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La flotilla a Gaza

De la masacre del Mavi Marmara a la complicidad del presente

Fuentes: Rebelión

Gaza, 2025. Mientras una nueva flotilla humanitaria se aventura hacia las aguas asediadas de la Franja, la historia se repite como farisaica tragedia. A bordo, activistas de todo el mundo llevan alimentos, medicinas y una verdad que Occidente se empeña en hundir junto a los cadáveres palestinos: somos cómplices de un genocidio.

Hace quince años, la Flotilla de la Libertad intentó romper el bloqueo naval que Israel impone sobre Gaza desde 2007. La respuesta fue una masacre: nueve activistas abatidos a bordo del Mavi Marmara, decenas de heridos y secuestros en aguas internacionales. El gobierno de Barack Obama ni condenó ni sancionó. Washington vetó cualquier investigación independiente en el Consejo de Seguridad de la ONU. La impunidad quedó sellada con sangre y silencio.

Hoy, la misma impunidad se multiplica en forma de 150.000 víctimas palestinas—mártires, desaparecidos y heridos—en apenas 15 meses de bombardeo constante sobre Gaza. Más de 3.000 masacres registradas, hospitales convertidos en fosas comunes, niños quemados por bombas de una tonelada proporcionadas gratis por el Tío Sam.

Occidente no solo mira: financia, arma y justifica. La administración norteamericana ha enviado a Israel más de 10.000 toneladas de armamento desde octubre de 2023, incluyendo las bombas de 2.000 libras que pulverizan bloques enteros en Gaza. Mientras, la Unión Europea firma acuerdos de comercio y cooperación militar con Tel Aviv, y Berlín prohíbe las kufiyyes en sus calles para no “incomodar” al lobby sionista.

¿Dónde está el “derecho internacional” que invocaron contra Rusia en Ucrania? Secuestrado por la hipocresía. La CPI dictó orden de arresto contra Netanyahu y Gallant por crímenes de guerra, pero Estados Unidos lo desestima como “antisemitismo” y amenaza con sancionar al tribunal.

La CIJ declaró ilegal la ocupación israelí, y Occidente respondió con más cheques en blanco.

El mensaje es claro: el colonialismo tiene patente occidental. Alemania, Francia y Reino Unido criminalizan las marchas pro-palestinas, mientras sus medios anestesian la realidad con eufemismos: “conflicto”, “clashes”, “autodefensa”. Han convertido el genocidio en nota de color, mientras sus empresas facturan la reconstrucción de lo que sus bombas destruyen

Desde la flotilla de 2010 hasta la de 2025, la única constante es la complicidad. Entonces eran nueve cadáveres. Hoy son decenas de miles. El silencio de Occidente ya no es omisión: es participación.

Esa impunidad es la que hoy permite a Israel actuar con la misma soberbia. Porque sabe que Washington lo blindará diplomáticamente y que Bruselas se limitará a comunicados tibios, mientras empresas europeas siguen vendiendo armas y tecnología de vigilancia al Estado israelí. Lo que ocurre en Gaza —hambruna, destrucción sistemática, genocidio en cámara lenta— no es un “exceso bélico”, sino una política deliberada, y cuenta con un respaldo occidental que la sostiene día tras día.

La flotilla de 2025 es, por tanto, más que barcos cargados de ayuda: es un acto de desobediencia civil internacional que busca romper el cerco no solo físico, sino también político y mediático. Y es, al mismo tiempo, un recordatorio incómodo: si hoy mueren activistas bajo fuego israelí, esas muertes no serán solo responsabilidad de Tel Aviv, sino también de Washington, Bruselas y Londres, que con su silencio y financiación se han convertido en socios plenos de un crimen que marca esta época con el sello de la barbarie.

A las familias de los activistas asesinados en el Mavi Marmara, a los niños desangrados bajo los escombros de Gaza, a los palestinos que aún resisten, no les bastan las lágrimas post-mortem ni las declaraciones de “preocupación”.

Les debemos justicia, no cinismo.

Y mientras esta nueva flotilla avanza, la historia juzgará a los gobiernos que una vez más escogen el lado del opresor. Porque cada bomba dólar, cada voto en el Consejo de Seguridad, cada veto a un alto el fuego, es una firma más en el acta de defunción del “orden internacional” que nunca existió.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.