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Entrevista a Georgina Alfonso, directora del Instituto de Filosofía y premio Temas de ensayo con “Los valores y el sentido de la vida. El debate filosófico de una época. 1940-1960”

«Al socialismo le falta mucho de ternura»

Fuentes: Temas

Fernando Luis Rojas: En los enfoques teóricos sobre el socialismo y el análisis de algunas de las experiencias históricas parecen coexistir al menos dos aristas: una que lo mira como momento, como lugar, como espacio al que llegar; y otra que lo ve más en una perspectiva de proceso. ¿Cómo lo ve usted? Georgina Alfonso: […]

Fernando Luis Rojas: En los enfoques teóricos sobre el socialismo y el análisis de algunas de las experiencias históricas parecen coexistir al menos dos aristas: una que lo mira como momento, como lugar, como espacio al que llegar; y otra que lo ve más en una perspectiva de proceso. ¿Cómo lo ve usted?

Georgina Alfonso: Eso tiene que ver con varias lecturas. Primero, la del socialismo tal y como se había planteado en los manuales: la mirada teleológica de que llegamos a un punto; ese ha sido el sentido común sobre el socialismo. Lo estamos viendo como un punto de llegada y no como un proceso. Y yo creo que parte de los errores teóricos y prácticos del socialismo pasan por esa visión.

Y el socialismo, por supuesto, es un proceso. Un proceso largo en el tiempo donde se van desmontando las relaciones de producción del capitalismo; no sólo estas, las de producción y reproducción de la vida en general en las relaciones de la sociedad, que está llamada a ser desmontada para crear la nueva. Por eso se considera un proceso donde se dan contradicciones entre las relaciones de la vieja sociedad, en este caso las capitalistas, y lo nuevo que se va creando; que no es de una vez y para siempre, también son procesos que tienen rupturas, discontinuidades, saltos.

Nosotros, en la mirada del socialismo, no estamos acostumbrados a trabajar con las discontinuidades; creemos que todo es a partir de la famosa ley de la acumulación de los cambios cuantitativos y cualitativos, y hay que superar esa manera de leer las contradicciones. Hay discontinuidades profundas como las que están ocurriendo ahora en Cuba: el denominado proceso de actualización es una discontinuidad, que es parte del proceso, y eso también hay que incorporarlo en la visión de socialismo.

En los clásicos del marxismo nunca hubo una descripción de qué cosa era el socialismo ni el comunismo, de lo que sí hay una descripción clara y un análisis profundo es de lo que es el capitalismo, y el capitalismo en el proceso del siglo xix, después se ha ido profundizando por otros autores. ¿Por qué no podía haber una descripción de lo que era el socialismo y el comunismo?, porque sencillamente tú no puedes describir y analizar lo que no existe.

Es cierto, el futuro se escribe por adelantado, y eso lo dice Marx claramente. Él pudo constatar que dentro de ese modo de producción, dentro de las relaciones capitalistas había gérmenes de nueva socialidad que estaban apuntando a un modo de relacionamiento que no era del capitalismo. Eso también lo vieron los socialistas utópicos, y de alguna manera lo vio el pensamiento crítico y progresista de ese contexto; que precisamente llama la atención sobre esos gérmenes de socialidad de nuevo tipo, que tiene que ser anticapitalista porque si no se queda en los marcos del sistema, de esas relaciones discriminatorias, dominadoras, explotadoras, enajenantes, depredadoras. Eso es lo que hace el pensamiento crítico, llamar la atención sobre las posibilidades que hay de transformación de la sociedad, y eso fue lo que hizo Marx y es lo que ha hecho lo más revolucionario y progresista del pensamiento marxista. Por eso es que uno puede decir que hay posibilidades de ir a un nuevo modo de convivencia humana. Llámale socialismo, o comunismo, o «buen vivir», como quieras, ya esas son cuestiones de concepto; el asunto es no desgastarnos en esas conceptualizaciones, sino tratar de ver esos procesos, las relaciones que se dan, las contradicciones.

Hemos perdido en el análisis social la mirada a las contradicciones, y los procesos son contradictorios. Uno tiene que atender cuáles de estas impulsan los procesos hacia adelante o hacia atrás, porque las contradicciones son una disputa y también una puesta de acuerdo; hay momentos de negociación, de consenso, de lucha aguda, y de radicalidad, todo eso hay que mirarlo en el análisis de lo social. Y por supuesto, en esas contradicciones la subjetividad tiene un papel fundamental. No se reduce a esas miradas donde lo objetivo era aquello y entonces lo subjetivo es lo que está en la conciencia, esas cosas manualescas que no dejan ver realmente los procesos sociales, no nos permiten ni siquiera analizar lo que acontece hoy en Cuba.

Carolina García: Me llama la atención su referencia a cómo se tiende a dar la espalda a las discontinuidades y contradicciones y a la pérdida de estas miradas en algunos análisis sociales; ¿cómo asumir en el proceso de construcción del socialismo las rupturas, los retrocesos, los errores?

GA: Les decía que el pensamiento crítico, por lo general, era buscar esos gérmenes de nueva socialidad, y lo primero que hace es situarse en esa crítica, pero hay que saltar de la crítica a la creación, si no, no hay pensamiento crítico y creador, y no hay pensamiento para la transformación.

Los procesos tienen errores, conflictos, momentos de consenso, de disenso, tienen crisis; y uno los tiene que atender. Hay cuestiones que tú puedes decir que en un momento determinado fueron un error, yo lo puedo ver como lectura del pasado, pero habría que situarse en ese momento a ver hasta qué punto habían otras opciones o no. Entonces ubicarlo todo en términos de error, o sea, de verdadero o falso, me parece que eso simplifica mucho el análisis de lo que acontece en un proceso. El momento de crítica no es solamente al error, es incluso sacar, sistematizar las experiencias. Eso es lo más importante: la sistematización de lo que hiciste, lo que te permitió lograr una transformación o un cambio.

Nosotros somos muy malos sistematizando las experiencias, trabajamos con mucho empirismo, y tenemos experiencias muy positivas que se pierden en el tiempo; y entonces después pasamos a otra porque creemos que esta tuvo error, y después la otra también fue mal, y volvemos a la anterior, y nos pasamos todo el tiempo montados en una misma lógica. Retamar, que toma esa frase de Memorias del subdesarrollo, decía que empezar siempre de nuevo era pensamiento de subdesarrollados; entonces tú tienes que recuperar, en la memoria histórica, tanto los errores como los aciertos. Es como el aprendizaje y el des-aprendizaje, uno aprende solamente en la medida en que asume en cuánto te equivocaste y cuánto avanzaste.

FLR: ¿Y eso tendría que ver, por ejemplo, con que en el caso específico del proyecto cubano haya un destiempo en la actividad teórica y académica relacionada al análisis social respecto a las decisiones y prácticas políticas; o sea, con que hay falta de integración, falta de diálogo?

GA: La mirada manualesca de cómo analizar la sociedad tiene que ver con eso. El marxismo puso en el debate teórico-metodológico el asunto de qué es lo que hace la filosofía, situó el análisis en términos muy cognoscitivos, o sea, con que tú demostraras la posibilidad del cambio teóricamente ya era suficiente. Eso derivó, y tú lo puedes constatar en todos los manuales, en que había que demostrar científicamente que era posible superar al capitalismo y construir el comunismo; pero no hubo realmente el análisis de lo que acontecía en las sociedades donde se estaban dando los procesos de transformación anticapitalista.

Esta lógica ha llevado, por ejemplo, a simplificar la historia de la Revolución cubana. En Cuba no hay solo una mirada de pensamiento crítico, eso es un error, creer que en una sociedad puede haber una única mirada de pensamiento. Así no avanzaríamos a ningún lugar. Y no hay tampoco una sobre otra. No se trata de que la generación de Pensamiento Crítico fue la que más aportó a la mirada del socialismo, o que lo hizo el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, o el Instituto de Filosofía, o la Universidad de Las Villas, o la Universidad de Oriente, esa no es la cuestión; la cuestión está en que en una época el pensamiento se da en un diálogo, ¿y en ese momento quiénes dialogaban?, ¿cuáles eran las posiciones de pensamiento que dialogaban?

Les hablo del Instituto de Filosofía. Nosotros estamos recuperando la memoria histórica de esta institución. Fue el primer Departamento de Ciencias sociales que se creó en Cuba después del triunfo de la Revolución, en el año 1966; y ese Departamento impulsó una cantidad de miradas, investigaciones y procesos que venían, que eran un acumulado del pensamiento más revolucionario que se hizo en las universidades cubanas antes del triunfo de 1959. Estoy hablando de lo que se producía en la Universidad de Las Villas, de lo que se producía en la Universidad de La Habana, con intelectuales como Medardo Vitier, Raúl Roa, Rafael García Bárcena, Mariano Rodríguez Solveira, entre otros muchos. Toda esa generación formó a la Generación del Centenario -porque si hubo una Generación del Centenario era porque tenían maestros formadores- y eran los profesores de filosofía, de derecho, de sociología y de historia, eso se desconoce. La filosofía aquí se cuenta por fragmentos. Hay que poner a dialogar, hay que recuperar todo ese debate de pensamiento que hubo, las diferentes miradas; y en Cuba todavía hoy tenemos esa diversidad, yo te puedo dar una, otros compañeros te dan otras, y eso no quiere decir que seamos polos opuestos, son miradas a un proceso.

Y el pensamiento sólo avanza en diálogo; ahora, este diálogo tiene cuestiones comunes. Yo creo que en el actual debate de pensamiento que hay sobre el socialismo en Cuba, existen cuestiones que son comunes desde todas las posiciones: tiene que ser un socialismo participativo, un socialismo que vaya no a una democracia representativa sino a una democracia protagónica de los sujetos de cambio, trabajar con los actores, identificar los actores, ir hacia la radicalidad del cambio en los procesos de relaciones de producción y reproducción de la vida, romper la dicotomía de que por un lado está lo económico y por otro lado está lo político. Es decir, las cuestiones que cuando levantas el debate son puntos comunes de la reflexión.

Hay otros momentos, hay otras cuestiones, unos se van con unos procesos metodológicos, difieren, pero el consenso del pensamiento crítico cubano llama a recuperar la teoría en coherencia con la práctica, a acompañar los procesos de transformación, ir a los procesos de transformación. Esa es la esencia del verdadero marxismo.

GA: Yo estoy hablando todo el tiempo situada en el plano de los retos que tiene hoy el pensamiento en Cuba. Uno de ellos tiene que ver con romper ese empirismo, ese pragmatismo, y entrar a los procesos con instrumentos teóricos y metodológicos que están faltando, y cuál es el papel que tiene que jugar en eso el pensamiento social, crítico, y la filosofía específicamente. Te digo esto porque con lo que aconteció en la Unión Soviética y en Europa del Este, y la tradición que había de un pensamiento marxista ortodoxo la lectura es: bien, venía de ahí todo, todo eso se desmoronó, entonces lo que teníamos no sirve. ¿Pero qué era lo que teníamos realmente? Esa era una parte; junto a eso había toda una construcción de pensamiento desde la propia realidad cubana.

La experiencia nuestra es dar continuidad a esa historia del pensamiento, y hacerlo con la teoría marxista, que en la historia del pensamiento contemporáneo es la única que se posiciona desde la crítica creadora contra la lógica de dominación hegemónica y hacia la emancipación. Eso no quiere decir que nos aferremos a una teoría del siglo xix. El marxismo se ha enriquecido en el mundo entero, pues ha entrado la mirada de los diferentes procesos que están aconteciendo a nivel mundial; la de América Latina, de Asia, de África, de Europa, la norteamericana, y con todo eso hay que dialogar. Pero, ¿cómo se dialoga?, ¿qué significa estar verdaderamente situado en el espíritu de la teoría marxista?, que la realidad -como decía Marx en la Tesis 11 que todo el mundo repite y repite- hay que interpretarla, pero más, hay que transformarla, y esto se entiende de dos maneras. Por una parte, la teoría le dice a la realidad cómo debe transformarse, y si la realidad no se transforma de acuerdo a la teoría peor para la realidad. Eso es muy hegeliano -en el marxismo hay mucho de Hegel- y eso es lo que más ha predominado: peor para la realidad. Ese debate lo tenemos aquí en el Instituto, o sea, los teóricos consideran que ellos deben decir cómo debe moverse la realidad, y si no lo hace no es un problema de la teoría, es un problema de que la realidad no tiene en cuenta la teoría; pero es que eso no es marxista. Hay que ir a la realidad, hay que ir a los procesos donde están los actores, donde se está dando la lucha de clases, donde están aconteciendo las contradicciones, donde está el empuje de cambio en la sociedad, y entonces en esos procesos tú tienes que situarte.

¿Cómo entender los actores que están hoy en Cuba impulsando hacia un lado o hacia el otro?, porque hoy en este país nosotros podemos hablar de pugnas de intereses clasistas, y a lo mejor dentro de cinco años esas pugnas definirán el futuro de este país. Ya hoy lo están definiendo.

Esos actores son resultado de un proceso histórico. Ahora queremos que la juventud tenga un papel protagónico en la sociedad cubana, pero ¿cuál ha sido el protagonismo de la juventud en estos cincuenta años de Revolución?, o las mujeres, que se nos van quedando atrás. Los jóvenes y las mujeres han sido los dos actores más importantes en la historia de las revoluciones en Cuba, porque han ido a pensamientos más radicales, porque la lógica de dominación es patriarcal y adultocéntrica, y el socialismo reproduce esas lógicas; como es también discriminatoria del negro, del adulto mayor, o sea, es una lógica de discriminación.

Entonces, ¿cómo entender eso en los procesos? Se puede escribir muy bonito en la teoría, pero hay que meterse en una comunidad, ir a un espacio estudiantil o dialogar con las mujeres productoras en el campo, y ver realmente qué contradicciones existen y cómo se están recomponiendo los actores, sus fuerzas e intereses sobre la base de sus necesidades, de sus valores acumulados, de las relaciones en las que ellos están inmersos. Si uno no entiende cuáles son esas necesidades, cuáles son esas relaciones, cuáles son esos intereses, cuál es el acumulado, el valor, sus ideales, sus sueños, el futuro que quieren, ¿cómo vas a proyectar en teoría el modelo de país que necesitas? La teoría tiene que construirse sobre la praxis cotidiana, concreta y real de los actores involucrados en el proceso de transformación social y ese es el debate que se ha dado con la conceptualización del modelo económico.

¿Qué es lo que más le ha preocupado al pueblo cubano en el debate público sobre la conceptualización? No es que si está mejor o peor dicho el concepto, es cuánto esa conceptualización refleja las necesidades y los intereses de los cubanos y las cubanas. Si yo no me veo reflejada verdaderamente ahí, o me lo pones en un concepto enrevesado, no puedo entender. Ahí es donde está el debate. Que no es, como se ha dicho, de conceptos; el debate es sobre cuánto ven las personas su futuro en eso, y si no lo veo no lo apruebo.

Aquí en el Instituto confluyen, en estos momentos, distintas propuestas metodológicas: unas más en lo clásico-académico, otras más en lo ortodoxo-académico, unas orientadas hacia los procesos de transformación y después volver al espíritu verdaderamente marxista, creador, incorporando elementos de los aportes de la educación popular en América Latina. Están conviviendo al mismo tiempo y se están retroalimentando, porque ahora no es que todo lo vamos a hacer con investigación y acción participativa y vamos a renunciar a una mirada también clásica, teórica, que tenemos, en que hemos sido formados, porque nuestra academia es muy clásica y no nos vamos a desvestir y poner otra cosa de un día para otro.

El socialismo pasa por una cosa que el Che llamaba «ternura», y que hablando en términos muy teóricos tiene que ver con la sensibilidad humana, pasa porque tú realmente entiendas que todas las personas valen en este mundo. Al socialismo le falta mucho de ternura, de sensibilidad humana, y por eso nos vence el capitalismo. El humanismo es un valor de la modernidad, es un valor del capitalismo, lo puso en el discurso filosófico el Renacimiento; pero al socialismo le hace falta el humanismo concreto, un humanismo real, el de la solidaridad, la cooperación, el acompañamiento, el sentir que contigo hay muchas personas y que todo el mundo tiene derecho a la vida, y que la vida del pobre también vale.

Y esa mirada, que no es política ni económica, es la ética del socialismo, es lo que más falta en esos proyectos. No se habla del derecho a la felicidad, del respeto a la dignidad de cada persona. Nos estamos yendo por una mirada economicista, como si el modelo lo definiera solo la economía o la política. Entonces no hablamos de estética, no hablamos de gustos, no hablamos de esas cosas que son esenciales porque son humanas, de cómo nos vamos a entender; y esas cosas pasan a un lado, y son las más esenciales para el ser humano. El tema de la felicidad, del placer, de la dignidad, el tema del derecho humano a la vida, hay que recuperarlo en el socialismo.

FLR: Usted mencionaba a las mujeres. Tengo la percepción de que esta es una de las cuestiones en las que se produjo una ruptura en 1959, que se legitimó a partir de cambios reales y se reflejó en estadísticas; por ejemplo, su papel como fuerza laboral en la sociedad, como fuerza técnica, la incorporación a cargos de dirección, entre otras. Posteriormente se fueron invisibilizando contradicciones e intereses que pudieran aparecer, y se impulsaron las demandas de nuevos grupos emergentes. ¿Comparte usted que no existe una integralidad en la reivindicación de los intereses sectoriales y particulares?

GA: Hay una subestimación a la mirada, digamos, más sociológica, en temas de reconocer la diversidad que existe en un proceso como el que ha sido la Revolución cubana: diversidad de actores, intereses, necesidades, maneras de incorporarse al proceso. Esa es una fortaleza, no una debilidad; pero la subestimación tiene que ver con que en el pensamiento ortodoxo se veía la diversidad como un lastre a superar y no como una potencialidad del proceso, y entonces eso llevó a tratar de homogeneizar esa riqueza. Todavía hoy tenemos ese problema.

Hay muchos estudios sobre las mujeres en la Revolución cubana y sobre los jóvenes, pero ¿cuántas de esas particularidades enriquecieron la generalidad y la totalidad del proceso? Visto como totalidad, es una lectura que hay que ampliar, y a la filosofía nuestra le falta profundizar en esos temas. En espacios de la psicología, la sociología, la jurisprudencia, en otras áreas disciplinarias del pensamiento, existe ese tipo de estudios. Entonces, también desde lo particular debemos tener esta mirada a la totalidad destacando esa riqueza que es la diversidad.

En el tema de las mujeres, y volviendo a hablar sobre el socialismo en el caso particular de la mujer y del pensamiento marxista, la cuestión es mucho más triste. El pensamiento marxista desde que se configura, se configura también con un debate del papel de la mujer en la sociedad, de la crítica al patriarcado como forma de dominación de un sexo sobre otro para legitimar un modo de acumulación de riqueza, invisibilizando el papel de lo que aporta la mujer a la sociedad. Todavía el modelo teórico socialista y la práctica del socialismo no han superado la lógica de esa fragmentación de lo productivo y lo reproductivo en la vida.

No ha habido revolución que no haya empezado por movimientos de mujeres: la Comuna de París empezó con las mujeres tomando las panaderías, la Revolución de Octubre comenzó con las mujeres tomando las panaderías en San Petersburgo. Entonces es importante cómo en el pensamiento marxista, en la práctica de los procesos revolucionarios, el tema de la vida cotidiana no es un para después, no es tomar el poder, lo grande, lo macro, para después llegar a lo micro. Se trata de que los procesos revolucionarios comiencen precisamente en el entorno de lo cotidiano, y eso es parte de la revolución; y eso lo han puesto, en los debates y en las revoluciones, las mujeres, porque son las que tienen a su cargo la responsabilidad de la reproducción de la vida.

¿Qué cosa es la reproducción de la vida?, es la alimentación, es el cuidado de los niños, es la salud, cosas que son derechos humanos básicos. Entonces, cómo eso va a ser para después, si las revoluciones están llamadas precisamente a mejorar la vida, y esas son las cosas que definen el vivir mejor: la salud, la educación, el cuidado, el deporte, el tiempo libre, hacia dónde van las futuras generaciones. Esas no son cosas menos importantes y las tienen en sus manos las mujeres sin que sea reconocido ni contado; en la economía no se cuenta, no se contabiliza, y cuando se hace es valorado como gasto, no como inversión. Estamos hablando de la esencia humana de un proceso, entonces hay cosas que hay que ponerlas bien, que hay que enderezarlas.

Otro ejemplo, el tema de la sexualidad no es un tema privado que nada más compete a un hombre y a una mujer, no. El tema de la sexualidad es un asunto de política, de relaciones de poder, es un tema de la vida, porque hace muy infeliz a una persona tener una sexualidad vana e inconsciente. Sin embargo, esos son tabúes, esos no son temas tratados, y por ahí está entrando también el asunto de los cuerpos de las personas: la primera forma de dominación es la del cuerpo; entonces este debe tener también es político, porque lo primero que hace el capital es dominar los cuerpos. ¿Cómo una teoría sobre el socialismo no va a atender a esas cuestiones?

Las leyes más importantes que impulsaron todo el movimiento feminista de los setenta fueron las leyes de la Revolución rusa, que se convierten en leyes de Estado con responsabilidad social, con mirada social. Se abordan temas que hasta ese momento nunca se habían planteado así: el de la maternidad, el del divorcio, el tema de los niños, y eso impulsó toda una ola de feminismo en los años setenta. ¿Y cuando estaban esas olas de feminismo en los años setenta qué hicieron la teoría marxista y la práctica de los partidos comunistas?, no querían reconocer ese pensamiento, decían: «el feminismo es burgués, el feminismo es una teoría que promueve el amor libre»; sin embargo, era la base de los movimientos más radicales que se estaban dando hasta en los propios Estados Unidos y en Europa, y nosotros no quisimos verlo.

La Revolución cubana ha sido más consecuente en su práctica que en su pensamiento. Nosotros no aceptamos dentro del debate de pensamiento esas reflexiones, no las reconocimos; sin embargo, sí reconocimos las luchas de todos esos movimientos, y éramos solidarios con todos esos movimientos de mujeres, que bebieron de los aportes que hizo la Revolución cubana en términos de poner cuestiones que eran de la reproducción de la vida, que nunca se habían visibilizado, ponerlas como políticas sociales. Ese ha sido uno de los aportes más grandes que hizo la Revolución cubana a la práctica de los movimientos de mujeres y movimientos feministas; sin embargo, en teoría eso no se recoge. Y esa es una de las cosas que nosotros estamos tratando de recuperar y poner ese debate en el que tanto aportó la experiencia de Cuba; todavía hoy es un paradigma Cuba en ese sentido.

CG: Ahora, ¿se puede ser paradigma para otras experiencias, y sin embargo, quedarse por debajo de las expectativas de la gente en Cuba?

GA: Nosotros recién terminamos una investigación aquí con esa misma pregunta que me estás haciendo, o sea, cuánto ven hoy las mujeres los desafíos de lo que acontece desde el propio acumulado que ha tenido la mujer cubana. Lo primero que te puedo decir es que hay una conciencia de cuánto hemos avanzado en relación con el mundo, porque aquí se recibe mucha influencia cultural extranjera.

No te estoy hablando de un estudio teórico, estoy hablando de experiencias concretas que a mí me han impresionado, porque tú me estás haciendo la pregunta tal y como yo la hubiera hecho sin esas experiencias recientes con mujeres en espacios productivos, mujeres que nunca han recibido un curso de género ni de feminismo. Las hemos puesto a dialogar con experiencias de mujeres en otros países, en países muy pobres como El Salvador, como Haití, y la posición que tiene la mujer cubana es impresionante, ahora te estoy hablando de mujeres productoras de cooperativas, que su vida ha sido sentadas en un taller de costura; y cómo se han empoderado esas mujeres al punto de que ellas le decían a las otras: «No, no, espérate. Ustedes tienen que emanciparse». La palabra emancipación de por sí tiene un significado, y que la mujer cubana se haya apropiado de ese concepto es un salto en política importante. Te voy a decir más, creo que los cursos que nosotros damos de género -que son muchísimos en Cuba- no mencionan la palabra emanciparse, porque el tema de la emancipación no entra dentro de la lógica sobre las cuales se montan esos cursos, que es una lógica de mucha influencia europea, de la academia europea.

En esas entrevistas que hicimos, hay tres cosas que las mujeres cubanas reconocen y que no las van a dejar perder: el tema de la dignidad como mujer, el del espacio que han alcanzado en la sociedad, y la comprensión de que el derecho a la emancipación plena es un derecho humano. De cualquier manera que lo dijeran, esas tres cosas son esenciales en este país; no verlas en política es un error grave.

Hemos retrocedido en temas de cultura patriarcal, han aparecido formas que estaban escondidas subjetivamente, pero que existían; por ejemplo, criar al varón en lógicas como la de que tiene que tener dinero, no puede llorar, ese tipo de cosas que han sido prácticas culturales. La influencia del mercado dentro de la vida cotidiana ha hecho que muchos valores que no teníamos hayan aparecido, como es el tema del sexo como venta, del cuerpo de la mujer como objeto sexual, una serie de cosas que están en pugna con la visión que te comentaba antes.

Por eso te hablo de las potencialidades, de vivir el futuro por adelantado, ¿cuánto nosotros tenemos en nuestra sociedad de futuro adelantado, que nos hemos acostumbrado a no verlo y que no lo hacemos visible? Creemos que nada funciona, ni la institucionalidad, pero cuando llegas a una comunidad y tomas a una persona que está desprotegida, dices: «Espérate un momento, si tú tienes derecho a que te protejan», y vas a buscar las instituciones que tienen esa misión social, porque ese es su sentido, y uno puede reclamarle y demandar a la institucionalidad. El instituto no va allí a hacerle el trabajo a nadie, vamos a reflexionar de conjunto, a acompañar el proceso, a cambiar las lógicas de pensamientos que obstruyen por aquellas que impulsan a que salgan bien las cosas. Nuestra tarea es de facilitación, vamos a dialogar para transformar con pensamiento, con ideas emancipatorias.

Tenemos experiencia de trabajar con movimientos de mujeres en otros países, donde la mujer está totalmente desprotegida, y tú no sabes a quién dirigirte en la comunidad. La lógica de las instituciones no es proteger a nadie, es proteger al privado, el dinero, la empresa, el negocio. Es duro el trabajo allí. Aquí en Cuba hay una fuerte crisis de las instituciones, muchas han perdido en la práctica su sentido social, se han burocratizado, formalizado, insensibilizado, y las personas dejan de creer en ellas; pero cuando buscamos en la historia el por qué ellas fueron creadas, cuál es su misión social y se les exige por eso, las cosas cambian y el trabajo social fluye con mayor dinamismo. Esa es la experiencia de Galfisa (Grupo de investigación «América Latina: Filosofía social y Axiología»).

Vuelvo a la pregunta. En la sociedad hay una pugna hoy, ¿cuál es?, que las mujeres alcanzaron un posicionamiento político, económico, ético, y que no van a renunciar a eso. Hay una realidad que está, que es la realidad de las relaciones capitalistas que antes no se visibilizaban ni influían tanto como lo hacen hoy, porque Cuba se abrió a lógicas de propiedad capitalista. Eso se reproduce, y tenemos que buscar la manera en que no sea lo que determine en la sociedad. Todas esas pugnas hay que reconocerlas.

Y el error sería no reconocer esas contradicciones, que son datos de la realidad, y facilitáramos el predominio del individualismo, el egoísmo, la concentración de riquezas, todas aquellas actitudes contra las que estamos luchando hace siglos. Vamos a convivir con el capitalismo, en eso hay que estar claros, pero no puede ser esa la hegemonía política ni económica y menos ética.

Es importante tener una mirada desprejuiciada de las cosas, todos los días aprender, todos los días entender por qué acontecen esos fenómenos; en el caso de la mujer joven, es más difícil. Ellas no han tenido la experiencia de sus madres, las madres podemos hablar así porque venimos de un proceso protagónico e inclusivo en todos los espacios, desde lo micro a lo macro, fuimos partícipes y protagonistas de ese proceso. Pero no ha ocurrido lo mismo con la mujer joven, se ve limitada en muchos sentidos, sin embargo en las comunidades están siendo protagonistas de propuestas interesantes y valiosas para la subsistencia material, espiritual y cultural de esos espacios. Con novedosas propuestas productivas que no abandonan la mirada ética de pensar siempre en la reproducción humana de la vida.

FLR: En los últimos años en Cuba ha habido un acercamiento en determinados sectores a experiencias de movimientos sociales de otros lugares, e incluso se han incorporado agendas reivindicativas y prácticas de funcionamiento de estos. En determinados espacios uno encuentra documentos que tienen que ver más con una tradición de movimientos sociales y no exactamente de las organizaciones a las que nosotros acostumbramos. Tengo la percepción de que parte de esas nuevas emergencias en Cuba están reñidas muchas veces con la institucionalidad.

Desde las experiencias de trabajo que ha tenido con los movimientos sociales de otras partes el mundo, ¿este fenómeno tiene que ver con un descrédito de la institucionalidad tradicional cubana posterior a 1959?

GA: Hay una estrategia hoy, que es la de los golpes blandos, precisamente trata de desmontar el valor de las institucionalidades en los países de cambios, o sea, en los países de experiencias progresistas o socialistas, y por tanto desacreditar la institucionalidad. No nos vamos a poner ahí, no es esta la mirada; pero esa estrategia influye en el análisis de la institucionalidad hoy en Cuba, o sea, no podemos ser ingenuos tampoco, a saber que hay una avalancha en los medios de comunicación de ser hipercríticos con la institucionalidad, y todo lo que viene de la institucionalidad no sirve, no es así.

Voy a ir por partes, porque yo he pensado mucho en esto que tú me estás diciendo, y ahora más, que estoy en la institucionalidad, que represento la institucionalidad.

Las instituciones en Cuba se formaron para responder a necesidades del proceso, o sea, fueron resultado de la fuerza de los actores que se organizaron en la sociedad para conducirla hacia el proyecto colectivo que se pensaba. Ese movimiento social fuerte que acompañó los cambios radicales en los años posteriores al triunfo revolucionario condujo a un nuevo orden institucional. Eso es en la historia de la Revolución cubana, a mi entender, una de las transformaciones más importantes y menos estudiadas: cómo llegaron las instituciones. No vinieron de arriba hacia abajo, o sea, no fue que aparecieron eruditos y crearon instituciones, fue la propia organización del movimiento social popular cubano; por eso te decía que cuando uno llega a una comunidad o a trabajar a un espacio productivo, te das cuenta que hay instituciones que su misión era apoyar, acompañar y facilitar la realización de las necesidades de las personas, y eso es importante. Pero creímos que era de una vez y para siempre, y ahí es donde está el error. No vimos que la institución tenía que modificarse en la medida que lo hace el propio movimiento social popular. Cambiar las instituciones junto con las transformaciones del movimiento social popular es seguir el curso de la historia, no hacerlo es ir contra la propia historia y su movimiento real.

Nosotros hemos entrado en instituciones, cuando trabajamos, por ejemplo, en los espacios socio-comunitarios, donde muchas veces ni las personas en la comunidad saben cuál es la misión de la institución, y que esa misión es estar con ellos; ni la institución sabe que a ellos les corresponde por ley, por normativa -no porque viene el gobierno y le impone, no por la voluntad política de un decisor público- sino por ley y derecho ciudadano, acompañar, facilitar y resolver los problemas sociales. Eso se ha perdido, es una realidad, es una fractura, hay que recuperarlo.

Lo que me estabas preguntando de lo nuevo que se arma al margen de las instituciones, eso es parte del proceso. Eso es así y no está mal, es así como funciona la sociedad, no se puede convertir en un error de política. El error de política o de pensamiento, es no darse cuenta de que es así. Solamente puede cambiar la institución si reconoce que la realidad se mueve, que los actores se mueven.

Hay una discusión con el tema del movimiento de mujeres en Cuba. Yo digo que en Cuba hay un movimiento de mujeres, porque en las bases las mujeres están haciendo muchas cosas en que no entra la institucionalidad. Ocurre porque se mueve la sociedad y las instituciones no se están moviendo. El éxito está en que las instituciones se muevan, donde hayan actores más fuertes se moverán más rápidamente.

Sobre el proceso de institucionalización hay criterios que yo he leído en este debate sobre el socialismo. Yo creo que el capitalismo tiene más instituciones que las nuestras, las esconde con nombres de fundaciones, las esconde detrás de empresas privadas. La cuestión no creo que vaya por ahí, la cuestión no está en si tenemos más o menos, la cuestión está en la burocratización de esas instituciones, en su formalismo. Las instituciones no están hechas para tener papeles, y hoy la mayoría lo que hace es eso.

FLR: Varias veces ha mencionado el lugar de los jóvenes, y al Instituto de Filosofía uno llega y respira que hay incorporación de gente joven. Tengo la percepción de que en algún momento, con la voluntad muy en positivo de saldar determinadas deudas contraídas con un sector de la intelectualidad cubana en los setenta, se invisibilizó a otro grupo de jóvenes en aquel momento, o en la actualidad, que estaban tratando de insertarse con un discurso nuevo, en un nuevo contexto, y con toda la lógica del mundo, de forma diferente. ¿Usted lo ve así?

GA: Yo nunca lo he mirado así como lo estás haciendo tú, tendría que pensar a partir de lo que me estás diciendo.

En el caso de las ciencias sociales tiene también que ver con el tema de cómo se construye el pensamiento y lo que ha acontecido con las ciencias sociales en Cuba. Hay diferentes momentos en las ciencias sociales, y aquí en el Instituto por ejemplo, en los últimos tiempos estamos promoviendo diferentes investigaciones sobre espacios de las ciencias sociales que están ocultos. Estamos recuperando todas las investigaciones que se han hecho desde que se fundó el Instituto de Filosofía en 1966; estamos viendo todo el debate sobre socialismo que se publicó en la Revista de Ciencias Sociales. Esas son zonas oscuras hoy, y cuando hay zonas oscuras no te permite a ti hacer un análisis, digamos, lo más real, objetivo, de lo que ha acontecido.

Eso que tú me dices yo no lo veo así, te voy a explicar cómo lo veo. Es muy difícil que a uno, en lo que su generación está pasando se le reconozca con aportes, o sea, eso un poco después; porque viene otra generación y va a buscar los aportes de lo que se hizo antes.

Yo creo que lo que ha acontecido es que no se le ha dado el valor que tiene el acompañar los procesos en la sociedad con las ciencias sociales, y ese es el debate mío de todos los días desde la institución. Y eso pasa por voluntad política, primero.

Cuando tú ves las ciencias sociales en Cuba y te sientas a dialogar con otros espacios de la academia en el mundo, nosotros somos reyes. Cuando vas a un evento internacional y explicas cómo se trabajan las ciencias sociales en Cuba, las personas lloran de envidia porque eso es lo que todo el mundo quisiera hacer. Las academias en el mundo son lo más dogmáticas, lo más anquilosadas, y para una persona que tiene compromisos de cambios esas academias les son muy incómodas; porque están para legitimar un status quo, para que las cosas no se muevan, a no ser que les interese que se muevan. Nuestras universidades toda la vida, incluso hoy que hay un cambio generacional, son universidades con un pensamiento muy progresista; y eso es lo que yo creo que se ha invisibilizado, el valor que tiene.

Hay otras instituciones que tienen muchos jóvenes, pero los jóvenes son «parte de», no «protagonistas de»; y una cosa es ser parte y otra cosa es tomar parte. Hay que ser responsable y hay que decidir, eso es un proceso. Hay que aprender haciendo, y eso tiene que ver con lo que hablamos antes, con el dialogar, sentarse todo el mundo a pensar y ponerse de acuerdo, y decir: «yo me puedo equivocar». Aquí hay cuestiones que nosotros no hemos podido resolver sobre el tema de los jóvenes, de las generaciones, y a cada rato volvemos sobre el asunto de cómo hacer un espacio común de diálogo, de reflexión y pensamiento colectivo, donde el joven no sienta temor para hablar porque no es un científico o intelectual reconocido, y el adulto no usurpe la palabra o abuse del tiempo porque considere tener todo el conocimiento del mundo para estar hablando treinta minutos sin parar.

¿Cómo resolver eso? El otro día hablaba con los jóvenes ese tema, ellos tienen otra visión. Consideran, por ejemplo, que muchas veces se mide por la capacidad que tengas para hablar y no por la capacidad que tengas para hacer y prepararte para una actividad concreta. Muchas veces las personas que usurpan la palabra lo asumen como una manera de tener poder; y usurpar la palabra no es un mérito, hablar por gusto no es un mérito. No puedes caer en la trampa de decir, «bueno, no hablas, no tienes qué decir».

La formación nuestra en las universidades en ciencias sociales es buena comparada con otros países, pero es muy mala para las necesidades que tenemos. Está la situación de que no se les enseña a escribir, y entonces cuando llegan aquí y tienen que publicar, la escritura es pésima; con lo que te exige hoy escribir para los medios tienes que tener al menos conocimientos mínimos de cómo puedes sentarte a escribir un texto y que sea atractivo.

FLR: Es que géneros como el ensayo, en ciencias sociales, ha sido de los más golpeados por una herencia en la manera de investigar y de presentar resultados investigativos.

GA: Ese es un debate en este Instituto desde que yo empecé. Muchos investigadores lo criticaban, porque si es un ensayo no es científico. En América Latina la forma de escritura de la filosofía es el ensayo, porque a diferencia de otros contextos, se unen la literatura y el arte con el pensamiento; y entonces la manera de escribir del pensador es a través del ensayo. Si esa es una herencia de pensamiento latinoamericano y cubano, cómo ahora vas a decir que no porque no es científico. Eso me parece muy dogmático, muy academicista, muy instrumentalista, ese es un debate que recientemente se volvió a retomar. Pero eso no tiene nada que ver con la forma de escribir, tú puedes escribir mal lo mismo un ensayo que un informe de investigación.

La otra cuestión es que vienen con muchos vacíos culturales. No puede ser solamente conocimiento de los filósofos, es necesaria más cultura del contexto latinoamericano, cultura cubana; entonces te das cuenta que a lo mejor dominan mucho el idioma inglés, pero les falta capacidad de expresión en el español. Tienen que venir las personas al menos con esas habilidades de la universidad, que sepan expresarse oralmente, que sepan escribir, que tengan elementos de referencias culturales, que les interese ir a un teatro, que les interese conocer lo que acontece en el ámbito cultural cubano, en el ámbito de debate. Esas cosas faltan, y hemos creado muchos espacios de formación y capacitación, unos formales y otros no.

Yo estoy muy preocupada con lo que está aconteciendo con las ciencias sociales, lo que está aconteciendo con el pensamiento social crítico en Cuba, con cuánto se va fracturando esa coherencia entre el pensamiento y la práctica social, cuánto se va fracturando la continuidad generacional en las ciencias sociales, en la investigación social. Es un momento serio para preocuparse, que contrasta con el hecho de que como voluntad política se dice que se reconoce, sin embargo el discurso no acompaña una práctica. Realmente es una preocupación que tenemos, pero se pueden hacer cosas. Es lo que estamos haciendo hoy en el Instituto: si eso nos preocupa tenemos que ocuparnos de demostrar que puede ser de otra manera. Hemos hecho cambios que son de teoría, pero de práctica también. Si tú quieres validar en serio que tiene que haber una teoría del socialismo, donde primero tiene que practicarse es de donde sale la teoría. Entonces, aquí hay que vivir el socialismo por adelantado.

Fuente: http://temas.cult.cu/al-socialismo-le-falta-mucho-de-ternura/

Esta entrevista forma parte de la serie Qué socialismo.

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