Turquía se ha mostrado como un país que no está dispuesto a aceptar la eliminación del grupo terrorista EIIL convertido en un punta de lanza de los intereses políticos y económicos del gobierno de Ankara en la zona. El derribo de un avión de combate ruso – un caza bombardero ruso Sujoi Su-24 – en […]
Turquía se ha mostrado como un país que no está dispuesto a aceptar la eliminación del grupo terrorista EIIL convertido en un punta de lanza de los intereses políticos y económicos del gobierno de Ankara en la zona.
El derribo de un avión de combate ruso – un caza bombardero ruso Sujoi Su-24 – en la frontera entre Siria y Turquía, donde desarrollaba labores de lucha contra grupos del movimiento terrorista, es muestra de la complicidad de Ankara con el terror salafista. El derribo del bombardero y la muerte de los pilotos rusos generó la indignación de Moscú. Según medios de prensa rusos «El avión militar ruso Su-24 regresaba a la base aérea de Jmeimim cuando fue derribado por un caza turco F-16 en el territorio de Siria». El Ministerio de Defensa ruso agregó que «el análisis de los datos de vuelo registrados han mostrado claramente que no ha habido una violación del espacio aéreo turco».
Moscú acusó al gobierno de Recep Tayyip Erdogan de asestar, con este hecho, una puñalada en la espalda a Rusia. No sólo porque de esta manera se genera una tensa situación entre ambos gobiernos, sino también porque ha quedado demostrado, que Turquía no está dispuesta a apoyar una campaña cuyo objetivo sea derrotar a uno de los engendros políticos y militares que ayudó a nacer y del cual se beneficia., en materia de sostener sus propia campaña contra la población kurda tanto en territorio turco, como el sirio e iraquí. Como también beneficiarse del robo de petróleo de los pozos ubicados en territorios dominados por el movimiento terrorista takfirí, violando con ello todas las disposiciones legales internacionales, que prohíben comerciar con el saqueo de las riquezas naturales de pueblos sometidos a la agresión militar.
Turquía compra el barril de petróleo robado en Siria e Irak a 15 dólares el barril y lo revende, no sólo en su mercado interno, sino que lo distribuye en Israel y países europeos donde es muy fácil determinar su origen si se usan métodos de trazabilidad, al cual se niegan los gobiernos europeos. Denuncia que el gobierno ruso había efectuado en el seno de la última reunión del G-20 – celebrada precisamente en Turquía – donde el presidente Putin reveló fotografías aeroespaciales dando muestra de la magnitud del robo de hidrocarburos y consignando, que 40 naciones, dentro de ellas importantes miembros del G-20, participan del apoyo y financiamiento de los grupos terroristas takfirí y eran, por tanto, responsables de la agresión contra los pueblos de Siria e Irak. Como también de los sucesos derivados de este tipo de conducta claramente violatoria del ordenamiento jurídico internacional.
Entre los clientes del crudo robado de Irak y Siria figuran algunos países europeos, que lo compran a un precio irrisorio, según indicó a finales del 2014 el director del Servicio Federal de Seguridad de Rusia – FSB – Alexánder Bórtnikov y que ha sido confirmado por la inteligencia alemana, sus medios de comunicación e incluso por el propio gobierno estadounidense, que ha señalado «haber cometido un error en la apreciación sobre la real magnitud del contrabando de petróleo a manos de Daesh», operaciones donde Turquía tiene un papel estelar y con claro beneficios a su gobierno. El periódico británico The Guardian denunció en julio del 2015 que «altos funcionarios del gobierno turco y miembros del ISIS estuvieron en contacto directo para realizar transacciones financieras para comprar petróleo robado de Irak y Siria». Las informaciones que se manejan al respecto, consignan que el petróleo robado en Siria por el Frente al Nusra es vendido por Exxon Mobil – la compañía de los Rockefeller que tiene sus dominios en Qatar – uno de los financistas principales del terrorismo takfirí. Mientras que el petróleo robado por Daesh se comercializa a través de la empresa Aramco, que es una compañía de capitales estadounidenses y de Arabia Saudita.
Punta de lanza para la intervención
Para el presidente ruso, Vladimir Putin, el derribo del avión ruso en territorio sirio muestra que «la pérdida de hoy nos la dieron en la espalda los cómplices del terrorismo» acusando directamente a Turquía de aliado del terror takfirí. El mandatario ruso afirmó que este tipo de acciones son sucesos que exceden el marco de lucha contra el terrorismo y que tendrá «graves consecuencias para las relaciones entre Turquía y Rusia». Por lo pronto el gobierno ruso convocó al Kremlin al agregado militar turco en la capital moscovita y suspendió un viaje programado a Ankara del jefe de la diplomacia rusa, el canciller Serguei Lavrov quien declaró que «observamos con alarma e aumento de las amenazas terroristas que ahora vienen desde territorio turco y ello es independiente del incidente que ha significado el derribo del Su- 24»
Turquía, por su parte, como miembro de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte – OTAN – convocó a una reunión de urgencia de esta alianza militar, para tratar el caso del incidente que lo involucra y que puede generar un clima de enorme tensión frente a la posibilidad de una fuerte respuesta de Moscú a este hecho, que se une a las acciones terroristas sufridas por Rusia, como fue el caso del atentado contra un avión de pasajeros en Egipto y que significó la muerte de sus 233 pasajeros. Para Rusia, el hecho que Ankara haya convocado a su aliados militares en lugar de ponerse en contacto con el país agredido es una muestra de una conducta poco amistosa, lo que supone una ruptura de lo que Putin calificó como «los lazos amistosos entre los dos países. ¿Quieren acaso poner a la OTAN al servicio del Estado islámico? En lugar de establecer contacto con nosotros de inmediato como debe hacerse, por lo que sabemos Turquía se dirigió a sus socios de la OTAN para discutir el tema, como si nosotros hubiéramos derribado su avión, y no ellos el nuestro», sostuvo un iracundo Putin, en el marco de una reunión sostenida con el Rey Abdalá II de Jordania.
Turquía había advertido, a inicios del mes de octubre, cuando Rusa inició sus operaciones contra el terrorismo de Daesh y otros grupos takfirí en territorio sirio en apoyo de su sociedad, que la presencia rusa en Siria y cerca de la frontera con su país podría ocasionar algún tipo de dificultades, sobre todo considerando que el gobierno de Ankara, unilateralmente, había decidido crear la denominada Zona de Exclusión Antidaesh – ZEAD -destinada a facilitar las acciones desestabilizadoras contra el gobierno sirio, permitiendo el libre paso de mercenarios, logística y pertrechos militares por parte de Daesh a territorio sirio. Hechos denunciados por los propios medios de comunicación turcos y que significaron una fuerte represión del gobierno de Erdogan a esos medios.
El día 5 de octubre el primer Ministro Turco, Ahmed Davutoglu, señaló al canal de televisión turco Haber Turk, que ante la posible violación del espacio aéreo de su país «Nuestras reglas de intervención son claras para quienes violen nuestro espacio aéreo. Nuestras fuerzas armadas tienen instrucciones claras sobre este tipo de infracciones. Aunque sea un pájaro volando, será interceptado. Y ante la posibilidad de una crisis frente a la posibilidad de un incidente aéreo nuestros canales permanecen abiertos deseando que Moscú abandone sus malas actitudes».
Para Ankara esas malas actitudes tienen que ver con la postura firme de Moscú de defender al gobierno sirio, frente a la política de agresión de occidente y sus aliados, entre ellos Turquía, en oposición al deseo y la conducta de la Coalición Internacional liderada por Washington que insiste en la salida de Bashar al Assad previo a cualquier idea de término del conflicto, avalando con ello que Daesh es un simple peón en la estrategia hegemónica occidental y sus aliados de la triada Ankara-Tel Aviv- Riad. La creación de la «Zona de Exclusión Anti-Daesh» ZEAD- en Siria, han mostrado fehacientemente, que los planes de agresión contra Damasco han pasado de una etapa de apoyo al terrorismo a una clara intervención directa y pública en la guerra contra el país levantino, que sólo se ha visto postergado en su aplicación directa, gracias a la intervención de la Federación Rusa y la República islámica de Irán en la lucha contra el terrorismo takfirí.
Con la decisión de crear esta ZEAD, consensuada entre Ankara y Washington, se persigue concretar la vieja práctica, ya aplicada en la agresión a Serbia y posteriormente en Libia de crear sectores que estarían dotados, dentro del territorio sirio, de una autonomía de facto, que sería protegida por fuerzas militares extranjeras – terrestres y aéreas – disgregadas en el territorio sirio y por ende, fuera del alcance del poder del gobierno central sirio. El comienzo de esta operación se ha iniciado con la conformación de esta ZEAD pero que en verdad constituye un área de exclusión, cuya superficie de 10 mil kilómetros cuadrados, equivale al tamaño de El Líbano. Una franja de terreno ubicada en la frontera turco-siria entre las localidades de Yarablus y Azaz, que cumple un doble objetivo para las pretensiones del gobierno de Erdogan, avalado y autorizado, lógicamente por el gobierno estadounidense: detener los avances de las fuerzas kurdas en su lucha contra Daesh y consideradas un peligroso ejemplo para la población kurda que en un 20% conforma el total de la población de Turquía y al mismo tiempo, tener una base de operaciones, dentro del territorio sirio, que le permita seguir conspirando y ejecutando acciones, para derrocar al gobierno de Bashar al Assad.
En ese marco de operaciones, sin duda, la presencia efectiva de las fuerzas rusas y sirias, los bombardeos a las posiciones salafistas son un obstáculo al trazado del plan de agresión contra Siria. Y así, es necesario entonces implementar, ya sea operaciones de bandera falsa como fue el atentado en Ankara el pasado mes de octubre o derribar un avión ruso que tensione las relaciones y permita a la OTAN intervenir bajo el manto de la «seguridad y la paz internacional» viejo y falso eufemismo que esconde las aspiraciones hegemónicas de esta alianza militar.
Los medios occidentales han comenzado a transmitir la versión turca respecto a que el avión ruso violó el espacio aéreo turco, así como se ha hecho eco que la aviación rusa ha bombardeado posiciones de lo que occidente denomina rebeldes moderados y sindicados como aliados en la lucha contra Damasco. El gobierno ruso ha desmentido tajantemente la versión turca presentando sus propias pruebas respecto a que el Sujoi Su 24 volaba un kilómetro dentro del territorio sirio en la frontera con Turquía. «El avión militar ruso Su-24 regresaba a la base aérea de Jmeimim cuando fue derribado por un caza turco F-16 en el territorio de Siria», ha señalado el Ministerio de Defensa, que ha agregado que «el análisis de los datos de vuelo registrados han mostrado claramente que no ha habido una violación del espacio aéreo turco»,
Más allá de los dimes y diretes, el derribo del bombardero ruso muestra la delgada línea que separa las posiciones de aquellos que luchan activamente contra los grupos terroristas Takfirí, sean estos Daesh, Frente al Nusra u otros que Occidente califica como moderados, de aquellos que como Turquía, Jordania, Arabia Saudita y las Monarquías del Golfo Pérsico consideran aliados en su deseo de derrocar al gobierno de al Assad. Entre esos grupos que actúan bajo las órdenes de gobiernos rivales de Damasco, se encuentran las artificiales Brigadas Turcomanas – que operan en territorio sirio – y que se han adjudicado la muerte de los dos pilotos rusos derribados en la frontera entre Siria y Turquía. Si esto se confirma, Moscú intensificará, con toda razón sus ataques contra aquellos movimientos que no son de Daesh ni Frente al Nusra, con el convencimiento que sus acciones terroristas deben ser combatidas con la misma fuerza.
Ankara está dispuesto a jugarse el todo por el todo con tal de recibir las migajas de la mesa de los poderosos de Washington, Berlín, París y Londres, en este afán ya enraizado en su política interna y externa de mirar a la Unión Europea como su norte. Para ello está dispuesto a asestar puñaladas a diestra y siniestra, complacer a sus amigos europeos y de Washington, cooperar con la inteligencia israelí, vender su alma con tal de cruzar el Bósforo definitivamente, en el plano político y ser considerado uno más de los miembros del club europeo.
Y dentro de esas labores está cumplir las tareas sucias, ya sea en el apoyo efectivo a grupos terroristas como Daesh, perseguir a los grupos opositores y la minoría turca y comenzar su labor de campo de retención de los cientos de miles de refugiados que tienen a Europa como norte. Turquía y su confianza en la alianza militar con la OTAN está dispuesta a pagar cualquier costo frente a la posibilidad de ser admitido en el club europeo, aunque ello conlleve una confrontación directa con Rusia. Misma labor que cumple el gobierno de Poroshenko en Ucrania. Turquía está jugando con fuego, esperanzado con los bomberos de la OTAN lleguen a tiempo para apagar un incendio con consecuencias imprevisibles para una zona ya en llamas.
Artículo del Autor Cedido por Hispantv
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