“Disparamos a personas inocentes, les arrancamos los ojos y les destrozamos la cara, los saqueamos, y llevamos a cabo una limpieza étnica …. ¡Y todo estará bien!”.
-Gideon Levy, escritor y periodista israelí, octubre de 2023.
El Estado sionista y terrorista de Israel a lo largo de su corta existencia, que comienza formalmente en 1948, ha sido pródigo en establecer una nueva “legislación”, a escala interna y mundial, que se sustenta en dos pilares principales: de una parte, en presentarse como la única y principal víctima que ha existido en la historia humana, cuyo “pueblo” (una ficción que nunca existió) siempre fue perseguido, siendo su máxima expresión lo acaecido durante la Segunda Guerra Mundial; de otra parte, Israel no sería una construcción humana ‒histórica y política‒ sino una entidad de origen divino y, en consecuencia, eterna e indestructible.
A partir de estos sofismas, tan endebles que no resisten la crítica más elemental, Israel y sus seguidores sionistas se han encargado de implementar un nuevo tipo de leyes, que vienen acompañadas de una autoproclamada “superioridad moral”, que les confiere el derecho a decidir y hacer lo que se les venga en gana con los palestinos en particular y con cualquier persona o comunidad que en el resto del mundo se atreve a cuestionar los crímenes que los sionistas efectúan a diario.
En el interminable dispositivo de cinismo e impunidad de las “leyes” que Israel dispone para sí mismo, hay un listado casi ilimitado de preceptos “teóricos” y prácticas genocidas, en el que se incluyen este tipo de “nuevos derechos”:
Derecho a masacrar; derecho a expulsar a los palestinos de sus territorios; derecho a bombardear de manera indiscriminada a pueblos y ciudades (de Palestina, Líbano, Siria…); derecho a usar fosforo blanco y armas biológicas en sus ataques; derecho a torturar en sus cárceles y cuarteles; derecho a mutilar a niños y jóvenes; derecho a destruir todo lo que encuentre a su paso (iglesias, universidades, escuelas, centros de salud…); derecho a desconocer las resoluciones de la ONU (la misma entidad, completamente inútil, que propició la creación de Israel en 1947); derecho a masacrar al personal de la ONU; derecho a matar a los periodistas que son declarados enemigos de Israel; derecho a masacrar a las familias de los periodistas; derecho a cometer crímenes de guerra y de lesa humanidad; derecho a cortar el agua, la luz y los servicios esenciales a los habitantes de Gaza y Cisjordania; derecho a demoler con explosivos las sedes administrativas de un gobierno (el de Hamas en Gaza y el de la OLP en Cisjordania); derecho a invadir hospitales y rematar a los enfermos y heridos; derecho a mentir a toda hora; derecho a deleitarse con impunidad y cinismo del asesinato de niños y mujeres; derecho a convertir una terrible tragedia (el genocidio perpetrado por los nazis) en un negocio de auto victimización y muy rentable en términos económicos; derecho a lanzar bombas y explosivos en mezquitas mientras los fieles oran; derecho a declarar antisemitas a quienes se atrevan a no reconocer los “derechos inalienables de Israel” (esto es expulsar, mentir y asesinar); derecho a destruir las casas de los palestinos para que las tierras sean ocupadas por invasores sionistas; derecho de piratería para atacar flotillas de solidaridad con los palestinos; derecho a matar a cualquier palestino a cualquier hora y en cualquier lugar; derecho a robar las propiedades de los palestinos; derecho a destruir lugares santos del mundo árabe e islámico; derecho a construir bombas atómicas sin que nadie lo juzgue o censure (con la participación y complicidad de los delincuentes de la “comunidad internacional”); derecho a que la Unión Europea y los Estados Unidos respalden todos los crímenes de Israel, a nombre del supuesto derecho de Israel a defenderse; derecho a prohibir que se exhiban y agiten banderas y símbolos de Palestina so pretexto de que eso significa respaldar el terrorismo y fomentar el antisemitismo; derecho a destruir los cultivos de los campesinos de Palestina; derecho a matar a los animales domésticos y de subsistencia de los palestinos; derecho a contaminar las aguas que surcan los territorios ocupados; derecho a allanar las casas de las familias palestinas a cualquier hora del día o de la noche; derecho a dejar lisiados a futbolistas y otros deportistas mediante ataques premeditados a sus extremidades inferiores; derecho a construir muros que separan y fragmenta los territorios de Gaza y Cisjordania; derecho de los colonos a dispararle a los palestinos cuando se les antoje; derecho a concebir como animales a los palestinos y tratarlos peor que los animales domésticos; el derecho a imponer castigos colectivos, prohibidos por el derecho internacional; derecho a implantar el racismo sionista y la exclusión a partir de criterios de pureza étnica; derecho a aplicar su Doctrina Aníbal (que plantea eliminar a los propios soldados y rehenes israelitas para no negociar su liberación); derecho a la venganza, basado en el ojo por ojo, diente por diente, multiplicado miles de veces; derecho a triturar a seres humanos, animales y plantas con sus “bombas inteligentes” que destruyen lo que se encuentra a su paso; derecho a usar bombas que derriban edificios de varios pisos con sus habitantes adentro; el derecho de responsabilizar al oprimido de los crímenes de los opresores [Golda Meir, Primera Ministra de Israel y criminal de guerra sionista dijo: «Podemos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos. No podemos perdonarlos por obligarnos a matar a sus hijos”]; derecho a utilizar a los palestinos como conejillos de indias para experimentar nuevas armas y formas de guerra; derecho a no tener ningún límite a su sed asesina de sangre; derecho a impedir que niños, mujeres y hombres se desplacen “libremente” por sus territorios ocupados; en fin, el derecho a violar cualquier derecho y no respetar ni el más elemental derecho de gentes.
Estos “sagrados derechos” el Estado de Israel los pone en práctica los 365 días del años, las 24 horas del día y dice, en forma abusiva y mentirosa, que lo hace en representación de los judíos del mundo y porque dicho Estado genocida es producto de un mandato divino. En realidad, lo que hace Israel es un anticipo del mundo que prepara el capitalismo para el futuro inmediato (si lo consentimos y toleramos, por supuesto) y un peligro inmediato para la propia supervivencia de nuestra especie.
Con los códigos de Israel se evidencia la hipocresía del “mundo libre” y su doble moral, puesto que esa comunidad internacional de delincuentes que dice basarse en reglas y derechos, promover la democracia y los derechos humanos, en la práctica acepta y aprueba los “derechos genocidas” de Israel. Por tanto, es actor y coparticipe en la masacre de los palestinos y la limpieza étnica en curso y los “centros civilizados” tienen untadas las manos de sangre, tanto como sus pupilos del estado sionista, aunque presuman de ser los campeones de los derechos humanos, de la libertad, la justicia y la democracia. Esto es un pésimo chiste en medio de la carnicería sionista, basada en sus leyes de solución final (es decir, eliminación de los palestinos), que tienen la impronta del colonialismo occidental de los últimos quinientos años.
Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), diciembre de 2023
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