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A qué herencia jamás renunciará Cuba

Fuentes: Rebelión

Introducción Con la caída simbólica del muro de Berlín en 1989 y la reunificación alemana en octubre de 1990, comenzó en Cuba un periodo de crisis económica que alcanzó límites jamás insospechados ni mucho menos previstos. La desintegración de la Unión Soviética en diciembre de 1991 provocó un cambio brusco en la correlación de fuerzas […]

Introducción

Con la caída simbólica del muro de Berlín en 1989 y la reunificación alemana en octubre de 1990, comenzó en Cuba un periodo de crisis económica que alcanzó límites jamás insospechados ni mucho menos previstos. La desintegración de la Unión Soviética en diciembre de 1991 provocó un cambio brusco en la correlación de fuerzas a nivel internacional y en la economía cubana. Aunque había muchos antecedentes de los cambios que se estaban llevando a cabo en la antigua Unión Soviética, relacionado con las pugnas intestinas en el partido comunista, y del interés del imperialismo estadounidense y sus aliados capitalistas europeos  para incrementar la contrarrevolución, no dejó de ser una amarga sorpresa. ¿Quién podía imaginarse entonces que  la Unión Soviética se derrumbaría aparatosamente de la noche a la mañana? El papel desempeñado por el dipsómano Boris Yeltsin y por Mijaíl Gorbachov, quien, además ha sido condecorado varias veces con múltiples  galardones en el mundo occidental, entre ellos el Premio Nobel de la Paz, el máximo «reconocimiento político» de la democracia capitalista liberal, fue determinante y decisivo, en los meses  previos al colapso.

Pero no sería correcto  acusar  a estos dos políticos rusos como  los únicos culpables de la debacle de la revolución de Lenin.  Ellos, ciertamente, como otros tantos políticos y cuadros de partido, por el hecho de haber estado en cargos de alta responsabilidad del partido y estatal y haber gozado de la confianza del pueblo, soportan en sus hombros la carga histórica de la derrota. Las masas populares tampoco tuvieron capacidad de respuesta para  impedir el triunfo de la contrarrevolución. Al pueblo ruso le pasó lo mismo que a los tres bueyes y el león en la fábula del viejo Esopo. Las fuerzas enemigas de los pueblos que conformaban la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas lograron su victoria sin producirse tan siquiera un solo disparo. Mijaíl Gorbachov entregó la revolución socialista de octubre en bandeja de oro al capitalismo.

La coyuntura política-económica cubana de 1989-2006

El proceso revolucionario cubano se encuentra desde hace casi veinte años en una etapa difícil de desarrollo cualitativo y cuantitativo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción socialista. Para el observador foráneo, simpatizante, neutral o tendencioso, podría parecer a primera vista que el inicio de esta dinámica política-social-económica comenzó a partir de la renuncia del Comandante en Jefe de la Presidencia de Cuba en 2006. 

Sin embargo, con los antecedentes históricos sucintamente mencionados en la introducción de este artículo, la economía cubana entró, a partir de la reunificación de las dos Alemanias, en un periodo de recesión y alcanzó su punto más bajo, a raíz del cambio brusco en los acuerdos comerciales con la Unión Soviética. Casi la totalidad de las relaciones comerciales de Cuba, desde la década de los sesenta, eran con la Unión Soviética y el campo socialista, lo cual evidenciaba la dependencia económica de la isla. Pero no había otra alternativa frente al bloqueo imperialista. Es decir, que los planes quinquenales se concebían sobre la base de las relaciones bilaterales comerciales, solidarias y de cooperación mutua. Como consecuencia de estos cambios, el combustible comenzó a escasear en la isla con las consecuencias directas en la economía del país: reducción de la productividad y la actividad laboral, disminución del transporte y servicios públicos, limitación de las importaciones, etcétera. Los cubanos se vieron sumergidos por causas exógenas en la vorágine de una «economía de guerra», conocida como el «periodo especial». Se podría hacer una lista de todos los bienes de consumo y alimentos que  escasearon en Cuba, debido al desastre político en el campo socialista, pero baste sólo con afirmar, sin temor a equivocarme ni  ser tildado de hiperbólico, que a los cubanos les faltó de todo, menos coraje, voluntad y valentía para salir adelante.

La Alemania reunificada no respetó los contratos comerciales que Alemania del Este había contraído con el Estado cubano, medidas que no se tomaron con otros países del finiquitado campo socialista que tenían relaciones comerciales con la República Democrática Alemana, como Polonia, Hungría, Checoslovaquia y la misma Rusia. El gobierno conservador alemán de Helmut Kohl, decidió unilateralmente cancelar todos los convenios vigentes entre Cuba y la RDA, sin escatimar los agravios y daños económicos que ocasionarían estas medidas arbitrarias a la débil economía isleña. Muchos eran los convenios firmados con carácter estratégico para la economía cubana, como  la construcción de la planta de níquel de Camarioca en la provincia oriental de Holguín y la modernización de la industria de los cítricos, dos sectores importantes de la economía. El suministro de alimentos, como la leche y la manteca y una variedad de equipos técnicos-industriales, cesó de manera abrupta.

En este escenario crítico y desolador, el gobierno cubano tomó una serie de drásticas medidas de ahorro en todos los niveles, al mismo tiempo que abrió las puertas al turismo internacional como fuente de ingreso de divisas. Las calamidades y limitaciones que tuvo que experimentar y sufrir la sociedad cubana en general, y en especial los niños, pasaron desapercibidas para el resto de los gobiernos «demócratas» del mundo capitalista, a la vez que los medios de comunicación al servicio del imperio, informaban al mundo entero de la «hambruna» del pueblo cubano, la disconformidad social y la quiebra de la economía socialista, como si estos fenómenos fueran consecuencia directa del fracaso de las relaciones de producción socialista y del modelo cubano de desarrollo, ocultando cínicamente las causas primarias de la crisis económica cubana. Y para dar el tiro de gracias a la revolución cubana, el imperialismo estadounidense endureció más el bloqueo económico contra la isla con la ley Torricelli, promulgada por George W. Busch padre, en octubre de 1992, pero concebida un año antes, es decir inmediatamente después de la caída de la Unión Soviética, y la cual  consiste en prohibir las relaciones comerciales de empresas subsidiarias estadounidenses establecidas en terceros países con Cuba y penalizar a los barcos que entren a puertos cubanos con propósitos comerciales, vedando la entrada a puertos de Estados Unidos o en territorios continentales o insulares bajo su influencia durante los 180 días siguientes a la fecha de haber abandonado el puerto cubano. Prácticamente conforme a  esta ley, un aparato médico electrónico holandés que tuviera un minúsculo diodo, ¡uno sólo!, producido por una empresa  suministradora española, pero con 0,0099 % de capital estadounidense no podía exportarse a Cuba, so pena de severa multa. Así de criminal y primitivo es el bloqueo del país más poderoso del mundo contra una pequeña isla caribeña, pobre y con muchas limitaciones. Una nación cuyo producto interno bruto (PIB) asciende a más de 14 billones de dólares estadounidenses (14×1012 ) contra un pequeño país cuyo PIB es de aproximadamente 0,1 billón de dólares (0,1×1012).

A partir del año 2000 y fundamentalmente después del intento de golpe de Estado contra el gobierno de Hugo Chávez Frías en Venezuela, comienza un acelerado acercamiento de la revolución bolivariana y la revolución cubana, que se expresa en una serie de tratados bilaterales políticos-comerciales. Cuba, que estaba contra las cuerdas, pero de pie y luchando por sobrevivir, recibió la ayuda solidaria e incondicional de la revolución venezolana, que sonó como campana histórica anunciando el cese del round y el comienzo de uno nuevo, ahora bajo otras condiciones. Cuba ya no estaba sola. Fidel, refiriéndose a Hugo Chávez, expresó lo siguiente durante su visita al Parlamento venezolano el 27 de octubre del 2000, dos años antes del intento de golpe de Estado: «…Nunca le he pedido nada. Jamás le solicité que mi Patria, criminalmente bloqueada desde hace más de 40 años, fuese incluida en el Acuerdo de San José; por el contrario, le ofrecí siempre la modesta cooperación de Cuba en cualquier área en que pudiese ser útil a Venezuela. La iniciativa fue totalmente suya. La conocí por primera vez cuando habló públicamente sobre el tema en una Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe que tuvo lugar en República Dominicana en abril de 1999. Expresó también su deseo de que fuesen incluidos varios países del Caribe que no eran beneficiados por aquel acuerdo. Él ha sido puente de unión entre Latinoamérica y los dignos pueblos caribeños, a partir de su profunda identificación con el pensamiento de Bolívar…»

Resumiendo, podríamos decir que la revolución socialista pasó por dos etapas políticas-económicas desde la caída de la Unión Soviética hasta 2006. La primera caracterizada por el periodo económico de guerra (periodo especial) y la segunda, enmarcada en la lenta recuperación económica a partir del año 1997 y fortalecida con los convenios bilaterales con Venezuela. El debate interno a nivel político-ideológico-económico, tanto en la sociedad como en el partido comunista, tuvo su máxima expresión en el famoso discurso de Fidel Castro el 17 de noviembre del 2005. En dicha ocasión  Fidel expresó, de manera explícita y en profundidad, las reflexiones históricas (causas y efectos) de la experiencia fallida de la Unión Soviética y el campo socialista y las consecuencias y repercusiones en la revolución cubana. Sus palabras críticas también implicaban el quehacer de la dirigencia revolucionaria histórica y de las nuevas generaciones en aras de corregir errores, rectificar caminos, fortalecer la unidad del pueblo y consolidar las relaciones de producción socialista.

La crisis financiera mundial del 2007 y las reacciones

Algunos especialistas en la materia sostienen que la crisis económica global del capitalismo tiene sus fundamentos en la estructura del sistema y otros afirman que se trata de una crisis cíclica, típica del sistema capitalista. Personalmente me inclino a pensar que se trata de una crisis esencialmente estructural. ¿Por qué? Porque la crisis fue global. Tocó tanto a los grandes centros del poder capitalista desarrollado, como a la periferia. China fue la excepción. Además, porque una estructura económica-financiera que sólo está orientada a obtener beneficios, ya sea para los inversionistas o los propietarios del capital, no puede responder a las exigencias de la sociedad actual. No se trata, pues, en el mundo moderno de que el capital invertido devengue opíparas ganancias en un breve lapso de tiempo, aumentando los beneficios netos  a costa de reducir los costos variables, sobre todo reduciendo la mano de obra, sino de invertir a largo plazo en los sectores industriales, agrícolas y de servicios, que garanticen empleo fijo, de tal manera que la clase trabajadora pueda tener una vida digna y vivir en paz. Una vez más quedó en evidencia, que el capitalismo altamente desarrollado, vale decir imperialismo, se encuentra controlado por la gran burguesía financiera. Son los bancos y las instituciones financieras que van por el mundo ordeñando las economías nacionales. Cuanto más débiles sean éstas, más dependientes serán de la banca internacional y los fondos monetarios. Por otra parte, uno de cada seis habitantes del planeta está pasando hambre y lo que el mundo con urgencia necesita es trabajo, salud, educación  y una buena alimentación. ¿Puede el capitalismo financiero resolver estos problemas existenciales de la humanidad? Definitivamente no. Porque con la especulación en la bolsa de valores y el agiotaje financiero no se genera desarrollo social ni económico ni cultural. Con los mecanismos financieros de explotación sólo se benefician los barones del gran capital.

¿Cómo reaccionó el capitalismo globalizado frente a la crisis?

En primer lugar, con la elaboración de «planes nacionales» proteccionistas, es decir la intervención directa del Estado en las actividades productivas  de los países ricos, lo cual contradice el pensamiento neoliberal. Estas medidas keynesianas, tienen como objetivo principal incentivar el poder de compra del consumidor y estimular  las inversiones. Tanto en los Estados Unidos como en Europa, los gobiernos pusieron a  disposición fondos estatales para la constitución de «paquetes de rescate». La industria del automóvil se vio seriamente afectada por los efectos de la crisis financiera y, como es conocido, alrededor de la industria automovilística giran otras ramas importantes de la industria química, metalúrgica, electrónica y motriz, y una vasta red de grandes, medianas y pequeñas empresas suministradoras de componentes, así como una enorme cantidad de pequeños subcontratistas repartidos por todo el mundo. Uno de los aspectos más importantes del paquete de rescate de la administración de Obama  fue el fortalecimiento  de grandes empresas como Ford, Chrysler y General Motors que cayó en la insolvencia. Lo mismo sucedió en Europa.

Al ciudadano de a pie del mundo, solamente le queda esperar y confiar en que los acuerdos de Basilea III [1], dados a conocer públicamente el 16 de diciembre pasado, se cumplan y respeten y que los estándares establecidos lleven a evitar mecanismos fraudulentos y manipuladores de los balances bancarios, como supuestamente sucedió en el caso del banco estadounidense de inversiones  Lehman Brothers, el banco de América y otros más.

¿Quién financiará entonces la crisis financiera?

Según los voceros gubernamentales, el costo, tanto de los «paquetes de salvación» como los programas para estimular la demanda (sobre todo de coches) serán asumidos por los respectivos gobiernos, es decir, el Estado asumirá una deuda a pagar en el futuro. Sabido es que las deudas del Estado, al fin y al cabo, las paga  el pueblo, ya sea con los impuestos, con la inflación o con la devaluación  de la moneda. Y no se trata aquí de peanuts, sino de horrendas sumas de dinero. Huelga decir que las clases sociales con altos ingresos no se verán afectadas por el pago de la deuda. El peso financiero caerá sobre los hombros, como siempre, de las clases sociales más pobres y necesitadas de la sociedad capitalista. Y así pasan los días y el mundo desesperado pregunta: ¿hasta cuándo?
 
La reacción cubana

Y, ¿Cuba? ¡Que se la coma el tigre!, pensaron los enemigos de la revolución. Sí algún iluso por allí pensó que la revolución cubana se iba a quedar de brazos cruzados, esperando ver como la economía nacional sucumbía a causa de la crisis estructural del capitalismo globalizado, se equivocó. Muestra de ello son las diferentes reformas económicas que paulatinamente se han ido incorporando en los últimos años al modelo productivo.
La enfermedad de Fidel y el cese de sus funciones como Presidente de la República en 2006 le dieron un carácter diferente a esta coyuntura económica. Por todos es conocido el peso específico y determinante del Comandante en Jefe en la sociedad cubana y la repercusión e influencia política-ideológica en el proceso revolucionario. En este sentido, el gobierno y la dirección del partido se vieron enfrentados a una situación nueva en la isla: la ausencia de Fidel en el día a día político y la incertidumbre del desarrollo de su enfermedad.

En estos cuatro años de  ausencia física de Fidel no sucedió lo que los enemigos de la revolución añoraban: No hubo muestra de luchas antagónicas  dentro del partido ni fisuras que pudieran servir al imperialismo de punto de apoyo para meter la cuña contrarrevolucionaria como hizo en la Unión Soviética ni manifestaciones masivas en contra del gobierno. Y si hubo cuadros del partido que pudieron sentirse atraídos por los cantos de sirena del capitalismo, éstos fueron apartados oportunamente de sus funciones y de sus cargos.   El imperialismo también trató de mostrar por todos los medios de comunicación, que existía una latente o evidente rivalidad entre Raúl y Fidel.

Para que no hubiera dudas de ninguna índole, el Comandante en Jefe expresó lo siguiente en el discurso de clausura del V Congreso del Partido Comunista el  10 de octubre de 1997: «… Esto se origina en tiempos en que todos los días querían eliminarnos y me querían eliminar a mí, en primer lugar. Ya desde entonces había la preocupación, en otras circunstancias, de la cuestión de la continuidad, la garantía de la continuidad de la Revolución, y bien meditado, realmente, y bien informado y bien convencido de las cualidades de los distintos compañeros, entonces mencionamos el nombre de Raúl…»

«…La vida nos ha deparado muchas satisfacciones y muchas emociones, mucha suerte, y digo realmente que ha sido una suerte para nuestro partido, nuestra Revolución y para mí que hayamos podido disponer de un compañero como Raúl,  de cuyos méritos no tengo que hablar, de cuya experiencia, capacidad y aportes a la Revolución no es necesario hablar. Es conocido por su actividad infatigable, su trabajo constante y metódico en las fuerzas armadas, en el Partido. Es una suerte que tengamos eso…»

«…Pero el problema no es Raúl y Fidel…» «…Hay que garantizar cuando no estén ni Fidel, ni Raúl. Seríamos realmente unos irresponsables imprevisores si no pensáramos en eso…»

Más claro, sólo el agua cristalina del mar Caribe.

Planificando el futuro de la revolución

Si el VI Congreso del Partido Comunista se celebrará con nueve años de retraso no es por falta de negligencia del partido ni por vacilaciones o algo por el estilo, simplemente porque en todos estos años se han ido implementando medidas políticas-económicas de manera paulatina y dialéctica, de lo simple a lo complejo. El gran Caimán verde nunca duerme, tiene siempre los ojos en vigilia.

Dice el famoso proverbio  que errar es de humanos, rectificar es de sabios. El filósofo idealista inglés John Locke, afirmaba que el error no se debe a una falla de la capacidad cognitiva, sino a la  valoración o apreciación equivocada de un fenómeno cualquiera. Según Locke existen cuatro razones que inducen a una valoración o apreciación errada: 1) falta de pruebas; 2) falta de habilidad en emplearlas; 3) falta de voluntad para usarlas; 4) falsas medidas de la probabilidad.

La valoración del máximo dirigente de la revolución cubana con respecto a los fenómenos políticos-ideológicos y económicos  que se dieron en su momento en la Unión Soviética y el campo socialista, antes y después de la debacle, fue acertada y rigurosamente interpretada, puesto que Fidel negó las cuatro premisas de Locke, como veremos seguidamente.

Acerca de la existencia de pruebas, Fidel mencionaba en la inauguración del IV Congreso del PCC en 1991 que: «…Ahora tenemos que atenernos a los hechos y, sencillamente, el campo socialista se derrumbó, Estados enteros fueron tragados por otros Estados, la clase obrera perdió el poder y se inició un camino de regreso al capitalismo. Los hechos reales son que en la Unión Soviética se ha producido prácticamente una debacle; los hechos reales son que en la Unión Soviética hoy no se habla de socialismo, se habla de economía de mercado; en dos palabras, las voces prevalecientes son voces en favor del capitalismo y del capitalismo más clásico…»

«…El hecho real tristísimo es que hoy en la Unión Soviética no hay un partido comunista, está fuera de la ley el partido comunista, ha sido disuelto por decreto. El hecho real es que la URSS se ha debilitado extraordinariamente y sufre grandes riesgos de desintegración. Esos son los hechos reales…»

«… ¿Es que podemos suponer que tales hechos reales no influyen en nuestro país? ¿O es que nosotros vivimos en otro planeta, o es que estamos en la Luna, o es que no vivimos en la Tierra? ¿Es que acaso se ha desarrollado la Revolución en una urna de cristal, independiente del resto del mundo y de los problemas del resto del mundo? ¿Es posible que podamos olvidarnos de eso?…»

Acerca de la habilidad en emplearlas comenta Fidel en la inauguración del IV Congreso: «…Ahora, es necesario que nosotros conozcamos esto, que -como se dice corrientemente- cada uno de nosotros interiorice esto, que cada uno de los ciudadanos interiorice esto -y qué trabajo cuesta la famosísima frase «interiorizar los problemas»-, y no que lo interioricemos sólo los cuadros, aunque los cuadros mismos tenemos que interiorizarlo. Es necesario que todos los ciudadanos lo interioricen, o el máximo de ciudadanos posible, porque sabemos que, desgraciadamente, hay ciudadanos que ni ven la televisión, ni oyen las noticias, ni leen el periódico, ni se enteran de nada. Esos los hay por ahí, ustedes se los encuentran, yo me los encuentro…»

«…Si no empezamos por esto, no estaremos enfocando bien los problemas, no estaremos elaborando bien nuestra estrategia, no estaremos enfocando bien la situación para enfrentarla, para superarla…»

Acerca de la voluntad para usarlas, dice Fidel:»… Es duro tener que hablar de estos temas, es mucho más agradable pintar cosas en el aire, hacernos ilusiones, endulzarle la vida a cada cual trayendo informaciones, noticias superoptimistas, agradables. Creo que nuestro primer deber como revolucionarios y como comunistas en este congreso, es analizar esas realidades…»

«…Muchas veces por razones diplomáticas, por razones de alta política o porque son temas que se están discutiendo, no exhibimos públicamente o no brindamos información detallada de las dificultades o de los problemas; pero creo que aquí, en este congreso, hay que hablar así, hay que hablar de cuáles son los problemas, cuál es la situación de nuestras relaciones económicas con la URSS y con los países ex socialistas de Europa en este momento, qué recibimos y qué no recibimos, cómo se ha comportado el comercio entre nuestros dos países, cómo se han comportado esas relaciones económicas, aunque no es agradable abordar el tema. «…Ese no es el problema, el problema es el que está en esta frase, cuál es la situación, qué hay que hacer para salvar la patria, la Revolución y el socialismo en estas excepcionales circunstancias…»

Acerca de las medidas de la probabilidad, «…les decía -comenta Fidel en el IV Congreso de 1991- que nosotros empezamos a trabajar temprano, tan pronto empezamos a vislumbrar esa tendencia, a acelerar los planes priorizados junto al proceso de rectificación, ya con ideas nuestras, conceptos nuestros, y así fue cómo elaboramos los planes basados fundamentalmente en el desarrollo de la producción alimentaria, el desarrollo de las investigaciones científicas y la aplicación urgente de esas investigaciones científicas, el desarrollo de la industria biotecnológica, farmacéutica y de equipos médicos, y el desarrollo del turismo que era un recurso que teníamos ahí disponible. Se empezó a trabajar, realmente, con todas las fuerzas en todos estos programas; desde luego, sin imaginar la celeridad con que la situación en los países socialistas y en la URSS se deterioraba…»

«…Nos percatamos de que una parte de los problemas que teníamos era como consecuencia de la copia de experiencias de los países socialistas, puesto que fueron los primeros y los que alcanzaron un enorme prestigio, no todo malo ni mucho menos, sería injusto decir eso. Siempre hay experiencias útiles en muchos campos que pueden utilizarse, pero desgraciadamente en nuestro país se cayó en una tendencia a la copia mecánica; todo lo que de allí venía era sagrado, todo lo que venía de allí era incuestionable, todo lo que estaba en un librito era indiscutible. Esa tendencia se desarrolló con notable fuerza -y lo digo sinceramente no con poco desagrado- por parte de algunos de nuestros compatriotas…»

Lo diáfano del discurso de Fidel demuestra la preocupación de la máxima dirigencia del partido con respecto a la dinámica  política-social en la Unión Soviética y sus repercusiones en la revolución cubana. Es evidente que el diagnostico político-ideológico de Fidel que vino repitiendo en los últimos años demandaba la toma de conciencia y la implementación de medidas pertinentes para evitar que ocurriera lo mismo que en la URSS. Por eso sus palabras, reflexiones y preguntas  en el aula magna de la Universidad de La Habana en noviembre del 2005 y corroboradas en noviembre de este año, estaban dirigidas a la juventud revolucionaria, es decir el futuro de la Patria.

Ahora bien, reconocer los errores ajenos a través de  un proceso de análisis dialectico, implica irremediablemente aceptar los propios y rectificar el rumbo. Y esto es precisamente lo que la dirigencia del partido y las instituciones de gobierno han venido realizando en los últimos años. El apretamiento de las tuercas en el andamiaje  estatal y del partido también tiene una dinámica dialéctica. Se trata de un proceso de concienciación  e interiorización de las medidas necesarias, políticas-económicas, ideológicas y culturales para dar un salto cualitativo y cuantitativo hacia el futuro. Esto es, según mi punto de vista, lo que desde hace aproximadamente 23 años viene ocurriendo en la Isla. Los lineamientos de la política económica y social que se discutirán transparente y democráticamente  en el VI Congreso del Partido, se enmarcan en este proceso de rectificación en el que se encuentra la revolución y que tiene como objetivos estratégicos el fortalecimiento del socialismo en Cuba y el aseguramiento del porvenir de las nuevas generaciones en una sociedad sin clases.

No cabe la menor duda de que en la sociedad cubana aún persisten los testamentarios del capitalismo, que se reconocen en el trabajo, en la calle y en el barrio por su comportamiento y actitud ética-moral, que no van de acuerdo con el ideario revolucionario socialista, con costumbres y valores heredados de la ideología burguesa. ¿Por qué tendría que sorprendernos que todavía haya ilusos que creen en los cantos de sirena del capitalismo? ¿A qué herencia jamás renunciará Cuba?

El Comandante en Jefe reflexionaba en el IV Congreso de 1991 sobre lo que sucedería en el caso que la contrarrevolución triunfara en Cuba y se regresara al capitalismo. Sus preguntas siguen teniendo, hoy más que nunca, validez histórica:

¿Qué quedaría de todo lo que ha hecho nuestro pueblo en estos 123 años? ¿Qué quedaría de las viviendas y edificios que la Revolución entregó al pueblo, cuando vinieran sus dueños a reclamarlos? ¿Qué quedaría de las tierras que les dimos a los campesinos individuales, a las cooperativas o a los obreros de las empresas agrícolas, donde adquirieron su condición de hombres por primera vez, de tener empleo todo el año, de seres humanos tratados con todos los derechos, con todas las oportunidades para ellos y, sobre todo, para sus hijos?

¿Qué quedaría de nuestras escuelas en el campo, de nuestros preuniversitarios, secundarias, escuelas deportivas, escuelas vocacionales, escuelas de arte, tecnológicas agrícolas e industriales?

¿Qué quedaría de nuestros 300.000 profesores y maestros, el país con más alto porcentaje en el mundo de profesores y maestros per cápita? ¿Qué quedaría de nuestro maravilloso sistema de salud, de nuestros médicos de la familia en las montañas, en el campo, en la comunidad, en las fábricas, en las escuelas?

¿Qué quedaría de nuestros círculos infantiles? ¿Qué quedaría de nuestras decenas de universidades creadas por la Revolución?

¿Qué quedaría de las decenas y decenas de cientos de centros científicos, muchos de ellos de vanguardia, que hoy nos colocan en un lugar privilegiado en el mundo? ¿A manos de qué compañía pasarían, para quién tendrían que trabajar todos estos que hoy derrochan su sudor y talento para ayudar a su pueblo?

¿Qué quedaría de la seguridad social, de la ayuda a cuanta gente está desamparada en este país, de los limitados físicos, de nuestras escuelas especiales, donde hay casi 60.000 estudiantes de escuelas de sordos, de mudos, de ciegos, de personas con retraso mental y de inválidos? ¿Qué quedaría de todo eso?

¿Qué quedaría de la dignidad y el decoro de cada hombre de este país?

Cuba ha dado al mundo, con su ejemplo, muestra de lo que un pueblo unido es capaz de realizar, incluso en las circunstancias más adversas. Ahora se trata de perfeccionar las fuerzas productivas y consolidar las relaciones de producción socialista, porque el socialismo no es la repartición igualitaria de la pobreza, sino la distribución de la riqueza producida por todo el pueblo según el principio socialista de a cada cual según su trabajo y capacidades.  

Las nuevas generaciones de revolucionarios cubanos heredarán el legado, tarde o temprano, de los que dieron su vida por la construcción de una sociedad sin clases, más justa y solidaria. Ésa es la herencia que han dejado miles de mujeres y hombres a lo largo de la historia de Cuba.

No tengo una bola de cristal ni soy Nostradamus, pero tengo la confianza y convicción de que el pueblo cubano seguirá adelante, conducido por la nueva generación de dirigentes revolucionarios y combatientes por el socialismo, cuando la dirigencia histórica revolucionaria ya no esté en el frente de batalla.

Esta es la herencia a la que jamás renunciará el pueblo cubano.

[1] Acuerdos de Basilea: http://bis.org/publ/bcbs189.htm
 
Blog del autor: http://robiloh.blogspot.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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