Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Como en cualquier otra parte del mundo la electricidad en Gaza nos da acceso al agua potable y a la atención médica. Con ella podemos refrigerar nuestra comida en el cálido verano y proporcionarnos calor en el frío invierno, además de conectarnos con el mundo exterior y entre nosotros.
Puede parecer anodino, se ha cortado la electricidad en Gaza, pero eso supone una sentencia de muerte para los casi dos millones de gazíes que como yo viven en Gaza bajo un bloqueo impuesto por Israel. De hecho, cortar la electricidad a Gaza es una declaración de guerra de facto contra la población civil y una forma ilegal de castigo colectivo.
Para quienes no lo sepan, el debate actual entre los gazíes es si un ataque militar directo (esto es, el uso de bombas y armas por parte del Israel del apartheid) es una manera mejor de morir que por medio de un genocidio progresivo, la intensificación del bloqueo que se impone desde hace diez años a nuestra diminuta franja.
Piénsenlo un momento: ¿hay cuidadnos en alguna otra parte del mundo que debatan acerca de cuál es para ellos la mejor manera de morir? Gideon Levy, el valiente periodista israelí, tiene una respuesta: «Lo que está en juego ahora es el peligro de otra masacre en la Franja de Gaza. Controlada, medida, no demasiado masiva, pero aún así una masacre. Cuando los altos cargos, políticos y comentaristas israelíes hablan de «la siguiente serie» están hablando de la siguiente masacre».
Los medios y los fines de la Autoridad Palestina
El Israel del apartheid mantiene un bloqueo mortal sobre Gaza desde 2007, cuando el Movimiento de Resistencia Islámica Hamas se hizo con el control de la pequeña franja después de ganar legítimamente las elecciones al Consejo Legislativo de 2006.
Este bloqueo se impuso porque casi todas las principales potencias de la región, incluida la Autoridad Palestina (AP) dirigida por Fatah, rechazaron rotundamente lo que los palestinos habían elegido democráticamente.
El bloqueo se volvió incluso peor recientemente, cuando en abril el presidente de la AP, Mahmoud Abbas, pidió a Israel que cortara el suministro de electricidad a la Franja de Gaza para presionar a Hamas. Esto ocurría después de que también en abril Abbas tomara la decisión de reducir un 30 % los salarios de los funcionarios de Gaza. Para cualquier lector debería ser evidente que los ocupantes de Gaza no son solo los dirigentes de Hamas sino también palestinos ordinarios. Nosotros somos quienes estamos padeciendo estos cortes de electricidad y estos recortes de salarios.
Incluso después un bloqueo que dura ya una década la situación aquí en Gaza es peor que nunca debido a estos últimos cambios. Los hospitales, incluido el hospital Al-Shifa en la ciudad de Gaza, han dejado de hacer operaciones, incluso las urgentes. A consecuencia de los cortes de electricidad el 90 % del suministro de agua no es potable ahora, lo que aumenta el riesgo de que se extiendan las enfermedades producidas por el agua sucia. La AP ha reducido un 30 % sus pagos mensuales para electricidad, con lo que Israel ha permitido que solo se suministren 40 vatios de potencia a la Franja sabiendo perfectamente que Gaza necesita 400 vatios para satisfacer las necesidades estrictamente mínimas de supervivencia.
Repetidas advertencias
No es que no se haya advertido al mundo en repetidas ocasiones.
A mediados de mayo el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) advirtió del colapso inminente de la Franja de Gaza al afirmar en una sombría declaración: «La falta de energía y la grave escasez de carburante han dañado todos los aspectos de la vida en la Franja». La declaración advertía de una «crisis inminente» en la salud pública y en los sectores medioambientales debido a la falta de energía.
Y en septiembre de 2015 la ONU advertía que Gaza sería «inhabitable» para 2020. En aquel momento el informe dejaba claro que el Producto Interior Bruto de Gaza había disminuido un 15 % en 2014 y que el paro había llegado a una cifra récord del 44 %, con un 72 % de hogares que padecían inseguridad alimentaria. El informe concluía afirmando que el ataque israelí a Gaza de 2014 había acelerado el retroceso en el desarrollo de Gaza.
Este mes [junio de 2017] la ONU reconoció que si no se actuaba inmediatamente la crisis de electricidad provocaría el «colapso de los servicios vitales de salud, agua, instalaciones sanitarias y municipales». Pero, extrañamente, la ONU no parece conocer el derecho internacional ya que culpa de la crisis a los palestinos que están bajo una ocupación y no al ocupante israelí.
Por otra parte, el anterior Relator Especial de la ONU sobre la Situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados Richard Falk habló sin ambages al afirmar que consideraba el bloqueo a Gaza una «violación flagrante y generalizada del derecho humanitario internacional» y un «crimen contra la humanidad». El escritor israelí Ilan Pappe también los denomina un «genocidio progresivo».
Lo que se ha vuelto rutinario
Lo terrible es que los gazíes mueren cada día, pero mueren de enfermedades provocadas por el agua sucia o la falta de una operación que habría salvado una vida, de hambre debido a que las cosechas que no crecen al no estar lo suficientemente irrigadas o mueren bebés porque no se les puede mantener calientes en sus primeros días de vida, pero estas formas de morir no figuran en los titulares.
Las muertes de gazíes no figuran en los titulares porque han sido una rutina diaria durante una década. Solo Israel se beneficia de este silencio y solo los gazíes pagan el precio de este silencio.
Cito de nuevo a Gideon Levy: «Para los israelíes Gaza es un nido de terroristas […] todas las personas que residen ahí son asesinos. Construyen túneles terroristas en vez de inaugurar fábricas de alta tecnología. No, de verdad, ¿cómo es que Hamas no ha desarrollado Gaza? ¿Cómo se atreven? ¿Cómo no han creado industria bajo el bloqueo, agricultura en la cárcel y alta tecnología en una jaula?».
El mundo exterior tiene que entender que quienes vivimos aquí en Gaza no podemos hacer mucho contra este bloqueo medieval excepto pedir a quienes nos apoyan que intensifiquen su llamamiento al boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel. Todas y cada una de las victorias del movimiento de BDS contribuye a la supervivencia de Gaza.
La comunidad internacional nos ha fallado totalmente. PUNTO. Las palabras y la retórica vacía no mantienen vivo a un niño que llora porque no tiene leche ni proporciona una tratamiento a una persona que padece una enfermedad terminal.
Solo tenemos un rayo de esperanza, el mismo que vieron antes que nosotros las personas negras sudafricanas: una campaña constante de boicot, desinversión y sanciones contra el Israel del apartheid Israel hasta que acate totalmente el derecho internacional.
Dr. Haidar Eid es profesor asociado del Departamento de Literatura Inglesa de la Universidad Al-Aqsa de la Franja de, Gaza, Palestina.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.