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Palestina y su resistencia no violenta contra el muro (I)

«Bienvenido a Palestina»

Fuentes: Rebelión

Estoy en Palestina y es el 17 de abril de 2007. Acabo de llegar a través de Jordania; por el Allenby Bridge. El motivo de mi viaje es participar en la Conferencia sobre Resistencia Popular Noviolenta de la pequeña aldea de Bil’in; a unos quilómetros de Ramallah. (…) Bil’in es una aldea de unas 300 […]

Estoy en Palestina y es el 17 de abril de 2007. Acabo de llegar a través de Jordania; por el Allenby Bridge. El motivo de mi viaje es participar en la Conferencia sobre Resistencia Popular Noviolenta de la pequeña aldea de Bil’in; a unos quilómetros de Ramallah.

(…)

Bil’in es una aldea de unas 300 casas donde viven 1600 personas. Es un pueblo antiguo. Hay olivos milenarios en todas las laderas escarpadas que lo rodean. Es un paisaje que evoca lo descrito por Miguel Hernández en los aceituneros de Jaén. Hasta hace 20 años era una población aislada. Con un camino de tierra que les unía a Ramallah y Jerusalén. Estas gentes han pasado por la historia sin apenas cambiar sus costumbres. ¿Qué importa estar bajo protectorado británico o ser parte del imperio Otomano? Nada cambiaba en Bil’in. Tenían sus tierras y sus olivos y sus muertes y sus nacimientos. Abdallah me cuenta que nació el primer día del año, el 1 de enero, pero que en su carné de identidad consta que nació el día 15. «El alcalde solo bajaba a Jerusalén una vez al mes», dice. Pasaron los años y construyeron carreteras… pero hoy vuelve a estar aislado. Ningún niño de Bil’in conoce el mar, ni un río, ni ha traspasado jamás la línea verde. Estamos a menos de 10 kilómetros de la línea de aire que marcó la guerra de 1967; entre los países árabes e Israel. A unos 40 kilómetros del Mar de Tel-Aviv.

Vine aquí, por primera vez hace cuatro meses. Como todo ciudadano europeo llegué cargado de prejuicios. Mucha buena voluntad y ganas de ayudar a los demás y contribuir a mejorar el mundo más allá de las 100 personas que te rodean. Pero también tenía prejuicios. Las personas de mi generación, de entorno a los 30 años, hemos crecido con una palabra que nos han repetido miles de veces: terrorismo. Es una palabra extraña que sirve para etiquetar un variopinto

Es una historia triste… ¿pero qué pasa en Bil’in? En septiembre del 2000, Ariel Sharon invadió algunos de los lugares musulmanes sagrados de Jerusalén acompañado de unos mil policías israelíes. A las veinticuatro horas, francotiradores judíos abrieron fuego contra manifestantes palestinos que se enfrentaban a la policía en el suelo de la mezquita de la cúpula de la Roca del siglo VII. Al menos cuatro hombres murieron y 70 manifestantes fueron heridos de gravedad. El jefe de la policía Israelí confirmó que «los tiradores habían hecho fuego contra la multitud cuando les pareció que los palestinos estaban poniendo en peligro la vida de los oficiales». Así empezó la segunda intifada. Oslo quedaba ya tan lejos… En función de los acuerdos entre Arafat y Rabin, Palestina aceptaba perder el 80% de su territorio anterior a la limpieza étnica que sufrieron en el `48 a cambio de una cierta autonomía en el 20% restante: la rebelde Gaza y Cisjordania. ¿Y qué pasaba con los colonos? Todos los gobiernos israelíes han incentivado la colonización y ocupación de Cisjordania. Pero nunca tan intensamente como lo han hecho a lo largo de los últimos cinco años. Toda Bil’in está rodeada de colonias judías. Hay un enorme cinturón de cemento, una ciudad protegida por una valla electrificada de unos cuatro metros de alto, con jeeps destartalados que patrullan a un ritmo de uno cada cinco minutos, por cámaras colocadas en lo alto de las colinas que observan cada uno de tus movimientos. No son las roulottes o las casas prefabricadas donde se apiñan judíos ultra-ortodoxos de larga barba que nos presentan los medios de comunicación. Se trata de una ciudad con edificios de 7 plantas y una enorme infraestructura de servicios. Se prevé que en el 2.010 habrá 140.000 personas viviendo en Modin Illit, la colonia israelí que rodea a Bil’in, la más grande en tierras palestinas. 140.000 personas atraídas por una casa barata, el suelo es gratis, y por la posibilidad de vivir a unos 20 minutos del centro de Tel-Aviv.

¿Cómo reaccionó Bil’in al principio de la segunda Intifada? Se sumó a la rebelión contra la ocupación. Las muertes de Jerusalén del año 2000, generaron una insurrección en toda Palestina. Hubo mártires, suicidas estallando en Tel-Aviv, lluvias de piedras en todas las fronteras, disparos contra los colonos. La respuesta de Israel fue firme. Colocaron nuevos Check Points por todo el territorio Palestino. Se optó por construir el muro, carreteras para uso exclusivo de los colonos protegidas por el ejercito Israelí. Se generaron innovaciones clamorosas en su legislación: la pena por tirar piedras contra el ejército pasó a ser de pena de muerte. Aunque fueses un niño de 8 años.

Entre otros, se creó un Check Point entre Bil’in y Ramallah. En una angosta carretera que recorre los escasos 20 quilómetros que las separan. Se mantuvo durante semanas. Pocos en el pueblo tenían el permiso para poder pasar y empezó la escasez, el hambre. Mustafa Alkhatib lo recuerda bien. Una patrulla del ejército israelí le disparó en una pierna en el año 2002; a pocos metros de su casa. Pretendían destruir su coche, que servía para abastecer al pueblo, y lo hirieron por «error». Era de noche. Su hermano lo acompañó en coche hacia el hospital de Ramallah, sangrando. En el Check Point los mismos soldados que le habían disparado le informaron de que no tenía permiso para pasar. Mustafa todavía cojea. Unos meses después una brigada de los mártires de Al Aqsa se dirigió hacia este Check Point. También era de noche. Mataron a 7 de los 8 soldados. El día siguiente, todo Bil’in fue una fiesta. Después hubo una invasión del ejército israelí.

En el 2004 Mohammed Alkhatib llamó a todos los habitantes del pueblo y convocó una reunión en la escuela. Pidió a grupos pacifistas de Israel que asistiesen y al International Solidarity Movement. Acudieron unas 100 personas. Les explicó que la Intifada debía seguir, pero que era necesario cambiar de estrategia. Les dijo que: «la violencia solo generaría más violencia, que ojo por ojo, todos ciegos, que había que seguir luchando contra la ocupación, contra el muro: pero de otra manera. La resistencia debe ser popular y pacifica. Acudir solo con nuestras manos frente a las armas de los soldados israelíes. Estamos perdiendo apoyos. La Comunidad internacional está horrorizada con las muertes israelíes producto de la Intifada. Es injusto, lo sabemos, pero es así. Los medios de comunicación occidentales son muy benevolentes con la versión de los hechos que ofrecen las autoridades israelíes. Nuestra versión, por el contrario, se pierde. Es como si no existiese. Ellos controlan las televisiones, los medios, transmiten la historia a su manera. Los palestinos morimos en enfrentamientos. Los israelíes mueren producto de acciones terroristas de grupos fundamentalistas islámicos. A sus ojos las acciones del ejército israelí parecen acciones de defensa. Tenemos que poner en evidencia la injusticia. Tenemos que ser noviolentos.»

Así se creó el Comité Popular de Bil’in, el encargado de organizar la resistencia pacifica y noviolenta en el pueblo. Se escogieron a siete representantes, entre ellos a dos mujeres, y se marcaron las reglas de la resistencia: «Se prohíbe cualquier forma de violencia. No hay piedras; nada. Se realizará una manifestación noviolenta cada viernes, pase lo que pase. Se prohíbe cualquier bandera de partido político, solo se permite la Palestina. En las manifestaciones participan ciudadanos/as y organizaciones israelíes contrarios/as a la ocupación así como internacionales.»

Hace un año un soldado israelí recibió un codazo en un ojo en una manifestación de Bil’in. Como resultado se le incrusto un micro en la cornea. Quedo ciego de un ojo. Los miembros del Comité estuvieron llamando al hospital donde se encontraba el soldado. Solo dejaron de interesarse en el momento en que supieron que ya había recuperado la vista. Dos meses después. A raíz de este incidente el ejército israelí juró venganza. El rostro herido del soldado apareció en la portada del «Jerusalem Post». Venganza. El Comité no se asustó. Organizaron una manifestación de personas que habían sido heridas como producto de la intifada. Cientos de personas en silla de ruedas, ciegos, paralíticos, amputados. En Palestina se calcula que hay 50.000 personas que han quedado paralíticas a raíz de los golpes y disparos recibidos por el ejército israelí durante la segunda intifada. ¿Qué pasó? A dos quilómetros de distancia el ejército empezó a disparar balas de acero recubiertas de goma contra personas ciegas, paralíticas. Se lanzaron gases lacrimógenos. La imagen de Ronnie, sin movilidad de la cintura hacia abajo, en silla de ruedas, con dos impactos de balas pasivas en el pecho (los soldados siempre disparan de cintura hacia arriba) es un buena imagen para entender lo que pasó.

No se trata solo de manifestaciones. La idea es generar una comunidad unida. Es un plan comunitario. Las reuniones del comité son abiertas, a todos. Todos pueden opinar, aportar ideas, decidir. Sus proyectos futuros pasan por obtener la independencia económica de Israel. Por el boicot. Como en todo el Mediterráneo, la gente se mueve libremente de casa en casa. Todos se saludan. Todos participan en las manifestaciones. Algunas de las acciones que han protagonizado tienen la creatividad e inventiva de las obras que inundan los teatros más alternativos de Barcelona o Madrid. En una ocasión acudieron a la manifestación cargados de espejos: querían reflejar la imagen de las pistolas, los rifles, las granadas, el miedo que sienten ellos al enfrentarse tan solo con sus manos a un ejército organizado. Utilizan la sicología del miedo como arma de defensa. Casi siempre intentan cortar la valla electrificada de cuatro metros que rodea Bil’in. Colocan piedras rojas sobre el suelo gris entre los Olivares. A veces escriben: «Freedom for Palestine» otras «Stop the Apartheid Wall». Se atan a los olivos para evitar que los corten. Graban todas las acciones (tienen mas de 500 horas grabadas). Una vez cortaron la valla y consiguieron entrar una Roulotte al otro lado y plantarla cerca de un asentamiento de Colono. Es una colonia palestina dentro de Modin Illit. Los Anarquistas contra el Muro se turnan para dormir allí. Siempre tiene que haber alguien, especialmente israelíes o internacionales, para evitar que los colonos la destruyan. También duermen, siempre, dos chicos Palestinos de Bil’in. El Comité les ofrece un sueldo y comida a cambio. A esta Roulotte la han llamado el «Center for Joint Struggle». Es un centro que reclama la necesidad de unir la lucha contra la ocupación de los ciudadanos israelíes y los ciudadanos Palestinos. En realidad: solo es una roulotte con un fuego y cuatro literas. Nada más que un símbolo. O todo eso.

Hace unos meses decidieron que tras dos años de lucha en el pueblo, de construir una comunidad firme, en lucha, unida, había llegado el momento de salir hacia el exterior. De hacerse oír en otros lugares. Varios pueblos han intentado seguir su ejemplo y todos han fracasado. Tienen miedo. Temen morir, ser detenidos, torturados, asesinados. ¿Podemos juzgarlos? Bil’in resiste. Les pregunto a unos pacifistas israelíes porque Bil’in ha resistido. Me dicen que sin lugar a dudas es porque en cada manifestación hay israelíes e internacionales. Si una sola vez se enfrentan 200 habitantes de Bil’in contra el ejercito, sin que haya internacionales ni israelíes, los masacrarán. «No lo dudes ni un momento». Ellos creen que este modelo de lucha contra la ocupación (noviolencia, presencia de israelíes, presencia de internacionales) puede ser una respuesta al deseo de paz y justicia del pueblo Palestino. ¿Será verdad?

(…)

Lo cierto es que no han conseguido casi nada. El Muro se ha construido. El ejército israelí ha ido cortando todos los olivos centenarios que ha querido: para asegurar un perímetro de seguridad desde la valla.