Recomiendo:
6

Presión internacional

El alto el fuego no debe frenar el creciente aislamiento de Israel

Fuentes: +972 Magazine - Ctxt

Trump pretende restaurar la legitimidad de Israel tras dos años de genocidio. Pero mientras persista la supremacía judía, también deben persistir las sanciones y los embargos de armas

A principios de septiembre, los ataques israelíes casi simultáneos en todo Oriente Medio –una flotilla bombardeada frente a las costas de Túnez y luego atacada a 75 millas de Gaza, un ataque aéreo en Doha, aviones de combate bombardeando Siria, Líbano y Yemen, por no hablar de la continuación del genocidio en Gaza– apenas supusieron una escalada. Más bien, estos acontecimientos significaron el afianzamiento de un statu quo en el que Israel es un Estado canalla, gracias a la impunidad que le otorgan sus patrocinadores.

Pero el statu quo cambia. En mayo, Zvi Sukkot, miembro de la Knesset, se jactaba diciendo: “Esta noche hemos matado a casi 100 personas de Gaza y a nadie le importa”. Se equivocaba: cientos de millones de personas en todo el mundo llevan dos años sin pegar ojo viendo imágenes de niños descuartizados en sus teléfonos. Han aprendido sobre la Nakba, han oído a los líderes israelíes hablar de Amalek y de que no hay inocentes en Gaza, y han visto TikToks de soldados israelíes regocijándosemientras volaban y arrasaban con excavadoras las casas de los palestinos. No pueden fingir que no lo han visto.

La inmensa mayoría de los israelíes que apoyan las acciones de su ejército y su Gobierno parecen desconocer la profundidad de la indignación y el dolor de la gente ante el genocidio. Aún no comprenden la magnitud del inevitable ajuste de cuentas que les espera, ni el significado de la palabra “indeleble”, ni que la memoria es larga y generacional.

Los israelíes no comprenden el alcance de su aislamiento, Donald Trump sí parece hacerlo

Pero si los israelíes no comprenden el alcance de su aislamiento, el presidente estadounidense Donald Trump sí parece hacerlo. El éxito de su administración al lograr un alto el fuego en Gaza y su insistencia en que “la guerra ha terminado” es un claro esfuerzo por evitar una mayor erosión de la legitimidad de Israel, por restaurar la situación anterior y borrar los recuerdos de los últimos dos años.

“Bibi fue demasiado lejos e Israel perdió mucho apoyo en el mundo. Ahora voy a recuperar todo ese apoyo”, dijo Trump a los periodistas antes del alto el fuego, un punto que repitiódurante su discurso del lunes 13 de octubre en la Knesset de Israel. “[La guerra de Gaza] se estaba poniendo fea. Bibi, serás recordado por esto más que si hubieras seguido adelante, matando, matando y matando”.

Sin embargo, tras dos años de genocidio y con una conciencia sin precedentes de la realidad del apartheid israelí, el impulso global a favor de un embargo de armas, sanciones y boicot cultural se ha acercado a un punto de inflexión.

En Estados Unidos, el movimiento para cortar la ayuda militar a Israel ha sido impulsado en parte por la indignación ante la represión de la libertad de expresión por personas que anteponen los intereses israelíes a los de los ciudadanos estadounidenses. Cada vez son más los miembros de la izquierda y la derecha políticas que sienten rechazo hacia esta censura y el hecho de que se les obligue a respaldar el genocidio. Para un Partido Demócrata en crisis, la resistencia activa al lobby israelí empieza a parecer una estrategia electoral ganadora.

En toda Europa, Israel está más aislado que nunca. El presidente del Gobierno español ha calificado el secuestro de los participantes en la flotilla por parte de las tropas israelíes a principios de este mes como “una violación del derecho internacional”. Según se informa, la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) se está preparando para votar la suspensión de la participación de Israel, mientras que los administradores de Eurovisión han animado a la delegación israelí a retirarse voluntariamente o arriesgarse a una humillante sanción: verse obligada a actuar sin bandera.

Si el genocidio ha hecho que Gaza sea inhabitable para los palestinos, también ha hecho que el mundo sea ahora inhóspito para el sionismo

Quizás lo más importante es que la supremacía judía en Palestina –el principio fundamental del sionismo– se considera cada vez más ilegítima en todo el mundo. Es demasiado pronto para declarar que la era sionista en Palestina ha terminado, pero octubre de 2025 augura un futuro diferente. Si el genocidio ha hecho que Gaza sea inhabitable para los palestinos, también ha hecho que el mundo sea ahora inhóspito para el sionismo.

Un frágil respiro

El elemento más importante del alto el fuego de Trump es que los soldados israelíes han detenido, en su mayor parte, la matanza masiva de palestinos. En los últimos dos días, 20 prisioneros israelíes fueron intercambiados por casi 2000 hombres, mujeres y niños palestinos. La ayuda está llegando a Gaza en mayores cantidades (aunque Israel anunció que la restringiría hasta que Hamás entregara a todos los rehenes muertos restantes) y las tropas israelíes se han retirado de aproximadamente la mitad del territorio.

La aplicación de esta primera fase del alto el fuego es positiva. La alegría que se aprecia en los vídeos que llegan desde Gaza es muy real. Después de soportar una matanza genocida sin precedentes en la historia moderna, tanto por la imposibilidad de huir de las víctimas como por el enorme volumen de municiones lanzadas, estimado en más de 70.000 toneladas, la población merece un respiro. La liberación de todos esos palestinos de las tortuosas prisiones y centros de detención de Israel es motivo de celebración, aunque hay ausencias notables en esta lista, como el doctor Hussam Abu Safiya y Marwan Barghouti.

Una imagen de la devastación causada por los bombardeos israelíes sobre Gaza. / MSF
Una imagen de la devastación causada por los bombardeos israelíes sobre Gaza. / MSF

Pero lo que sucederá a continuación es incierto, dado el largo historial de Israel de incumplir los alto el fuego. En marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego acordado en enero con Hamás, el primer ministro Benjamin Netanyahu citó “la reiterada negativa de Hamás a liberar a nuestros rehenes, así como su rechazo a todas las propuestas que han recibido” de los estadounidenses. En realidad, el acuerdo estaba previsto que pasara a su segunda fase, durante la cual se liberaría a más cautivos. Pero Netanyahu reanudó el asalto a Gaza porque la supervivencia de su coalición lo requería.

El lunes 13 de octubre, Netanyahu se situó junto a Trump en la Knesset y declaró en inglés que la guerra había terminado, pocas horas después de asegurar a los israelíes en hebreo que la campaña genocida en Gaza continuaría. “Hemos logrado victorias tremendas, pero la campaña no ha terminado; parte de nuestros enemigos están tratando de recuperarse”, declaró al Canal 12. Como advirtió Eran Etzion, exsubdirector del Consejo de Seguridad Nacional de Israel, a Sky News el viernes 10 de octubre, “Netanyahu sigue interesado en hacer todo lo posible para no cumplir este acuerdo [de alto el fuego]”.

En un nivel más fundamental, las siguientes fases del plan de Trump para Gaza comparten el marco básico de todas las iniciativas de paz importantes desde los Acuerdos de Oslo: los deseos israelíes se anteponen y se garantizan; las necesidades palestinas se reconocen, pero no se comprometen.

Según el plan, los prisioneros israelíes debían ser liberados inmediatamente, y Hamás debía ser desarmado y expulsado. Mientras tanto, alrededor de 8.000 prisioneros palestinosseguirán recluidos en cárceles israelíes, donde muchos han sido objeto de palizas, violaciones y privación de alimentos. La cuestión de la autodefensa palestina no se aborda en absoluto, y la “autodeterminación” se menciona de forma abstracta. Esa fórmula ha fracasado en el pasado y volverá a fracasar.

Aunque Israel no pueda reanudar la guerra y completar la limpieza étnica de Gaza, ya ha conseguido que la Franja sea inhabitable. No quedan escuelas, los hospitales apenas funcionan, las universidades han sido sistemáticamente destruidas y las plantas de agua y saneamiento han sido desmanteladas. Donde antes había una sociedad, en uno de los centros urbanos más antiguos del mundo, ahora solo hay escombros. Se necesitarán décadas para limpiarlos, si es que alguna vez se consigue. La reconstrucción, que según las estimaciones de los expertos en desarrollo de la ONU costará 70.000 millones de dólares y podría llevar décadas, parece una quimera.

Así pues, los dos años de esfuerzos de Israel por despoblar Gaza pueden acabar pareciéndose a su larga campaña de limpieza étnica y asentamiento en Cisjordania y Jerusalén: una tediosa rutina en la misma dirección. Muchos palestinos decidirán abandonar Gaza en cuanto se presente la oportunidad, quizá para ir a Turquía, Egipto o el Golfo. Continuarán los esfuerzos graduales por consolidar el control judío total desde el río Jordán hasta el Mediterráneo, e incluso sobre grandes extensiones de Siria y Líbano.

Es probable que el plan de Trump no ponga fin a la limpieza étnica y al genocidio en Palestina. Solo unas sanciones masivas y un embargo de armas integral pueden lograrlo. Estas son las condiciones necesarias para que se haga justicia.

Grietas en la máquina

Dos años de genocidio incesante significan que la diplomacia internacional es letra muerta, junto con el llamado orden basado en normas. Lo que queda es lo que siempre ha existido: el poder desnudo. El plan de Trump saca a la luz esa verdad evidente. Netanyahu y su gente solo han ralentizado sus esfuerzos de aniquilación en Palestina porque Trump lo ha exigido.

Trump y Netanyahu, durante la firma del acuerdo de paz, el 29 de septiembre. / La Casa Blanca

Trump y Netanyahu, durante la firma del acuerdo de paz, el 29 de septiembre. / La Casa Blanca

Es posible que Trump se haya visto motivado a poner fin al genocidio por las divisiones dentro de su coalición MAGA. Un número cada vez mayor de estadounidenses –no solo de izquierda– siente rechazo por el poder político del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC), un lobbyextranjero que se ha negado a registrarse como tal, infringiendo la legislación estadounidense.

Si el genocidio llega a su fin, los representantes republicanos Marjorie Taylor Greene y Thomas Massie, que se han convertido en algunos de los críticos conservadores más destacados de Israel, podrían acaparar menos titulares. Tucker Carlson, posiblemente el comentarista de derecha más influyente de Estados Unidos en la actualidad, podría dejar de atacar a figuras como Mike Huckabee por no ser tan “America First” en su apoyo incondicional a Israel, o de cuestionar por qué se prohíbe a los estadounidenses hablar del bombardeo israelí del USS Liberty en 1967, una bestia negra del lobbyisraelí.

Un número cada vez mayor de estadounidenses –no solo de izquierda– siente rechazo por el poder político del lobby israelí AIPAC

El llamamiento de Carlson a la sensibilidad “America First” (Estados Unidos primero) de Trump –que deje de permitir que los líderes israelíes manipulen al Gobierno estadounidense– también podría ser un factor que influya en la disposición de Trump a plantar cara a los israelíes, algo que ningún presidente estadounidense ha logrado desde Ronald Reagan.

La fortaleza de un presidente estadounidense dispuesto a hacer valer sus prerrogativas acentúa el contraste con las debilidades de la Unión Europea, una unión monetaria y laboral limitada por las respectivas prerrogativas fiscales y de defensa de sus Estados miembros. Cada país decide cuánto gastar, aunque estas decisiones afecten al bienestar del conjunto. Cada Estado también ejerce autoridad sobre su ejército.

La debilidad de la UE ha supuesto una catástrofe para los palestinos. Alemania, un país cuyas élites han participado o sancionado cuatro genocidios en los últimos 120 años, ha impedido, según se informa, que la Unión tome medidas significativas para sancionar a Israel, ya que ejerce efectivamente un veto a través de un mecanismo de consenso. Los líderes del país también están pidiendo el restablecimiento de las relaciones normales con Israel. Es demasiado esperar que Alemania aprenda del pasado, pero los Estados miembros pueden optar por trazar su propio camino, recuperando sus políticas exteriores y ejerciendo el poder que tienen individualmente.

Bélgica está liderando el camino. A principios de septiembre, el ministro de Asuntos Exteriores belga, Maxime Prevot, anunció sanciones que incluyen “la prohibición de importar productos de los asentamientos, la revisión de las políticas de contratación pública con empresas israelíes, restricciones a la asistencia consular a los belgas que viven en asentamientos ilegales según el derecho internacional, posibles acciones judiciales, prohibiciones de sobrevuelo y tránsito [y] la designación de dos ministros israelíes extremistas, varios colonos violentos y líderes de Hamás como personas non gratas en nuestro país”.

España, los Países Bajos y Eslovenia han impuesto embargos de armas totales o parciales a Israel. Estos países también se han sumado a Irlanda en la prohibición de las importaciones procedentes de los asentamientos israelíes en Cisjordania, una medida principalmente simbólica que puede presagiar sanciones económicas más amplias.

Romper con la supremacía judía

En el mejor de los casos, el plan de Trump pondrá fin al tipo de horrores genocidas que han caracterizado la cotidianidad de los últimos 24 meses. Sin embargo, poner fin a la violencia inmediata no desmantelará el apartheid ni la supremacía judía, principio fundamental de todos los partidos políticos sionistas apoyados por la mayoría de los judíos israelíes.

Poner fin a la violencia inmediata no desmantelará el apartheid ni la supremacía judía

Como escribió recientemente Dahlia Scheindlin en Foreign Affairs: “Tanto el público contrario a Netanyahu como los principales partidos de la oposición difieren poco del liderazgo actual en cuanto al estatus futuro de los palestinos, la inevitabilidad de la ocupación israelí en general y la aceptabilidad de negar la autodeterminación o, alternativamente, la democracia y los derechos civiles a los palestinos en los territorios”.

En otras palabras, incluso con un alto el fuego, los israelíes siguen comprometidos con la supremacía judía. Una mayoría abrumadora ha respaldado el genocidio durante dos años y todos los jóvenes son reclutados con el fin de hacer cumplir la ocupación y el apartheid.

Un régimen sionista también protegerá a los criminales de guerra y a los autores del genocidio. Más de 400.000 hombres y mujeres israelíes participaron en el asesinato en masa de palestinos durante los últimos dos años. Cualquier intento de llevarlos ante la justicia fracasará casi con toda seguridad en una sociedad fundamentalmente comprometida con la idea de la desigualdad ante la ley. De hecho, es probable que ya se haya puesto en marcha una campaña para encubrir los crímenes de guerra de los soldados.

Este esfuerzo de encubrimiento solo refuerza el argumento básico a favor del boicot y las sanciones: los israelíes no pondrán fin a la ocupación y al apartheid por sí mismos. Por lo tanto, los países deben romper de forma individual los lazos económicos con Israel y las empresas israelíes siempre que sea posible. Los Estados que reconocen la jurisdicción universal deben apoyar el esfuerzo por enjuiciar a los reservistas y reclutas que participaron en el genocidio. Las sanciones también deben dirigirse al Gobierno y a sus ministros, junto con los comentaristas que cada noche incitan al asesinato en masa.

La historia ofrece un paralelismo. El régimen del apartheid de Sudáfrica se enfrentó a un boicot cultural masivo: prohibiciones de viajar, restricciones aéreasexclusión de eventos deportivos internacionales y suspensión de la Asamblea General de la ONU. Todo eso es apropiado para Israel hoy en día.

Más allá de los boicots económicos y los embargos de armas, un boicot cultural podría contribuir de manera única a desradicalizar a los judíos israelíes, golpeándolos donde más les duele y haciéndoles sentir el precio de las acciones de su país. Un esfuerzo amplio y exhaustivo para prohibir los viajes, los intercambios culturales y la participación en deportes podría ayudar a provocar el tipo de ruptura con la supremacía judía que requiere un futuro justo en Palestina.

Trump no logrará borrar los recuerdos; el mundo ha cambiado demasiado en los últimos dos años. Aunque hayan cesado las matanzas diarias en Gaza, las perspectivas de una reconstrucción significativa siguen siendo escasas. Incluso sin nuevos ataques, es probable que la limpieza étnica persista, aunque solo sea como consecuencia de la destrucción masiva de las infraestructuras civiles necesarias para la vida.

Sin embargo, en aras de la rendición de cuentas y de la posibilidad de un futuro diferente para quienes permanecen allí, debe continuar el movimiento mundial a favor del embargo de armas, el boicot cultural y las sanciones económicas. No hay recuperación posible tras un genocidio. Pero podemos redirigir la angustia de un mundo conmocionado para deshacer las restricciones que atan a los palestinos, y también a los judíos israelíes.

Ahmed Moor es escritor y miembro del consejo asesor de la Campaña Estadounidense por los Derechos de los Palestinos.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en +972 Magazine

Fuente de la traducción al castellano: https://ctxt.es/es/20251001/Politica/50603/donald-trump-alto-el-fuego-israel-aislamiento.htm