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Anuncian tormenta en El Paso

Fuentes: Rebelión

Los Estados Unidos no sólo poseen la facultad de crear las llagas. A veces, incluso, son capaces de poner el dedo ejecutor en ellas. Luis Posada Carriles es un caso paradigmático. Educado desde temprana edad por la CIA, no hizo otra cosa que obedecerle como perrito faldero y aplicar con bastante éxito las fórmulas para […]

Los Estados Unidos no sólo poseen la facultad de crear las llagas. A veces, incluso, son capaces de poner el dedo ejecutor en ellas. Luis Posada Carriles es un caso paradigmático. Educado desde temprana edad por la CIA, no hizo otra cosa que obedecerle como perrito faldero y aplicar con bastante éxito las fórmulas para matar que había aprendido. Lo hizo tan bien, que comenzó a obrar por su cuenta y, como Bin Laden, terminó poniendo bombas sin permiso y comprometiendo más de lo debido a la Agencia. No nos habría asombrado si, antes de que apareciera en Miami, Bush hubiera desatado una guerra en Latinoamérica con el pretexto de que el tipo andaba por ahí escondido después de asesinar, por pura venganza hacia sus advenedizos jefes, a unos cuantos norteamericanos.

Posada Carriles logró colarse en los Estados Unidos, el único lugar donde él podría esperar una compensación a su larga hoja de servicios. Pero su sola presencia es una denuncia, y el dolor de cabeza ya amenaza con el infarto cerebral. La administración norteamericana no solo tendrá que tomar cartas en el asunto por más que intente dilatar el trámite migratorio, sino que deberá afrontar la olla de grillos que se ha destapado en Miami y que difícilmente podrá ignorar la opinión pública de ese país.

Por donde quiera que se asoma Posada Carriles, aparece la oreja peluda de la doble moral estadounidense en torno al terrorismo. Y en las últimas 48 horas el asunto se ha enredado más de la cuenta. La muerte de Orlando García, el ex funcionario de la DISIP y rival gansteril de Posada en Venezuela, promete nada menos que una grabación en la que aparecerá «toda la verdad» de la voladura del avión en 1976, crimen del que es acusado Posada Carriles y que costó la vida a 73 personas.

Los meteorólogos políticos vaticinan que si aparece, la cinta le echará más leña al fuego a esta hoguera de las vanidades terroristas, como ocurrirá en los próximos días con el debate sobre el destino del periodista Jim DeFede, expulsado este domingo de The Miami Herald, supuestamente por grabar sin consentimiento las últimas declaraciones de un suicida (el ex Comisionado de Miami Arthur Teele). Es vox populi que la medida muestra la desesperación de los editores del Herald por sacarse de encima a DeFede, un redactor incómodo que siempre le ponía el mismo apellido a los «actos» del soldado Posada Carriles: terrorismo.

Pero tal vez el escándalo más prometedor es el que se avizora en El Paso, Texas, después del inesperado anuncio del juez William Abbot en la audiencia del 25 de julio. No solo desestimó la fianza solicitada por los abogados de Posada Carriles, sino que anunció para las próximas semanas una nueva vista que definirá el carácter de la participación del cubano-venezolano en la invasión de Girón, otra de las evidencias terroristas en el expediente que podría sustentar la deportación del preso. La simple mención de la Bahía de Cochinos generó estupor en la defensa: «¿pero cómo, si la invasión contra Cuba la financió el gobierno americano y Posada Carriles es un héroe de esa guerra?»

La tormenta que va a desatar El Paso no tiene que ver con la salida asombrosa del juececillo Abbot. Ni tampoco con el hecho de que la simple mención de la palabra «héroe» revistiera, en la bocaza del abogado Eduardo Soto, un carácter tan irremediablemente obsceno. Ni siquiera importa gran cosa que tanto en El Paso, como en Miami, los abogados utilizaran el idioma castellano como una lengua rufiana, preñada de amenazas, alardes anticomunistas y chancleteo tropical. No. La promesa de tormenta está en la posibilidad de ventilar públicamente -audiencia mediante o no- los trapos sucios de los Estados Unidos, y la práctica por décadas del terrorismo de Estado y el uso de mercenarios sin escrúpulos de ninguna especie, como Luis Posada Carriles.

Entre gansters todo es posible. Cuando un periodista del Canal 41 le preguntó a Soto que si aceptará la acusación de terrorismo que pesa sobre Luis Posada Carriles, el abogado respondió amenazadoramente: «si el juego se va a ensuciar con eso, vamos a ensuciarlo todo». ¿Piensa acusar a la CIA?, ripostó el entrevistador. Con cara de jugador de poker, Soto añadió rápidamente: «No tengo ahora comentarios sobre eso.»

Por tanto, hablando de obscenidades, infinitamente más lamentables que los patinazos histéricos de los abogados y las supuestas heroicidades de Posada, han sido los encandilados discursos de Bush contra el terrorismo, mientras intenta tapar con el silencio y el olvido el escandaloso ¿pasado? terrorista de ese país. Algo que una rata como Luis Posada Carriles no está dispuesta a olvidar por tal de salvar el pellejo.

Que nadie se imagine que lo ha visto todo. Miami es un circo con una capacidad asombrosa para los trucos y esta función recién ha comenzado. Posada solo está alborotando a las hienas de Miami y a otros carroñeros afines. Sabe que el show puede procurarle inimaginables beneficios.