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Albert Memmi, contradicciones de la condición colonial

Fuentes: Mondoweiss

Foto: Albert Memmi en diciembre de 1982. Claude Troung-Ngoc/Wikimedia

Traducido por Marwan Pérez

Es compartido en la teoría literaria que ni la intención ni la biografía del escritor tienen autoridad final sobre la interpretación de su obra. El trabajo en sí mismo se mantiene, independientemente de ambas; sin embargo, sí contribuyen a su iniciación y su estructura. Es muy poco probable que la vida u opiniones posteriores del escritor determinen el destino de la obra o cambien su significado. Y lo que es cierto para el trabajo literario es sin duda aún más cierto para el trabajo de la sociología crítica: su valor radica en su pertinencia analítica continua, su capacidad para explicar fenómenos sociales o culturales y para explicar, e incluso predecir, el desarrollo de sus tendencias. El desarrollo posterior o las revisiones de su autor no tienen poder para invalidar los conocimientos teóricos o el poder explicativo de la obra, incluso en situaciones nunca previstas en el momento de la escritura. Esto es especialmente cierto en el caso de las obras que surgen de las contradicciones sentidas de los autores, contradicciones irresolubles que incluso pueden convertirse en el objeto y no solo en el impulso a la reflexión crítica. La interacción entre la ceguera y la percepción lleva a la reflexión teórica, incluso cuando genera sus condiciones.

Hay pocos escritores para quienes tales reflexiones sean más relevantes que el recientemente fallecido Albert Memmi (1920-2020), autor de ese análisis indispensable de la psicología colonial, “El retrato del colonizado, precedido del retrato del colonizador” (1957) [1], y partidario de esa conjunción imposible del «sionismo de izquierda».  ¿Cómo se puede conciliar el compromiso de Memmi con la legitimación y defensa de Israel con el hecho de que el retrato del colonizador y del colonizado -un trabajo basado principalmente en la experiencia del colonialismo francés en el norte de África- continúa teniendo un poder explicativo excepcional para nuestra comprensión de la naturaleza y evolución del colono sionista del Estado colonial?

Ciertos escritores sionistas han recurrido a la autoridad de Memmi como uno de los grandes teóricos del anticolonialismo para negar la formación colonial de ese estado y proyectar su historia de asentamiento y anexión de Palestina como «parte del problema más general de los pueblos oprimidos». Luego representan al sionismo «como ni más ni menos que el movimiento de liberación nacional del pueblo judío”[2]. No importa que tal afirmación hubiera sorprendido a los primeros sionistas, que entendieron abiertamente que el sionismo era un proyecto colonial, en un momento en que la colonización era un negocio honorable entre las potencias europeas cuyo apoyo buscaban. Como Edward Said señaló hace mucho tiempo: «Es importante recordar que, al unirse al entusiasmo occidental general por la adquisición territorial en el extranjero, el sionismo nunca habló de sí mismo inequívocamente como un movimiento de liberación judío, sino más bien como un movimiento judío para el asentamiento colonial en Oriente» [3]. Los primeros sionistas, de hecho, a pesar de la afirmación de haber localizado «una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra», estaban mucho más dispuestos a admitir la dimensión colonial del sionismo y, en consecuencia, la existencia real del pueblo palestino que la versión contemporánea de Israel. Lejos de efectuar la transformación del sionismo en un movimiento de liberación, una lectura atenta del retrato del colonizador y el colonizado con Palestina y el pueblo palestino en mente indica cuán profético, aunque involuntario, resulta el trabajo de Memmi con respecto al conformidad de las prácticas de Israel con lo que ahora se entiende ampliamente como típicos modelos coloniales.

Herzl había previsto que un estado judío, poblado por colonos predominantemente de Europa, «formaría una parte de una muralla de Europa contra Asia, un puesto avanzado de civilización en oposición a la barbarie» [4]. Precisamente como Memmi reconoció en su retrato del colonizador, el colonialismo inicialmente busca legitimar su conquista mediante la invocación de ideales civilizadores y un compromiso con el desarrollo o la mejora de los colonizados y sus tierras. Pero el destino de tales ideales, sinceros u oportunistas como sea el caso, está finalmente determinado, como lo demostró Memmi, por el endurecimiento de la mentalidad de asedio que tipifica igualmente a las sociedades coloniales desde el inicio, y está determinada por la presencia persistente de la población indígena. Rodeado de los colonos, a los indígenas se les presentan como una amenaza permanente, que, para su frustración, no pueden eliminar. El colono permanece perpetuamente en guardia, preparado para una resistencia real e imaginaria detrás de un «muro de hierro», cuya institucionalización preserva la mentalidad del colonizador en las mismas estructuras del estado.

Sin embargo, en lugar de ganar confianza y, por lo tanto, apertura al cambio potencial y adaptación a medida que gana poder y seguridad, la sociedad de colonos experimenta un endurecimiento gradual de sus estructuras defensivas psíquicas e institucionales a lo largo del tiempo. En lugar de expandir las libertades democráticas y la inclusión, cuanto más se apropia el estado de la seguridad y el desarrollo, más profundamente se militariza y crea leyes draconianas que restringen suprimen cualquier derecho de los colonizados. «Cada nación colonial lleva las semillas de la tentación fascista en su seno», señaló Memmi. Su forma concisa, irónica y profundamente objetiva de describir las contradicciones del colonialismo ofrece una explicación mordaz y explicativa del giro constante de la derecha israelí y del abandono de la apariencia progresiva con la que alguna vez rechazó su proyecto colonial, -desde la regeneración de los palestinos en toda la Palestina histórica, entendida como una «bomba temporal demográfica», hasta la reciente ley de nacionalidad que consolida su régimen de apartheid, o el anuncio de su intención de anexar Cisjordania-. La relevancia teórica de Memmi solo crece en pertinencia, dejando al descubierto con gran lucidez la contradicción constitutiva de la afirmación de Israel de ser un «Estado judío y democrático», una afirmación que el propio sionismo ha hecho un oxímoron risible.

Dichas contradicciones, continúa Memmi, producen en el «colonizador que acepta» la reacción de «ira, odio, siempre dispuesto a desatarse sobre los colonizados, la razón inocente pero inevitable de su drama». Frente a la persistencia, el sumud, de la población indígena, que se niega a desaparecer, la ira del colono se manifiesta en lo que Ilan Pappé ha denominado la «furia justa» que es «un fenómeno constante en la desposesión de Palestina». Hemos presenciado con demasiada frecuencia los problemas de ira en las incursiones militares bárbaramente desproporcionadas que Israel dirige periódicamente contra los habitantes asediados y encerrados en Gaza. Para el «colonizador que se niega» según Memmi, la respuesta psicológica no es menos molesta, ya que «incluso si no es culpable como individuo», sospecha que «comparte una responsabilidad colectiva por el hecho de ser miembro de un grupo nacional de opresores». En este dilema, él / ella quiere ser comprensivo, o al menos «en diálogo» (la industria del diálogo interminable del llamado proceso de paz), pero sigue siendo incapaz de renunciar a los privilegios otorgados por el estatus colonial o al proyecto colonial, en cuyos valores supuestamente civilizados fundamenta los valores morales que conducen al rechazo de sus «excesos». Al final, como observa irónicamente Memmi, por benevolente o comprensivo que quiera ser, «el colonizador izquierdista es parte del grupo opresor y se verá obligado a compartir su destino, ya que compartió su buena fortuna».

Mientras tanto, ya sea rabia o un sentimiento de culpabilidad, represión o debilidad, el colono se enfrenta a una «situación histórica imposible», en la que «las relaciones coloniales […] como cualquier institución, determinan a priori su lugar y el de los colonizados y, en el análisis final, su verdadera relación». Nos guste o no, las contradicciones históricas de una sociedad colonial se mueven constantemente en una regresión gradual de esa sociedad a un estado cada vez menos flexible, tanto para el colonizador como para el colonizado, en el que se desarrollan esas contradicciones. No hay una mejor descripción de la evolución de la sociedad israelí, con la actual situación de sus instituciones políticas gobernadas por la ideología derechista ms extrema, que el análisis que Memmi nos ofrece tan proféticamente.

El propio Memmi no era más inmune que cualquiera de nosotros a vivir con la contradicción. Un judío árabe que negó la posibilidad de tal identidad, culpando a la hostilidad musulmana de una eliminación, que también ha sido un elemento crucial de la política sionista; un brillante teórico anticolonial que defendió el asentamiento colonial de Israel en 1948; un “sionista de izquierda» que reconoció que la ocupación de Israel era política y moralmente incorrecta, incluso cuando sus propios escritos implican la inevitabilidad de su lógica; un sujeto colonial francés que declaró que «su verdadera patria no era el país en sí, sino el idioma francés», describiría su trabajo como «un intento de… reconciliación entre las diferentes partes de mí». Al final, vivió lo que tan bien identificó como una «situación histórica imposible», y si eso culminó en su propio giro hacia la derecha, como un colonizador que aceptó, podemos encontrar la lógica de esa trayectoria en su propio análisis insuperable de las relaciones coloniales. El hecho de que él mismo sea víctima de las contradicciones de la condición colonial, que comprendió con tanta claridad, no afecta para nada a la relevancia continua de su trabajo para entender el estado actual de Israel, al cual finalmente prestó su lealtad.

Notas:

(1) Albert Memmi, TheColonizer and theColonized, intro. Jean-Paul Sartre, trans, Howard Greenfeld (Boston: BeaconBooks, 1967).

(2). SusieLinfield, TheLion’s Den: Zionism and theLeftfrom Hannah Arendt to Noam Chomsky (New Haven: Yale UniversityPress, 2019), pp. 176 and 179.

(3) Edward W. Said, ‘ZionismfromtheStandpoint of itsVictims’, Social Text , 1 (1979), p. 23.

(4) Ontheattitudes to thePalestinians and the colonial project, fromChaimWeizman and Ze’evJabotinsky to David Ben Gurion, seeAviShlaim, TheIron Wall: Israel and theArabWorld  (New York: Norton, 2000), pp. 7-19.

Fuente: https://mondoweiss.net/2020/06/albert-memmi-contradictions-of-the-colonial-condition/