Ponencia de la Conferencia de Stuttgart. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Empiezo agradeciendo a todos los organizadores; sé todo el esfuerzo que supone reunirnos a todos. Es un gran logro, y como mencionaron ayer Mazin Qumsiyeh, Haidar Eid y Lubna Masarwa, los organizadores también nos han dado la oportunidad de encontrarnos y les estamos muy agradecidos por esta oportunidad y por poder reunirnos. Debido a la opresión israelí es más fácil reunirnos aquí que en Palestina, donde deberíamos habernos reunido y donde esperemos que lo hagamos un día sin tener que acudir a estas heladas montañas de Stuttgart para crear una vida común.
Creo que lo esencial de la historia sionista es que no permite a la gente llevar una vida normal y ser amigos normales, y obligarles a pasar por todo tipo de penalidades para poder satisfacer el muy elemental impulso humano de vivir juntos.
Vivimos tiempos muy extraños. Por una parte, como activistas no podíamos haber soñado un mejor gobierno israelí. Creo que este gobierno hace completamente redundante cualquier análisis sofisticado de qué es el sionismo en Israel. Es muy fácil exponer no solo las políticas israelíes sino también la ideología racista que está detrás de ellas. Por otra parte, la economía de Israel es la que más éxito ha conocido en los tres últimos años; ha ido mucho mejor que la de Alemania, mucho mejor que la de la mayoría de las potencias económicas de Occidente; su sistema bancario es muy estable, su moneda es una de las más fuertes del mundo y no sufre ninguna de las dificultades que han afectado a las economías capitalistas occidentales en estos tres últimos años.
El resultado es una diferencia muy desconcertante entre lo que la mayoría de las personas decentes de Occidente piensa de Israel y lo que los israelíes, especialmente los judíos israelíes, piensan de sí mismos. Creen que viven en una sociedad muy próspera, creen que el conflicto árabe-israelí está superado, que ha terminado la cuestión palestina; creen que sí, que hay un problema en Gaza, que hay un problema con Hizbolá en Líbano, pero eso es un problema global y no un problema particular israelí, forma parte de la llamada guerra contra el terrorismo.
Vivimos también tiempos extraños porque vivimos una época en la que se critican severamente políticas particulares y específicas de Israel. La gente se manifiesta contra la masacre en Gaza, se manifiesta contra el ataque a la Flotilla a Gaza y, sin embargo, nadie osa atacar la ideología que está detrás de estas políticas. No hay manifestaciones contra el sionismo porque el Parlamento Europeo considera que incluso una manifestación contra el sionismo es antisemitismo.
Imaginen ustedes si en los días del apartheid en Sudáfrica no se les permitiera manifestarse contra el apartheid en Sudáfrica, sino sólo contra la masacre de Soweto… Esto es un gran éxito israelí. Y Alemania tiene un papel importante en este éxito, en el hecho de que no se analice, no se discuta, no se toque la razón principal de las políticas criminales, sino sólo los síntomas. Yo no soy médico, pero sé que si se tratan sólo los síntomas y no la causa de la enfermedad no se cura al enfermo.
Por lo tanto, creo que lo que verdaderamente necesitamos como activistas (y es más fácil hablarles a ustedes de ello que a personas que no saben nada del conflicto o que se sitúan completamente al otro lado) es cambiar un poco lo que estamos haciendo. No en términos de nuestra campaña de BDS [boicot, desinversión y sanciones a Israel] que está logrando muchos éxitos, o del tipo de cosas que hacemos en Alemania o en otras partes en solidaridad con el pueblo palestino. Creo que es un capítulo admirable en la actividad de la sociedad civil europea, no menos admirable, como se señaló ayer, que el capítulo de la lucha contra el apartheid, pero la mayoría de nosotros seguimos sin utilizar el lenguaje correcto. La mayoría de nosotros seguimos sin utilizar el tipo de vocabulario que deberíamos emplear para transmitir el mensaje en relación al problema del que nos ocupamos.
Porque una de las paradojas de lo que está ocurriendo en Israel y Palestina es que, por una parte, no es una historia complicada, es algo ya conocido, unos colonos europeos que llegan o bien asesinando masivamente o bien expulsando a la población originaria [1]. Los sionistas no han inventado absolutamente nada nuevo a este respecto. Y, por otra parte, con ayuda de sus aliados en todas partes, incluido este país, Israel logró construir esta compleja explicación de que es un asunto tan complejo que sólo ellos pueden entenderlo. Y no se nos permite interferir en este análisis, especialmente si se es alemán, porque es muy complejo.
No, no lo es, en realidad no es complejo. Y ésta es la razón por la que es tan importante la historia. De lo que la historia trata es de comprender la no tan compleja historia de lo que era el movimiento sionista y de lo que está haciendo a la población originaria y nativa de Palestina. En efecto, estoy de acuerdo en que hay otras cuestiones relacionadas con ésta, el destino de los judíos en Europa, el holocausto, las relaciones entre la Cristiandad y el Judaísmo a lo largo de los últimos 2.000 años, pero eso son pormenores. No son la historia principal, forman parte de la historia, pero no se debe empezar por ahí.
Por esa razón en Israel, incluso, por desgracia, los estudiantes palestinos que son ciudadanos israelíes, cuando aprenden la historia de su país empiezan en Odessa. Recuedo a uno de mis alumnos de la universidad que me preguntó: «¿puede explicarnos por qué nosotros, que nacimos en R… o en S… o en el Negev, Tenemos que empezar nuestra historia en Odessa?» Ni siquiera sabían qué era Odessa. Y le contesté que era porque están bajo la ocupación incluso dentro de Israel, no sólo en Cisjordania, no sólo en Gaza; los palestinos dentro de Israel también están bajo la colonización y si no lo entendemos no saldremos del impasse.
Porque el llamado «proceso de paz» que se inició en 1967 está teniendo lugar en Marte, en la luna… Este es el único proceso de paz en la historia que conozco que ni tiene la menor relación con el problema que se supone está resolviendo. De lo que estuvieron hablando en Ginebra en 1977, en Madrid en 1991, en Oslo en 1993 tenía muy poco que ver con la esencia del problema. Trataba los síntomas, de acuerdo, pero no la esencia.
Y éste es el segundo mayor éxito israelí, que no sólo la opinión pública no trata la esencia del problema, sino que también el proceso de paz logra con enorme éxito evitarla. Así pues, si uno se remonta a la historia y utiliza hoy el lenguaje correcto, no es anacrónico, como alguien trataba de decir esta mañana, sino que en realidad es una persona muy pertinente y completamente puesta al día. Voy a explicar lo que quiero decir.
Si alguien dice que el sionismo es colonialismo, es el estudiante más joven y más al día que haya conocido. Cualquiera que trata de disuadirlo diciéndole que eso es anacrónico, que no ayuda, que es antisemita… es él o ella misma antisemita. Y vive en la luna o en Marte y puede seguir hablando acerca de algo que no tienen nada que ver con lo que es está ocurriendo sobre el terreno. En realidad, si alguien sabe hebreo, sabe que desde 1882 hasta nuestros días toda la lengua hebrea, que se construyó para describir lo que el movimiento sionista está haciendo en Palestina, utiliza una y otra vez las palabras «hityachwut, hituachahut«, y la única manera de traducirlas es COLONIZAR, no hay otra traducción.
Así pues, el movimiento sionista a finales del siglo XIX, cuando el colonialismo tenía muy buenas relaciones públicas, utilizada encantado la palabra colonizar. Pero después se dieron cuenta de que el colonialismo no era tan popular, así que lo tradujeron de otra manera, encontraron la palabra settlement [asentamiento], que significa otra cosa en inglés , y encontraron las palabras «sí, está colonizado, pero no es como «colonizar», es algo diferente». Y de nuevo [afirman que] es complejo y que sólo nosotros, los judíos israelíes entendemos por qué la colonización israelí y el colonialismo blanco en África no son lo mismo.
Pero si uno no es un judío israelí, no puede entenderlo; si no es un judío israelí sionista, por su puesto que no puede entenderlo. Y creo que es importante recuperar esto en nuestra enseñanza, en nuestras escuelas, en nuestro enfoque hacia el público, en nuestras negociaciones con la elite política en este país y en Occidente, y decirles: están tratando con el último proyecto colonial y por extraño que resulte, incluso en el siglo XXI este proyecto colonial emplea las mismas tácticas que el colonialismo del siglo XIX.
Y creo que, como en la época del colonialismo, cada persona decente en Occidente no se pondrá de parte del colonialismo. Pero hay que limpiar el lenguaje, hay que limpiar la mente y pensar que es completamente irrelevante lo que la gente diga de lo que uno dice. No importa lo que digan; lo considerarán a uno antisemita aunque apoye la solución de los dos Estados porque eso significa que uno no apoya la solución de los dos Estados tal como ellos la entiende. Puesto que uno no entiende el problema, piensa que la solución de los dos Estados significa un Estado soberano e independiente en Cisjordania y Gaza; no, [quien así piensa] no entiende el problema.
El Estado para los palestinos consiste en dos bantustanes, divididos a su vez en doce en Cisjordania y encerrado como en un campo de concentración en la Franja de Gaza, sin conexión entre ellos y con una pequeña municipalidad en Ramala a la que llamarán gobierno: en eso consiste el Estado. Y si usted no comprende que esto sea un Estado, eso demuestra que todavía tiene que aprender acerca de la complejidad del conflicto.
El colonialismo es un mensaje del pasado que deberíamos aprender y con el que deberíamos tratar, y deberíamos reclutar tanto a los veteranos como a las cohortes de combatientes más jóvenes para trabajar por algo que para lo que universalmente debería ser muy fácil reclutar gente: la lucha contra el colonialismo, la lucha contra la idea de que algo exterior tiene derecho a demoler la vida de la gente del interior. Y lo hicieron en 1882, en 1948 y lo hicieron ayer en el Negev o en Cisjordania, y lo harán la semana que viene si nosotros seguimos hablando de conversaciones de paz, de la solución de los dos Estados y de todo tipo de conceptos irrelevantes que no tienen nada que ver con la realidad sobre el terreno.
El segundo concepto del pasado que creo que deberíamos insistir en transmitir a la gente, ya sea cuando tratamos de protestar por algo que Israel está haciendo hoy o cuando conmemoremos en enero lo que Israel hizo en Gaza, o cuando conmemoremos en mayo el crimen que Israel cometió en 1948, es el de la limpieza étnica.
Por supuesto, este es un concepto que se desarrolló en la década de 1990 debido claramente a lo que ocurrió en las guerras de los Balcanes, pero incluso antes de ello la comunidad internacional lo consideraba una política e ideología inaceptables. El genocidio es lo único que la comunidad internacional considera peor que la limpieza étnica. Y con mucha frecuencia ambos están relacionados, como podemos ver en otros lugares y como podemos ver en Israel y Palestina. Cuando se permite seguir una política de limpieza étnica no hay que extrañarse si quienes la perpetran dan un día el paso hacia el genocidio porque en ambos casos hay que deshumanizar totalmente a las personas a las que se está expulsando o masacrando, aunque sean niños: hay que deshumanizarlas totalmente.
Cualquier persona que haya vivido en Israel el tiempo que yo he vivido sabe que la principal corrupción que sufre la gente a través del servicio militar es la deshumanización total de los palestinos. Por esa razón cuando un soldado [israelí] ve un bebé palestino, no ve un bebé sino a un enemigo potencial. El camino entre echar de la casa a patadas al bebé y matarlo no es demasiado largo. Creo que el mensaje que hay que transmitir sobre la limpieza étnica es un mensaje de criminalización, no de las políticas del Estado de Israel, sino de criminalización del Estado de Israel. Y es lo que deberíamos hacer.
Deberíamos hacerlo porque sólo un enfoque fascista de la vida afirmaría que en cada condición histórica un Estado y un país son lo mismo. No, no lo son. A veces un Estado es lo peor que le puede ocurrir a un país. Y lo peor que le puede ocurrir a Palestina es el Estado de Israel. Si queremos convertir el país Palestina en un lugar en el que las personas puedan vivir como iguales, de hecho vivir en muchos sentidos mejor que en otras partes de Oriente Próximo, incluso quizá mejor que en algunas partes de Europa, hay que poner en primer plano el país a expensas del Estado. Sé que no es fácil y no se trata de poner en tela de juicio el derecho de los Estados a existir.
Somos individuos, somos activistas, no tenemos capacidad para desafiar el derecho de un Estado a existir, no podemos eliminar los Estados (Israel tiene poder para eliminar Estados), lo que nosotros tenemos es el poder moral de decir a la gente que el tipo de Estado que han fundado y el tipo de Estado que están manteniendo es destructivo para el país en el que existen. La creación de ese Estado llevó en 1948 a la expulsión de la mitad de la población originaria de Palestina. Muéstrenme cualquier otra situación en la historia en la que la comunidad internacional, bajo el eslogan de la paz, venga y diga: para convertir a este país en un lugar pacífico tengo que echar a la mitad de las personas que viven en él
Sólo en Israel y Palestina tenemos este extraño momento histórico en el que las Naciones Unidas, encarnando la voluntad de la comunidad internacional, dice al mundo que permiten a Israel echar a la mitad de la población palestina en nombre de la paz. Y una vez que se ha empezado de esta manera la historia de Israel es muy difícil retractarse. Hay que explicar que, en realidad, hay que estudiar la historia y remontarse a los años 1947 y 1948, y afirmar que la partición, o la idea de la partición, es una idea inmoral. Ni siquiera es una buena idea política, aunque, por supuesto, eso no se podía saber en 1947. Puedo entender que en 1947-1948 se dijera: «veamos si dividiendo el país en dos» puede funcionar. ¿Quién podía saberlo?
Pero sesenta años después, ¿se puede seguir pretendiendo que dividir en dos el bebé es diferente del juicio de Salomón? Ustedes conocen el juicio de Salomón, ¿verdad? Conocen la historia del niño y las dos madres, y que la verdadera no quería que cortaran a su hijo en dos. Sabemos quién es la verdadera madre en el caso de Israel y Palestina y sabemos quién desea todo el tiempo dividirlo. Así pues, creo que toda la idea de la limpieza étnica está relacionada con el apoyo internacional que se le ha dado, no un apoyo directo, sino el acuerdo y el consenso de la ONU y después de la Comunidad Europea, y más tarde aún, de Estados Unidos, para decir que la única manera de que la paz sea posible en Palestina es que los israelíes expulsen a bastantes palestinos y se apropien de una parte suficiente de Palestina para crear «la única democracia de Oriente Medio».
Con el proyecto sionista han corrompido todo el sentido común del lenguaje que teníamos en Occidente a finales de la década de 1940 y principios de la de 1950. ¿Así es como establecen ustedes una democracia, expulsando a la población originaria para poder obtener una mayoría judía? Pero eso es lo que creen todos los jóvenes judíos. En los departamentos de ciencias políticas aprenden que para construir una sociedad democrática en la que la mayoría pueda decidir qué hacer, uno tiene derecho en primer lugar a definir quién es la mayoría, aunque sea asesinando a la otra parte, de manera que uno esté seguro de cuál será el resultado en las elecciones democráticas.
A los israelíes no les parece en absoluto extraño que si se establece una democracia también se puede perpetrar una limpieza étnica y un genocidio para obtener al buen electorado para la futura democracia. Pero muchas personas en Occidente consideran que Israel es un Estado democrático porquela mayoría vota y decide qué hacer. El hecho de que esta mayoría se tenga que mantener todo el tiempo por medio de una limpieza étnica, masacrando y colonizando a la gente, metiéndola en enormes ghettos como en Gaza, nunca se menciona como parte de la democracia israelí.
Creo que esto es lo que deberíamos poner en primer plano. Según la ideología sionista, la única manera mantener Israel como un Estado democrático es seguir siendo un Estado criminal. Es casi como permitir en el peor tipo de cárcel, al peor tipo de criminales tener un sistema democrático por la fuerza de sus armas, por la fuerza de la brutalidad, por la fuerza de su puro poder.
El tercer y último concepto del que quisiera hablarles proviene del colonialismo y la limpieza étnica, que son los principales motores ideológicos que sustentan el Estado judío. En efecto, la limpieza étnica y el colonialismo son las razones por las que tenemos un Estado judío en Israel. Por supuesto, esto no es lo que nos enseñan, ni a israelíes nacidos ahí ni a las personas que apoyan a Israel en todo el mundo. Se nos habla de dos ideologías diferentes: se nos habla de la necesidad de encontrar un lugar seguro para los judíos y sabemos que éste no es un lugar seguro para los judíos, todo lo contrario (el único lugar inseguro para los judíos es Israel, que es donde han muerto grandes cantidades de ellos desde 1948), y este es el lugar en el que los judíos pueden recrearse en tanto que movimiento nacional y en el que pueden ejercer el derecho de autodeterminación.
Pero sabemos que a Israel no le interesa el derecho de autodeterminación para los judíos, por eso lleva a cientos y miles de no judíos de todas partes del mundo a asentarse en Israel, porque lo que le importa a Israel no es el derecho de autodeterminación para el pueblo judío, sino asegurar que no es un Estado árabe. Si uno es [de religión] baha’i y vive en una montaña del Himalaya, pero claramente no es árabe, será bienvenido en cualquier momento como ciudadano judío si desea ir a Israel. No hay problema. Los rabinos asegurarán que es judío y si es varón puede que los rabinos le hagan sufrir una dolorosa operación, pero en conjunto es bienvenido porque no es árabe. Y si es un árabe judío, tendrá que «desarabizarse» o de lo contrario no será bienvenido en la sociedad judía israelí.
Así, el tercer y último concepto es el de la pureza étnica. La pureza étnica del Estado y eso está relacionado con el derecho la retorno. La mayoría de la gente, especialmente algunos de nuestros mejores amigos (y no lo digo irónicamente, puesto que acabo de publicar un libro con Noam Chomsky, al que incluyo en este grupo), algunos de nuestros mejores amigos están en contra del derecho al retorno. Se basan en consideraciones prácticas, afirman que no es realista decir a los refugiados que debería esperar la posibilidad de retornar, piensan que [por el contrario] se les debería animar a pensar en un diferente tipo de futuro, mientras que yo diría que el punto de partida de este análisis no es práctico, no es política «real», porque si la base del análisis es la política real, como hacen Uri Avnery, Noam Chomsky y muchos otros (y no lo digo cínicamente «nuestros amigos», porque lo son, aunque en esto no coincido en absoluto con ellos) eso significa que lo que determina su actitud es el equilibrio de fuerzas.
Pues bien, si lo que determina nuestra actitud es, como oímos ayer, el equilibrio de fuerzas entre el mayor y más fuerte ejército de Oriente Próximo y el poder militar más débil del mundo, ni siquiera deberíamos reunirnos aquí hoy, deberíamos ceder a los dictados israelíes. Sabemos que los israelíes son muy claros en relación a lo que quieren, quieren tener la mayor cantidad posible de Palestina con la menor cantidad posible de palestinos. Lo querían en 1882 y lo quieren en 2010, esto no ha cambiado: han cambiado los medios, han cambiado las circunstancias históricas, pero la visión de lo que sería una floreciente y próspera sociedad israelí es una sociedad que tenga la menor cantidad posible de árabes y la mayor cantidad posible de Palestina. Esto no ha cambiado. Así pues, si la política «real» determina nuestra actitud, deberíamos ceder a esta visión.
En todo caso, no estamos ocupándonos de la política «real» cuando desafiamos lo que quiere Israel. Y la razón por la que los israelíes se niegan incluso a reconocer el derecho al retorno, por no hablar de implementarlo de manera práctica, no es, como alguien pensaría, porque tengan un grave problema de conciencia al admitir que han expulsado y masacrado a un pueblo tres años después del holocausto. Reconozco que en un momento dado yo creí que éste era el problema principal. Lo creí en un momento dado porque soy optimista; como no soy muy alto, veo la mitad llena del vaso. Creía que los israelíes no quieren hablar del derecho al retorno porque personas que, como por ejemplo Uri Avnery, estuvieron implicadas en la limpieza étnica se sentían desgraciadas en relación a ello. Y me parecía que si se hablaba del derecho al retorno se aportaba una especie de panacea, el remedio para el mal.
No, por desgracia, no creo que tenga que ver con esto. Tiene sentido desde el punto de vista sionista: los árabes no son bienvenidos, ya sean árabes a los que hemos expulsado, o árabes a los que nunca hemos tocado, o árabes judíos que insisten en seguir siendo árabes aunque sean judíos, ¡no son bienvenidos porque queremos ser una democracia! Y estas personas querrían venir. Ésta es la razón principal que está detrás de la negativa israelí al derecho al retorno.
Por lo tanto (y acabo con esto), cuando ustedes apoyan el derecho de los palestinos al retorno no sólo apoyan, como entiendo que hacemos todos, el derecho a volver si lo desean de las personas que fueron expulsadas. No sólo reconocen ustedes el crimen de la limpieza étnica en 1948, no sólo acatan las resoluciones de la ONU que apoyan muy claramente el derecho de las personas al retorno, sino que están diciendo un muy simple NO al racismo. Eso es lo que hacen ustedes, están diciendo NO al único Estado racista que tenemos en Oriente Próximo.
Estoy de acuerdo en que en Oriente Próximo no tenemos unos regímenes demasiado agradables, no son demasiado inspiradores, no recomendaría a las sociedades futuras que se inspiren en ellos para construir su política sobre esas bases, pero ninguno de ellos es racista. El único Estado racista es el Estado judío de Israel. Una de las únicas maneras de atacar a este Estado racista es cuestionarlo en relación al derecho de los refugiados al retorno. No porque sea práctico o no, sino porque afecta al código genético del Estado judío. La idea de que se puede colonizar no es nueva, pero la idea de que en el siglo XXI se puede mantener esta colonización manteniendo abiertamente un Estado racista no debería ser aceptable, especialmente en este país. Muchas gracias.
[1] Se calcula que a finales de 2010 hay 11 millones de palestinos, de los que más de la mitad son refugiados. 4,1 millones de palestinos viven sobre su tierra ocupada en 1967, esto es, 2,5 millones en Cisjordania y 1,6 millones en Gaza, mientras que 1,4 millones viven en su tierra ocupada en 1948. El 44% de los palestinos que viven en su tierra son refugiados que fueron expulsados de sus ciudades o pueblos de origen. Están repartidos de la siguiente manera: 18% en Cisjordania y 26% en Gaza. Cerca de 5 millones de palestinos viven en países árabes y 600.000 en otros países.
El texto de esta ponencia lo estableció Claudine Faehndrich basándose en la grabación en video de la Conferencia de Stuttgart, noviembre de 2010.
Ilan Pappé es un historiador israelí, profesor de historia en la Universidad de Exeter (Reino Unido) y ha escrito muchos libros y artículos en periódicos locales e internacionales. Es autor de The Making of the Arab-Israeli Conflict (Londres y Nueva York 1992), The Israel/Palestine Question (Londres y Nueva York 1999), Historia de la Palestina moderna (Madrid, Akal, 2007, traducción de Beatriz Mariño), The Modern Middle East (Londres y Nueva York 2005) y La limpieza étnica de Palestina (Barcelona, Crítica, 2008, traducción de Luis Noriega).
Fuente: http://www.silviacattori.net/article1451.html