«Hiroshima», de John Hersey, fue sin duda la obra periodística estadounidense más impactante de la historia. Incluía descripciones estremecedoras de lo que una pequeña bomba (en relación con las armas actuales) hizo a los habitantes de una ciudad.
Hay mucha mitología nuclear relacionada con el desarrollo y despliegue del armamento nuclear. El difunto Bernard Brodie, el primer teórico nuclear, argumentó a finales de la década de 1940 que las armas nucleares habían creado un equilibrio estable de terror, lo que queda desmentido por la violencia de la posguerra. Teóricos nucleares como Herman Kahn y Albert Wohlstetter argumentaron en la década de 1950 que el equilibrio era «precario» y que era esencial medir el daño relevante que sufriría un bando u otro en un intercambio nuclear. Henry Kissinger, de Harvard, tenía la teoría más obtusa de todas, al creer que los usos «limitados» del armamento nuclear no se irían de las manos. Estas teorías se utilizaron para justificar el creciente desarrollo de armas nucleares que ha creado la situación de «overkill» en los arsenales de Estados Unidos y Rusia. La nueva doctrina y práctica nuclear de China producirá una capacidad adicional de «overkill».
Estados Unidos ha impulsado la carrera nuclear desde el principio. El uso de bombas atómicas en Japón en 1945 fue un arma de terror; la administración Truman creía que la muerte de civiles inocentes presionaría a los líderes japoneses para que se rindieran. La tecnología estadounidense también impulsó la carrera armamentística de la Guerra Fría, en particular el desarrollo de los vehículos de reentrada múltiple independiente (MIRV) que podrían haberse detenido en la década de 1970 si el principal negociador de Washington, Henry Kissinger, hubiera estado dispuesto a escuchar a la comunidad de control de armamentos.
Una vez más, Estados Unidos es uno de los principales impulsores de la carrera armamentística sobre la base de un programa de modernización de 10 años y 1,5 billones de dólares que es innecesario. Va acompañado de programas de modernización rusos y chinos. El programa estadounidense hace hincapié en una nueva ojiva estratégica; un nuevo misil de crucero; nuevos núcleos de plutonio para ojivas; y nuevos submarinos, bombarderos y misiles balísticos intercontinentales (ICBM). Todo ello innecesario.
Los avances de China son preocupantes, en particular la ampliación y reconstrucción de la zona de pruebas de Lop Nor, en Xinjiang. La zona tiene el tamaño de Virginia, y en los últimos cinco años China ha añadido y renovado 30 edificios; estas acciones apuntan a la reanudación de las pruebas de armas nucleares y a una estrategia nuclear más agresiva. Xi Jinping propició estos avances. Creó las Fuerzas de Cohetes Chinas en 2015, y ordenó la modernización de la base aérea estratégica cerca de Lop Nor en 2018 tras el énfasis de Donald Trump en un «reinicio nuclear» y pruebas renovadas.
Rusia también está empeñada en modernizar su programa nuclear, pero la guerra en Ucrania ha empeorado los problemas de producción y financieros, además de los problemas de gestión de la era soviética. Ha habido éxitos en la modernización de las Fuerzas de Cohetes Estratégicos, en particular el arsenal ruso de misiles balísticos intercontinentales, pero otros aspectos de la tríada nuclear -buques y bombarderos- se han quedado rezagados. El nivel primitivo de los programas rusos de robotización y automatización ha sido un obstáculo. La retirada del presidente Vladimir Putin de las inspecciones internacionales ha comprometido los esfuerzos para verificar y supervisar los programas rusos.
En la zona euroatlántica, Rusia está intensificando el sabotaje, los actos de violencia, la interferencia cibernética y electrónica, las campañas de desinformación y otras operaciones híbridas. Los miembros de Europa Oriental de la OTAN -especialmente Polonia y los países bálticos- han expresado su profunda preocupación por las acciones híbridas de Rusia, que constituyen una amenaza para la seguridad aliada.
Los presidentes republicanos George W. Bush y Donald Trump ampliaron las misiones nucleares y derogaron los tratados de control de armas, creando el peor de los mundos estratégicos posibles. En 2002, Bush derogó el Tratado de Misiles Antibalísticos (ABM), la piedra angular de la disuasión y una de las perlas de la política de desarme, allanando el camino para la defensa nacional antimisiles, que cuesta cientos de miles de millones de dólares pero no proporciona ninguna seguridad genuina. En 2018, Trump derogó el Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias (INF), uno de los tratados de desarme más exitosos de la historia, lo que condujo a una renovada carrera armamentística en Europa. El villano en ambas decisiones fue John Bolton, el niño pastor del complejo militar-industrial, que fue asesor de control de armas de Bush y asesor de seguridad nacional de Trump.
El regreso de Trump a la Casa Blanca sería desastroso. Cuando el ex secretario de Estado Rex Tillerson se refirió a Trump como un «jodido imbécil», fue después de una delicada sesión informativa sobre armas nucleares para el nuevo presidente en el Pentágono en 2017. Desde entonces, Trump ha dicho que Japón estaría «mejor» con armas nucleares; se ha jactado de construir nuevas armas nucleares («Tenemos cosas de las que Putin y Xi nunca han oído hablar»); y ha discutido en secreto el uso de un arma nuclear contra Corea del Norte. Trump argumentó que podría culpar a otro país de un ataque estadounidense contra el régimen comunista, según el corresponsal del New York Times Michael Schmidt.
Como presidente, Trump creó una Fuerza Espacial, que violaba el Tratado del Espacio Exterior que firmó el presidente Lyndon Johnson en 1967. La semana pasada, Rusia vetó una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para prohibir la colocación de armas nucleares en el espacio, lo que significa que el Tratado sobre el Espacio Exterior es el último tratado de control de armas de la era de la Guerra Fría que se queda en el camino. El veto de Rusia refuerza la idea de que Putin está a favor de lanzar un arma nuclear al espacio.
Antes de las elecciones de 2020, el jefe del Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, tomó medidas sin precedentes para evitar que Trump hiciera un mal uso del arsenal nuclear del país durante el último mes de su presidencia. Según Bob Woodward y Robert Costa, del Washington Post, Milley llamó al jefe de las fuerzas armadas chinas y le dijo que «el gobierno estadounidense es estable y «no vamos a atacar»». Presumiblemente, Xi Jinping ha tenido en cuenta esta llamada en lo que se refiere a su propio pensamiento del peor de los casos en relación con el equilibrio de poder nuclear. Además, está la amenaza de Putin de utilizar armas nucleares en Ucrania.
A pesar del final de la «Guerra Fría» hace tres décadas y de la constatación de la ilusión de lo nuclear «limitado» o de los aspectos suicidas de la «destrucción mutua asegurada», todavía no existe un enfoque global hacia el desarme nuclear. Cicerón dijo que «el dinero sin fin forma los tendones de la guerra», lo que sin duda ha sido el caso del uso de la fuerza por parte de Estados Unidos durante las últimas tres décadas. Al mismo tiempo, se ha producido una retirada del mundo del control de armas y el desarme.
El Secretario de Estado Antony Blinken y el asesor de seguridad nacional Jake Sullivan ni siquiera se han molestado en defender de boquilla la idea del desarme. El presidente Bill Clinton suprimió la Agencia de Control de Armamentos y Desarme hace casi 30 años, y actualmente hay menos funcionarios del Servicio Exterior en el Departamento de Estado que miembros de las bandas del servicio militar. La visión del presidente Barack Obama de un mundo libre de armas nucleares, expuesta en Praga en 2009, marcó una visión valiente y elevada. Pero las administraciones Trump y Biden la han ignorado y, como resultado, las esperanzas de control de armas y desarme siguen desvaneciéndose.
Melvin A. Goodman es investigador principal del Centro de Política Internacional y profesor de Gobierno en la Universidad Johns Hopkins. Antiguo analista de la CIA, Goodman es autor de Failure of Intelligence: The Decline and Fall of the CIA y National Insecurity: The Cost of American Militarism y A Whistleblower at the CIA. Sus libros más recientes son «American Carnage: Las guerras de Donald Trump» (Opus Publishing, 2019) y «Containing the National Security State» (Opus Publishing, 2021). Goodman es columnista de seguridad nacional en counterpunch.org.
Texto original: https://www.counterpunch.org/2024/05/07/nuclear-uncertainty-has-replaced-nuclear-deterrence/
Traducción: Antoni Soy Casals
Fuente: https://sinpermiso.info/textos/la-incertidumbre-nuclear-ha-sustituido-a-la-disuasion-nuclear