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Gaza y el futuro de la humanidad

Fuentes: Rebelión

Los cientos de peticiones públicas refrendadas por miles de intelectuales, luchadores sociales, artistas y celebridades de toda clase y algunos gobiernos del mundo para que se detenga de una vez por todas el genocidio ejecutado impúdicamente en Gaza no han conmovido el corazón deliberadamente endurecido de quienes dirigen el régimen sionista de Israel y de sus aliados de Estados Unidos y Europa, interesados como lo están en que se lleve a cabo una limpieza étnica absoluta, exterminando totalmente al pueblo palestino, del mismo modo que lo hicieran sus antepasados con los pueblos originarios de América, para realizar las cuantiosas inversiones en el área que ya han anticipado, seguros de su impunidad. De nada han valido los reiterados llamados de atención dirigidos a la Organización de las Naciones Unidas para que intervenga en este grave e inhumano asunto, olvidándose que en su seno se condenó hace décadas al sionismo por racismo; sancionando de alguna forma efectiva las constantes y más que evidentes violaciones de los derechos humanos y de la soberanía territorial de países vecinos, como Líbano, Siria e Iraq, por parte del régimen encabezado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, equiparándose con Adolf Hitler en métodos de segregación racial y ambición de conquista. A ello contribuye, indudablemente, el amplio y permanente respaldo brindado al régimen sionista por el imperialismo yanqui desde algo más de medio siglo, buscando utilizar a éste como herramienta de guerra a fin de controlar directamente los grandes yacimientos de hidrocarburos existentes en la región del Golfo Pérsico y amenazar la estabilidad y desarrollo económico logrados por la República Islámica de Irán, a pesar de las múltiples sanciones y bloqueos económicos promovidos por Washington. De modo que a las ciento de peticiones y marchas de solidaridad apoyando el derecho a la vida y a la autodeterminación del pueblo de Palestina debería agregarse el rechazo mayoritario de los diversos regímenes del mundo, procediendo a un aislamiento diplomático y comercial de Israel, a semejanza de lo hecho a Sudáfrica cuando en esta nación estaba legitimado el sistema racista del apartheid, cosa que habría de suceder al margen de la inercia de la Organización de las Naciones Unidas. 

Lo que acontece en Gaza, a la vista y conocimiento de todo nuestro planeta, refleja de alguna manera el futuro que le espera a la humanidad si no son contenidas las acciones homicidas y violatorias de todo derecho, no sólo por Israel sino también por Estados Unidos y la Unión Europea, ahora empeñados en agredir militarmente a Venezuela usando como excusa una pretendida lucha contra el narcotrafico internacional supuestamente comandado por el presidente Nicolás Maduro. A esto se añade la represión a la libertad de expresión y al derecho a la protesta que se produce en dichas naciones, en muchos casos, impidiendo judicialmente que estas sean a favor de Palestina, apelando a leyes antiterroristas que no se justifican, como se ha reseñado profusamente a través de las redes sociales y medios de información alternativos; lo que se agrava al desvelarse un trasfondo racista y aporófobo que incluye la cacería y la deportación de inmigrantes indocumentados procedentes, principalmente, de Nuestra América/Abya Yala/Améfrica Ladina -en cuanto a Estados Unidos- y de África -en cuanto a Europa-; creándose un cuadro general de restricción de las diversas conquistas democráticas, logradas a lo largo de muchas luchas sociales y políticas durante el último siglo, cosa que ha sido adoptada servilmente por algunos gobiernos latinoamericanos ultraderechistas y autoritarios, congraciados, a su vez, con el sionismo israelí. Es una confabulación a gran escala de los sectores imperialistas, supremacistas, racistas y ultraderechistas que han regido la escena internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial y que, ante el repunte de Rusia como potencia y el alto desarrollo alcanzado en distintos ámbitos por la República Popular de China, apuntan a desencadenar un caos generalizado que les dé la oportunidad de mantenerse por encima del resto de países. Una confabulación de factores hegemonistas liderados, indudablemente, por el imperialismo gringo. Lo peor de su actitud y acciones es que, cínicamente, lo hacen invocando la preservación de los valores tradicionales de la democracia y el derecho internacional, desconociendo su justicia y aplicación respecto a otros pueblos, naciones y gobiernos que consideren inferiores, rebeldes e indeseables; restituyéndose la facultad autoatribuida de someterlos según sus leyes e intereses, cual si aún se viviera en la época en que invadían, masacraban, explotaban y colonizaban los territorios «incivilizados» de África, Asia, Oceanía y Nuestra América/Abya Yala/América Latina, repartiéndolos entre sí y, en ocasiones, afanados en quitárselos unos a otros mediante guerras de distintas intensidades o trascendencia. En medio de esta realidad, resulta innegable que las naciones que conforman Occidente están más que interesadas en que Israel alcance sus objetivos particulares mientras sus gobiernos y corporaciones transnacionales se aseguran de obtener el completo control de toda la riqueza petrolera que se halla en todo lo que comprende el denominado Medio Oriente, lo que sería la antesala para ejercer una dominación global sin interferencias. 

Es una cuestión indudable que la mentira, el silenciamiento forzado de la verdad, la violencia sistematizada y la deshumanización inducida se han convertido en elementos que dominan la escena contemporánea, sin mucho o nulo escándalo. Algunos analistas lo presentan como el colapso moral de quienes se ufanan de pertenecer a la civilización occidental. Gaza nos refleja todo eso y más. Víctimas del saqueo colonial, del racismo estructural y de la supremacía imperialista, los palestinos han resistido en condiciones infrahumanas los ataques permanentes y el más descarado desprecio de aquellos que anhelan desalojarlos arbitrariamente de sus tierras, exponiendo como razón de Estado un cuestionable legado divino. La nueva gobernanza global multipolar ha obligado a acelerar dicho plan en complicidad con las potencias occidentales que se ven seriamente afectadas por su surgimiento e influencia. Toca repetir entonces que Gaza es el preludio de un reajuste o reconfiguración global que no respetará fronteras, emprendido por quienes esperan evitar -con sus métodos y estrategias tradicionales de dominación y guerras- el asentamiento de esta gobernanza global multipolar (representada, de momento, por Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica, los BRICS) que, a todas luces, resulta inaceptable para la hegemonía imperante del dólar y la preservación del papel preponderante e intereses de tales potencias. Gaza – junto con el depauperado, desasistido y devastado Haití- nos hace ver, aunque pocas veces se entienda y se divulgue, que a los países del Norte global no les interesa grandemente la suerte que corran los habitantes del Sur global. Sólo sus recursos estratégicos. Por eso importa mucho lo que ocurre en Gaza que, a pesar de lo que nieguen y tergiversen las grandes cadenas noticiosas (estadounidenses y europeas, sobre todo) es el más atroz de los genocidios cometidos a partir del inicio del siglo XX con el exterminio del pueblo armenio ordenado por el gobierno de Turquía (actualmente Türkiye). Sobre Gaza pesa, por tanto, una inmensa hipocresía. En tanto se enarbolan las banderas con que se configuraron los actuales Estados nacionales -bajo los lemas esenciales de la libertad humana y de la democracia- se observa en los gobiernos occidentales un comportamiento obscenamente opuesto a ellas, lo que confirma su concepción reduccionista de lo que es la humanidad y, con ella, del mundo en general.

Con Gaza presente, es preciso entender que su genocidio abarca algo más que el despojo ilegítimo de sus tierras ancestrales. Allí se experimenta todo lo que están dispuestos a hacer los sectores hegemónicos estadounidenses y europeos por mantener sus privilegios colonialistas e imperialistas. Gaza representa, por consiguiente, un punto álgido en la guerra asimétrica desatada por el Norte global contra el Sur global. Es una obligación moral y ética rechazar de manera contundente la pretensión del gobierno sionista de Israel. Si existe un paralelo en la historia sería lo hecho por el nazismo alemán en Europa bajo la mirada cómplice de las potencias del momento, motivadas básicamente por la perspectiva una guerra entre éste y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la cual servía de faro luminoso para las luchas emprendidas por el proletariado y los pueblos colonizados de entonces. Así que la conclusión es bastante clara: el genocidio de Gaza no se limita a sus víctimas, sometidas al terror psicológico, la destrucción de sus hogares, escuelas y hospitales, el hambre y los bombardeos indiscriminados. Hay que denunciarlo, sí. Todas las veces que se pueda. Como lo que es: la parte visible de una estrategia de dominación mundial. Por eso no puede verse como simple bravata del presidente Donald Trump la amenaza de invasión militar contra Venezuela. Ni como un hecho aislado y superficial. Gaza sería, entonces, repetimos, el futuro de la humanidad. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.