Mohamed Hasan, estudiante de medicina, se encontraba a la entrada de la Universidad Al-Azhar de Gaza con sus instrumentos dentales envueltos en una pequeña bolsa de plástico, contemplando un campus que ya apenas reconocía.
Dos años antes, había atravesado corriendo esas mismas puertas con sus amigos, bromeando sobre los exámenes y las sesiones clínicas. Ahora, gran parte del edificio había quedado reducido por los ataques israelíes a pilares agrietados y ventanas rotas, con el polvo posándose aún sobre los restos de los laboratorios dentales en los que una vez se formó.
«Cuando entré, sentí algo entre el dolor y la victoria. He estudiado en tiendas de campaña y refugios todo este tiempo. El simple hecho de estar aquí de nuevo me hizo sentir que una pequeña parte de mi vida había sobrevivido», declaró a The New Arab.
Para Hasan y otros innumerables estudiantes palestinos, no se trata simplemente de la reapertura de una universidad, sino del lento y frágil renacimiento de toda una comunidad académica que la guerra de Israel intentó borrar.
Un regreso basado en la emoción, la identidad y la rebeldía
Durante los dos años que duró la guerra genocida de Israel contra Gaza, los estudiantes universitarios palestinos sufrieron una de las interrupciones más largas de la educación superior desde la creación de sus instituciones.
La guerra israelí arrasó aulas, derrumbó bibliotecas, destruyó laboratorios, paralizó las redes eléctricas y desplazó a casi todo el personal docente y administrativo.
Los estudiantes se dispersaron por tiendas de campaña, refugios y hogares superpoblados, asistiendo a clases online a través de redes inestables, si es que tenían dispositivos.
Hoy, a pesar de la devastación que los rodea, dos de las universidades más grandes de Gaza, la Universidad Al-Azhar y la Universidad Islámica, están dando pasos cautelosos pero decididos hacia el aprendizaje presencial.
«Cuando entré en el laboratorio dental, aunque faltaba la mitad del equipo, sentí que me estaba acercando de nuevo a mi sueño», dijo Hassan, y añadió que «las oportunidades son limitadas, pero rendirse sería mucho peor».
La estudiante de medicina Nur al-Hatu se sintió igualmente abrumada. «Después de dos años de desplazamiento, no imaginaba que podría volver a mi aula», comentó a TNA.
«La sala de conferencias no cuenta con el equipo adecuado, pero el simple hecho de llevar mi estetoscopio dentro de la universidad me ha hecho sentir que la vida volvía a la normalidad», afirmó.
Para el vicepresidente de la Universidad Al-Azhar, Mohamed Shubair, la reapertura del campus no sólo fue una decisión logística, sino también nacional.
«Empezamos con una visión política y nacional […] Nuestro objetivo era cumplir el sueño de los estudiantes de volver a las clases presenciales, incluso con los recursos más escasos», declaró a TNA.
Al-Azhar comenzó con las facultades de Medicina y Odontología, donde la formación práctica es esencial. En laboratorios parcialmente restaurados, algunos sin puertas y otros con reparaciones improvisadas, los estudiantes realizan simulaciones y ejercicios clínicos limitados.
La universidad ha permitido que alrededor de 1.000 estudiantes regresen físicamente. Mientras tanto, más de 12.000 siguen las clases online, utilizando la plataforma Moodle a pesar de la inestabilidad de Internet y los constantes cortes de electricidad, según Shubair.
«Apenas tenemos pupitres o pizarras […] Antes de la guerra, contábamos con más de 300 profesores. Hoy en día, en las facultades prácticas, sólo tenemos diez profesores de odontología y cinco asistentes de medicina», afirma Shubair.
Destaca que la universidad se niega a verse envuelta en disputas políticas. «Nos distanciamos de todos los conflictos. Nuestra misión ahora es la vida y la educación. La reconstrucción vendrá gracias al apoyo árabe y a los voluntarios internacionales».
Pero incluso en ruinas, Al-Azhar fue testigo de un fenómeno inesperado: un aumento espectacular de las matriculaciones después de la guerra. «Nos sorprendió. Se matricularon más estudiantes que antes de la guerra. Esto demuestra que los jóvenes luchan por la esperanza a pesar de todo», añade. «La educación forma parte de nuestro renacimiento […] Es un mensaje al mundo de que seguimos aquí».
A poca distancia, la Universidad Islámica está experimentando una resurrección similar, aunque su destrucción fue aún más grave.
La mayoría de los edificios quedaron completamente destruidos, mientras que unos pocos albergan ahora a familias desplazadas que perdieron sus hogares en la guerra. Aun así, la universidad inició su regreso semanas antes, decidida a no dejar que su legado académico se desvaneciera.
Dentro de un edificio reparado lo justo para mantenerse en pie, los estudiantes de medicina se sientan en aulas abarrotadas donde las cicatrices de la metralla cubren las paredes. Un único generador proporciona una débil iluminación. Sin embargo, a pesar de las duras condiciones, el ánimo es alto.
«Es la primera vez que volvemos desde la guerra. La educación no es un lujo para nosotros, es nuestro único salvavidas», declaró a TNA Salma Mohamed, estudiante de medicina.
Describió la experiencia como «una mezcla de alegría y conmoción», y afirmó que volver en persona «significa que la universidad está resurgiendo».
El personal administrativo afirma que, durante la guerra, alrededor de 4.000 estudiantes se graduaron a través de la enseñanza online. Varios miles más siguen esperando completar sus estudios en persona después de dos años.
Otras universidades siguen dependiendo de la enseñanza online
Mientras Al-Azhar y la Universidad Islámica avanzan, otras instituciones están lejos de poder reabrir sus puertas a los estudiantes.
Universidades como la Universidad Al-Aqsa y la Universidad de Ciencias Aplicadas, así como varios campus del sur de Gaza, siguen dependiendo por completo de la educación online. Los edificios destruidos, las carreteras inseguras, los cortes de electricidad y la pérdida de personal académico han hecho que la enseñanza presencial sea prácticamente imposible.
Muchos estudiantes asisten a clase desde tiendas de campaña o refugios, compartiendo dispositivos entre los miembros de la familia. A menudo se corta la electricidad en mitad de la clase. Algunos estudiantes graban las lecciones para poder escucharlas más tarde, cuando vuelva por un momento la electricidad.
Los miembros del cuerpo docente afirman que los retos son abrumadores. Algunos profesores han sido asesinados, otros desplazados y muchos se han visto obligados a huir. «Volveríamos en un momento», afirma un profesor, «pero los edificios han desaparecido».
Según Shirin al-Dhani, miembro del cuerpo docente de la Facultad de Artes y Humanidades de Al-Azhar, las universidades han asumido funciones que van mucho más allá de lo académico. «Desde los primeros días de la guerra, pusimos en marcha voluntariamente la enseñanza online. El cuerpo docente dentro y fuera de Gaza nos ayudó. Nuestro objetivo era la continuidad; la ocupación quería romper esa continuidad», declaró a TNA.
El personal se ha reunido en persona con los estudiantes siempre que las condiciones lo han permitido, ayudándoles a elegir sus especialidades, orientándoles y ofreciéndoles apoyo psicológico.
Durante los periodos más duros de la guerra, la universidad creó redes de apoyo internas para los empleados, especialmente para las familias del personal martirizado. Ofrecieron ayuda de emergencia, asesoramiento y servicios comunitarios gratuitos.
«Sabemos lo difícil que es la situación económica, por lo que sólo aplicamos tarifas proporcionales. Intentamos aliviar la carga de los estudiantes en la medida de lo posible», afirmó al-Dhani.
La Oficina de Medios de Comunicación del Gobierno en Gaza estima que 165 instituciones educativas quedaron totalmente destruidas y 392 sufrieron daños parciales. Casi 300.000 personas siguen necesitando alojamiento temporal, lo que ha convertido los alrededores de los campus en refugios abarrotados.
Los expertos sostienen que la reapertura de las universidades, aunque sea parcial, es esencial para evitar el colapso de la vida intelectual y cultural de Gaza. Como dice Shubair, «la educación es la única batalla que Gaza debe ganar después de toda esta devastación».
Pero reconoce que la supervivencia depende del apoyo árabe e internacional. Con los recursos casi agotados, incluso Al-Azhar y la Universidad Islámica se enfrentan a la incertidumbre.
Sally Ibrahim es corresponsal de The New Arab en Gaza.
Texto en inglés: The New Arab, traducido por Sinfo Fernández.


