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Al Quds y el Nuevo Orden Mundial

Fuentes: Rebelión

En conmemoración al «Día Mundial de al-Quds», instituido por Ruhollah Jomeini en 1979 tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán, en el último viernes del mes bendito de Ramadán (mes del ayuno islámico) para tomar conciencia de su importancia.

Por segundo año consecutivo, el mes de Ramadán (noveno del calendario lunar islámico) coincide con la Pascua Judía (Pésaj) y la Semana Santa y Pascua de Resurrección para las tradiciones cristianas. Por tercer año consecutivo  son atacados con balas de goma, granadas aturdidoras y botes de gas lacrimógeno las y los musulmanes que asisten al rezo nocturno (tarawih) en la Mezquita de al-Aqsa, lugar de oración ubicada al sur de la Explanada de las Mezquitas, donde se encuentra la Cúpula de la Roca y que en conjunto se denominan “El Noble Santuario” (al-Haram ash-Sharif, en árabe) para los musulmanes o “Monte del Templo” para los judíos. 

          El ataque corrió a cargo de la policía israelí como forma de disuasión, control y sometimiento a los pobladores de los ya, de por sí, asediados habitantes originarios de la tierra Palestina, espacio físico ocupado por la Organización Sionista Mundial promotora de la creación del Estado de Israel en 1948 y que desde entonces, forzó el desplazamiento de los palestinos de sus territorios (Nakba, Catástrofe). Con el asalto a las Mezquitas se violan los diversos acuerdos que se han establecido entre el estado ocupante y Jordania, el estado administrador de los santos lugares; sin embargo, debido a que el lugar de 14 hectáreas también posee sacralidad para la creencia judía, la población ha sido incentivada, por sus propias autoridades, para visitar las explanadas y lo hacen acompañados de soldados extremadamente bien equipados, lo que supone un acto de acoso e intimidación contra los musulmanes que se encuentran allí en estado de retiro, purificación y ayuno (único lugar en el que de manera regular los militares no acceden y, por lo tanto, los palestinos originarios sienten seguridad). 

          Esta medida es provocada por los grupos políticos más extremistas del régimen de ocupación israelí que se encuentra en medio de una batalla política para cooptar todos los espacios de representación pública y consumar su proceso de colonización de todo el territorio. Se debe tener en cuenta que el objetivo del sionismo es el establecimiento de un “Estado para el pueblo judío”; sin embargo, a raíz de haber logrado la implantación de ese proyecto en Palestina, renombrándolo como Israel, su preocupación fundamental es: primero, ser reconocido por todos los miembros de la Comunidad Internacional, principalmente por los estados árabes y la mayor parte de estados de población musulmana; y, segundo, fijar sus fronteras, posibilidad lograda hasta conseguir el primer requisito. Esas metas son interpretadas de diversas formas por diversos grupos políticos, hay quienes se pronuncian por mantener el statu quo logrado, otros quienes quieren expandir esas metas y ampliar las partes fronterizas, unos quienes sostienen la cohabitación de los pueblos en el mismo territorio pero otros quienes ven necesario el destierro de la población autóctona hasta lograr una cierta pureza, razón principal por la que se establece el principio de la “limpieza étnica” (Ilán Pappé).

          En la actualidad, la cabeza del proyecto es Benjamín Netanyahu, primer ministro por sexta vez desde diciembre de 2022. Posición que ocupó de 1996 a 1999 y, diez años después, de 2009 a 2021; lidera como miembro de la Knéset (parlamento) al partido Likud, del cual también preside. Su postura en la más reciente reelección ha sido clara: “El pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable sobre Israel”, emblema de su sistema de alianzas con las otras facciones nacionalistas, conservadoras y extremistas. Las y los palestinos, musulmanes y cristianos, han tenido diversas experiencias amargas con dicho personaje debido a la agenda de “seguritización” para su política interna y el manejo de las relaciones con el exterior, para convencerlos de la necesidad de su apoyo debido a la constante amenaza por parte de los grupos de resistencia palestina. 

          Sin embargo, ha sido hasta este año de 2023 en el que el régimen se ha visto sacudido por las más grandes protestas callejeras, protestas masivas en diferentes niveles y ha demostrado la división interna debido a una propuesta para reformar el poder  judicial. Es necesario recordar que el régimen israelí no cuenta con una Constitución política, sino que se basa en un conjunto de “leyes fundamentales” que le dan mayor poder al Tribunal Supremo, frente al poder legislativo y ejecutivo.

          La población israelí se manifestó en contra pues las reformas quitarían el poder al Tribunal Supremo pero se lo pasarían al control del Primer Ministro, a través del parlamento. Situación que desequilibraría el sistema de contrapesos propios del régimen y, además, daría una autoridad superior a los grupos políticos conservadores, dirigidos por el Likud. En tanto que para la población árabe-palestina, la situación se saldría de control al “imaginar” la judeización de todo el territorio ocupado, se profundizarían los asentamientos coloniales al grade de la total expulsión de sus tierras (que se ha estado haciendo de manera paulatina).

          La debilidad del régimen y el desprestigio del primer ministro (que enfrenta diversas acusaciones de corrupción) han llevado a una toma de distancia por parte de líderes mundiales, comenzando por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien manifestó que “no recibirá a Netanyahu en futuro cercano”, pese a la alianza estratégica existente. La misma situación de debilidad se manifiesta cuando, para acallar las protestas de su población, eleva el discurso de los ataques terroristas y refuerza sus lineamientos de seguridad nacional atacando a los civiles palestinos de la franja de Gaza y Cisjordania (recordar que, por disposición israelí, éstos reductos autóctonos no poseen ejércitos). Además, se han abierto dos frentes más: el sur de Líbano y  Siria. Ante los fallos internos, la estrategia del primer ministro ha sido culpar a los agentes externos para reactivar el sentimiento de defensa por encima de cualquier diferencia política. 

          La situación del régimen israelí se encuentra atrapada, además, en medio de una disparidad de corte geopolítico: por un lado, siempre ha sido respaldado por Estados Unidos pero, por otro, se ha mantenido al margen de la condena contra Rusia, ante su intervención en Ucrania principalmente por tener relaciones tanto con uno como con otro y no quiere verse afectado en sus intereses económicos. Algunas cifras señalan que 1.2 millones de habitantes israelíes son rusofonos y representan el 12 % del electorado, procedentes de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, Rusia ha sido el principal actor de la región, sobre todo, a partir de su apoyo a Siria  y ha logrado formar un amplio frente con otros actores regionales no estatales como los grupos de resistencia islámica procedentes de Líbano, Iraq, Palestina, entre otros, y que en su conjunto conforman el “eje de la resistencia”.

          La posición Rusa tanto en la región como a nivel global, revelan la intención de generar un Nuevo Orden Mundial de corte multipolar, no hegemónico y desdolarizado, para lo cual cuenta con la alianza del resto de los países emergentes que integran el BRICS, además de otras plataformas intergubernamentales como la Organización de Cooperación de Shanghai y el Acuerdo sobre el Mar Caspio, en el que destacan en cada uno China e Irán, por no dejar de señalar a India y Pakistán, principalmente.

          La ambivalencia de la postura israelí ante ese reacomodo mundial es incierta, debido a que mientras se mantiene firme en su objetivo doméstico (expansión del territorio y expulsión de la población no judía), no rompe las relaciones estratégicas con Estados Unidos que le garantiza su supervivencia; sin embargo, se muestra incapaz de ir contra Rusia y sus aliados. En este escenario, se escandaliza al romperse el principal punto de apoyo con el que contaba en la región: la rivalidad saudí-iraní. En los últimos 44 años, tanto Estados Unidos como Israel habían explotado un discurso de rivalidad confesional entre dos países musulmanes: Arabia Saudi, como representante del sunismo; y a Irán, como representante del chiísmo, incentivando la idea de una “guerra fría inter-islámica”, y generando un bloque de alianzas entre los estados árabes de la rivera del Golfo pérsico con la percepción de un enemigo común: Irán.

          La recomposición de los lazos diplomáticos  entre Irán y Arabia Saudi, con la mediación de China, echan por la borda esas narrativas sectarias y bélicas e insertan a estos actores regionales en la nueva emergencia del Nuevo Orden Mundial. Este escenario vislumbra el fin de diversos conflictos a diversas escalas entre la que destaca la efectuada en Yemen. Además, replantea la postura de los países árabes que han normalizado las relaciones con Israel en detrimentos de la causa Palestina.     

          En medio de los reajustes geopolíticos, todo parece ser que los alineamientos irán tomando forma de acuerdo a las necesidades de cada región y cambiando de posturas a medida que sus intereses políticos, económicos y culturales lo vayan demandando. En lo que respecta a Asia occidental (eurocéntricamente denominado “Medio Oriente”) la toma de postura de cada nación podrá hacer recobrar la urgencia de la cuestión Palestina: la recuperación del territorio,  el restablecimiento de los expulsados y refugiados, el estatus de los ciudadanos que se les ha concedido la ciudadanía israelí (de cualquier denominación religiosa) y, por supuesto, la reconversión del estado de ocupación.

          La centralidad de al-Quds (La Santa), Jerusalén, como capital eterna e indivisible de Palestina tendrá que ser el punto de encuentro de ese Nuevo Orden Mundial en el que la opresión deje de ser una institución del  sistema internacional.   

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.