Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós
A principios de enero el presidente palestino Mahmud Abbas emitió un decreto que anunciaba la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales, la primera votación palestina desde hace 15 años. Programadas para mayo y julio en Cisjordania y la Franja de Gaza, las elecciones son una señal contundente a la comunidad internacional de que la Autoridad Palestina quiere acelerar su transición democrática. Pero sigue habiendo escépticos respecto al alcance que tendrá esta votación. Preguntamos al Dr. Alaa Tartir, investigador palestino, su opinión sobre esta decisión y sobre el posible resultado.
– El presidente palestino Mahmud Abbas ha anunciado la celebración de las primeras elecciones parlamentarias y presidenciales de la Autoridad Palestina (AP) para mayo y julio después de 15 años. ¿Qué hay detrás de esta decisión?
– Ojalá pudiera decir que el anuncio de las elecciones legislativas y presidenciales obedece a razones internas, locales, impulsadas por el pueblo, pero la verdad está muy lejos de ser así. Ojalá pudiera decir que responde a una reclamación popular y a la presión ciudadana, o al propósito de reformar el sistema político o de reinventar los estilos de gobierno existentes, o incluso de renovar la dirección política. Ojalá pudiera decir que es el resultado de un largo y complejo proceso de democratización que se “coronará” con las elecciones. Ojalá pudiera decir que se debe a los resultados y consecuencias de [la aplicación de] mecanismos eficaces de rendición de cuentas, o al propósito de hacer revivir estructuras organizativas deficientes como las de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Ojalá pudiera decir que se debe a una iniciativa seria cuyo objetivo es convocar un diálogo nacional amplio y significativo que revise el programa político palestino y adopte una estrategia orientada al futuro y un plan de acción concreto para hacer realidad los derechos y la libertad.
Nada de lo anterior tiene que ver con las elecciones en Cisjordania y la Franja de Gaza ocupadas a finales de este año. La decisión se debe sobretodo a presiones y condiciones externas, tanto internacionales como regionales. La dirección política de la AP –e implícitamente la dirección de Hamas– ha querido enviar un mensaje claro a la nueva administración estadounidense de que está “lista para hacer negocios”, lista para volver a la “antigua normalidad”, y lista para recibir la “ayuda” financiera de Estados Unidos. También han querido enviar una señal clara a la administración Biden de que están contentos de volver a la “mesa de negociación”. Con la celebración de las elecciones, además, creen que se anticipan a la acusación israelí de que los palestinos están divididos y fragmentados para “negociar de forma significativa”. Este “paradigma de complacer internacionalmente” no es una práctica nueva en lo que respecta a los dirigentes de la AP; de hecho viene siendo la práctica preponderante aunque haya perjudicado al pueblo palestino y a su lucha por la libertad, la igualdad y la autodeterminación.
Pero más allá de la presión para complacer a la administración Biden, los dirigentes de la AP también están sometidos a una fuerte presión por parte de la comunidad de donantes (especialmente los europeos) para que “renueven su mandato democrático”. Sin embargo, a los donantes sólo les interesa la “democracia aparente” y que “los palestinos acudan a las urnas”, como me confirmó un alto diplomático europeo que añadió: “entendemos que no es una democracia real pero es mejor que nada, y estamos aquí para apoyar”.
La presión ejercida directa e indirectamente por la comunidad de donantes (en lo que respecta al anuncio de las elecciones) no se puede subestimar, especialmente considerando la pésima situación financiera de la AP.
Asimismo la evolución de la nueva dinámica regional como consecuencia de los llamados Acuerdos Abraham supone otro factor añadido que los dirigentes políticos palestinos (tanto de la AP como de Hamas) no podían desdeñar y al que tenían que afrontar y dar respuesta. Dicho esto, la mayoría de los países árabes que participan en ese proceso no es que estén entusiasmados con la idea de las elecciones –la mayoría de ellos no celebran elecciones ni justas ni libres en sus países– pero sí que les interesa ejercer un papel clave en la “remodelación de la región” y en “volver a comprometer a los palestinos” lo más posible con el plan de la administración estadounidense y con sus parámetros regionales para Oriente Próximo.
¿Qué se puede esperar de estas elecciones?
Desde luego, ni una transición democrática ni una reforma del sistema político palestino. En el mejor de los casos podría dar lugar a una “democracia aparente” pero las estructuras en las que se apuntalan la represión y el autoritarismo están bien arraigadas y no pueden cambiarse con una votación parcial que estará muy lejos de ser libre o justa, y aquí no me refiero al elemento de transparencia del acto electoral en sí sino a la capacidad de hacer campaña libremente y competir de forma justa.
Igualmente, es muy importante reconocer que cualquier “momento democrático” (como las elecciones en este caso) no puede ni debe confundirse con “procesos democráticos” o “entorno democrático”. Ninguna práctica democrática puede ser realmente democrática dentro de un contexto general de autoritarismo y represión. Celebrar los convencionalismos de la “democracia” es muy diferente a celebrar la “democracia real”. Es como celebrar los convencionalismos de la condición de Estado en ausencia de Estado y soberanía, una práctica a la que el liderazgo político palestino está acostumbrado, y mi temor es que esta confusión pueda arrastrarse fácilmente al ámbito electoral.
Pero aún suponiendo que las elecciones legislativas se celebren como está previsto en mayo, no debemos asumir sin más que las elecciones presidenciales vayan a tener lugar en julio. Esto es todo menos un proceso lineal, porque podría darse el caso de que la celebración de las elecciones presidenciales dependa sobretodo de los resultados de las elecciones legislativas. Si estas elecciones se celebran en algún momento sólo los y las palestinas que viven en Cisjordania (incluida Jerusalén Oriental) y en la Franja de Gaza (que son los únicos que tienen derecho a voto) podrán participar en esas elecciones.
Pero ni siquiera está garantizada la participación de los y las palestinas de Jerusalén Oriental porque ello requiere una aprobación explícita de Israel (y es en este terreno en el que los actores europeos están intentando ejercer presión sobre Israel para que lo apruebe). Aunque todo sucediera como está previsto seguiría faltando la mitad del pueblo palestino que aspira a que existan instituciones legítimas, representativas y que rindan cuentas.
¿Participarán los y las palestinas de fuera de los territorios ocupados?
Estos palestinos y palestinas únicamente pueden votar en las elecciones para los órganos de la OLP, como el Consejo Nacional Palestino (CNP), que es teóricamente el parlamento del pueblo palestino. Aunque el anuncio de Abbas resuelve que la fecha para la celebración de las elecciones al PNC –donde sea posible– sea finales de agosto de 2021, sería un error pensar o creer que se trata de una auténtica convocatoria de elecciones a la OLP/CNP. Llevar a cabo tales elecciones, incluso sólo donde sea posible, requiere preparativos serios a nivel político y logístico, y simplemente no hay tiempo suficiente, ni recursos ni voluntad política para asegurarlos. Todos los partidos políticos son muy conscientes de esta realidad pero todos han decidido hacer la vista gorda en este asunto crucial alegando que es “mejor cualquier elección que ninguna”. En el mejor de los casos, podríamos ver la repetición del escenario de 2018, cuando el CNP se reunió en Ramala para elegir el comité ejecutivo de la OLP, lo que fue un doloroso recordatorio de cómo los dirigentes palestinos están destruyendo la democracia palestina.
Sin embargo, este enfoque miope que evita tratar las cuestiones fundamentales de forma global e integralmente, sólo puede provocar que se consolide el programa político actual y se prolongue el régimen del liderazgo actual, especialmente el de Fatah y Hamas. En consecuencia, con la asistencia intencionada y no intencionada de otras facciones políticas, tanto Fatah como Hamas se están preparando para salir victoriosos de las próximas elecciones independientemente de quién obtenga más escaños. La realidad que se avecina es que Fatah y Hamas seguirán ocupando la gran mayoría de los escaños del Consejo Legislativo Palestino en lugar de ser castigados y responsabilizados por todos los daños y perjuicios que han causado a la lucha palestina por la autodeterminación durante los últimos 15 años.
Si todo esto sucede como está previsto seguiría faltando la mitad del pueblo palestino que anhela la presencia de instituciones legítimas, representativas y responsables. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué sentido tienen unas elecciones que se perciben como un medio y un fin, sin considerar seriamente dimensiones más amplias y fundamentales relativas al sistema político general, a la estrategia y a la visión? Sólo cuando los actuales actores políticos dominantes dejen de reforzarse mutuamente y, por el contrario, se vean obligados a rendir cuentas, empezará a verse un atisbo de esperanza para un cambio positivo y fundamental. Será entonces cuando las elecciones tengan un significado distinto y servirán a un propósito diferente.
* Alaa Tartir, palestino, es investigador y coordinador académico del Instituto de Altos Estudios Internacionales y del Desarrollo (IHEID) de Ginebra, becario del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO) y asesor de programas y política de Al Shabaka, Red de Políticas Palestinas. Sus publicaciones pueden consultarse en www.alaatartir.com.