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Entrevista con el politólogo François Burgat, director de investigaciones en el CNRS

«A ojos de la comunidad occidental, Bachar ha logrado radicalizar una parte de su oposición y hacer desaparecer todo el resto detrás de esa imagen»

Fuentes: Cetri

Ciertamente, es uno de los trabajos más completos sobre la crisis siria. Publicado en diciembre de 2013 en las Editions La Découvete, Pas de printemps pour la Syrie asocia 30 investigadores y periodistas que analizan minuciosamente cada uno de los aspectos que permiten comprender las dinámicas del conflicto, la realidad sobre el terreno y las […]

Ciertamente, es uno de los trabajos más completos sobre la crisis siria. Publicado en diciembre de 2013 en las Editions La Découvete, Pas de printemps pour la Syrie asocia 30 investigadores y periodistas que analizan minuciosamente cada uno de los aspectos que permiten comprender las dinámicas del conflicto, la realidad sobre el terreno y las causas de la permanencia del régimen de Bachar al-Assad así como la ausencia de liderazgo en el seno de la oposición.

El libro documenta, además, las movilizaciones y modos de resistencia pacíficas poco reflejadas en los medios, para reconsiderar in fine los papeles de las fuerzas yihadistas y subrayar la quiebra completa de la estrategia defendida por los países occidentales. Entrevista con el politólogo François Burgat, director de investigaciones en el CNRS, codirector de la obra.

-Para explicar el trágico marasmo en el que actualmente está hundida Siria, evocáis en la introducción los «equilibrios» que han «encerrado», en vuestra opinión, las «primeras esperanzas primaverales sirias». ¿De qué se trata?

-Quería simplemente recordar que en occidente, en 2011, se tuvo el sentimiento de que las primaveras, tunecina y egipcia, se operaban gracias a la emergencia de una generación política (la «generación twitter») compuesta de individuos lavados de alguna forma de todas las escorias anxiogenas de su pertenencia al oriente político árabe. Luego el doble proceso de internacionalización de esas «primaveras» (en particular con la intervención militar de la OTAN en Libia) y más aún la afirmación electoral de fuerzas políticas (islamista) juzgadas por la mirada exterior como antinómicas con todo proceso de democratización han venido a contrariar este optimismo inicial.

Sin embargo, por mi parte no pienso que haya habido una transformación estructural de la naturaleza o del fundamento político de la protesta siria. Diría más bien que es la estrategia del régimen -que intenta confesionalizar y radicalizar a sus oponentes- la que desgraciadamente ha logrado enturbiar su imagen.

De lo que me quiero desmarcar, es la idea de que «primero fue toda la sociedad siria, y dentro de ella los cristianos y/o la izquierda laica y republicana la que se rebeló, y luego, progresivamente la revuelta se ha restringido solo a los islamistas». No se ha producido ningún desplazamiento de este tipo del centro de gravedad de la movilización popular. La mirada occidental, que se muestra más «antiislamista» que las demás componentes de la rebelión, tiende a exagerar una fractura entre izquierda e islamistas cuya realidad, en las filas de los combatientes, es de hecho bastante menor. Hace un mes, estuve en el campo de refugiados de Zaatari (en la frontera jordana), en contacto con militantes completamente «barbudos», comandantes de brigadas de nombre completamente «islamista», como Ahl o Ansar el-Souna. Estuve acompañado por Nawar Boulboul, comediante sirio muy conocido e identificado como de izquierda muy laica. Y sin embargo, el marxista trataba normalmente con los islamistas. Igualmente, el cristiano Michel Kilo repite que es un peligro exagerar la fractura confesional en el seno de la oposición siria, explicando que había sido acogido con los brazos abiertos por miembros de Jabhat en-Nusra (grupo combatiente de 5000 personas que se reclama de Al-Qaeda).

-¿Cómo integras en la constatación que haces del enfrentamiento militar en el seno mismo de la oposición, en estos momentos en la ciudad de Raqqa, por no citar más que este ejemplo, y los numerosos testimonios de torturas y de encarcelamientos entre el Ejército Sirio Libre (ESL) o el Frente Islámico de un lado y el estado Islámico en Irak y en Levante (EIIL) del otro?

-Esos hechos son innegables. Pero incluso si consagran la división de la oposición armada, esos enfrentamientos tienen sin embargo algo de positivo. En efecto, están destinados a debilitar al EIIL y por tanto a reforzar las brigadas no yihadistas. El hecho de que lleguen paradójicamente a reforzar igualmente al Frente en-Nusra no es tan contradictorio como puede parecer. En efecto, resulta que la reputación de la componente que ha permanecido en teoría fiel a la dirigencia irakí de Al-Qaeda rompe de hecho claramente con la del EIIL en el que, por otra parte, están más concentrados los combatientes extranjeros. En el curso de las entrevistas efectuadas recientemente en Jordania, mis interlocutores parecían olvidar el rigorismo religioso para no retener del «Frente» más que su rigor ético (nada de ejecuciones sumarias), su profesionalismo militar, pero también y sobre todo la calidad de su relación con la población, en las antípodas de la del estado islámico.

Marcado por mi experiencia de la guerra civil argelina de los años 1990, cuando estaba relativamente aislado al afirmar que las expresiones más inadmisibles de la oposición no venían de sus filas sino de los de los servicios del régimen, diría hoy que hay indiscutiblemente en Siria un compartimento de la oposición que ha derivado hacia el radicalismo, pero que es igualmente en el seno de ese compartimento en el que maniobran, como entonces en Argelia, las oficinas del régimen. Todo lo que ocurre de inaceptable en los territorios controlados por el EIIL manifiesta la presencia indudable de militantes sectarios, pero es también producto de las maniobras de infiltración y de manipulación del régimen para acrecentar esta radicalidad y su visibilidad. Uno de los compartimentos de la estrategia del régimen, al lado de la represión pura y simple, ha sido actuar de forma que el campo de sus apoyos sea reforzado por la cohorte creciente de todos quienes entienden solo… ¡oponerse a sus opositores! A ojos de la comunidad occidental, Bachar ha logrado radicalizar una parte de su oposición y hacer desaparecer todo el resto detrás de esa imagen, efectivamente inaceptable, de esas prácticas autoritarias, intolerantes y sectarias, atribuidas a los combatientes del EIIL.

Para resumir, sí, los yihadistas existen, pero no representan el rostro de la oposición siria. Y todo error en la apreciación de su importancia se hace en beneficio del régimen.

-En vuestro trabajo ponéis el acento en lo que llamais la «construcción de la guerra civil» por el régimen de Bachar al-Assad. ¿Cómo se ha realizado?

-El primer capítulo de la obra se titula «Dividir para sobrevivir». Lo que ha constituido la fuerza del régimen sirio, en relación a los regímenes tunecino o egipcio, es la capacidad que ha tenido de dividir a la vez el frente interior de sus opositores y el frente exterior de sus potenciales apoyos. Ha explotado las fallas del tejido étnico (árabes, kurdos) y confesional (cristianos, sunitas, chiítas, drusos, ismaelitas) propio de las sociedades de Próximo Oriente. Se ha dedicado, en lo esencial, a criminalizar a la mayoría de sus adversarios potenciales, es decir los sunitas. Se ha esforzado por hacer pasar una protesta que era, al menos en toda la clase intelectual, democrática, laica, universal y pacífica, por una protesta sectaria, radical, apoyada solo por los sunitas. Ha empleado para hacerlo innumerables procedimientos, entre ellos el tratamiento represivo diferenciado de las comunidades.

Los drusos han tenido así el privilegio, al menos relativo, de conocer los gases lacrimógenos, cuando los sunitas se vieron inmediatamente confrontados con balas reales. Cito a un testigo, que me dice: «Créeme, en Lattaquié, si eras sunita no podías no coger las armas«. Cito también a un soldado de confesión ismaelita. Tras su deserción, tomó contacto con la gente del Ejército Sirio Libre (ESL). Se dieron cuenta de que no era muy religioso y que no sabía rezar. Entonces le dijeron, tras haber sabido que era ismaelita: «¡Eso no es importante! Pero… si no eres sunita, ¿porqué has desertado?».

Ha habido un tratamiento particular aplicado a los sunitas para que la rebelión pudiera ser identificada, cuando estaba muy lejos de serlo, como la expresión de una sola comunidad, que se convertía por ello en una amenaza para las demás. Otro ejemplo: con los kurdos, el régimen ha jugado un juego perfectamente cínico, puesto que ha apoyado a los autonomistas en contra de su interés principal, que era preservar el «cemento nacional». Les ha hecho todo tipo de concesiones para separarles del frente de sus adversarios «árabes».

Campeón autoproclamado del arabismo, el régimen baasista sirio no ha dudado en jugar contra su campo. Una de las características de su respuesta es que en el altar de su supervivencia, ha quemado todo lo que se suponía haber adorado, el laicismo y el arabismo, ¡los dos fundamentos ideológicos a los que se suponía asegurar la coexistencia interconfesional y por tanto la unidad de la nación!

-El libro pone el acento en las movilizaciones pacíficas, de las que sin embargo se habla muy poco hoy, contrariamente a los enfrentamientos armados. ¿Perduran las movilizaciones de los primeros meses de 2011 a pesar de la represión?

-Si estás atento a las informaciones difundidas en las redes sociales, puedes constatar que aún el viernes pasado, se celebraron manifestaciones pacíficas en un gran número de zonas, fueran liberadas o no. Sin embargo, es preciso recordar por qué esas manifestaciones han pasado a un segundo plano y en qué condiciones han cedido el sitio a la militarización defensiva primero, ofensiva luego, de la oposición. El capitán de la Guardia Republicana, unidad de élite del régimen, con quien estuvimos en Zaatari, explicó las razones que le habían llevado a desertar:

«Al comienzo del levantamiento, fuimos a ver, sin armas, una manifestación pacífica en Duma, en el extrarradio de Damasco. Ante nuestra gran sorpresa, vimos que nos disparaban civiles que estaban en los techos de los edificios. Disparaban a la vez contra los manifestantes, ¡y contra nosotros, las fuerzas del orden! Volvimos el viernes siguiente, con armas. Logramos esta vez asediar uno de los edificios a partir de los cuales se nos disparaba y a matar allí a ocho personas. Terrible sorpresa: todos pertenecían a la seguridad del estado del coronel Hafez Makhlouf. Comprendimos así que la estrategia del régimen no consistía solo en disuadir a los manifestantes pacíficos disparándoles, sino también en radicalizar las fuerzas del orden persuadiéndolas de que el régimen estaba atacado por comandos armados venidos del extranjero. Durante meses, el régimen ha disparado balas reales sobre manifestantes pacíficos. Luego, tuvo enfrente lo que deseaba, es decir, opositores armados, mucho peor armados que él por otra parte, pero que «justificaban» su recurso a las armas pesadas, terreno en el que sabía que tenía una superioridad aplastante«.

Por tanto, no se puede reprochar a los manifestantes sirios haberse dejado asesinar. Además, estas manifestaciones pacíficas continúan, de forma más puntual y perfectamente desesperada.

-Otro capítulo pone en cuestión la visión religiosa del conflicto, y evoca más una «territorialización» que una «confesionalización» de la guerra civil

-En efecto, el investigador Matthieu Rey muestra en esa parte del libro que al inicio, en la fase fundadora, la unidad de base de la movilización fue territorial antes de ser confesional. Otros investigadores dirán con razón que la territorialización, por ejemplo en Homs, era confesional, al vivir junta la gente de una misma confesión religiosa. No es falso, pero estaba lejos de ocurrir en todas partes. Una vez más, la base de la movilización era transconfesional, y el análisis de los barrios que hace ese capítulo lo muestra claramente.

-El problema del «liderazgo imposible» en el seno de la oposición es también abordado como tal. ¿Cómo lo explicas?

-Hay que recordar que en un entorno autoritario, como podía ser por ejemplo la Libia de Gadafi, no puede emerger un líder opositor de peso, pues apenas identificado como tal, sería eliminado u obligado al exilio. Si la oposición siria se ha mostrado dividida, ha sido en primer lugar porque no ha podido apoyarse en un proceso electoral para repartir el poder entre sus diferentes componentes. ¡Pero también y sobre todo porque sus patrocinadores extranjeros estaban también profundamente divididos! Los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Qatar, Arabia Saudita no tienen la misma agenda política, ni los mismos interlocutores, ¡lejos de ello! Lo he verificado con comandantes del ESL en Jordania, el mes pasado. Su gran desconcierto es no gozar de líneas constantes, estables, de aprovisionamiento logístico, y estar sometidos a los caprichos de su entorno internacional.

Uno de ellos empleó una imagen muy elocuente: «Estamos cinco en esta habitación. Imagina que una joven entra y ofrece una rosa solo a uno de nosotros. Los otros cuatro van a preguntarse. «¿Qué pasa aquí?» No van a comprender por qué son descartados». Uno de los comandantes me ha dicho: «Si, Europa y los Estados Unidos me ayudan un poco, pero mira, durante cuatro meses, sin que pueda saber por qué, no he recibido nada de nada. Sin embargo, la actividad militar está vinculada, ante todo, a recursos financieros y materiales«.

La gran paradoja es que hemos exigido de la oposición siria en el exilio que nos proporcione garantías políticas que excedían completamente sus posibilidades objetivas, un poco como si, durante la Segunda Guerra Mundial, se hubiera exigido que la resistencia francesa se librara de los comunistas antes de ser ayudada. O que se apartara de sus filas a quienes decían demasiado a menudo ¡Aleluya!, con el pretexto de que hubieran sido … ¡agentes del Vaticano!

En mi opinión hemos tenido exigencias inoportunas hacia los islamistas: desde el comienzo, el Consejo Nacional Sirio fue percibido como demasiado cercano a los Hermanos Musulmanes. Por tanto ejercimos presiones sobre el Consejo y lo desestabilizamos en relación al tejido político sirio, para llegar a una situación en la que el sustrato político del ESL no estaba ya en contacto con el tejido militar del interior. Ahora intentamos corregir con gran dificultad esta situación intentando establecer lazos con el Frente Islámico, una federación de grupos armados creada en noviembre de 2013.

Digamos algo también de los países árabes: se han dicho muchas tonterías sobre el autodenominado apoyo saudita a los yihadistas. ¡Es totalmente erróneo! Los sauditas han tenido un comportamiento muy coherente desde el comienzo del conflicto: ante todo, han intentado confiar la gestión de la rebelión a los militares profesionales del ejército sirio que habían desertado. Y, por tanto, no a los grupos yihadistas, Jabhat en-Nusra o el Estado islámico en las filas de los cuales tienen tantos enemigos como los países occidentales. Han fracasado, no han logrado constituir una dirigencia funcional y solo entonces se han unido a lo que era más bien la estrategia de Qatar, es decir confiar en grupos islamistas cercanos al tejido político central de Siria, alrededor de los Hermanos Musulmanes.

Tratándose de los occidentales, un punto importante es también que habríamos podido influir en el proceso de puesta en pie de una dirigencia opositora, si le habríamos otorgado la logística financiera y militar adecuada a sus ambiciones. Si «el señor Occidente» hubiera podido hacer entrar regularmente armas en cantidad y calidad suficiente, habría logrado constituirse una «clientela» más cercana a sus deseos. Pero hemos repartido una pequeña ayuda militar, más simbólica que otra cosa, y jamás hemos dado a «nuestros hombres» los medios militares para adquirir credibilidad en el seno del tejido de la resistencia.

Las paradojas de una guerra mundializada

-La gran paradoja de esta guerra es el sentimiento de desinterés global por la tragedia que representa y los más de 120.000 muertos del conflicto, y al mismo tiempo, el hecho de que se trate de un conflicto mundializado, en el que cada parte del globo está directamente implicada. ¿Cómo explicar este desfase entre estas dos realidades, sobre el terreno y geopolítica?

-Si los sirios no se hubieran rebelado después de los libios, se habría podido imaginar muy bien que el guión que se desarrolló en Libia se habría producido en Siria. El problema del guión libio, es que no podía aplicarse una segunda vez.

En Siria, quienes apoyaron al régimen fijaron inmediatamente la verdadera prioridad, que era mantener su supremacía militar: ya fuera Rusia con el cerrojo diplomático y el aprovisionamiento de aviación y artillería pesada, Irán con su ayuda tecnológica y logística, o, por supuesto, Hezbolá con sus tropas sobre el terreno.

Durante ese tiempo hemos financiado, sobre todo, coloquios, encuentros, palabras, pero jamás nos hemos decidido a dar a la oposición los medios militares para que consiguieran sus objetivos. Si lo hubiéramos hecho, durante el año 2011, la correlación de fuerzas habría podido cambiar radicalmente.

El drama de Siria es que el conflicto se ha externalizado según una doble lógica. En primer lugar en una lógica banalmente estratégica: «Me llamo Putin, apoyo a Bachar al-Assad, no porque sea un baasista de corazón, sino porque quiero afirmar mi capacidad de molestar respecto al entorno occidental, que me ha considerado como una potencia secundaria, en particular en el conflicto libio, y que por supuesto, en Ucrania y en toda la periferia de mi antiguo imperio, viene a desafiarme alimentando procesos de protesta«.

Y sobre todo, más grave, después el conflicto se ha exportado a lo largo de las líneas confesionales que dividían a la sociedad siria. Ahora se sabe, pero no hay que olvidar recordarlo, que ¡actualmente en Siria hay más yihadistas extranjeros combatientes al servicio del régimen que de la oposición! La movilización sectaria de las milicias chiítas irakíes, de Hezbolá, de los alauitas turcos o libaneses, ha producido una recuperación de la eficacia a las tropas del régimen. Es esta confesionalización regional la que hace que la crisis siria haya salido completamente de la configuración, solamente nacional y más banalmente política, de lo que había sido la lucha contra Ben Ali o contra Mubarak.

-El libro es también rico cuando aborda las divergencias entre sus participantes, en particular sobre la cuestión de la «respetabilidad» de una parte del régimen sirio, en la óptica de la búsqueda de una solución política al conflicto. ¿Cómo asumes estos puntos de vista contradictorios?

-Hay dos sesgos que han frenado el consenso de los observadores internacionales, incluso el de los investigadores, y se puede efectivamente encontrar su huella en las contribuciones de este trabajo. Veamos más en concreto lo que ocurre entre las fuerzas de izquierda, ya sean árabes u occidentales. Los militantes, en particular los propalestinos, tienen dificultades para movilizarse en una protesta que tendría tan «malas compañías». ¿Cómo considerar como legítima una revuelta apoyada por … el emir de Qatar, el rey de Arabia Saudita, el primer ministro británico, el presidente de la República Francesa y el de los Estados Unidos, Al Qaeda y digamos, una corriente intelectual encarnada por Bernard-Henri Levy?

Esta postura estrictamente reactiva ha impedido a una parte de los observadores y de los militantes asumir que por el hecho de que una movilización de protesta considerada como legítima sea objeto de tentativas de apropiación por fuerzas consideradas como ilegítimas, ella misma no se vuelve ilegítima. Es en esta trampa en la que han caído un gran número de militantes de la causa palestina, de simpatizantes del Frente de Izquierdas y, si juzgo las reacciones leídas en vuestros artículos o cuando tomé la palabra en vuestra página, de un buen número de lectores.

El segundo malentendido nace del color de las fuerzas políticas que se afirman en esta coyuntura, las que emplean el «léxico musulmán». El descubrimiento de esta centralidad de los islamistas ha contribuido a hacer cambiar la óptica de análisis de muchos lectores; en particular, en el Magreb. Ha impedido que una parte de los ciudadanos de esos países asocien espontáneamente a quienes se rebelan en Siria con los de la revolución tunecina, por solo citar esa. Esos dos sesgos han aumentado considerablemente el frente de los «opositores a los opositores» de Bachar, de lo que éste se ha beneficiado enormemente.

-Queda la cuestión de una eventual solución política que incluiría a una parte del régimen sirio. ¿Se puede contemplar, es posible? ¿Qué esperas de la conferencia Ginebra II que empezó el 22 de enero?

-El handicap de Ginebra II es doble. En primer lugar la representación de las partes del conflicto es muy incompleta puesto que en estos momentos, casi la mayoría de los efectivos militares implicados sobre el terreno está opuesta a Ginebra II y no estará representada allí. Este déficit de representación concierne igualmente a los actores regionales. No es en absoluto seguro que Irán o Arabia Saudita, sin embargo actores mayores, estén asociados a la negociación.

Luego, y sobre todo, las dos partes a las que se supone discutir no comparten la agenda sobre la que se supone que deben ponerse de acuerdo: el campo de la oposición hace de la sucesión de Bachar a la cabeza del Estado un previo no negociable. Pero la del poder, hasta hoy, no ha aceptado en forma alguna hacer suyo este previo.

-Eres muy crítico sobre el conjunto del proceso de negociación política. Estimas incluso que el acuerdo sobre las armas químicas concluido a iniciativa de Rusia «ha ofrecido sobre todo una oportuna puerta de salida» a los occidentales

-¡Es la realidad! El desmantelamiento del arsenal químico ha tenido un único verdadero beneficiario, el país limítrofe que se sentía amenazado por esas armas. No es en absoluto a la oposición siria a la que se ayuda con ese proceso que, por otra parte, ha tenido un efecto extremadamente perverso como es el de restablecer a Bachar al-Assad, durante un tiempo designado como paria por los occidentales, en su rol de interlocutor institucional indispensable. Para él, este era un signo de que no tenía que contemplar un acuerdo que incluyera su partida.

En segundo lugar, este acuerdo coincidió con la renuncia a toda exigencia militar al régimen. Sin embargo los escépticos o los «pacifistas» (que habían olvidado manifestarse desde que el régimen disparaba misiles balísticos contra su población) dijeron: «Esos ataques además no habrían servido para nada». ¡Pero hay muchos sirios, incluso militares, que pensaban exactamente lo contrario! Hay ciertas concentraciones de artillería, por ejemplo alrededor de Damasco, o en el camino de Jordania, que habrían sido puestas en dificultades por ataques aéreos atenuando, de forma muy significativa, su temible eficacia. Sin embargo el acuerdo sobre las armas químicas ha puesto fin a todas las esperanzas de ataques.

Así pues, en 2013 hubo dos giros dramáticos para la oposición siria. El de la batalla de Qousseir (en el oeste de Siria) en la que la comunidad internacional se ha negado a conmoverse por lo que era sin embargo una masiva intervención extranjera lanzada por las tropas de Hezbolá. Se ha debatido mucho tiempo sobre la legitimidad y la oportunidad de una intervención extranjera destinada a apoyar a los opositores. Pero ha habido una intervención extranjera, ya, masiva, ¡apoyando a Assad! En este contexto, el acuerdo sobre las armas químicas ha constituido una pirueta de un cinismo extremo, que ha acabado de firmar la desimplicación del apoyo occidental a la oposición armada siria.

-¿Piensas que la solución a la crisis no puede ser más que militar?

-Me gustaría oír a un combatiente, alguien presente sobre el terreno, quiero decir alguien diferente de un militante pacifista firme en sus certezas y sus solidaridades automáticas, explicarme donde se sitúa la credibilidad de un proceso de negociación que consagra el mantenimiento de Bachar al-Assad. Hasta ahora, no he encontrado nadie que lo haga. Así pues, no pienso que podrá haber arreglo político a corto o medio plazo, sino una lenta erosión de la correlación de fuerzas militar. A medio plazo, pero con un coste considerable, la evolución debería darse a favor de la oposición.

-Estimas que «el proceso de reconciliación de las sociedades de Próximo Oriente con sus instituciones políticas» parece «inexorable». Sin siquiera hablar de Siria, ¿no hay muchos contra-ejemplos de esto, comenzando por el de los palestinos?

-Aquí doy pruebas de optimismo, es cierto. ¡He dicho a menudo en el pasado que Bush me daba más miedo que Bin Laden! Aunque sea muy provocador, diría que hoy en día tengo más confianza en la capacidad de las sociedades del Mediterráneo árabe de crear instituciones políticas funcionales que en la de los países del norte del Mediterráneo de mantener esas instituciones democráticas en estado de funcionamiento. Tengo más miedo de las tensiones populistas que están atravesando nuestra sociedad, de las fracturas que se exacerban día a día a causa del disfuncionamiento demostrado de los mecanismos de reparto de la palabra pública y de las tensiones «identitarias» que eso genera. A la inversa, una situación como la de Túnez o incluso la de Libia no me parecen en absoluto desesperadas, ni mucho menos. Al salir de la larga secuencia autoritaria, el proceso de construcción institucional es necesariamente lento. No se puede evitar una fase de debilidad del estado central y de reafirmación de los poderes locales.

Cuando el cemento autoritario central se hunde, antes de que un nuevo Estado tome el relevo, las solidaridades infranacionales, tribales, comunales, recuperan lógicamente un poco de vitalidad. ¡Pero hay también en Libia manifestantes que no tienen miedo con riesgo de su vida, a salir a la calle para hacer acelerar el desarme de las milicias! La capacidad de los sirios para superar las barreras confesionales y étnicas está inscrita en su sociedad y sigue siendo portadora de esperanza. Pienso efectivamente que a medio plazo, las sociedades de esta región del mundo van a conocer el derecho a gozar de la funcionalidad de sus instituciones políticas. Ese estadio no me parece fuera del alcance, incluso si el camino que conduce a él se anuncia aún largo y doloroso.

Fuente original: http://www.cetri.be/spip.php?article3358&lang=fr

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Pierre Pouchot, periodista en Mediapart. François Burgat, politólogo, director de investigación en el CNRS en Aix-en-Provence. Especialista del mundo arabo-musulmán. Algunos de sus artículos se pueden encontrar en http://www.cetri.be/spip.php?auteur653&lang=fr