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Occidente entra en pánico

El plan de Israel para el «control total» de Gaza anuncia una nueva Nakba

Fuentes: Voces del Mundo [Foto: Una niña palestina observa un campamento improvisado de refugiados alcanzado por los ataques israelíes en el campo de refugiados de Bureij de Gaza, el 17 de julio de 2025 (Eyad Baba/AFP)]

Si pensaban que las capitales occidentales estaban finalmente perdiendo la paciencia con la ingeniería de Israel para provocar una hambruna en Gaza tras casi dos años de genocidio, es posible que se decepcionen.

Como siempre, los acontecimientos han seguido su curso, aunque el hambre extrema y la desnutrición de los dos millones de habitantes de Gaza no hayan remitido.

Los líderes occidentales expresan ahora su «indignación», como lo llaman los medios de comunicación, por el plan del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de «tomar el control total» de Gaza y «ocuparla». En algún momento, en el futuro, Israel parece estar dispuesto a entregar el enclave a fuerzas externas ajenas al pueblo palestino.

El gabinete israelí acordó el viernes pasado el primer paso: la toma de la ciudad de Gaza, donde cientos de miles de palestinos se apiñan entre las ruinas, muriendo de hambre. La ciudad será rodeada, sistemáticamente despoblada y destruida, y los supervivientes serán presumiblemente conducidos hacia el sur, a una «ciudad humanitaria» —el nuevo término de Israel para referirse a un campo de concentración— donde serán encerrados, a la espera de la muerte o la expulsión.

El fin de semana, los ministros de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Alemania, Italia, Australia y otras naciones occidentales emitieron una declaración conjunta en la que condenaban la medida y advertían de que «agravaría la catastrófica situación humanitaria, pondría en peligro la vida de los rehenes y aumentaría el riesgo de desplazamiento masivo de civiles».

Alemania, el más ferviente apoyo de Israel en Europa y su segundo mayor proveedor de armas, está aparentemente tan consternada que ha prometido «suspender» —es decir, retrasar— los envíos de armas que han ayudado a Israel a asesinar y mutilar a cientos de miles de palestinos en los últimos 22 meses.

No es probable que Netanyahu se sienta demasiado perturbado. Sin duda, Washington intervendrá y tomará el relevo de su principal Estado-cliente en el rico en petróleo Oriente Medio.

Mientras tanto, Netanyahu ha desviado una vez más la atención, demasiado tardía, de Occidente sobre la prueba indiscutible de las continuas acciones genocidas de Israel —evidenciadas por los niños esqueléticos de Gaza— hacia una historia completamente diferente.

Ahora, las portadas de los periódicos se centran en la estrategia del primer ministro israelí de lanzar otra «operación terrestre», la oposición que está recibiendo por parte de sus mandos militares, las implicaciones que esto tendrá para los israelíes que siguen cautivos en el enclave, si el ejército israelí está ahora sobrecargado y si Hamás puede ser «derrotado» y el enclave «desmilitarizado».

Volvemos una vez más a los análisis logísticos del genocidio, análisis cuyas premisas ignoran el genocidio en sí. ¿No podría ser eso parte integral de la estrategia de Netanyahu?

Vida y muerte

Debería resultar impactante que Alemania se haya visto abocada a detener sus envíos de armamento a Israel —suponiendo que lo lleve a cabo— no por los meses de imágenes de niños de Gaza en los huesos que se hacen eco de las de Auschwitz, sino sólo porque Israel ha declarado que quiere «tomar el control» de Gaza.

Cabe señalar, por supuesto, que Israel nunca ha dejado de controlar Gaza y el resto de los territorios palestinos, en contravención de los fundamentos del derecho internacional, tal y como dictaminó el Tribunal Internacional de Justicia el año pasado. Israel ha tenido un control absoluto sobre la vida y la muerte de la población de Gaza cada día desde que ocupó el pequeño enclave costero hace muchas décadas.

Pero el 7 de octubre de 2023, miles de combatientes palestinos escaparon brevemente del campo de prisioneros sitiado que ellos y sus familias llevaban soportando después de que Israel bajara momentáneamente la guardia.

Gaza ha sido durante mucho tiempo una prisión que el ejército israelí controlaba ilegalmente por tierra, mar y aire, determinando quién podía entrar y salir. Mantuvo la economía de Gaza estrangulada y sometió a la población del enclave a una «dieta» que provocó un aumento vertiginoso de la desnutrición entre los niños mucho antes de la actual campaña de hambre.

Atrapados tras una valla altamente militarizada desde principios de la década de 1990, sin poder acceder a sus propias aguas costeras y con drones israelíes vigilándolos constantemente y lanzando muerte desde el aire, los habitantes de Gaza lo consideraban más bien un campo de concentración modernizado.

Pero Alemania y el resto de Occidente no tenían ningún problema en apoyar todo eso. Han seguido vendiendo armas a Israel, proporcionándole un estatus comercial especial y ofreciéndole cobertura diplomática.

Solo cuando Israel lleva su agenda colonialista a su conclusión lógica de sustituir al pueblo palestino nativo por judíos, parece llegado el momento de que Occidente dé rienda suelta a su «indignación» retórica.

El engaño de los dos Estados

¿Por qué este rechazo ahora? En parte, se debe a que Netanyahu está tirando por tierra el pretexto que durante décadas han utilizado para apoyar la criminalidad cada vez mayor de Israel: la mítica solución de dos Estados. Israel conspiró en ese engaño con la firma de los Acuerdos de Oslo a mediados de la década de 1990.

El objetivo nunca fue la realización de una solución de dos Estados. Más bien, Oslo creó un «horizonte diplomático» para las «cuestiones del estatuto definitivo» que, al igual que el horizonte físico, siempre permaneció igualmente distante, por mucho movimiento aparente que hubiera sobre el terreno.

Lisa Nandy, secretaria de Cultura del Reino Unido, difundió precisamente este mismo engaño la semana pasada cuando alabó las virtudes de la solución de dos Estados. Declaró a Sky News: «Nuestro mensaje al pueblo palestino es muy, muy claro: hay esperanza en el horizonte».

Todos los palestinos entendieron su verdadero mensaje, que podría parafrasearse así: «Os hemos mentido durante décadas sobre un Estado palestino y hemos permitido que se produjera un genocidio ante los ojos del mundo durante los últimos dos años. Pero, oye, confiad en nosotros esta vez. Estamos de vuestro lado».

En realidad, la promesa de un Estado palestino siempre fue considerada por Occidente como poco más que una amenaza dirigida a los líderes palestinos. Los funcionarios palestinos deben ser más obedientes, más calladitos. Y lo primero que tenían que demostrar era su voluntad de vigilar la ocupación israelí en nombre de Israel reprimiendo a su propio pueblo.

Hamas, por supuesto, suspendió esa prueba en Gaza. Pero Mahmud Abbas, jefe de la Autoridad Palestina (AP) en la Cisjordania ocupada, hizo cuanto fue posible para tranquilizar a sus examinadores, calificando de «sagrada» la supuesta «cooperación» de sus fuerzas de seguridad, ligeramente armadas, con Israel. En realidad, están allí para hacer el trabajo sucio.

No obstante, a pesar del buen comportamiento infinito de la AP, Israel ha seguido expulsando a los palestinos normales y corrientes de sus tierras, para luego robar esas tierras —que se suponía que formarían la base de un Estado palestino— y entregarlas a colonos judíos extremistas respaldados por el ejército israelí.

El expresidente estadounidense Barack Obama intentó brevemente y sin convicción detener lo que Occidente denomina erróneamente «expansión de los asentamientos» judíos —en realidad, la limpieza étnica de los palestinos—, pero se rindió ante la primera muestra de intransigencia de Netanyahu.

Israel ha intensificado el proceso de limpieza étnica en la Cisjordania ocupada de forma aún más agresiva en los últimos dos años, mientras la atención mundial se centraba en Gaza, y el periódico israelí Haaretz advertía esta semana de que se había dado «carta blanca» a los colonos.

El fin de semana se puso de manifiesto la impunidad de la que gozan los colonos en su campaña de violencia para despoblar las comunidades palestinas, cuando B’Tselem publicó las imágenes de un activista palestino, Awdah Hathalin, que sin darse cuenta grabó su propio asesinato.

El colono extremista Yinon Levi fue puesto en libertad por legítima defensa, a pesar de que el vídeo muestra cómo apunta y dispara a Hathalin desde lejos.

Se acabó la coartada

Es notable que, tras haber dejado de hacer referencia a la creación de un Estado palestino durante muchos años, los líderes occidentales hayan reavivado su interés precisamente ahora, cuando Israel está haciendo inviable la solución de dos Estados.

Esto quedó gráficamente ilustrado en las imágenes difundidas este mes por ITV. Filmadas desde un avión de ayuda humanitaria, mostraban la destrucción total de Gaza: sus casas, escuelas, hospitales, universidades, panaderías, tiendas, mezquitas e iglesias han desaparecido.

Gaza está en ruinas. Su reconstrucción llevará décadas. La Jerusalén Oriental ocupada y sus lugares sagrados fueron confiscados y judaizados hace mucho tiempo por Israel, con el consentimiento de Occidente.

De repente, las capitales occidentales se están dando cuenta de que los últimos restos del Estado palestino propuesto están también a punto de ser engullidos por Israel. Alemania advirtió recientemente a Israel que no debe dar «ningún paso más hacia la anexión de Cisjordania».

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sigue su propio camino. Pero este es el momento en que otras grandes potencias occidentales, encabezadas por Francia, Gran Bretaña y Canadá, han comenzado a amenazar con reconocer un Estado palestino, incluso cuando la posibilidad de tal Estado ha sido aniquilada por Israel.

Australia anunció que se uniría a ellos esta semana después de que su ministro de Asuntos Exteriores, unos días antes, dijera en voz alta lo que todos pensaban, advirtiendo: «Existe el riesgo de que no quede ninguna Palestina que reconocer si la comunidad internacional no toma medidas para crear esa vía hacia una solución de dos Estados».

Eso es algo que no se atreven a tolerar, porque con ello desaparecería su coartada para apoyar durante todos estos años al Estado apartheid de Israel, ahora inmerso en las últimas fases de un genocidio en Gaza.

Por todo ello, el primer ministro británico, Keir Starmer cambió a la desesperada de estrategia recientemente. En lugar de utilizar el reconocimiento del Estado palestino como un incentivo para que los palestinos fueran más obedientes —la política británica durante décadas—, lo utilizó como una amenaza, en gran medida vacía, contra Israel.

Reconocería un Estado palestino si Israel se negaba a aceptar un alto el fuego en Gaza y procedía a la anexión de Cisjordania. En otras palabras, Starmer respaldó el reconocimiento de un Estado palestino, después de que Israel haya procedido a su completa desaparición.

Obtener concesiones

Sin embargo, la amenaza de reconocimiento por parte de Francia y Gran Bretaña no es simplemente demasiado tardía. Sirve para otros dos propósitos.

En primer lugar, proporciona una nueva coartada para la inacción. Hay muchas formas mucho más eficaces para que Occidente detenga el genocidio de Israel. Las capitales occidentales podrían embargar la venta de armas, dejar de compartir información de inteligencia, imponer sanciones económicas, romper relaciones con las instituciones israelíes, expulsar a los embajadores israelíes y rebajar el nivel de las relaciones diplomáticas. Están optando por no hacer nada de eso.

Y, en segundo lugar, el reconocimiento está diseñado para obtener de los palestinos «concesiones» que los harán aún más vulnerables a la violencia israelí.

Según el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noel Barrot: «Reconocer hoy un Estado de Palestina significa apoyar a los palestinos que han optado por la no violencia, que han renunciado al terrorismo y que están dispuestos a reconocer a Israel».

En otras palabras, desde el punto de vista occidental, los «palestinos buenos» son aquellos que reconocen y se someten al Estado que comete genocidio contra ellos.

Los líderes occidentales llevan mucho tiempo imaginando un Estado palestino sólo con la condición de que esté desmilitarizado. El reconocimiento esta vez se basa en que Hamás acepte desarmarse y abandonar Gaza, dejando a Abbas a cargo del enclave y, presumiblemente, de continuar la «sagrada» misión de «cooperar» con un ejército israelí genocida.

Como parte del precio del reconocimiento, los 22 miembros de la Liga Árabe condenaron públicamente a Hamás y exigieron su expulsión de Gaza.

La bota sobre el cuello de Gaza

¿Cómo encaja todo esto con la «ofensiva terrestre» de Netanyahu? Israel no está «tomando el control» de Gaza, como él afirma. Su bota lleva décadas sobre el cuello del enclave.

Mientras las capitales occidentales contemplan una solución de dos Estados, Israel está preparando una campaña final de limpieza étnica masiva en Gaza.

El Gobierno de Starmer, por ejemplo, sabía que esto iba a suceder. Los datos de vuelo muestran que el Reino Unido ha estado realizando constantemente misiones de vigilancia sobre Gaza en nombre de Israel desde la base de la Royal Air Force en Akrotiri, Chipre. Downing Street ha estado siguiendo paso a paso la desaparición del enclave.

El plan de Netanyahu es rodear, sitiar y bombardear las últimas zonas pobladas que quedan en el norte y el centro de Gaza, y conducir a los palestinos hacia un gigantesco corral —mal llamado «ciudad humanitaria»— junto a la corta frontera del enclave con Egipto. Probablemente, Israel empleará entonces a los mismos contratistas que ha estado utilizando en otras partes de Gaza para ir calle por calle demoliendo o volando cualquier edificio que haya sobrevivido.

La siguiente etapa, dada la trayectoria de los últimos dos años, no es difícil de predecir. Encerrados en su distópica «ciudad humanitaria», los habitantes de Gaza seguirán pasando hambre y siendo bombardeados cada vez que Israel afirme haber identificado a un combatiente de Hamás entre ellos, hasta que se pueda persuadir a Egipto u otros Estados árabes para que los acojan, como nuevo gesto «humanitario».

Entonces, la única cuestión por resolver será qué hacer con los bienes inmuebles: construir alguna versión del reluciente proyecto «Riviera» de Trump, o construir otro mosaico de asentamientos judíos de mal gusto, como los que imaginan los aliados abiertamente fascistas de Netanyahu, Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir.

Existe un modelo bien establecido al que se puede recurrir, el que se utilizó en 1948 durante la violenta creación de Israel. Los palestinos fueron expulsados de sus ciudades y pueblos, en lo que entonces se llamaba Palestina, a través de las fronteras hacia los Estados vecinos. El nuevo Estado de Israel, respaldado por las potencias occidentales, se dedicó entonces a destruir metódicamente todas las casas de esos cientos de pueblos.

En los años siguientes se transformaron en bosques o en comunidades judías exclusivas, a menudo dedicadas a la agricultura, para imposibilitar el regreso de los palestinos y sofocar cualquier recuerdo de los crímenes de Israel. Generaciones de políticos, intelectuales y figuras culturales occidentales han celebrado todo esto.

El ex primer ministro británico Boris Johnson y el expresidente austriaco Heinz Fischer se encuentran entre quienes viajaron a Israel en su juventud para trabajar en estas comunidades agrícolas. La mayoría regresó como emisarios de un Estado judío construido sobre las ruinas de la patria palestina.

Una Gaza desierta puede ser remodelada de manera similar. Pero es mucho más difícil imaginar que esta vez el mundo pueda olvidar o perdonar los crímenes cometidos por Israel, o por quienes los hicieron posibles.

Jonathan Cook es autor de tres libros sobre el conflicto palestino-israelí. Ha ganado el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Vivió en Nazaret durante veinte años, de donde regresó en 2021 al Reino Unido. Sitio web y blog: www.jonathan-cook.net

Texto en inglés: Blog del autor, traducido por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/08/14/occidente-entra-en-panico-el-plan-de-israel-para-el-control-total-de-gaza-anuncia-una-nueva-nakba/