Recomiendo:
0

A los refugiados palestinos en Líbano les duele Gaza

Fuentes: El Salto [Foto: Inés Gil]

La ofensiva israelí contra el enclave palestino provoca impotencia y rabia en centenares de miles de refugiados en suelo libanés, que continúan exigiendo el cumplimiento de su derecho a regresar al territorio de la Palestina histórica.

Los doscientos ochenta kilómetros que separan la franja de Gaza de Shatila no impiden que los bombardeos israelíes sobre el enclave provoquen dolor en este campo de refugiados palestino en Beirut. El ajetreo discurre por los callejones de hormigón como lo ha hecho siempre, pero por debajo de la mesa también se hacen lugar la resignación, la impotencia y la rabia. 

Los centenares de miles de palestinos que se refugian en Líbano desde la creación del estado de Israel tienen su mirada permanentemente fijada en la Palestina Histórica. De esa tierra conservan recuerdos, allí tienen parte de su familia o simplemente proyectan el sueño de volver a su lugar de origen. Pero la atención sobre lo que ocurre en los territorios palestinos llega a máximos desde octubre de 2023, cuando el Ejército israelí lanzó sobre Gaza la mayor ofensiva militar en la historia moderna de la humanidad.

“Para mí, esto es el comienzo”, dice Jamila. Esta mujer palestina de 70 años de edad, residente de Shatila desde hace décadas, desea que la catástrofe que cae sobre la franja de Gaza no sea en vano. “Nos sentimos fuertes porque en la televisión vemos mucha gente que nos da apoyo. Espero que Gaza cambie el mundo”. Jamila dice sentirse impresionada por las protestas de solidaridad con Gaza que se registran en los cinco continentes. Lamenta, al mismo tiempo, que “la población de alrededor del planeta haga más por Palestina que los Gobiernos árabes”, muchos de los cuales son regímenes aliados con Israel a pesar de la opinión pública mayoritariamente pro-palestina de sus poblaciones.

“Antes, mucha gente de fuera de la región no sabía lo que ocurría en Palestina”, denuncia Jamila: “se sabía que Israel miente, pero solo se escuchaba al lado israelí”. Jamila atiende El Salto Diario desde su pequeña oficina. Es la directora de un colegio en el corazón de Shatila, campo de refugiados integrado en la ciudad de Beirut como un suburbio más. Integrado a nivel urbanístico, pero no social. Shatila es uno de los doce campos de refugiados palestinos que se improvisaron en Líbano en 1948, cuando milicias sionistas y Ejército israelí expulsaron violentamente a casi 800.000 personas del territorio que hoy es Israel. Más de 100.000 de estos exiliados llegaron a pie hasta Líbano desde municipios palestinos ubicados en el norte de la Palestina histórica, limítrofe con el país libanés. 

Desde entonces, los palestinos en Líbano están fuera del mundo. La legislación internacional les reconoce el estatus de refugiados, pero Líbano construyó hace décadas un entramado legal para marginarlos de forma efectiva e impedir su establecimiento en el país, negándoles derechos básicos como el acceso a la vivienda o al trabajo. El resultado de todo ello es una vida dependiente de la acción humanitaria, en unas condiciones consideradas como indignas por parte de grupos de derechos humanos y recluida en estos abarrotados campos de refugiados, a donde la población libanesa no acude y de la que la población palestina no sale sin exponerse al racismo contra los refugiados.

La sobrepoblación de estos enclaves, donde residen decenas de miles de personas en el mismo espacio que se otorgó a unos pocos miles de exiliados en 1948, lleva sus residentes a tratar de aprovechar cada metro cúbico. La única ventana de la oficina de Jamila da a la pared de hormigón del edificio de al lado, algo que se repite por los cuatro costados del edificio sin permitir que la luz del sol penetre jamás en el colegio, que tira adelante gracias al patrocinio de la UNRWA, la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos. 

Repor Sur del Líbano - 6

“Para nosotros, todo esto es muy difícil”, admite Jamila en referencia a la ofensiva contra Gaza: “hay familias enteras que han sido borradas del mapa; han destruido Gaza entera”. A esta mujer, que ha dedicado toda su vida adulta a la enseñanza en Shatila, le cambia la voz cuando habla de quienes luchan por continuar con sus estudios en Gaza a pesar de lo que muchos expertos consideran un genocidio. Los palestinos, explica, han tenido que aprender a sobreponerse a las adversidades. Y a recordar. “Golda Meir [cuarta primera ministra en la historia de Israel] decía en relación a la Nakba que ‘los viejos se morirán y la nueva generación se olvidará’. Pues no, no nos olvidamos de nuestra propia historia”. La misma Jamila trabaja para que tal cosa no ocurra. En el colegio transmiten a los niños de Shatila el amor hacia Palestina, donde no pueden volver a pesar de que la legislación internacional le reconozca ese derecho.

A ella misma, que nació en Líbano cuatro años después de la Nakba tras el exilio de sus padres a Beirut, le instalaron el recuerdo de su lugar de origen, hoy en territorio israelí: “Yo soy de un pueblo llamado Yajur. Está cerca de Haifa. En mi espíritu, siento que soy una agricultora de Yajur. Mi abuelo, mi padre y mi familia decían que las montañas que rodeaban el municipio eran verdes durante todo el año”. La literatura oral que desciende de generación en generación es buena parte de lo que les queda a los palestinos de Shatila para potenciar los recuerdos de los lugares en los que nunca han estado. Pero no son lo único que tienen. Ibrahim, un pintor palestino residente de Shatila, visita la escuela una vez por semana para llevar a cabo actividades con los niños. En ocasiones, el artista pinta Yajur y otros pueblos palestinos siguiendo instrucciones con toda la información que los alumnos tienen de los lugares de origen de sus familias. Son cuadros llenos de vida y de color. En ellos se reflejan colinas verdes, campos amarillos, extensiones de olivos y la idealización de un lugar prohibido.

Movilización en los campos de refugiados palestinos

Jamila baja la voz cuando recuerda los horrores a los que se ha tenido que enfrentar por el hecho de ser palestina. Le hacen conectar con el actual desamparo en Gaza. “Vivimos bajo la sombra de la muerte”, reconoce con voz grave. “En cualquier momento puede venir alguien y matarnos. Los palestinos de allí y de aquí no tienen quienes les protejan. Vivir bajo esta sombra es muy duro”. Ella, que ha sobrevivido guerras y masacres como la de Sabra y Shatila en 1982, dice que ha tenido doble suerte: ni morir, ni presenciar ninguna muerte. “Doy gracias a Dios por esa razón. En la masacre de Sabra y Shatila perdí amigos, pero al menos nadie murió delante mío. Eso tiene que ser terrible”.

La masacre de Sabra y Shatila ocurrió en plena guerra civil libanesa, un episodio negro de la historia de Líbano que terminó en 1990 pero que desde entonces amenaza permanentemente con reaparecer. Algunas de las dinámicas que dieron pie a aquel conflicto existen también en el Líbano de hoy, y lo hacen todavía más desde que la ofensiva israelí engulle la franja de Gaza. El enemigo común israelí está haciendo que grupos palestinos con presencia en Líbano, como Hamás, estén alineándose con grupos musulmanes libaneses, como Hezbollah.

Hamás, el mismo movimiento político que gobierna en la franja de Gaza, está presente en los campos de refugiados palestinos en Líbano, donde desde octubre habría sido capaz de captar nuevos militantes. La frustración ante la masacre diaria que Israel lanza contra el enclave palestino habría llevado jóvenes palestinos refugiados en Líbano a optar por unirse a este movimiento. De hecho, Hamás hizo un llamamiento el 4 de diciembre —dos meses después del 7 de octubre— para reclutar miembros en Líbano, algo que causó molestia entre varios líderes libaneses, que acusan Hamás de violar la soberanía libanesa. El llamamiento de Hamas recordó peligrosamente a épocas pasadas, cuando la Organización por la Liberación de Palestina liderada por Yasser Arafat operaba entre la década de los 60 y la de los 80 dentro de Líbano, utilizando el territorio como plataforma para lanzar ataques contra Israel.

El reclutamiento, sin embargo y según algunas fuentes, se llevaría a cabo por debajo de la mesa, con discreción, para evitar que los campos de refugiados en Líbano sean objetivo de bombardeos israelíes. En el campo de refugiados de Ein el Helwe, en la ciudad libanesa de Saida, un oficial de Hamás llegó a decir que “centenares” de personas se habían acercado a él desde octubre: “querían que les diéramos armas para ir a la frontera entre Líbano y Palestina [muchos palestinos rechazan llamar Israel a la Palestina histórica] y así poder luchar contra la Entidad Sionista tras ver las masacres que están cometiendo en Gaza”. A pesar de declaraciones como esta, el supuesto reclutamiento de nuevos militantes en Líbano por parte de Hamás no ha supuesto todavía ninguna consecuencia visible en el actual conflicto ni en Líbano ni en la región.

De la Nakba a la actualidad

Tanto en los Territorios Palestinos como en los campos de refugiados de Beirut, la humillación y la desposesión continúan marcando las vidas de millones de palestinos, que pasan por este mundo sin conocer una vida con plenos derechos. “¿Por qué sufrimos tanto?”, se pregunta con pena Aya, joven residente de Shatila: “somos humanos. Tenemos derecho a vivir, a pasárnoslo bien. No nos lo pasamos bien”, concluye.

Las dificultades del día a día como refugiado palestino en Líbano se suman desde octubre a la tensión bélica. “Estoy muy asustada” reconoce Aya en declaraciones a El Salto Diario en relación a lo que pueda ocurrir durante los próximos meses. “Sí, sentimos el riesgo y la amenaza ante la posibilidad que la guerra en el sur de Líbano alcance Shatila. Creemos en Dios y esperamos que nos proteja. Pero si algo le ocurre a Shatila, si Israel ataca Shatila, no nos iremos de aquí”. 

Esta joven estudiante dice que la generación más mayor de palestinos en Líbano, la que llegó a estar en Palestina antes de que las tropas israelíes los expulsaran hacia el exilio, ha logrado trasladar a los jóvenes el convencimiento de que tienen derechos, de que regresar a su lugar de origen es una reivindicación legítima. “Seamos mayores o niños, no nos olvidaremos de lo que ocurrió en Palestina en 1948”, dice en referencia a la Nakba, el proceso de expulsión de la mayoría de palestinos que habitaban el territorio. “Cualquier palestino de Shatila tiene esperanza en regresar a Palestina, porque nos pertenece”, sentencia Aya.

El 15 de mayo, fecha de la conmemoración oficial de la Nakba, los residentes de Shatila se echaron a la calle. Es algo que hacen cada año para exigir el cumplimiento de su derecho a regresar al actual territorio israelí. Pero este año se movilizaban por algo más: “aquel día levantamos la bandera palestina, gritamos Palestina Libre y unimos nuestra voz por Gaza y por los niños gazatíes”, dice emocionada: “Porque, para nosotros, lo que ocurre ahora en Gaza tiene relación con lo que ocurrió en 1948”. 

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/libano/refugiados-palestinos-libano-les-duele-gaza