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El acuerdo del alto el fuego en Gaza, 126 días para contener la respiración

Fuentes: Rebelión

El anunciado alto el fuego en Gaza, que empieza el domingo 19 de enero, ya aprobado por el Gobierno israelí, ha venido a confirmar, para siempre, que el mundo no tiene más remedio que tomar muy en serio, al pueblo palestino, su causa, su tragedia y la inhumana injusticia que viene sufriendo desde 1948.

Gracias a la Resistencia palestina, su tenacidad y su genialidad –esta última demostrada hasta el infinito- el potente ejército israelí, uno de los ejércitos mejor equipados del mundo, fracasó rotundamente, y por enésima vez, en imponer su voluntad de esclavizar al pueblo palestino y borrarlo del mapa político. A lo largo de 15 meses de lucha ininterrumpida contra el ejército invasor, abajo intensos e incesantes bombardeos desde tierra, mar y aire, este ejército demostró ser un tigre de papel, papel de prensa occidental sionizada hasta el tuétano. Un ejército que se dedicó a lo largo de 15 meses, día y noche, a masacrar civiles, en un genocidio sin precedentes en su brutalidad y barbarie, acabando con la vida de más de 65 mil civiles –muchos de ellos permanecen bajo las montañas de escombros-, más de 50 mil de ellos eran mujeres, niños y ancianos.

Este ejército recibió desde el primer momento, el 8 de octubre del 2023, un masivo apoyo procedente de Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y Alemania, además de otros países de Occidente, y siguió recibiendo este respaldo a lo largo de estos 15 meses, en forma de cientos de aviones y barcos de carga con toda clase de pertrechos, armas pesadas, armas ligeras y municiones, incluidas las miles de gigantescas bombas que fueron arrojadas sobre la población de Gaza –totalizan lo equivalente a 6 bombas atómicas como las de Heroshima-, además de los portaaviones y toda clase de barcos de guerra que se precipitaron hacia las aguas orientales del Mediterráneo, para defender a Israel y brindarlo todo tipo de asistencia militar, desde la logística, hasta la operativa, con el respaldo de cientos de satélites, de espías, de mercenarios y de comandos sobre el terreno.

Sin embargo, a pesar de este gigantesco, múltiple y continuado despliegue y apoyo, Israel y las 4 superpotencias mencionadas de Occidente fracasaron rotundamente en alcanzar los objetivos que Netanyahu y sus ministros –muy bocazas, amenazantes, e insolentes a lo largo del conflicto- habían anunciado a bombo y platillo, una y otra vez, consistentes en acabar con la Resistencia palestina para siempre, ocupar Gaza y recuperar todos los prisioneros israelíes retenidos por la Resistencia. Otros objetivos no declarados, pero que fueron diáfanamente demostrados día tras día, consistían en el genocidio, la limpieza étnica en forma de matanzas y expulsiones masivas de la población, como ya se hizo en la Nakba, en 1948. Salvo el genocidio y la masiva destrucción, hasta los cimientos, de todas las ciudades de la franja de Gaza, ninguno de los otros objetivos fue alcanzado por el invasor y sus aliados occidentales.

Mientras, en Israel las cosas iban de mal en peor, a todos los niveles, militar, económico y social, pues a los cohetes y misiles de la Resistencia palestina que caían sobre objetivos israelíes, había que vérselas también con los disparados desde Líbano y Yemen, siendo la mayoría de estos últimos imposibles de interceptar por los tres sistemas de defensa antimisiles israelíes, por tratarse de proyectiles balísticos e hipersónicos cuya velocidad supera, en 14 veces, la del sonido (Mach 14).

El ejército invasor, que no gana una guerra ni una batalla desde su sonada derrota a manos de los combatientes de Fatah y del ejército jordano, en la batalla de Al-Karama, en marzo de 1968, ha sufrido, tanto en el frente de Gaza como en el de Líbano, enormes pérdidas a lo largo de este conflicto, que fueron sistemáticamente ocultados por el Gobierno de Netanyahu, aunque numerosas infiltraciones e informaciones publicadas por la prensa israelí, especialmente los grandes diarios como Haaretz y Yedioth Ahronoth, y algunos canales de televisión, como el poderoso Canal 13, no gubernamental, dejaban entrever, con datos y cifras, la catastrófica situación por la que pasaban las tropas israelíes, mermadas como nunca en sus efectivos y en su moral.   

Por esa razón, más el coste económico del conflicto (más de 100 mil millones de dólares), el derrumbe de la Economía del país, quedando prácticamente suprimido el sector turístico, desaparecidas cientos de fábricas, entre cerradas y emigradas a Occidente, y abandonados numerosos proyectos de inversión que sumaban decenas de miles de millones de dólares –como el proyecto de la estadounidense, Intel, valorado en 25.000 millones-, la huida del país de más de 600 mil israelíes, muchos de ellos ya están reinstalados en sus países de origen, como Rusia, Marruecos, Europa y Estados Unidos. A todo esto hay que añadir el enorme destrozo de la imagen de Israel a lo largo y ancho del mundo, expresado, especialmente, por las miles de gigantescas manifestaciones antiisraelíes que recurrieron las calles y plazas de miles de ciudades en los cinco continentes, echando al traste así a más de un siglo de incesantes y minuciosos trabajos de falsificación, tergiversación y farsas, lo que costó cientos de miles de millones de dólares, que la prensa, televisión y cine estadounidenses utilizaban para esculpir, día a día, en la mente y en el subconsciente de las poblaciones de occidente, la estatua de un Israel que nada tiene que ver en la realidad.

Todo este deterioro, grave y generalizado, ha llegado a poner a Israel al borde del precipicio como nunca antes en su corta y sangrienta y expansionista historia.

Sin embargo, esta situación límite, que se prolongaba a lo largo de meses, no fue suficiente como para convencer a Netanyahu de que ya era hora de poner fin a su locura megalómana, pues era evidente para sus aliados occidentales como para infinidad de analistas militares y políticos de distintas nacionalidades, que los objetivos que se había marcado conseguir en Gaza, eran del todo inalcanzables. No les escapaba a muchos de esos analistas que Netanyahu insistía en seguir adelante con su guerra con el único fin de esquivar la cárcel que le espera en cuanto deje de ser presidente del Gobierno, debido a las cuatro causas judiciales por corrupción en las que está implicado.

Así las cosas, con un Israel en serio y existencial peligro, y con la amenaza desde Yemen cada vez más contundente y peligrosa, y sin visos de solución a corto plazo, tanto Biden como Trump decidieron acudir en su socorro de Israel, arrinconando abruptamente a Netanyahu y a su banda de extremistas ultraderechistas, como son los ministros de Hacienda, Bizalel Smotrich, y de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, e impusieron este acuerdo de alto el fuego, cuyos términos son muy parecidos a los que fueron rechazados por Netanyahu, tajantemente, en el pasado mes de mayo.

Este acuerdo consta de tres fases. La primera de ellas, que entra en vigor el domingo,19 de enero, consta de 5 puntos, que son los siguientes:

  1. Alto el fuego en tres fases ininterrumpidas que garantizan el no retorno a las hostilidades, en base a la resolución 2728 del Consejo de Seguridad de la ONU, del 25 de marzo de 2024.
  2. La retirada gradual israelí de toda la franja de Gaza. De hecho, las tropas israelíes han empezado ya a desmontar sus posiciones en el eje Netzarim, en la zona central de la franja de Gaza (lo que Netanyahu rechazaba tajantemente hasta hace unos días). El acuerdo establece la retirada desde el primer día de su entrada en vigor de todas las zonas residenciales, y, en el séptimo día retirada de toda la carretera costera, Al-Rashid. En el día 22 se completaría la retirada del eje Netzarim, y en el día 50  se completaría la retirada del eje Filadelfia (fronterizo con Egipto, y que Netanyahu consideraba que ya formaba parte del territorio israelí definitivamente). En esta primera fase del acuerdo tropas israelíes permanecerían a lo largo de una franja de entre 400 y 900 metros dentro de la zona fronteriza de Gaza con Israel.  
  3. El regreso de los desplazados a sus lugares habituales de residencia, y la garantía, a partir del séptimo día de entrada en vigor del acuerdo, de su libertad de movimiento dentro de toda la franja de Gaza. De hecho, el ejército invasor ha empezado a desmontar las torres de vigilancia, provistas de cámaras, que había instalado en distintos puntos de la franja.
  4. La entrada de las ayudas humanitarias. El acuerdo garantiza la entrada, diariamente, de 600 camiones de ayuda humanitaria, además de 50 camiones de combustibles
  5. El intercambio de prisioneros. Este es el punto más complicado del acuerdo, y incluye la liberación, gradualmente, de 33 prisioneros israelíes: reclutas femeninas, civiles y soldados, todos con condiciones humanitarias precarias. Israel pondrá en libertad de 1500 a 2000 prisioneros palestinos, entre ellos todos los niños y mujeres detenidos desde el 7 de octubre de 2023, 500 prisioneros condenados a más de 15 años de cárcel, y 290 a cadena perpetua (actualmente hay en las cárceles israelíes un total de 550 palestinos con sentencias de cadena perpetua).

Biden dijo, en su discurso de despedida, el 15 de enero, que inició con el tema del alto el fuego en Gaza, que este acuerdo pondrá fin definitivamente al conflicto en Gaza. Sin embargo, este final definitivo de las hostilidades deberá ser negociado con todo detalle a lo largo de los 42 días de puesta en marcha de la primera fase, durante la cual se procederá a la negociación sobre las fases segunda y tercera del acuerdo, que incluirá establecer los planes internacionales para la reconstrucción de Gaza a todos los niveles.

Está claro que la Resistencia palestina, que consigue en la primera fase del acuerdo imponer sus condiciones, obligando a Israel a evacuar completamente el territorio de 360 km cuadrados de la franja de Gaza, el regreso de los desplazados, una cuantiosa ayuda humanitaria internacional diaria, la liberación de alrededor de 2000 prisioneros palestinos, entre ellos la mitad de los de largas condenas, entre ellos el líder del Movimiento Fatah, Marwan Barguthi (64 años), prisionero, con cadena perpetua, desde hace 20 años y considerado principal rival del régimen del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas (también de Fatah), y el líder del Frente Popular para la Liberación de Palestina, Ahmad Saadat (71 años), condenado a 30 años de cárcel, y que permanece en la cárcel desde 2006. Israel seguía negándose a incluir estos dos líderes en el acuerdo de alto el fuego, pero al parecer accedió a su liberación a cambio de que abandonen el territorio palestino.

La Resistencia palestina, además, ha conseguido establecer este ritmo de negociaciones y acuerdos, con 3 fases de 42 días cada una (lo que suma 126 días de proceso pacificador) en las que pondrá en libertad, en cada fase, un tercio de los prisioneros israelíes en su poder, garantizando así, dentro de lo posible, que Israel respete el alto el fuego.

Sin embargo, nada garantiza que Israel, que nunca, jamás, respetó acuerdo o tratado alguno, vaya a respetar este acuerdo, pues no hay más que acordarse de los acuerdos de Oslo, de 1993 y 1995, escenificados y firmados a bombo y platillo, y garantizados por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU, y que no fueron respetados en absoluto por Israel, y que ninguno de los cuatro garantes movió un dedo por obligar a Israel a respetar lo firmado.

Otra duda ha sido provocada por los analistas internacionales acerca del cambio repentino de la postura de Trump, cuyo representante en las negociaciones del acuerdo, en Qatar, intervino eficazmente ante la parte israelí para el logro del mismo. ¿Qué ha sucedido a Trump, que poco antes había lanzado amenazas incendiarias contra la Resistencia palestina? ¿Abandonó a Netanyahu? ¿Cambió de postura respecto a Israel?, se preguntan los analistas. ¿O es que Trump ha convencido a Netanyahu a aceptar este acuerdo a cambio de aprobar, cuando se instale en la Casa Blanca, la anexión de Israel de la Cisjordania, y la expulsión de su población, 3 millones de habitantes, hacia Jordania? De hecho, Trump ya hizo declaraciones en este sentido en las próximas semanas. De ser así, una nueva catástrofe extenderá su negro manto, nuevamente, sobre el pueblo palestino, sobre Israel y sobre la región.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.