a los grupos yihadistas.
Los cambios en la política exterior saudí están relacionados principalmente con la necesidad de que el país pueda centrarse en aplicar las reformas económicas y en los objetivos de Visión Saudí 2030, que pretende acabar con la dependencia de los combustibles fósiles y alcanzar los 100 mil millones de dólares anuales en inversión extranjera directa (IED) para 2030.
Aunque los flujos de IED hacia Arabia Saudí se han ralentizado gradualmente –han pasado de un incremento del 200% entre 2018 y 2019 a un 20% entre 2019 y 2020– como consecuencia de factores políticos y de la disminución de los precios del petróleo, los últimos acontecimientos, incluida la normalización saudí-iraní, podrían invertir esa tendencia.
Arabia Saudí ha dado a conocer sus planes de crear entidades público-privadas (APP) para muchos servicios estatales, incluidos los sectores tradicionalmente sociales como la educación, la vivienda y la sanidad. The Financial Times ha descrito este plan como “thatcherismo saudí”.
En abril de 2023 MBS ha puesto en marcha cuatro nuevas “zonas económicas especiales” (ZEE) para promover el establecimiento de industrias no tradicionales relacionadas sobretodo con los sectores del turismo, las tecnologías de la información (IT), las energías renovables y la logística. La nueva estrategia económica saudí sitúa al capital privado en el centro de la futura economía del país. El desarrollo del sector turístico es uno de los ejes principales de esta diversificación: Riad aspira a alcanzar los 100 millones de visitantes anuales en 2030.
Aunque EAU tomó la iniciativa para retomar las relaciones con Damasco, el proceso de normalización de Arabia Saudí con el régimen sirio ha cambiado las reglas del juego. El proceso en curso de normalización del régimen sirio con Arabia Saudí y más en general en la región, debe entenderse dentro de la dinámica regional.
Lamentablemente, estos movimientos no implican que Siria vaya a ser testigo a corto plazo de ninguna mejora para su población ni de una posible recuperación económica y apoyo internacional en el futuro. Por el contrario, la reintegración de Damasco servirá principalmente a los intereses de los dirigentes autoritarios de toda la región, que persisten en erradicar los avances conseguidos por los levantamientos de 2011.
Joseph Daher imparte clases en la Universidad de Lausana (Suiza) y es profesor del Instituto Universitario Europeo de Florencia (Italia), donde participa en el proyecto “Wartime and Post-Conflict in Syria Project”. Es autor de Syria after the Uprisings, The Political Economy of State Resilience.
Traducción:viento sur: https://vientosur.info/la-normalizacion-de-siria-clave-en-la-nueva-politica-exterior-saudi/