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Blair, Gaza y todo ese gas

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

De todos los estrambóticos encuentros generados por el conflicto palestino,las cuatro reuniones celebradas por Tony Blair en Doha con el líder de Hamas Khaled Meshaal se enmarcan seguramente entre las más extrañas.

Ahí estaba el enviado del Cuarteto para Oriente Medio rompiendo las propias reglas del Cuarteto de no hablar con Hamas hasta que reconozca a Israel, reglas que Blair y Jack Straw impusieron como primer ministro y secretario de Estado para asuntos exteriores del Reino Unido presionando a la UE para que declarara que Hamas es una organización terrorista. Dos de las cuatro reuniones se celebraron antes de que Blair dimitiera como enviado.

Ahí estaba Blair, el hombre vinculado en cuerpo y alma al golpe militar en Egipto (dijo que el ejército intervino «por voluntad del pueblo» para llevar la democracia a Egipto), intentando mediar entre Hamas, Israel y Egipto, los dos países que tienen a Gaza agarrada por el cuello sin permitirle respirar. El líder egipcio ha mostrado aún más celo que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu a la hora de mantener esa asfixia.

En el contexto británico, el diálogo de Blair con Hamas se produjo cuando sus partidarios acusaban al candidato de izquierdas en la carrera por la candidatura laborista, Jeremy Corbyn, de hacer que el laborismo no tuviera posibilidades electorales en caso de convertirse en su líder. Corbyn había defendido las conversaciones con Hamas e Hizbolá, un delito en el que el hombre que ganó el poder en tres ocasiones era reincidente.

Blair no sólo habló con Meshaal. Le invitó a Londres, ofreciéndole una fecha determinada en junio, a todo lo cual el actual primer ministro, David Cameron, debía haber dado su aprobación. Este es el mismo primer ministro que ha venido luchando sin éxito, hasta ahora, para publicar un informe que tilda de extremista la presencia de la Hermandad Musulmana en Gran Bretaña. ¡Qué raro!

Sin embargo, Blair siguió a lo suyo, incluso después de que Middle East Eye revelara la existencia de las conversaciones . En estos últimos días continúa por El Cairo impulsando el acuerdo. ¿Por qué?

Su motivación no parece estar muy clara. Seguramente no tiene nada que ver con preocupación humanitaria alguna por los 1,8 millones de gazatíes. Como primer ministro y enviado por la paz, Blair proporcionó a Israel una valiosa protección internacional durante sus operaciones contra Gaza. Tampoco puede decirse que sienta mucho afecto por Hamas y la Hermandad Musulmana. Considera al islamismo como un enemigo ideológico. Aunque, tomando prestadas las palabras de Peter Mandelson, Blair no siente muchos escrúpulos en ayudar a dictadores con graves antecedentes en temas de derechos humanos en los Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Kazajstán, países que comparten su convicción de que hay que borrar del mapa a los islamistas.

Blair dijo a Hamas que había asegurado, con tres de los cinco potenciales socios, un acuerdo que abriría las fronteras de Gaza a cambio de un alto el fuego ilimitado: los saudíes, los emiratíes y los jordanos. Pero sin la presencia de Israel y Egipto, no podía haber acuerdo alguno.

Después de cuatro reuniones, Blair y Hamas discutieron la posibilidad de prorrogar el alto el fuego existente en estos momentos a cambio de la apertura inmediata de todas las fronteras y del pago inmediato de los salarios a todos los trabajadores del Gobierno en Gaza. Estos dos pasos irían seguidos de negociaciones relativas a un puerto, un aeropuerto y la reconstrucción de la Franja.

Todo lo demás quedaba descartado: Hamas no aceptó, todo el tiempo que Blair estuvo presionándole, ninguna de las propuestas sobre negociaciones políticas ni nada que pudiera suponer la reanimación de un proceso de Oslo considerado ya muerto. Hamas sólo estaba dispuesto a aceptar la continuación del alto el fuego, no una hudna [tregua] con un mínimo temporal establecido. El alto el fuego sólo afectaría a Gaza, no a Cisjordania, donde Hamas dijo que proseguiría la resistencia contra los colonos y el ejército israelí; el acuerdo propuesto no recogía ningún intercambio de prisioneros.

Meshaal dejó para después la oferta de un viaje a Londres. Hamas comunicó a Blair que sólo seguirían adelante con este proceso si Israel y Egipto también lo apoyaban. Pero Blair no ha conseguido tal apoyo y, según manifestaron determinadas fuentes a MEE el martes pasado, se considera que el proceso está en un callejón sin salida.

Dentro de Israel, las conversaciones tenían sobre todo sus partidarios fuera del Gobierno, aunque no de forma exclusiva. El converso más notable era Naftali Bennett, jefe del partido de extrema derecha Hogar Judío y actual ministro de Educación, quien una semana después de que empezara el ataque del pasado verano dijo:

«El ejército puede acabar con Hamas. Tenemos un pueblo fuerte que está diciendo a sus dirigentes: ‘Haced lo que sea para acabar con ellos'».

Ahora ha suavizado el tono. En Canal 2 dijo recientemente:

«Egipto y la Autoridad Palestina quieren que las cosas se pongan mal en Gaza para que continuemos luchando; es bueno para ellos… Pero en estos momentos estoy en contra. La cuestión es que Hamas está allí.»

Pero hay unos cuantos más: el presidente israelí Reuven Rivlin; Yisrael Katz, el ministro de Transportes e Inteligencia; Yuval Diskin, exdirector del Shin Bet; Shaul Mofaz, exministro de Defensa; Yair Naveh, exjefe adjunto del estado mayor del ejército israelí y Efraim Helevy, exdirector del Mossad. Todos han expresado su apoyo, de forma directa o indirecta, a las conversaciones con Hamas.

Netanyahu y el propio Gobierno se oponen firmemente. Esto puede deberse a que Netanyahu no puede aceptar un acuerdo por el que Hamas sigue siendo un combatiente activo en Cisjordania o porque nunca tuvo, en realidad, intención alguna de llegar a un acuerdo con ellos. El proceso de alcanzar un acuerdo con Hamas fue siempre más tentador para él que el posible resultado. El proceso supondría que Hamas tendría un incentivo para dejar las cosas tranquilas y Netanyahu estaría también respondiendo a las presiones de los ciudadanos del sur de Israel. Y la consecuencia implicaría abandonar la política de aislar y debilitar a Hamas, de la cual ha sido uno de los más eficaces ejecutores.

En este aspecto, a Netanyahu no se le puede acusar de inconsistencia. Aquí no hace distinciones entre si el líder palestino de la rama con la que esté negociando reconoce o no a Israel. El historial de Netanyahu en la cuestión nacional está claro: las conversaciones nunca llegan a una conclusión. No son más que una forma de comprar tiempo.

Pero no está solo en eso. Si llegara a asegurarse un acuerdo que permitiera pagar los salarios de los 50.000 trabajadores del Gobierno de Hamas se habría alcanzado pasando sobre el cadáver de Mahmud Abbas. Como señala en International Crisis en su reciente informe , la AP tiene mucho que perder, y poco que ganar, con el final del bloqueo.

Desde mediados de 2013, cuando se cerraron casi todos los túneles bajo la frontera de Rafah con Egipto, los ingresos de la AP que Israel recoge sobre los productos que entran en Gaza en su nombre se han incrementado notablemente. El informe cita a un ministro del Gobierno de consenso nacional -nombrado por Fatah e implicado en la reconstrucción de Gaza- que atribuye la responsabilidad principal de la inercia existente a la oficina del presidente palestino, quien, según dijo: «No tiene intención alguna de reconstruir Gaza ni de asumir responsabilidad alguna en esa tarea».

Las señales que llegan de Egipto son igual de sombrías. En junio, el jefe de la inteligencia egipcia era todo sonrisas cuando se reunió con una delegación de Hamas y el paso de frontera de Rafah permaneció abierto durante esa semana. Eso fue antes del ataque del 1 de julio de los combatientes del Sinaí, del que Egipto culpó a Hamas. La señal más reciente fue el secuestro de cuatro miembros de las brigadas al-Qasam de Hamas que viajaban por el norte del Sinaí, de lo que Hamas culpa al ejército egipcio y no al Estado Islámico (EI).

¿Quién se beneficia de este breve interludio de conversaciones? Obviamente se han quebrantando ya las condiciones del Cuarteto para excluir a Hamas de las negociaciones, así como la declaración de la UE sobre Hamas como organización terrorista. Blair irritó también a los suizos, que se ven a sí mismos como el principal conducto para las negociaciones con Hamas, más incluso que a Mahmud Abbas.

A pesar de haber impulsado su guerra contra Gaza del pasado año, las conversaciones de Blair son una señal de que Israel no quiere repetir la experiencia, al menos a corto plazo. Hamas se ha convertido en la dirección a la que ir en Gaza, y es preferible a cualquier otra alternativa disponible, realmente preferible al caos de las milicias compitiendo unas con otras para lanzar cohetes hacia Israel y la perspectiva de que un día el Estado Islámico pueda heredar el manto de Hamas. Los esfuerzos del hombre fuerte en el exilio de Fatah, Mohamed Dahlan, para comprarse de nuevo el favor en Gaza financiando bodas han sido en gran medida a expensas de Abbas.

Para Netanyahu, Blair puede haber sido de utilidad a la hora de tantear al terreno, pero parece haber alcanzado sus límites como intermediario. Para Egipto, la apertura de la frontera de Rafah significaría renunciar a su principal carta en política exterior. No hay señales de esté preparado para ello.

Todo lo cual nos lleva de nuevo a Blair. ¿Qué es lo que está buscando? El motivo tiene a todo el mundo rascándose la cabeza. Pero hay algunas pistas.

El año pasado, meses antes de que comenzara las conversaciones de Doha, en una conferencia celebrada en Europa, unos israelíes se acercaron a un académico con acceso a Khaled Meshaal. Querían que le hiciera llegar una petición específica. Si British Gas desarrollaba el campo de gas en la marina de Gaza (un campo situado a una distancia de entre 27 y 33 kilómetros de la costa de Gaza que se cree que contiene un billón de pies cúbicos de gas), ¿atacaría Hamas? El académico quiso saber quién hacía la pregunta: ¿el Gobierno israelí? No, y la respuesta fue: «Tony Blair». El académico se negó a pasar el mensaje y les dijo que fuera el mismo Tony Blair quien se pusiera en contacto con Meshaal.

¡Qué curioso! Blair afirma en privado que se ha implicado en las conversaciones a petición de Hamas, como consecuencia de una carta remitida por Hamas al enviado de la ONU para el proceso de paz Robert Serry. Pero su interés por el gas frente a las costas de Gaza es anterior. British Gas Group son clientes de JP Morgan, que tenía a Blair en nómina como asesor principal.

Este campo es con mucho, en palabras del Foreign Office, el recurso natural palestino de mayor valor. En 2007 se estimaron los posibles ingresos de su producción en 4.000 millones de dólares. Ariel Sharon siempre estuvo en contra de que se desarrollara y cuando se retiró de Gaza, British Gas firmó en 2005 un memorando con la compañía egipcia Egas para vender el gas en Egipto.

El acuerdo se canceló un año más tarde tras intervenir Blair a instancias del entonces primer ministro israelí Ehud Olmert. Ahora se ha descubierto que el campo es al menos treinta veces mayor que cualquier campo de Egipto. Quién sabe lo que los campos de Gaza podrían contener. ¿Ningún conflicto? Un buen montón de intereses.

David Hearst es redactor-jefe de Middle East Eye. Con anterioridad escribió en The Guardian.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/blair-gaza-and-all-gas-145656094