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Algunas conclusiones tras las elecciones locales en Turquía

Fuentes: Rebelión

La segunda derrota del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) en 22 años ha supuesto el triunfo, que algunos definen como histórico, del opositor Partido Popular Republicano (CHP). Por su parte, en las provincias del sureste, Bakur (Kurdistán norte ocupado por Turquía), el triunfo del Partido de la Igualdad de los Pueblos y la Democracia (DEM), de mayoría kurda, ha sido arrollador y ha estado acompañado de maniobras desde Ankara para revertir los resultados.

La derrota del AKP es el resultado de una suma de factores que han jugado en su contra. En primer lugar, los argumentos ligados a la economía. La depreciación de la lira, el aumento de los precios, los costes y sobre todo la altísima inflación. A ello habría que sumar el descontento de buena parte de los miles de nuevos jubilados a los que se les ha ajustado un pago muy bajo de las pensiones.

En segundo lugar, están los errores del propio partido. Una mala selección de los candidatos, sobre todo en las grandes ciudades, la mayor burocratización del mismo y el alejamiento de las bases.

Un tercer punto, lo encontramos en la competencia conservadora e islamista. Si en las últimas elecciones estas fuerzas fueron en alianza con el AKP, en las elecciones municipales se han presentado por su cuenta, lo que ha implicado una pugna por el mismo voto. El islamista Partido Nuevo Bienestar (YRP) ha aprovechado su discurso contrario a la “timidez” del gobierno en el apoyo a Gaza, así como en las políticas económicas del AKP, para quitarle una buena parte de los votos tradicionales del partido de Erdogan.

También el Partido de Acción Nacionalista (MHP), se ha presentado en solitario y ha hecho una campaña contra los refugiados sirios que le situaba en una posición ventajosa en determinadas ciudades.

Y, por último, se ha constatado una cierta fatiga con el partido gobernante después de tantos años en el poder.

El triunfo del CHP se ha labrado en base a un abanico de movimientos acertados. Por un lado, tras el cambio de liderazgo, ha sabido montar una campaña en torno a las figuras de los candidatos Ekrem Imamoglu (Estambul) y Mansur Yabas (Ankara) entre otros. Además, los dirigentes del CHP han sabido tejer una importante red de alianzas tácticas con un importante número de pequeños partidos que han decidido jugar la baza del CHP para derrotar al AKP. 

Y, sobre todo, el apoyo del DEM en las grandes ciudades turcas con una importante presencia kurda. También, ha presentado una postura más flexible en torno al laicismo para atraer votos desde otros campos ideológicos.

El otro gran vencedor de la cita electoral fue el DEM pro-kurdo. Así lo han señalado sus representantes al afirmar que “la victoria de las masas democráticas de Bakur, partidarias de la igualdad y del cambio político son un éxito, a pesar de las dificultades que tuvieron que hacer frente, como la criminalización, militarización y votaciones manipuladas desde Ankara”.

Para el movimiento kurdo, las elecciones locales son claves, ya que es a través del poder local desde donde avanzan en la gestación del autogobierno e implementan políticas que no tendrían cabida de otra manera en Turquía. A través de este triunfo, han recuperado la mayoría de los municipios que el gobierno central les había arrebatado con maniobras administrativas tras las elecciones anteriores.

Anticipar en futuro no es sencillo. En los próximos cuatro años no hay ninguna cita electoral prevista, lo que presenta un escenario que intentarán aprovechar los diversos actores en su favor.

El AKP, es consciente que la fortaleza del partido no es comparable con el hasta ahora apoyo que recaba Erdogan, y por eso intentará aprovechar los próximos dos años para revertir algunas de las causas de su derrota y presentarse en 2028 con un panorama económico y político más favorable.

Dentro del partido hay dos posturas tras la derrota. Una busca rejuvenecer los principios del partido y volver al paradigma inicial, la democracia-islamista. La otra, continuar el rumbo actual, sin cambios profundos. Erdogan parece que ya ha apostado por la primera, una reforma profunda y de manera rápida, para detener “la pérdida de sangre y alma”.

Un punto a su favor es que la abstención, más elevada que en otras ocasiones, ha castigado sobre todo al AKP, lo que le permite buscar medidas para recuperar sus votos tradicionales, tanto los que han ido a otras formaciones islamistas y conservadoras, como los que no han ido a votar.

El CHP deberá mantener equilibrios en torno a las alianzas que le han apoyado. Además, intentará a través de la gestión de las grandes ciudades, presentarse como alternativa al gobierno actual.

En este contexto la realidad kurda también tendrá su peso. El AKP puede jugar nuevamente la baza represiva para desviar la atención sobre otros temas. La ley aprobada en 2016, que, mediante la utilización de poderes de emergencia, le permitió destituir alcaldes electos en Bakur y nombrar administradores del gobierno en su lugar (más del 75% de los votantes kurdos fueron privados de su representación de esa manera en 2019). Esa política busca negar, destruir o asimilar al pueblo kurdo, evitando que desarrolle a través del poder local una alternativa de futuro para su pueblo.

Una cierta transformación puede estar abriéndose camino en Turquía. La dinámica sociopolítica puede estar cambiando. Podemos estar ante un cambio de paradigma, donde se produzca una evolución de posturas e identidades. Los sectores jóvenes pueden romper esa polarización, secular y religiosa, lo que unido a un cierto acercamiento del CHP hacia una solución democrática del conflicto kurdo nos mostraría un nuevo escenario. Lo que para unos es un punto de inflexión, para otros puede ser un hito.

Txente Rekondo.- Analista internacional

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.