En las últimas semanas hemos contemplado cómo la sociedad civil y europea se manifestaba ruidosamente contra un genocidio atronador, al que por fin se le pone nombre con la resolución de la ONU hecha pública el día 16 de septiembre de 2025. No obstante las voces que avisaban de la categoría criminal por antonomasia perpetrada no solo por Netanyahu como instigador principal, sino por su gobierno y por las IDF (ejército israelí) con la connivencia de no pocos ciudadanos israelíes, europeos y americanos. El Tribunal Penal Internacional dictaminó en octubre de 2024 que Israel estaba al borde de cometer un genocidio en Gaza, la relatora especial para Palestina Francesca Albanese en sus informes no solo ha criticado el genocidio de forma tajante, sino que ha diseccionado su economía y las ramificaciones del mismo, que aquí queremos traer a colación. Entre ellas, la destrucción del patrimonio cultural como elemento identitario palestino, la eliminación sistemática de escuelas y universidades, y por supuesto la aniquilación, el asesinato, de profesorado y estudiantado palestino. No quedan universidades en Gaza y pronto no quedarán ni profesores ni estudiantado, ¿qué más motivos necesita la academia para movilizarse contra este crimen contra la humanidad?
Las demostraciones civiles contra el genocidio más visibles a las que hemos asistido más recientemente como la primera incursión de la flotilla, la actual Global Sumud Flotilla, y las manifestaciones deportivas como La Vuelta España con un despliegue civil nunca antes visto contra el blanqueamiento deportivo de Israel, que se suma a las manifestaciones del graderío de equipos como el Celtic Glasgow: “Show Israel the Red card”, o del equipo de baloncesto femenino Pas Giannina que en su partido contra el Lointek Gernika exhibió la pancarta: “Gaza es el nuevo Gernika”. ¿Qué sucede, no obstante, en el mundo universitario o investigador? Un mundo tradicionalmente considerado una torre de marfil alejado de los problemas de las personas mundanas que no tienen nada que ver con los índices de impacto o los sexenios investigadores.
El muro de impunidad de Israel en la academia española, y no solo, está cayendo ante la evidencia atroz de las masacres. Si al inicio de los bombardeos indiscriminados en Gaza, algunos grupos como Everyday Orientalism se movilizó desde un primer momento con la creación de mesas redondas para alertar sobre la destrucción sistemática del patrimonio arqueológico en la franja de Gaza, con la colaboración de arqueólogos palestinos como Fadel Al Utol y europeos como Georgia M. Andreu que se dedica al mapeo sistemático del patrimonio gazatí amenazado desde la Universidad de Southampton.
Sin embargo, pese a los ingentes ejemplos de respuestas desde el mundo universitario, la reacción de grandes asociaciones como la European Association of Archaeologists (EAA) se ha hecho esperar más de dos años, y se ha manifestado muy tibiamente por oscurísimas razones que solo en los últimos meses hemos podido llegar a adivinar. Incluso obviando las resoluciones de la ONU, de la Corte Penal Internacional o de manifiestos de otras asociaciones, el más recientemente emitido por International Association Scholars of Genocide, en el que concluye que los actuales crimines cometidos por Israel se adecuan a la definición histórica de genocidio, han hecho mella en una ejecutiva dirigida por Ezster Banffy, profesora de nacionalidad húngara, especialista en Neolítico en centro Europa, y cuya carrera investigadora se desarrolla entre Alemania y Austria. Podemos tomar el caso de la EAA como el ejemplo perfecto de lo que no hay que hacer. Pervertir el desarrollo democrático de una asociación de 3000 miembros, dar la espalda a la membresía y, por último, dar la espalda al patrimonio en riesgo, a las personas que lo estudian y a aquellas personas que pueden desarrollar un vínculo identitario con dicho patrimonio. El caso del EAA, asociación a la que pertenezco desde 2017 y a cuya ejecutiva me uní en 2024 con el objetivo de torcer el brazo de una dirección que no se había posicionado un año después del inicio de la destrucción de Gaza en contra de los crímenes israelíes, puede considerarse un caso paradigmático de institución o asociación a nivel europeo secuestrado por la propaganda y los think-tanks pro-israelies.
La historia, por supuesto, comienza con los ataques de Hamas, grupo terrorista financiado por Israel, como Josep Borrell expuso en enero de 2024. La presidenta de la asociación, a título personal, firmó un manifiesto impulsado por otros académicos alemanes que serán importantes para la trama, Svend Hansen y Florian Kimcha. En un manifiesto publicado en plataformas académicas como academia.edu defendían el derecho de Israel a defenderse, no se sabe muy bien de quién y para qué. Demostrando así, uno de los principios básicos de estos think-tanks de raíz austriaca y alemana, aquellos que criticamos el genocidio israelí, realmente estamos buscando la desaparición de Israel. Si incluso el pueblo palestino después de la Nakba ha sido capaz de asumir la existencia de un estado israelí, ¿quién somos nosotros para negarlo?, aunque los estados mesiánicos victimistas no sean lo nuestro.
Finalmente, tras acusar recibo de una Carta Abierta enviada por el colectivo Archaeologists Against Apartheid firmada por más de 1200 personas con nombres y apellidos, el día 22 de agosto se produjo una votación respaldada por la amplia mayoría de la ejecutiva para cancelar la participación de las instituciones israelíes en la conferencia anual, que se celebraría una semana después en Belgrado, aunque en formato online. Un gesto simbólico que afectaba a las instituciones de 12 participaciones, aunque no a las personas que podían participar de forma individual. Lo que sigue a esta fecha se adapta al manual de acoso e insulto de la hasbara, la maquinaria propagandística pro-israelí. Una ensaladilla de acusaciones de antisemitismo, críticas moralistas, críticas legales, aderezadas con una buena cantidad de insultos y amenazas y regada por definiciones de genocidio tan ridículas que incluso hicieron saltar las alarmas de investigadores israelíes como Rafi Greenberg, uno de los firmantes de un manifiesto de Emek Shaveh, en que que deploran la política de destrucción en Gaza, que se ha cobrado 110 edificios históricos, sitios arqueológicos y otros elementos culturales.
El día antes del inicio de la conferencia la presidenta de la EAA planteó de nuevo el voto sobre la misma resolución, haciéndose eco de la avalancha de correos, que durante dicha reunión tuvimos constancia había sido promovida por ella misma y Svend Hansen. La presión tuvo su efecto en varios miembros de la ejecutiva, y la inicial resolución de la ejecutiva sobre la exclusión de las instituciones israelíes decayó para gran regocijo del think-tank pro-israelí que susurra a los oídos de la presidenta.
El día 2 de septiembre, durante la conferencia inaugural en Belgrado, fue publicada online una instrucción de EAA, sin el conocimiento del comité ejecutivo, es decir, elaborado por presidencia, vicepresidencia y secretaría a los organizadores de sesiones y a los voluntarios del congreso de clausurar las charlas online que manifestasen cualquier tipo de solidaridad con Palestina o contra el genocidio. Todo esto bajo el temor de que un colectivo anónimo denominado Archaeologists Against Apartheid (AAA) llamara al boicot de la conferencia, y cuyas actividades hasta la fecha habían sido la recopilación de firmas para una carta abierta a la EAA. Carta firmada públicamente por aproximadamente 1300 personas.
Las idas y venidas desde este momento han sido constantes, manifiestos cancelando la primera orden censora, manifiestos del comité organizador contra la orden censora y finalmente una asamblea anual en la que no se dio ningún tipo de respuesta a las críticas recibidas durante y después del congreso anual. Por supuesto, únicamente reconociendo la relevancia (sic) de los correos del think-tank pro-israelí.
La hipocresía de la asociación y su manera de actuar es evidente, no existe una supuesta neutralidad política de la arqueología, nunca ha sido así y nunca lo será. Como vienen demostrando continuamente las acciones israelíes, como la primera ocupación por parte del IAA (Israel Antiquities XXX) y el posterior bombardeo del depósito gazatí del French Biblical School in Jersulem. Lugar que almacenaba el pasado de Gaza y también el futuro de la identidad palestina, algo muy peligroso para los planes de exterminio israelíes. Para más inri, en la última visita de Marco Rubio, Netanyahu lo paseó por un túnel excavado bajo dominio palestino con el fin de subrayar el pasado hebreo de la ciudad. Además, han sido numerosos los actos académicos protagonizados por arqueólogos sionistas para legitimar la ideología israelí.
La asociación ha sido manipulada por una serie de investigadores de origen centroeuropéo para los cuales la defensa de Israel es una cuestión de estado, de vida o muerte. Y ven con terror la capacidad de los miembros de una asociación para organizarse y manifestarse en contra de una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XXI. Este modus operandi para revertir la ola de solidad imparable también la conocen en el Congreso Internacional de Historia de las Religiones, donde a pesar de aprobar de forma unánime un comunicado de la Asociación Europea de Estudio de las Religiones (EASR) en el que manifestaban e su primer punto que: “The European Association for the Study of Religions (EASR) condemns the Israeli violence in Gaza and other parts of the Occupied Palestinian Territory that undermines the right to freely teach and learn.” Este manifiesto fue rápidamente atacado por colegas alemanas, que al igual que en el EAA sostenían que no existía legitimidad para hacer semejantes declaraciones.
Al menos, parece que el resto de las asociaciones de arqueólogos y arqueólogas a nivel mundial no piensan de forma similar. El World Archaeology Congress (WAC), surgido como escisión de la asociación UISPP por su negativa a condenar el aparthaid, han cancelado la participación de delegados de universidades de territorios ocupados, y más recientemente han emitido un comunicado en el que constan su estrategia de recopilación de información sobre violaciones de los derechos humanos, de los derechos indígenas y del patrimonio en zonas de conflicto. Así como la posibilidad de medidas dirigidas como sanciones simbólicas y exclusión de actividades científicas, siempre en línea con los estándares éticos e internacionales.
¿Qué pasa en el plano de las instituciones europeas? Israel sigue recibiendo dinero de proyectos Horizon a pesar de que en muchas ocasiones estos fondos se destinan a investigación militar que se cobra las vidas de mujeres y niños gazaties. Únicamente, la Comisión Europea ha propuesto la suspensión parcial de Israel en el programa Horizon Europa en virtud del artículo 2 del tratado de asociación EU-Israel. En paralelo las universidades flamencas han dirigido una apelación urgente para la inmediata suspensión de dicho tratado de asociación. Esta llamada ha sido firmada por las universidades belgas y apoyada por un importante número de instituciones académicas, belgas, turcas y por la Universidade de A Coruña.
Este pequeño pero valiente gesto de la Universidade de A Coruña se enmarca en otras actividades de base de colectivos científicos como el CSIC (CSICxPalestina) que gracias a la colaboración y a la organización de científicos y sindicatos ha conseguido la retirada de Israel del programa I-Link, o de la reciente suspensión de las colaboraciones con instituciones israelíes.
Otros colegas continúan, como Everyday Orientalism, organizando actividades científicas con Gaza como protagonista al estilo del Grupo de Investigación Bósforo, y su charla monográfica reivindicando la historia de una ciudad milenaria, Gaza, en la Antigüedad y la Edad Media el 8 de octubre en la Universidad Complutense de Madrid. Quizás incluso solo la organización de eventos de este tipo, antes de que Palestina se convierta en un inmenso y desolado campo de golf, es ya suficientemente reivindicativa para mover la bola de nieve que va creciendo contra la impunidad israelí.
Jesús García Sánchez. Científico Titular del CSIC
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